¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

domingo, mayo 20, 2012

LA OPOSICION ARGENTINA¿QUE OPOSICION?

El sociólogo Gerardo Aboy Carlés descarta un cambio de rumbo en las estrategias de las fuerzas no kirchneristas y marca los desafíos para 2015
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Revista Debate


Investigador del Conicet, doctor en Ciencia Política y Sociología y docente en la Universidad Nacional de San Martín, Gerardo Aboy Carlés es un especialista en identidades políticas y sistema de partidos. Como parte de esas inquietudes académicas, en 2001 publicó Las dos fronteras de la democracia argentina (HomoSapiens Ediciones), un estudio sobre los cambios y las reformulaciones de las identidades en los dos grandes partidos argentinos.

En esta entrevista con Debate, Aboy Carlés analiza el mapa político luego de la expropiación de YPF, marca las idas y vueltas de las fuerzas opositoras y señala la “vacancia política” que parece existir en determinados segmentos de la sociedad. Además, subraya los déficits de armado territorial del PRO, los condicionantes del Frente Amplio Progresista y la falta de liderazgos en el radicalismo.

Una buena parte de la oposición decidió acompañar el proyecto del Ejecutivo en YPF. ¿Representa un indicador de cambio de estrategia en relación con el Gobierno, o simplemente un apoyo coyuntural ante una medida que compartían?


Creo que es un apoyo coyuntural. Para algunas fuerzas políticas era una oportunidad para manifestar su crítica tanto al manejo de la cuestión energética hecho hasta aquí, como al peronismo en general, por su privatización en los noventa. Igualmente, es un buen síntoma, en la medida en que uno ha visto muchas veces que, aunque se compartiera el espíritu de determinada medida, se opusieran por cuestiones de oportunidad.

La actitud del radicalismo frente a las AFJP, por ejemplo.


Claro. En ese sentido, sí resulta un cambio, no sé si por motivos nobles, o basado más en relación con el respaldo que tenía la medida en la opinión pública. De todos modos, es positivo y, como dije, no veo que represente un cambio de rumbo. Ni que la oposición sea menos oposición por eso. Ni que el día de mañana no vuelva a oponerse de manera contundente, en temas menos sensibles para la opinión pública, como, por ejemplo, la elección de Daniel Reposo como procurador.

El PRO fue el único espacio que, orgánicamente, se opuso a la expropiación. ¿Le sirve para consolidar la adhesión de los sectores más antikirchneristas?


Que le pueda servir o no, va a depender de qué suceda con YPF y la cuestión energética de aquí en más. Siempre que alguien se separa del grueso de la corriente construye, de alguna forma, la posibilidad de una alternativa, o queda en una posición de enunciador mejor posicionado que el resto. Obviamente, el PRO lo hizo también por cuestiones de intereses y principios. Nadie le hubiera demandado algo distinto a quien dijo, como Mauricio Macri, que reprivatizaría Aerolíneas o las AFJP. De todos modos, los humores sociales cambian. Tenemos una sociedad que acompañó la ola privatizadora de los noventa y que ahora apoya un nivel alto de injerencia del Estado en la actividad económica. Por tanto, mañana puede ser distinto. Y picar primero en esas cuestiones puede traer sus beneficios.

Queda la sensación de que el Gobierno suele elegir a Mauricio Macri como eventual rival, hasta para fortalecerlo en esa puja. ¿Hay algo de eso?


El Gobierno mostró que su mayor fortaleza se da en los momentos de cierta confrontación, que actúa mejor con una agenda en velocidad que en la administración más reposada del día a día. Indudablemente, el contraste es mayor con Macri que con ningún otro, tanto en la acción como en el discurso. Además, elegir a Macri viene con la ventaja de elegir a un actor político cuya expansión es sumamente dificultosa: su fuerza está muy concentrada en la Ciudad y sólo tiene injerencia en la región litoraleña.

También están en retroceso los partidos provinciales, sus eventuales aliados.


Es cierto, y es otro punto importante. Éste es un gobierno que volvió a nacionalizar la política, como en su momento lo hicieron Julio Roca, Hipólito Yrigoyen o Juan Perón, cada uno a su manera, y en contra de ciertos clivajes locales. Por ejemplo, los derechos (sobre todo, para los dos últimos casos) debían ser iguales tanto en Formosa como en Tierra del Fuego. El kirchnerismo volvió a reorganizar, sobre la base de un centro, la discusión política. En este sentido, es lógico que las fuerzas provinciales pierdan relevancia. Y, por consiguiente, que el PRO tenga dificultades, porque sabe que sin una pata peronista o radical no llega al interior. Del otro lado, hoy no estaría tan seguro de que la disidencia que surja en el peronismo respecto del kirchnerismo quiera fácilmente sumarse al PRO, porque tendrá sus opciones propias.

¿Y Hermes Binner y el socialismo?

Para que la centroizquierda o alguna alternativa reformista puedan gobernar, este Gobierno no puede terminar mal. Si termina mal, tenemos otros veinte años de gobiernos de derecha. En esa situación hipotética, quedaríamos en manos de un peronismo cerrado, previo a la renovación incluso. O, en menor medida, podríamos quedar en manos de la variante más conservadora del radicalismo. Es más, creo que en algunos sectores del kirchnerismo prefieren más un triunfo de Binner a que gane Daniel Scioli, por ejemplo.

Una porción de la sociedad parece estar huérfana de representación política. Y se expresa más a través de algunos emergentes que suelen aparecer. Por caso, Juan Carlos Blumberg y la seguridad; la Mesa de Enlace y el conflicto del campo. ¿Comparte?


El kirchnerismo llegó a contener a buena parte del peronismo. Pero el kirchnerismo no es el peronismo. Tampoco es un populismo, ni una continuación de los setenta, sino que recoge lo mejor del proceso político iniciado en 1983, con el alfonsinismo y la renovación peronista incluidos. Otro dato: desde 1983 hasta 1999, el no peronismo fue mayoría en todas las elecciones presidenciales. En 2003, eso cambió. Y el peronismo saltó a una representación que nunca antes había tenido, en el contexto de lo que Juan Carlos Torre llamó “los huérfanos de la política de partidos”. Pasó en 2003, si se suman los votos de Néstor Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Y volvió a pasar en 2007 y 2011. El kirchnerismo tuvo un componente peronista y un componente progresista fuerte, contenidos dentro de un mismo espacio. Cuando la radicalización discursiva se acelera, para hablarles más a los convencidos que a la mayoría coyuntural que supo conseguir, esta dinámica se modifica. Y se genera una situación de mayor vacancia política.

En cuanto a la UCR, parece más circunscripta a liderazgos locales y a su presencia parlamentaria.


Creo que está esperando el surgimiento de algún tipo de nuevo liderazgo en su interior. Ni Ricardo Alfonsín pudo ocupar plenamente ese rol, básicamente por errores propios. Ni los sectores menos reformistas del partido pueden borrar la imagen relativamente reciente de la impronta de Alfonsín padre. De todos modos, sigue siendo la segunda fuerza a nivel nacional. Ahí también habrá que ver cómo evoluciona la interna. Y, en esa interna, el rol de algunas expresiones menores que tensionan en sentidos diferentes. Por un lado, está la histórica línea Córdoba, representada por Oscar Aguad, con vínculos claros con el macrismo. Por el otro, sectores que tienen una visión mesurada del proceso político abierto en 2003, como Leopoldo Moreau.

¿En qué nuevas fronteras, primigenias todavía, se podría pensar para establecer una alteridad opositora respecto del kirchnerismo?


Se me ocurren dos elementos. En primer lugar, los segmentos de una crítica liberal-republicana, que hace rato que es parte del discurso opositor, pero que puede serlo aún más, dado que el oficialismo cedió mucho el terreno en esas cuestiones por cerrazón ideológica. Digo esto porque el kirchnerismo tuvo elementos liberal-republicanos muy importantes que no asumió como tales. Por ejemplo, la defensa de derechos humanos, las internas abiertas y simultáneas, la caída de la figura de calumnias e injurias, o la equiparación de publicidad gratuita en las campañas. En segundo lugar, una noción muy patrimonialista del republicanismo y de la cuestión de la autonomía del individuo. Me refiero a lo que el periodismo, algunos cientistas sociales y los sectores conservadores llaman clientelismo, de manera clasista y denigratoria. De todos modos, no creo en la posibilidad de que haya una conjunción opositora, aunque pueda darse de modo parcial. Entre el radicalismo y el FAP, por ejemplo. Pero no mucho más amplia que eso.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar//2012/05/18/5444.php
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