Togas argentinas contra la impunidad franquista
Los testimonios recopilados por la asociación vasca Goldatu forman
parte de la investigación judicial abierta en Argentina para desentrañar
y juzgar los crímenes del franquismo.
"No se trata de venganza, solo queremos justicia", dice Jon Arrizabalaga, hermano de Andoni, famoso por protagonizar la canción Itziarren semea, un himno contra la tortura en Euskadi.
"Todo va a depender de la sensibilización y movilización social que se consiga en el conjunto de la sociedad contra la impunidad del franquismo", apunta Josu Ibargutxi, de Goldatu.
"No se trata de venganza, solo queremos justicia", dice Jon Arrizabalaga, hermano de Andoni, famoso por protagonizar la canción Itziarren semea, un himno contra la tortura en Euskadi.
"Todo va a depender de la sensibilización y movilización social que se consiga en el conjunto de la sociedad contra la impunidad del franquismo", apunta Josu Ibargutxi, de Goldatu.
Aitor Guenaga
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Andoni Arrizabalaga, con unos amigos en el monte./ Cedida por Jon Arrizabalaga.
“Hacia las doce del mediodía llegamos a Zarautz.
Preguntamos al guardia que estaba en la puerta del cuartel si Andoni
Arrizabalaga estaba allí. Después de identificarnos nos hizo esperar un
momento. Enseguida apareció un capitán joven (después supimos que era
Jesús Muñecas) que nos invitó a entrar en el cuartel. Subimos con él al
primer piso, y en una habitación que daba a la calle estaba Andoni,
esposado. Estaban claras y palpables las atrocidades que le habían
hecho. Llevaba puesta la misma ropa del día en que le habían detenido;
sucio, lleno de arañazos y de restos de sangre. La cara hinchada llena
de moratones y los brazos, igual. No daba imagen alguna de ser humano.
Estaba irreconocible. Con una sonrisa cínica el capitán Muñecas añadió:
“Esto es lo que ocurre cuando no quieren colaborar”.
Testimonios como este se acumulan en la mesa de María Servini de Cubría,
la juez argentina que instruye la querella 4591-10, en la que se
investigan los crímenes contra la humanidad ejecutados por el franquismo
a lo largo de los 40 años de dictadura. Su decisión de ordenar la
detención internacional de cuatro presuntos responsables de crímenes
contra la humanidad durante el régimen franquista -el excomisario José
Ignacio Giralte González, el exinspector José Antonio González Pacheco,
más conocido como ‘Billy El Niño’; el exescolta de Franco y de la Casa
Real, Celso Galván Abascal, y el propio Jesús Muñecas- ha devuelto la
esperanza perdida a las asociaciones que se niegan a pasar la página de
esos 40 años sin leerla. Centenares de testimonios y casos en los que
los relatos de torturas se superponen sobre los expedientes de
ejecuciones extrajudiciales, detenciones ilegales, asesinatos y éstos
sobre los ‘paseos’, las humillaciones, los robos de niños…
Muñecas tiene ahora 74 años y vive en Madrid. 'Billy El Niño' anda por
los 66 y reside también en Madrid. Los otros dos agentes, Giralte y
Galván, ya han fallecido, en abril de 2007 y en 2009, respectivamente,
algo que ya ha comprobado el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz con
los correspondientes certificados de defunción antes de responder a la
juez argentina sobre su petición de detención. Y a tenor de lo que
mantiene la Fiscalía española –que entiende que los delitos están
prescritos-, todos ellos pueden dormir tranquilos como hasta ahora,
porque el ministerio público considera del todo “innecesario” el arresto
de los imputados.
Jon Arrizabalaga tiene una mira
limpia, decente. Le cuesta hablar en castellano, pero su historia se
resume en un par de frases: “No se trata de venganza, solo queremos
justicia. Y que este horror no vuelva a ocurrirle a nadie. Es una
batalla contra la impunidad”. Jon no sabe de prescripciones, ni de
requisitorias, ni de cómo deben estar redactadas las órdenes de
Interpol, ni de esa terminología judicial que muchas veces envuelve la
realidad hasta distorsionarla de tal manera que la deja irreconocible.
Hoy martes el sol pega con fuerza en Ondarroa. Con un viento sur que
deja pegajoso el ambiente, Jon Arrizabalaga ha salido a pasear por su
pueblo, un municipio pesquero feudo de la izquierda abertzale y testigo
de la represión durante el régimen de Franco. Un viento sur que debe
parecerse un poco al que disfrutó su hermano en 1977 tras abandonar la
cárcel gaditana de Puerto de Santa María un buen día de abril tras
aprobarse la ley de Amnistía. Ajeno a la decisión de la fiscalía
española de oponerse a la entrega de los supuestos torturadores ordenada
por la juez Servini, el hermano de Andoni Arrizabalaga no oculta su
alegría por la decisión de la magistrada argentina. Reconoce que cuando
firmó, un 30 de marzo de 2012, su testimonio de cinco folios sobre lo
que le pasó a su hermano pensó en su fuero interno: “¿Adónde llegará
esto?”. “Ahora siento una alegría inmensa porque se ve una luz. Mira,
nosotros hemos sido de una familia de no acurrucarse. Y tenemos la
obligación de que se sepa lo que pasó, de esclarecer todo este horror”,
confiesa.
Servini parece haber tomado el testigo del
trabajo que dejó inacabo el magistrado Baltasar Garzón, expulsado ahora
de la carrera judicial, y al que se le acusó de prevaricación por
investigar los crímenes del franquismo pese a conocer la ley de Amnistía
de 1977. La misma que posibilitó que muchos luchadores antifranquistas
como Andoni abandonaran las cárceles, pero también una legislación
convertida en auténtico cortafuegos para la investigación judicial en
España de los múltiples delitos que acompañaron a los 40 años de
dictadura. La causa contra el franquismo había quedado huérfana en
España.
En marzo de 2012, el Tribunal Supremo
resolvió que no podían investigarse los crímenes franquistas como
delitos de lesa humanidad. La investigación entró en vía muerta y el
juez más mediático de España tardaría solo unos cuantos meses más en
hincar las rodillas y perder definitivamente sus puñetas y la toga de
magistrado. Garzón no le ocultó esta realidad a la juez argentina cuando
el pasado mes de mayo testificó ante la instructora en Buenos Aires.
Sus palabras de aliento retumbaron en la sala: “La única instancia
judicial en el mundo que está investigando estos crímenes de naturaleza
internacional es este juzgado, y por tanto el único y último reducto de
las víctimas para que puedan ejercer su derecho fundamental ante la
Justicia”.
Ahora siento una alegría inmensa porque se ve una luz. Mira, nosotros hemos sido de una familia de no acurrucarse. Y tenemos la obligación de que se sepa lo que pasó, de esclarecer todo este horror.
Josu Ibargutxi anda estos días trabajando 25 horas al
día contra la impunidad. En Goldatu, organización de presos y
represaliados por la dictadura que, junto a otras del resto de España
como La Comuna, han impulsado la querella en Argentina, preparan ya la
nueva visita que girarán el próximo 20-N a Buenos Aires para mantener
viva la llama de la investigación. El testimonio de Jon Ibargutxi
también engorda el sumario argentino. Aun recuerda con nitidez tras su
detención en abril de 1968, después de colocar un artefacto explosivo en
la sede del rotativo El Correo en Eibar, las amenazas de ser trasladado
a San Sebastián “para dejarme en manos del torturador Melitón Manzanas”
o su paso en 1969 por el hospital penitenciario de Madrid, un
“insalubre lugar en el que las ratas campaban por debajo de las camas de
los enfermos”.
Cree que el Gobierno del PP optará
por poner “todas las trabas que pueda para que la extradición se vaya
diluyendo. A fin de cuentas son de los suyos, pero quedará demostrado
que el Estado español, como lo fue en los años del franquismo más
rancio, sigue siendo refugio de asesinos, fascistas y corruptos, como
dijo hace unos días nuestra abogada y amiga Ana Messuti”, augura.
Los hechos revelan la incomodidad del Ejecutivo de Mariano Rajoy con
esta investigación. Recientemente, España movió sus resortes
diplomáticos para evitar que 12 víctimas declararan por videoconferencia
en la causa de la juez Servini. Pero a veces, la historia demuestra que
el remedio es peor que la enfermedad. Y ahora es Argentina la que ha
abierto sus consulados en todo el mundo para que las víctimas de los
desmanes franquistas puedan detallarlas y así no tener que viajar hasta
Buenos Aires.
Jon muestra en su casa de Ondarroa las
fotografías del recibimiento que se le brindó a su hermano en Bilbao
tras la ley de Amnistía, la misma que ha truncado “avanzar hacia la
verdad, reparación y justicia” que ahora reivindica. Corría 1977 y se
respiraba cierto aire de victoria. Para entonces todo el mundo sabía ya
que Andoni era el protagonista de ‘Itziarren semea’ (el hijo de Itziar)
la canción compuesta por Telesforo Monzón, histórico dirigente del PNV
durante la Segunda República, consejero del Gobierno del lehendakari
José Antonio Aguirre y en su última etapa líder de Herri Batasuna. La
canción, que está ya en el imaginario vasco como un grito contra la
tortura, relata los malos tratos sufridos por el hermano de Jon a manos
del entonces capitán de la Guardia Civil Muñecas: “Siete hombres le han
golpeado, le han hecho la bolsa, le han colgado de las piernas, le han
arrancado las uñas… pero él no ha traicionado a sus compañeros”, dice la
canción que Monzón compuso tras escuchar el relato a Itziar, la madre
de Andoni.
“En su juventud participó en actividades
sociales clandestinas contra la dictadura franquista, así como en la
formación de la organización política ETA. Fue detenido en el año 1961 y
acusado de colaborar con el descarrilamiento de un tren de
excombatientes franquistas. Tras ladado a la comisaría del Gobierno
Civil de Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa), fue salvajemente torturado
durante varios días por Melitón Manzanas y otros policías. Yo misma fui
citada por tres veces ante varios policías, entre ellos Melitón
Manzanas, para ser amenazada. En una de esas citas me presentaron a mi
marido y quedé destrozada al verlo totalmente ensangrentado y
desfallecido. Cuando fue, por fin, trasladado a la prisión provincial
tuvo que ser ayudado por sus compañeros a caminar y lo tuvieron que
tumbar en el camastro de la celda”.
Buena parte de
los testimonios aportados a la causa coinciden en las primeras líneas
relatando cómo esas personas se iban involucrando en la lucha contra la
dictadura sumándose a ETA. El que precede estas líneas es de la viuda de
la viuda de Manuel Laspiur, Miren Arrate Ibargutxi. Y también muchos de
ellos, cuando se produce la escisión entre ETA V y ETA VI, deciden
abandonar la lucha armada y continuar por vías pacíficas. Fue el caso de
Andoni Arrizabalaga, que acabó militando en la Liga Comunista
Revolucionaria (LKI en el País Vasco) hasta que un alúd se lo llevó por
delante un mal día de 1984 en el Mont Blanc. Tenía 29 años y todo
Ondarroa se salió a la calle para despedirle. Sonó Itziarren semea. Y se
cantó La Internacional y el Eusko Gudariak.
En
Goldatu, sus miembros están a la expectativa por cómo pude evolucionar
todo esta bola que no para de crecer. De momento, ven la botella medio
llena. Aplauden la visibilidad que los trabajos de la juez argentina han
supuesto para multitud de asociaciones y grupos memorialistas que
llevan años trabajando contra la impunidad. Pero tampoco las tienen
todas consigo. “Todo va a depender de la sensibilización y movilización
social que se consiga en el conjunto de la sociedad contra la impunidad
del franquismo. Esa será la única capaz de mover los resortes de
honestidad e intervención de los grandes partidos políticos, hoy
bastante enterrados”, concluye Josu Ibargutxi.
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