¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

domingo, marzo 28, 2010

SE BUSCA NUEVO PAPA(que no sea gay ni pedófilo)

¿Puede un Papa renunciar?

En medio del escándalo por los abusos sexuales de menores por parte de curas de la Iglesia Católica se han levantado voces para indicar que el papa Benedicto XVI debería renunciar.

Papa Benedicto XVI

Ningún Papa ha renunciado en los tiempos modernos.

¿Es posible esto? David Willey, corresponsal de la BBC en el Vaticano, examina la cuestión.

En teoría, no hay nada que frene al Papa a tomar un pedazo de papel de su escritorio y escribir una carta de renuncia al Colegio Cardenalicio, el cuerpo de cardenales de la Iglesia Católica y órgano supremo electoral dentro de la institución.

Bajo el derecho canónico, las únicas condiciones para la validez de una renuncia de ese tipo son que se haga libremente y que sea debidamente publicada.

Pero ningún Papa lo ha hecho en los tiempos modernos.

clic Cronología de los escándalos de abuso sexual dentro de la Iglesia Católica

Ha habido, sin embargo, una persistente especulación de historiadores de que durante la Segunda Guerra Mundial, el papa Pío XII elaboró un documento asegurando que si él era secuestrado por los nazis se considerara que había renunciado y que su sucesor debía ser elegido.

Como el Vaticano ha retrasado la publicación completa de sus archivos relativos al pontificado de Pío, a causa de una disputa sobre su reacción ante el Holocausto nazi, no hay manera de verificar si esto es verdad.

Pretendientes

Yendo más atrás en el tiempo, el último caso de un Papa renunciante se remonta a más de cinco siglos. El papa Gregorio XII, que reinó desde 1406 hasta 1415, lo hizo para poner fin a lo que se llamó el Cisma de Occidente.

Había tres pretendientes al trono papal en ese momento: el Papa romano Gregorio XII, el Papa de Aviñón Benedicto XIII y el antipapa Juan XXIII.

Protesta de víctimas de abusos frente a la plaza San Pedro en el  Vaticano

El Vaticano ha defendido enérgicamente los cinco años de papado y la conducta previa de Benedicto XVI.

Antes de renunciar, Gregorio XII formalmente convocó a un concilio de la Iglesia y lo autorizó a elegir su sucesor.


El único otro ejemplo significativo de una renuncia papal se remonta aún más lejos en el tiempo.

En 1294, el papa Celestino V, apenas cinco meses después de su elección, emitió un decreto declarando solemnemente que estaba permitido que un Papa dimitiera. Y luego lo hizo.

Vivió durante dos años más como un ermitaño y más tarde fue declarado santo. El decreto que emitió terminó con cualquier duda entre los especialistas de derecho canónico sobre la validez de una renuncia papal.

Habiendo dicho todo esto, explica el corresponsal en el Vaticano, la probabilidad de que el papa Benedicto XVI renuncie voluntariamente a su cargo es escasa.

El Vaticano hasta ahora ha defendido enérgicamente sus cinco años de papado y la conducta previa de Benedicto XVI durante el período en que fue cardenal arzobispo de Munich y, posteriormente, líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento de vigilancia del Vaticano responsable de la disciplina de los sacerdotes culpables de mala conducta.

miércoles, marzo 24, 2010

martes, marzo 23, 2010

P E D E R A S T A S


Me manifiesto de acuerdo con esa jerarquía católica que exige que a los pederastas de la Iglesia se les trate igual que a los de la sociedad civil. Sería justo.
En cuanto localicemos a una institución social laica que detente el privilegio de educar a generaciones de chavales y chavalas; que se base en estrictas normas morales emanadas de la tradición, y no de la ética; que predique el amor al prójimo; que goce de autoridad para imponer sus usos y costumbres sin admitir discusión alguna; que se considere por encima de las leyes civiles; que reciba subvenciones del Estado, así como parte de nuestros impuestos y que, además, pase el platillo.

A ese colectivo, en el caso de descubrirse la entrega a la pederastia de parte de sus miembros, habría que castigarlo con tanta dureza como a los pederastas del clero católico. Habría que expulsarlos de sus puestos de trabajo, obligarles a pedir perdón a sus víctimas, juzgarlos y condenarlos con las correspondientes penas de cárcel.

Es más, aventuro y asumo que, de darse que dicho colectivo practicara el hábito generalmente nefasto del celibato obligatorio, y el desdén a la mujer como incitadora al folleteo -lo consideraran pecado o no- y que, como consecuencia, cuando les entrara el calentón se desfogaran con menores. En ese supuesto, caiga también sobre ellos todo el peso de la ley en las mismas condiciones con las que debe ser juzgado el colectivo pederasta mariano o lo que sea.

Digo más, cualquier grupo social -religioso, militar, académico, gimnástico, etcétera- que, disponiendo y usando de autoridad y de privilegios de casta, osare sodomizar y violar y violentar y destrozar a los pequeñitos y a las pequeñitas, cualquier porquería humana de esa calaña, debe de sufrir las consecuencias de sus actos.

Pagar por ello. En esas circunstancias, todos por igual.

Maruja Torres

quien dijo miedo..........!!!!!!!!!!!!!!!!


Sólo encendiendo la luz se supera el temor a la oscuridad

Cómo perder el miedo

Mario Bunge


Pasada la medianoche, aparecieron en nuestro dormitorio dos enormes mounties , agentes de la policía montada canadiense. Habían venido a informarnos de que la puerta de la cochera estaba abierta. Cuando les dije que la había dejado cerrada, explicaron que debió de haber sido abierta por la señal de radio de una avioneta que usaba la misma frecuencia que nuestra cerradura electrónica. Les agradecimos y les pedimos que al retirarse cerraran las puertas. No nos levantamos ni firmamos papeles ni, menos aún, tuvimos que ir a la comisaría.

El incidente no nos sobresaltó, duró un par de minutos y provocó solamente un comentario nuestro: "¿Te diste cuenta de que no nos asustamos?" Volvimos a dormirnos casi en seguida. ¡Qué diferencia con nuestra lejana patria! Allá, la vez que me despertó la policía fue para llevarme preso.

En Canadá le habíamos perdido el miedo a la policía. Nunca se nos hubiera ocurrido llamar "cosacos" a los corteses mounties . El Estado no los usa para reprimir manifestaciones políticas, sino para inspirar confianza en el orden público y para atraer turistas. Esa combinación de gran estatura, casaca roja, sombrero aludo y espléndido caballo bayo es digna de tarjeta postal. Impresiona especialmente a los turistas gringos. Pero volvamos al miedo.

El miedo siempre ha sido un arma de dominio, sobre todo por parte de gentes incapaces de inspirar respeto. Tanto es así, que el cerebro de los vertebrados complejos contiene un órgano detector de señales de peligro: la amígdala cerebral. Cuando alguien o algo te amenaza, te estimula la amígdala, la que alerta a la corteza cerebral, el órgano del conocimiento. A su vez, éste ordena inmovilizarse, cubrirse, esconderse o huir.

¿Cómo se sabe esto y mucho más sobre ese diminuto subsistema del cerebro parecido a una almendra? No porque lo dijera tal o cual presunta autoridad, sino gracias a experimentos en los que se monitorea la actividad de la amígdala cuando al paciente se le presentan estímulos amenazantes.

Además, está el caso de los ratones, que les pierden el miedo a los gatos cuando su amígdala es atacada por un tóxico. Sería interesante averiguar si los osados tienen la amígdala cerebral atrofiada y si, en cambio, los tímidos patológicos la tienen hipertrofiada.

Afortunadamente, no estamos a merced de la amígdala cerebral: hay algunos órganos cerebrales que mitigan las reacciones del órgano del miedo. Entre ellos se destaca la corteza prefrontal (la que está detrás de los ojos). Con las demás emociones -en particular, el enojo- sucede algo similar: se puede aprender a controlarlas.

El papel del miedo en la vida social es archisabido: quien pueda amedrentar, podrá dominar. Esto ocurre en todas las organizaciones, desde la barra de muchachos y la banda de delincuentes hasta el Estado, pasando por la empresa, la escuela, la Iglesia y el partido.

La lista de miedos es interminable: miedo al padre tiránico, al matón del patio de recreo o del barrio, al capanga, que pintó Horacio Quiroga; al patrón que no sabe delegar, al maestro punitivo (como lo fue Wittgenstein), al confesor avinagrado o al policía "bravo". Tememos el fracaso, la reprimenda, la miseria, la desocupación, la exclusión, la muerte, y aun el mero qué dirán.

Los códigos religiosos, morales y legales son manuales de gestión del miedo. De ellos abusan todas las organizaciones autoritarias, desde la escuela tradicional hasta el ejército y las llamadas fuerzas del orden. Todas ellas se proponen atemorizarnos para domarnos y obligarnos a renunciar a nuestros derechos, no sólo para instarnos a que cumplamos nuestro deber.

Los ejemplos más odiosos del manejo del miedo para sojuzgar al pueblo son los regímenes totalitarios. Cuando le preguntaron al mariscal Goering cómo se las había arreglado el Partido Nacional Socialista para transformar al pueblo más culto del mundo en un rebaño de corderos, respondió: "Los convencimos de que el gran pueblo germano estaba amenazado de muerte por los bolcheviques, socialistas, judíos, ingleses y otros enemigos".

Todas las democracias han atravesado por períodos represivos, durante los cuales se invocaron peligros más o menos reales. Ocasionalmente, se montaron campañas de miedo, tales como el "peligro amarillo", el maccarthismo, el llamado Proceso y la guerra contra el terror fabricada por el ex presidente Bush. Todas ellas fabricaron miedo en escala industrial. Los mandalluvias en cuestión, incapaces de resolver los problemas sociales con inteligencia y participación democrática, adoptaron la consigna "gobernar es asustar".

Los provincianos de mi generación recuerdan el miedo que sentían cuando iban a votar bajo gobiernos conservadores, tales como los del presidente general Agustín P. Justo y del gobernador bonaerense Manuel A. Fresco. El primero había inventado el "fraude patriótico" y el segundo el "voto cantado" para impedir el retorno de los radicales.

El fraude patriótico se hacía atiborrando las urnas de votos a favor del partido dominante. El voto cantado consistía en declarar de viva voz la intención de voto en presencia de los matones del partido. Quien hacía amago de depositar su boleta en la urna era tildado de cobarde y amasado a trompadas. Se cumplía con el deber de convocar a elecciones, pero se impedía elegir libremente. Lo que es peor, se socavaba la fe en la democracia.

El ciudadano asustado no puede ser buen ciudadano, porque teme cumplir con sus deberes cívicos, incluso el de informarse sobre ellos. A mí se me hizo cuesta arriba preparar la asignatura Instrucción Cívica, porque sabía por la prensa que los gobiernos de mi juvendud burlaban sistemáticamente la Constitución Nacional. Presumiblemente, a los jóvenes soviéticos les pasaba otro tanto cuando se los obligaba a memorizar el generoso pero inane preámbulo de la carta orgánica de su país. En ambos casos, el miedo al gobierno inducía al cinismo político, y ambos, a la marginalidad política o a su dual, la esperanza en la violencia.

Es común que los fracasos de la gestión democrática sugieran la conveniencia de un "gobierno fuerte". Pero éste no es otra cosa que una dictadura más o menos dura. Y las dictaduras pueden conseguir que los trenes marchen a horario, pero no que los ciudadanos gocen de sus derechos ni cumplan con sus deberes para con sus semejantes. En efecto: cuanto mayor es la coerción, tanto menor la solidaridad, porque el asustado se limita a sobrevivir.

En definitiva: el miedo es un factor tan importante en la política de todas las organizaciones sociales que merece que los científicos sociales lo estudien con mucho más detenimiento. Hace falta una nueva disciplina académica con sus textos, revistas y congresos: la timorlogía . La timorlogía pura o básica estudiaría el miedo. Y la timorlogía aplicada, o timortécnica, diseñaría tanto procedimientos para asustar como para resistir campañas de intimidación.

Pero, ¿qué estoy diciendo? Siempre se ha sabido cómo hacer frente a los timórcratas o metemiedos: juntándose contra ellos. Lástima que haya que vencer el miedo para ponerse a salvo del miedo. Dejemos que los timórlogos averigüen cómo romper este círculo vicioso.

Mientras esperamos los resultados de sus investigaciones, aprovechemos la principal enseñanza del gran filósofo y poeta romano Lucrecio: conocer para perder el miedo. Al encender la luz, le perdemos el miedo a la oscuridad. De aquí la importancia, tanto para la persona como para la sociedad, de hacer a un lado a los seudofilósofos posmodernos, que desprecian la claridad y denuestan la ciencia. Nec timeas, recte philosophando : no temerás si filosofas correctamente.

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jueves, marzo 18, 2010

De rugby y polo(el canalla Alfredo Astiz)

Te podías cruzar con él en cualquier parte y comer sentado a su lado.
Nadie te iba a decir nada y lo podías ver reírse,chupar,morfar y como un cancherito más,un porteño pintón y sobrador,levantarse con aire de superioridad.
Pero de golpe se le acabó el changui y pasó a ser lo que era.
Un marino cajetilla y cagador,cobarde,que se rindió sin tirar un tiro en las Malvinas--o¿ decimos Falkland?--,pero que mató a monjas indefensas.
Paraba en La Biela,le gustaba el Polo y el Rugby,compraba ropa sport de La Martina y ropa de cuero de Rossi -Carusso,paseaba por Avenida Santa y se cogía a todas las tilingas de San Isidro.
Lo bautizaron los mismos asesinos que lo ficharon como el "ángel rubio".
Siempre escondió la cara.
Mírelo bien,ya no se lo puede cruzar,por ahora,pero si los "del campo",el grupo Clarín o La Nación lograr tumbar al gobierno de los K.este torturador,asesino,ladrón,mentiroso,estafador y violador de la más baja raléa...será indultado a pedido de Duhalde,Carrió,Macri,de Narvaez o los demás .
Solo por verlo preso vale la pena que gobierne Cristina,y que sea por muchos años.

miércoles, marzo 17, 2010

Madrid,Madrid,Madrizzz.........pensamos mucho en ti

Odiosas comparaciones de un turista

  1. La primera y más difícil exigencia para ser madrileño es la de haber nacido lo más lejos posible de Madrid
LEONARD BEARD
LEONARD BEARD
FÉLIX De Azúa
Aunque solo he podido estudiarlo durante un trimestre, tengo la convicción de que va siendo casi imposible llegar a ser madrileño. Millones de personas lo intentan cada año, pero solo un puñado y al cabo de una entera vida lo consigue. Eso sí, en la más completa soledad. Ni por el porte, ni por su expresión se les distingue. Quienes alcanzan la calidad de madrileño guardan para sí mismos tan alto conocimiento y lo disuelven en su interior a la manera de Las Cuatro Nobles Verdades a las que solo acceden los iniciados en niveles supremos del budismo.
A lo largo de mi vida he conocido miles de madrileños en curso o en trámite, en estadios más o menos avanzados de ese saber extático. No puedo asegurar, sin embargo, que ninguno haya alcanzado la meta y se pueda decir de él que es un madrileño realizado. En esta disciplina hay que resignarse a conocer suplicantes, pretendientes, postulantes, aspirantes o becarios de la materia, pero jamás al madrileño logrado. Es cierto que hay personajes que, acodados a la barra de la cervecería y moviendo mucho los pies entre cáscaras de gamba, afirman con acento truculento que ellos son madrileños «castizos». Son falsificaciones, muchas de ellas irlandesas.

La razón es que las condiciones resultan insoportables. Tanta exigencia pone cuerpo y espíritu en una tensión que solo se relaja horas antes de la muerte, cuando uno debe confesar sus mayores fracasos. Son muy pocos quienes reúnen tanta excelencia física e intelectual, lo que no impide que año tras año caigan sobre Madrid cientos de miles de individuos dispuestos a todo. Los rastros del desengaño pueden verse a centenares por las calles de la ciudad. Patética visión la de esos individuos que musitan cantinelas por lo bajo, hacen gestos groseros con súbita ira, o miran tercamente al paseante. Algunos visten jirones del uniforme que, años atrás, tanta ilusión despertaba: bedel, ujier, cartero, párroco, ordenanza… Ni siquiera los más encumbrados están libres de desolación aunque es infrecuente ver en plena calle a desesperados almirantes, prelados o embajadores, ya que suelen aliviar sus penas en establecimientos exclusivos.

Debería escribirse un tratado entero, pero no siendo ello posible resumamos un poco: la primera y más difícil exigencia es la de haber nacido lo más lejos posible de Madrid. Si se ha nacido en Cuenca o en Toledo, el fracaso está asegurado, pero si el aspirante viene de Tenerife, de Vigo o de Olot, alguna posibilidad de llegar a ser madrileño sí tiene, como demostró aquel presidente de la Primera República, el gran Pi Margall, sobre quien los expertos aseguran no tener dudas: llegó a ser madrileño e incluso murió de ello. Tan curiosa peculiaridad se debe a que el nacido en Madrid, apenas librado de la placenta, ya abomina de su condición y renuncia a ella con soeces expresiones; maldice la ciudad, sus habitantes, el clima y el cocido. El nacido en Madrid (e incapacitado para ser madrileño) es uno de los tipos más conspicuos del arco antropológico junto con los massai, los nilotas o los maorís.

Esta condición maldiciente y relapsa del nativo causa estupor en el turista de Barcelona ya que por aquella parte los ciudadanos ostentan un amor mariano por su localidad y van diciendo a todo el que quiera oírles que no hay en el mundo nada semejante y que aquello es la envidia de París. Como es natural, esa libido flotante hace innecesaria la constricción por ley de cualquier desafección o mengua del amor, de modo que allí y de manera espontánea todo el mundo rompe a cantar himnos nacionales en cuanto la autoridad desplaza su augusta mirada sobre ellos. No así en Madrid, donde el nativo suele proferir las mayores intemperancias sobre su destino autonómico y sobre lo municipal como execrable categoría del ser.
Se entiende pues que sean escasísimos los que antes de morir logran decir de sí mismos que han alcanzado a ser y bien pueden asegurar que son madrileños no refractarios o amortizados. También se entiende que los pocos que lo han conseguido no lo manifiesten y resulten, por así decirlo, insondables. Como los samuráis del shogunato Kamakura tras una vida de ascesis, su poder físico es tan desmesurado y poseen una tan elevada moralidad que nunca osarían exhibir su fuerza. Antes se dejarían matar.

Contraste grande con el de quienes, como es mi caso, fuimos paridos en ciudades donde basta con nacer en ellas para poseer un estatuto superior al de la mediocre humanidad y convertirse en estrella de la historia sostenible, solidaria y progresista. Además, si uno obedece a la autoridad en cuestiones de atuendo, emoción, envidia, enseñanza, acento, resentimiento, cultura, rencor y diversiones, puede convertirse de inmediato en miembro social distinguido, haya nacido donde haya nacido y aunque se dedique a la ablación de clítoris con martillo. Basta con obedecer. Mira tú que es fácil ser, y cómo se complican la vida los de Madrid para no ser.

*Escritor

martes, marzo 16, 2010

Como ser zurdo.....y no morir en el intento


¿Qué es ser de izquierdas hoy?

NAJAT El Hachmi

En la carta destacada del sábado de este diario, Jordi Oriola Folch nos contaba cómo había intentado dar respuesta a la pregunta de una chica de 18 años sobre si se haría de derechas cuando fuese mayor. Es una pregunta pertinente, dado que cuando no has pasado de según qué decena (¿los 40?, ¿los 50?) y te manifiestas de izquierdas, tu interlocutor más viejo y más sabio ladea la cabeza y te suelta: «Ya me lo dirás dentro de unos años». A mí, cuando me han dicho esto, me he alarmado: ¿qué significa que cuando sea mayor no creeré en que todos tenemos derecho a vivir en condiciones de igualdad? ¿Justificaré que exista gente no sé dónde a quien le saldría más a cuenta practicar la esclavitud que el trabajo remunerado? ¿Pensaré que viva el consumo sin ton ni son y que es mejor deslomarse trabajando para despilfarrar el propio dinero en el último trasto inútil que vivir dignamente con la propia ganancia y disfrutar de ella? Cuando sea mayor, ¿empezaré a creer que quizá la emancipación de las mujeres no fue buena para el mercado de trabajo ni para la educación de los hijos? ¿Dejaré de pensar que cada uno tiene derecho a hacer de su vida lo que le plazca, a acostarse con quien (o qué) quiera? ¿Dejaré de creer que el sexo, la procedencia, el color de la piel o la edad no deberían ser justificantes de discriminaciones? Pues vaya mierda hacerse mayor.
De todos modos, Jordi le responde a la chica con mucho juicio: de mayor no es que te hagas de derechas, es que matizas más tus puntos de vista. Como ya sabes un poco más de qué va la vida, no expresas ni defiendes tus ideales con tanta virulencia. Pero la parte de la carta de Jordi en la que dice la mayor verdad es aquella en la que hace una distinción entre la izquierda sociológica y la ideológica, siendo la primera la que parte de una creencia fundamentada en la propia experiencia, y la segunda, de un posicionamiento conveniente en un momento determinado. Lo más interesante ahora es ver cómo algunos, con la excusa de que cuando las cosas van mal hay que aplicar mano dura, se dejan el disfraz en casa y salen desnudos a la calle, que ya no les conviene ser de izquierdas.

miércoles, marzo 10, 2010

Una cosa es la iglesia y otra es dios¿o no ?

“La Iglesia es una institución misógina, homófoba y de extrema derecha”

“Me cansa un poco la hipocresía de que juguemos a escandalizarnos cada vez que la Iglesia hace un disparate de los suyos”, afirmó este viernes el escritor Juan José Millás en La Ventana (Cadena SER), cuando le preguntaron su opinión sobre las declaraciones del nuevo obispo de San Sebastián, el polémico José Ignacio Munilla, quien un día antes afirmó, también en la Cadena SER, que es peor “nuestra pobre situación espiritual” que la catástrofe de Haití.

"Estoy cansado de que cada vez que la Iglesia hace un disparate de los suyos nos preguntemos: ¿Cómo es posible que la Iglesia persiga e invite a perseguir a los homosexuales? ¿Cómo es posible que la Iglesia excomulgue por abortar a una pobre niña de 13 años mientras protege a su violador? ¿Cómo es posible que la Iglesia en vez de llevar a sus pederastas a los Tribuanales los haya protegido y cambiado de colegio para que puedan seguir abusando de los niños? ¿Cómo es posible que la Iglesia, que es una institución misógina que relega a las mujeres a tareas subalternas, pueda tener la influencia que tiene? ¿Cómo es posible que la Iglesia haya dado y dé la comunión a gentuza como Pinochet y Videla mientras condena a una pobre mujer que ha abortado? ¿Cómo es posible que la Iglesia condene el uso del preservativo en África, un continente diezmado por el sida?", se preguntó el periodista.

Más preguntas
“¿Cómo es posible que la Iglesia, que durante los años del gobierno de Aznar estaba encantada de que se produjesen 500.000 abortos al año y no abría la boca, llene la calle de gente y desestabilice políticamente el país cuando el PSOE llega al poder y hace una ley que protege a las mujeres que abortan y a los médicos que hacen esa tarea? ¿Cómo es posible que la Iglesia condene el divorcio y al mismo tiempo quiera tener su monopolio y forrarse con sus tribunales de divorcios para ricos?”, prosiguió Millás.

Misógina
En definitiva, el prestigioso escritor se preguntó “cómo es posible que nos escandalicemos cada vez que ocurre algo que está en la naturaleza de la Iglesia, que es una institución misógina, homófoba y de extrema derecha”.

“No nos queda más remedio”
Y es que el prestigioso escritor está cansado de que actuemos con tanta hipocresía con una “institución que tiene un poder político enorme” y con la que “tenemos que convivir porque no queda más remedio”. Eso sí, Millás pide que “no le demos cuerda, porque aquí lo importante no es lo que ha dicho este pobre hombre de Munilla, si no lo que ha pasado en Haití”.