
Buen día de la República
Hoy se cumple un nuevo aniversario de la II República, que dejó de existir tras el triunfo del golpe de Estado que organizaron Franco, Mola y otros generales aupados a la idea de destruir aquel sistema democrático por dirigentes políticos y por ciudadanos poderosos o notables que desde antes de la proclamación republicana ya se habían asociado para borrarla.
Como se suele decir en estos casos (y es verdad), la República cometió muchos errores, y a otros fue inducida, o de otros se ha hecho más leyenda que juicio sobre los hechos. Lo cierto es que la República aportó a la historia de este país una discusión nueva sobre la educación, sobre la responsabilidad de los ciudadanos en el gobierno de lo público, y agrandó las fronteras de la creatividad. Eso es incuestionable, y eso es lo que me gustaría celebrar hoy.
Durante años Rafael Azcona,el añorado escritor, noble intérprete de la historia de su generación, mantuvo la costumbre de felicitar a sus amigos el 14 de abril. Tuve muchos amigos republicanos que cantaban La Marsellesa cuando se encontraban felices, y esa expresión, "España, mañana, será republicana", fue la expresión nostálgica de aquellos que, en el exilio, esperaban que la caída de Franco fuera más rápida. Aquella guerra que Franco ganó generó un exilio que desposeyó a este país de una energía que la República convirtió en una esperanza de progreso y de libertad civil. Eso es lo que celebraba Azcona con sus amigos; Marsé le respondía enviándole al propio Azcona y a otros reflexiones dibujadas sobre el poder de la Iglesia entonces y cuando Franco. Buen 14 de abril, pues, y buena memoria a quienes la tengan.
España vuelve a helar el corazón .
Por Oscar González *
Hace 81 años, el 14 de abril de 1931, una de las dos Españas de las que hablaba Antonio Machado proclamaba la Segunda República. Ese grito, soterrado bajo siglos de opresión y oscurantismo, daría paso a una etapa, breve pero luminosa, en la que las clases populares no sólo disputarían el poder político, sino que pondrían en cuestión la organización de la economía, las ideas vigentes, la tutela de la Iglesia sobre la educación y la vida cotidiana y hasta la distribución de la tierra.
La España clerical y reaccionaria no perdonó jamás esa osadía y apenas cinco años más tarde, con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista, se alzó contra el nuevo orden y ahogó en sangre ese grito de libertad. Durante tres años, obreros, campesinos y no pocos maestros, intelectuales y artistas, combatieron heroicamente, pero la barbarie terminó quebrando las últimas resistencias en abril de 1939. Así se inició la dictadura del generalísimo Francisco Franco, caudillo por la gracia de Dios, que se prolongó hasta 1975 y sumió a esa nación en una de sus etapas más sombrías.
Durante la Guerra Civil y los años de la dictadura, se perpetraron en España numerosos crímenes contra la humanidad, como parte de un plan sistemático de exterminio de los partidarios de la República, que incluyó secuestros, ejecuciones y desapariciones. El objetivo no era sólo castigar la audacia del pueblo, sino erradicar la idea misma de que cualquier rebelión fuera posible.
España ingresó a la modernidad y a la transición democrática bajo un pacto, el de La Moncloa, que incluía olvidar aquellos crímenes. Pero como la memoria no se administra por decreto, tantos años después, las víctimas siguieron clamando justicia y hubo un magistrado valiente, Baltasar Garzón, que había investigado los crímenes de las dictaduras argentina y chilena, que decidió hacer lo mismo en su propio país. Fue el fin de su notable carrera judicial y su condena, un signo ominoso de los tiempos que se avecinaban con el triunfo conservador.
Poco amante de la sutileza, el nuevo gobierno no hace grandes esfuerzos por ocultar cuáles son sus objetivos y la crisis ha sido la coartada perfecta para aplicar un ajuste brutal que no hará sino profundizar los niveles de desempleo que padecen hoy los trabajadores españoles y que, además, conspira contra la propia recuperación de la economía.
Como era de prever, las primeras víctimas de la ofensiva son los trabajadores, la educación, los programas sociales y la ayuda al desarrollo, que ha caído a su mínima expresión. Pero el programa máximo comprende el propósito explícito de desmantelar por completo el Estado social. Previendo alguna resistencia, ya se ha anunciado que se endurecerá la legislación vigente, no sólo para castigar la “violencia” de los “colectivos antisistema”, sino toda una serie de comportamientos que involucren algún tipo de protesta.
Es triste que hoy, a 81 años de la proclamación de la República de la esperanza, la otra España, esa que ya no debía ser, vuelva a helar el corazón.
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