¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, mayo 28, 2009

martes, mayo 19, 2009

COMA CARNE ARGENTINA

Un día de campo


Por Mempo Giardinelli

La escena, en la pampa santafesina, entre Esperanza y Rafaela, el domingo pasado. Grupo de amigos, asado criollo, recuerdos de adolescencia y los niños que disfrutan montando caballos mansos, petisos amistosos.

A lo lejos se ven distintas parcelas alambradas: en los campos más verdes la previsible soja, en otros amarillean maíces viejos esperando arados o siembra directa, y hay rollos de alfalfa aquí y allá para el ganado.

En los potreros cercanos, un centenar de vacas holando de ubres rebosantes camina cansinamente hacia el tambo, a unos 500 metros. Allá son ordeñadas y la leche se recoge en un enorme tanque refrigerado, el que todos los días –incluso los domingos, porque las vacas desconocen los humanos goces– es vaciado por un camión que viene a buscar el producto para llevarlo a las fábricas.

El cuadro es hermoso: ésa es la Argentina ideal que por generaciones hemos asimilado. Yo miro todo, además, con la nostalgia de los muchos veranos de infancia que pasé en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires. Todos los años, entre diciembre y marzo, con el viejo Ford 40 de mi padre viajábamos desde el Chaco; hacíamos más de 1500 kilómetros en dos o tres días para visitar a la otra parte de mi familia, la mitad vasca y tehuelche de la que descendía mi madre. Entonces, allá, tíos y primos me ponían una boina y yo aprendía a ensillar, a montar y hasta a ordeñar.

Ahora, medio siglo después, siento la fuerte emoción de lo perdido mientras disfruto de la bucólica jornada, todo sol y otoño leve, en prudente silencio. Reglas de educación y urbanidad me imponen esta serena autocensura acerca de cuestiones agrarias.

Bastante más allá de los postres, como a las cinco de la tarde, llegan las facturas casi a la par de la larga tropa de vacas que pasa rumbo a otro potrero, aliviadas las ubres y arrejuntándose en el abrevadero para mitigar su sed.

Y con las facturas, el infaltable mate. Con toda diligencia, preparo un porongo de los grandes, busco una pava y, cuando la voy a llenar de agua, una voz me dice: “No, con esa agua no”. ¿Cómo no? “No, no es buena, es de pozo y aquí los pozos...” Ah, claro, digo yo con cara de “ah, claro, minga”. “Tiene arsénico, así que al mate lo tomamos con agua mineral, o de lluvia, cuando llueve”, me explican. Y alguien más diligente que yo toma la pava, la llena como corresponde y la deposita sobre las brasas, mientras la conversación general fluye, amable y discreta, como para llenar la tarde campestre de palabras adecuadas.

Yo miro hacia las vacas, ahí, arremolinadas en el bebedero, alimentado por una manguera gorda, como de una pulgada. Se turnan para beber, las vacas, mientras yo las miro y evoco el memorable texto de Tito Monterroso que glorifica a las vacas por todo lo que nos dan, pero a la vez que nos acusa por ser tan desagradecidos.

–¿Y ellas? –pregunto, aunque a media voz, como quien se da cuenta de que no debe preguntar lo que pregunta, y medio aflautadito como para que no se note que fui yo el que dijo lo que se dijo.

Tengo la sensación –la ilusión y la esperanza, en realidad– de que nadie se da cuenta. Y en efecto la tertulia continúa, o acaso es sólo una impresión mía y lo que pasa es que todos disimulan. La conversación y el mate ruedan sobre temas pavimentados, y aunque alguna mirada elocuente me reprime, yo sigo diciendo, aunque para mí nomás, que si esas vacas toman agua del bebedero, y el bebedero es llenado con agua de esa manguera que trae el agua del pozo, y ese pozo tiene agua con arsénico, capaz, digo yo, es sólo una conjetura, capaz, digo, capaz que el arsénico va a las vacas, y a la leche de las vacas, y obvio que a la carne de las vacas.

Pero a la vez me convenzo de que no –y esto me lo digo solito, como en un rezo íntimo, digamos–, no ha de ser así, soy un ignorante, ¿de dónde saqué yo que a las vacas se les sube el arsénico a la leche? ¿Eh, de dónde?

Del puro sentido común, quisiera decir. Pero me parece que hace rato que el sentido común es un desaparecido más en la Argentina.

Así que el lunes llamo por teléfono a un reconocido especialista en genética. Es un viejo amigo, que trabaja en programas de una importante universidad del interior asociada a una de Europa. Me responde que el arsénico es necesariamente asimilado por los animales y que se concentra en las grasas. Me informa que hay exportaciones argentinas que han sido devueltas por exceso de agroquímicos. Me dice... Agradezco y corto. Fue tan lindo el día de campo.

sábado, mayo 09, 2009

A R G E N T I N O S


Tocar de oído

Por Facundo Falduto

Si hay algo que todos los argentinos somos, por definición, es Directores Técnicos, Pilotos de Fórmula 1 y, ante todo, Psicólogos. Todos sabemos diferenciar a los freudianos de los lacanianos, a estos de los conductistas y a los tres de los gestálticos. Entendemos todo, claro. Entonces con escuchar cinco minutos a una persona ya sabemos cuál cuál cuál es su estructura psi (ay qué bonito decir "psi", da re profesional), sus patologías, los traumas que arrastra de la infancia, el número de la tarjeta de crédito, la última medición de colesterol, y lo que tiene que hacer para resolver sus problemas. Es facilísimo, si te lo digo yo, perejil. No hay neurosis que no sea entendible en dos rondas de cortados, que no se explique en un paseo por la calle Corrientes, que no se resuelva tan rápido como cambiar un cuerito.

Pero lo mejor de todo es cuando nos ponemos a resolver problemas cotidianos, analizados desde la psicología. Así, mi auto no arranca porque tengo una relación fálica y enfermiza con él, producto de un edipo mal resuelto; vos no podés conseguir laburo por una estructura obsesivo compulsiva de aferramiento a lo pasado, originada en que tus viejos nunca te llevaron al Ital Park; y la recepcionista de la oficina te atiende con cara de orto porque es una histérica y necesita una buena poronga, que es la solución universal a todos los problemas.

Y el problema, precisamente, es que arrastramos este comportamiento a la política. Que tal es inestable. Que tal es histérico. Que tal se aspira tres rayas de merca y termina charlando con los cóndores. Es peligroso, no debería ser así. Porque de la misma forma que no alcanza con pisar los pedales para determinar que hay que cambiar el carburador, tampoco se puede diagnosticar psicológicamente a una persona con escucharla hablar cinco minutos.

Por eso me parece absolutamente irresponsable que Aguinis diga que la presidente es bipolar y narcisista ("andateconchuda" le faltó nomás) después de admitir que nunca habló con ella. Lo mismo me parece una falta de respeto cuando decimos que Carrió se pasó de pepa en el desayuno y tiene delirios gástricomísticos que le hacen ver el futuro, cuando seguramente nunca la tratamos en persona. Es lo mismo que un gasista que intente arreglar un calefón por celular, es tocar de oído. Una total irresponsabilidad política más cercana a la chicana berreta que a un argumento. Y se lo perdonamos a la tribuna, pero también lo usamos como argumento serio. Lo decimos periodistas y políticos, y así revalidamos lo berreta como discusión política.

Pero la mayor ofensa es que tales afirmaciones traen implícita la idea de que una persona bipolar, narcicista, conchuda o con delirios místicos no puede ejercer un cargo público, o el más alto de todos ellos que es la Presidencia. Porque si hay algo que todos los argentinos somos, además de Directores Técnicos, Pilotos de Fórmula 1 y Psicólogos, es loquitos de mierda. Y mirá si vos, neurótico del orto, vas a venir a decir que la conchuda bipolar no puede ser Presidente. Te lo digo yo, un narcicista anal obsesivo y compulsivo, perejil.

sábado, mayo 02, 2009

ZP debe aprender de ARGENTINA

Como ZP y los politicos españoles dicen ignorar como se sale de la crisis y como se protege a los trabajadores,aquí va un ejemplo.

Menos sobrebia y mas humildad



Inseguridad

.

Por Alfredo Zaiat

Uno de los principales temas que se debate en la arena de la batalla electoral es el de la inseguridad. Las pantallas de televisión derraman sangre al ritmo del morbo del minuto a minuto del rating. La atención de políticos y analistas se concentra en la violencia de jóvenes menores y al proyecto de régimen penal juvenil, que muchos lo resumen en la baja de la edad de imputabilidad. La complejidad de un problema que indudablemente afecta a la población de los centros urbanos adquiriría mayor densidad para su comprensión si se incluyera otro tipo de inseguridad: la laboral. Esta no se la asocia a la genérica que tiene el privilegio de recibir un especial esmero en gran parte de los especialistas que circulan por los medios y que incluso es el eje de campaña de uno de los candidatos. Sin minimizar la inquietud social alimentada por la voracidad mediática respecto de la inseguridad, la referida específicamente a la estabilidad de los puestos de trabajo adquiere mayor envergadura en el actual contexto de crisis internacional. El énfasis en la demanda de un mayor compromiso del sector público en la esfera represiva para brindar seguridad a los ciudadanos no se encuentra cuando se trata de la inseguridad laboral. Pese a ello, el Estado está teniendo una activa intervención para disminuir la incertidumbre y la fragilidad en el mercado de trabajo, lo que en última instancia constituye un aporte valioso para la seguridad global de una sociedad.

Es indudable el impacto del derrumbe del Muro de Wall Street en el nivel de la actividad doméstica. También en la estructura ocupacional con pérdidas de puestos informales y suspensiones, reducción de la jornada laboral y despidos en el sector formal de la economía. Pero la respuesta a esta tensión ha sido diferente a la dinámica que predominó en crisis pasadas. En esta oportunidad no ha quedado en manos del mercado el ajuste para definir el rumbo del mundo laboral. Cada una con su estilo, las centrales sindicales (CGT y CTA) han mostrado responsabilidad en sus reclamos ante la crisis y a la vez firmeza en sus convicciones para defender a los trabajadores en un contexto complicado. El empresariado tuvo una primera reacción con los reflejos de los noventa buscando el ajuste por el lado del empleo, aunque algunos han aprendido que no pueden descapitalizarse de recursos humanos ante la primera señal de cambio de tendencia. La acción sindical junto con las políticas del Ministerio de Trabajo pudieron revertir ese reflejo inicial. A través de dos herramientas de intervención (Procedimiento Preventivo de Crisis y Programa de Recuperación Productiva), el Estado está actuando como un actor fundamental para amortiguar las esquirlas del estallido del capitalismo financiero global en la economía nacional.

Esa participación puede ser señalada como un indicador de la gravedad de la crisis, análisis que descontextualizado resulta funcional a alimentar expectativas negativas que terminan profundizándola, o destacada como la recuperación de instrumentos del Estado para intervenir en la economía. Esos dos mecanismos mencionados sirven para destinar recursos públicos que permiten disminuir la inseguridad laboral, mantener en línea de flotación el consumo interno y así plantear un mejor horizonte para el momento de la recuperación. No se trata de optar entre visiones pesimistas u optimistas, sino en remarcar la relevancia para los sectores vulnerables de la existencia de un Estado con políticas activas y efectivas. Quienes las minimizan son los mismos que transitan con arrogancia el sendero del progresismo testimonial. También las menosprecian nostálgicos de la década del noventa que prefieren exhibir el telegrama como potente disciplinador social. Estos tienen voceros bien dispuestos para amplificar su discurso olvidando que también ellos son trabajadores y que sus empresas no recordarán sus diligentes servicios a la hora de despedir.

El mercado de trabajo ha sido golpeado por la desaceleración de la economía precipitada por la crisis externa y por factores internos, como el conflicto con el sector del campo privilegiado al que se le sumó la fuerte merma de producción por la sequía. En ese contexto, el heterogéneo mercado laboral ofrece en la actualidad el siguiente panorama:

- Creció el trabajo informal en poco más de 1,5 punto porcentual en el último trimestre, superando el 38 por ciento del total de los empleos, revirtiendo así una larga tendencia de descenso de ese indicador.

- El aumento del desempleo se registra por las restricciones a nuevas contrataciones más que en despidos generalizados.

- Esta disminución de incorporaciones de personal no sólo respondió a un retroceso en la demanda de bienes o servicios que las empresas producen, sino a una política de no cubrir vacantes existentes. Es decir que las expectativas negativas jugaron un rol importante en la caída de las contrataciones de personal.

- El sector más vulnerable es el de empleos eventuales y contratados, que no son renovados al vencimiento del plazo de vigencia.

- La industria manufacturera y el comercio han reducido sus dotaciones de personal, con excepción de la producción de alimentos y bebidas, única actividad industrial que registra crecimiento de empleo.

- El total de obreros ocupados cayó 2,6 por ciento y la cantidad de horas trabajadas disminuyó 4,3 por ciento durante el primer trimestre con relación al mismo período del año pasado, informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos.

- El empleo en la construcción y la estabilización de la dotación de personal en la mayoría de las actividades del sector servicios actuaron como factor compensador.

La explosión de despidos para el primer trimestre que anunciaron a fines del año pasado los economistas del establishment no se verificó, en una prueba más de la rigurosidad de esos especialistas en el error. Por miopía ideológica, esos gurúes y los fieles de su secta no tienen incorporado en sus análisis la posibilidad de una intervención activa del Estado. Entonces no consideraron la posibilidad de que los trabajadores puedan ser protegidos con políticas públicas. El año pasado se dispusieron 67 procedimientos preventivos de crisis involucrando a 6753 trabajadores, y en lo que va del año se registraron 23 casos con 2910 trabajadores. Esta instancia es un requisito previo obligatorio para aquellas empresas que hayan decidido despidos o suspensiones por razones de fuerza mayor, causas económicas o tecnológicas. Durante ese lapso de negociación tienen que interrumpir esas medidas. Según el relevamiento realizado por las delegaciones territoriales del Ministerio de Trabajo, entre octubre de 2008 y febrero de 2009 se tomaron en total 537 medidas que afectaron a cerca de 35 mil trabajadores. De esa cantidad, la mitad entró en proceso de negociación, modificándose la medida original que establecía despidos o suspensiones en más del 65 por ciento.

La delicada situación laboral y a la vez la respuesta del Estado queda expuesta en el Programa de Recuperación Productiva, plan donde empresas manifiestan problemas económicos que implicarían cesantías, pero que son frenadas por el aporte estatal de 600 pesos para cubrir parte del salario del trabajador. Esos subsidios son entregados a compañías que se encuentran en una situación crítica y están implementado a la vez una estrategia de recuperación. Hasta ahora se han inscripto 1203 empresas involucrando a 64.739 trabajadores, lo que implicó un desembolso de 111,2 millones de pesos para completar salarios.

Entre la incertidumbre de analistas que dicen que la fase más crítica de la crisis internacional ya pasó y otros que aseguran que todavía no se ha manifestado lo peor, el Estado va tratando de disminuir el impacto de la inseguridad laboral, que es tan importante como la otra que se ha adueñado de las cadenas de noticias.

azaiat@pagina12.com.ar

.