¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

domingo, septiembre 22, 2013

GUILLE Y MAXIMA PREGONANA OTRO MODELO MÁS CAPITALISTA Y MAS INHUMANO

El rey Guillermo se asoma a la ventana

El monarca holandés deja de lado la condición humana y privilegia una sociedad no democrática, excluyente, convirtiendo a los ciudadanos en extranjeros de sí mismos.

En el cuarto de Ana Frank, en Ámsterdam, donde escribió su famoso diario, uno se encuentra con una ventana que da al patio del centro de manzana. Paul Auster en La invención de la soledad afirma que desde ese sitio, a través de esa ventana, se pueden ver al otro lado del patio las ventanas traseras de la casa en la que vivió René Descartes. Auster imagina a una Ana Frank, sobreviviente de la guerra, leyendo a Descartes, quien no se cansaba de alabar a ese país por la inmensa libertad que le ofrecía.
Desde esa ventana puede que Descartes viera caer las hojas de los árboles o los copos de nieve en invierno. Pero le daría igual ya que Galileo había conseguido el retrato de la caída de los objetos mediante el cálculo aproximado de cómo y dónde caía una cosa y Descartes acababa de mejorar la representación del cálculo con el sistema de coordenadas con un eje horizontal y otro vertical. Con una curva que atraviesa los ejes del tiempo y del espacio, se puede saber donde se encuentra, por ejemplo, un proyectil en cada momento.
A partir de ese instante la técnica se volvió autónoma porque ya no estaba ligada a los fenómenos. Todo se podía calcular y daba igual que fueran obuses o manzanas.
La realidad se redujo a una regularidad calculable y la operación permite evitar la participación del ser humano porque queda excluido de la historia y de su desarrollo. De esta manera, el lenguaje de nuestros días es accesible a un ingeniero, un estadístico o incluso como metalenguaje a un empresario, pero resulta ajeno para todos los demás, dado que la relación  del hombre con las cosas es directa y no virtual.El
Descartes consiguió aprehender la verdad en cifras pero se le escapó el mundo como mundo. Todo es medible, tanto las peripecias para conseguir un trabajo, las vivencias de una relación sentimental o lo que está fuera de nuestro control, como la incidencia de las reformas económicas o las consecuencias de una intervención armada. Pero si no somos una variable atendible para este mundo, si quedamos fuera, si nos excluye, no es un mundo exacto sino erróneo. La vida no aspira a la exactitud sino al intercambio, al desarrollo, al acuerdo. En una democracia esto se hace a través de herramientas políticas que resuelvan los problemas de la comunidad, interactuando entre los sujetos con sus puntos de vista y sus razones particulares.
Auster imaginaba a una Ana Frank sobreviviente, leyendo hoy día las obras de Descartes. Yendo aún más allá en la ucronía e imaginando que pudieran conversar de ventana a ventana, Descartes, ante el relato de Ana podría llegar a vincular el Holocausto con una abstracción que prescindió del fenómeno, es decir, de la condición humana y provocó su caída libre en el abismo a partir de una política de población que solo contemplaba a la raza aria. No es descabellado. Así pasó.
El hijo de un vendedor de armas y la hija de un colaboracionista de la dictadura argentina
El rey Guillermo de Holanda, por idéntico camino -el cálculo y no el relato humano-, acaba de sepultar el acuerdo colectivo de vivir en un Estado de Bienestar y ha proclamado, en su lugar, la “sociedad participativa”. ¿De qué habla? En sus propias palabras, se trata de un sistema en el que "cada holandés debe adaptarse a los cambios que se avecinan y todo el que pueda debe hacerse responsable de sí mismo y del medio en el que vive". Obvio es que el rey Guillermo también deja de lado la condición humana y privilegia una sociedad no democrática, excluyente, convirtiendo a los ciudadanos en extranjeros de sí mismos.
Muy lejos de allí, en marcos como Brasil, Uruguay, Bolivia o Argentina, país en el que en la provincia de Santa Fe, por ejemplo, la gestión de un gobierno socialista se encuentra en las antípodas de la actual  involución europea que otrora fue pionera con modelos hoy olvidados como el sueco o, vaya paradoja, el sistema inclusivo de los Países Bajos.  Hay otro mundo posible, alejado de la imposiciones de la rigidez del mercado y su aparente invulnerabilidad global. En aquel extremo austral existe un sistema público de educación y salud que funciona, crece y contiene. En el sur, hay un camino contrario al establishment que gobierna hoy Europa. Allí hay laboratorios públicos que producen medicamentos huérfanos, aquellos que no fabrican los laboratorios privados porque no son rentables; se combate el trabajo en negro y se fomenta la participación. El pronto regreso de una administración con un proyecto similar en tierra chilena es inminente y el resto del continente también participa de esta transformación: de una u otra manera se suman voluntades para fomentar el bien común en un encuentro solidario entre lo público y lo privado con una tenaz supervisión del Estado.
La exclusión del ciudadano de la historia y del desarrollo parecen, desde el prisma austral, una enfermedad senil del liberalismo, que en su ambición desmedida arrasa, como se vio desde aquellas ventanas de Ámsterdam, con la vida y su sentido.
Que el sistema recurra a la corona, holandesa en este caso, a una argumentación mecánica de una seudosociedad participativa que no es otra cosa que un estadio superior del sistema financiero, evidencia que su carcoma ideológico está en una fase terminal y recurre a las últimas líneas de legitimación.
Después de pronunciar su discurso, el rey Guillermo ha viajado a España y  los medios muestran imágenes de su encuentro y el de su esposa, Máxima Zorreguieta, con el rey Juan Carlos.
La historia suele tener pliegues extraños. Cruzar, por ejemplo, a Descartes con Ana Frank en la capital de Holanda y enlazar a su rey con una plebeya argentina, hija de un miembro del gobierno anticonstitucional que perpetró un genocidio. El azar también juega sus dados: el día que Zorreguieta llega a España, la justicia argentina reclama el arresto de cuatro miembros de las fuerzas de seguridad del franquismo involucrados en casos de tortura y represión. Parece un juego de espejos,   sombras y huellas y, desafortunadamente, crímenes, cálculos y complicidades.
El juego de referencias se hace necesario para explicar aquello que pretende saldarse con un eslogan tan banal como el de la "sociedad participativa". Pero también para abrir una ventana, como la del patio holandés, desde el que la vieja Europa mire al otro lado del océano una versión de la historia que crece desde el pie, casi en silencio, sin estridencias olímpicas, monarcas otoñales ni sujetos abstractos.


El modelo supercapitalista  de la reina que idolatran las caceroleras como ejemplo contrario a la "yegua".

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