¿HÉROE O VILLANO?

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miércoles, junio 12, 2013

PAIS DE LOCOS.............



Debate sobre los usos del tiempo | La realidad estatal

Un país que va muy tarde

España retrasa sus rutinas hasta convertirse en un Estado noctámbulo que pasa muchas horas en el trabajo para producir poco

La optimización del tiempo generaría una sociedad más feliz

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA
  España es el país que menos duerme de Europa. Más estrés, más absentismo laboral, más siniestralidad y más mala leche. También es el menos productivo y el que más horas pasa en el trabajo; el que lo tenga. Los partidos de fútbol que terminan a medianoche no son más que un reflejo de lo tarde que sucede todo entre Portugal y el Pirineo. Pero eso, lo de ser más noctámbulos que nadie, no fue siempre así. Y la culpa no fue ni de la dichosa pelotita ni de la televisión.
Pregunten a sus mayores a qué hora se comía antes de los años 40. Entre las doce y la una del mediodía, todos sentados en la mesa. Lo mismo entre las siete y las ocho, la hora de cenar. Se mantenía un cierto quórum con el resto del continente porque se seguía la lógica marcada por los rayos del sol. Si los animales, la mayoría de ellos, reposaban al caer la noche, el humano, otro animal, aunque más domesticado, debía hacer igual. ¿Qué pasó para que la rutina social empezara a retrasarse? El cambio empezó a producirse a mitad del siglo pasado.
Ignacio Buqueras preside la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, un organismo con 10 años de historia cuyo nombre da alguna que otra pista sobre su cometido. Este catalán afincado en Madrid conoce bien el origen del problema, -así lo ve él, como un «verdadero problema»-, y admite que esta es una batalla «a largo plazo». Explica que las estrecheces generadas por la guerra civil española obligaron a muchas familias a buscar vías alternativas para financiar la economía doméstica.
La mujer se quedaba en casa y en eso no había discusión (todavía). Era el marido quien se encargaba de asegurar el jornal en un momento en el que se tenían muchos más hijos que en el raquítico siglo XXI. «Empezó a florecer -explica Buqueras- un creciente pluriempleo que causaba que el hombre llegara a casa mucho más tarde que antes, y eso hizo que la rutina se retrasara». De este modo, un funcionario, una vez terminado su horario, podía convertirse en carpintero o lampista. Y un policía, en su día libre, podía dedicarse a la fontanería de cercanía, esos pequeños arreglos para la gente del barrio.
Malditas guerras
También podemos culpar al cambio horario. Fue en la segunda guerra mundial -qué curioso, las contiendas siempre traen alteraciones en los usos del tiempo- cuando se decidió ajustar la hora del reloj, según apunta Buqueras. Para evitar la cómica situación de bombardear o desembarcar una hora antes de lo previsto, Estados Unidos instó a sus aliados a adelantar el reloj 60 minutos para adaptarse a los ciclos del enemigo alemán. Pasados los años, países como Gran Bretaña regresaron a la situación anterior. No así España, que siguió bajo la dictadura del meridiano de Berlín en lugar de volver al que le tocaba, el de Greenwich. Cojan un mapa mundi. ¿Por qué Zaragoza está a la misma altura que Londres y va una hora por detrás?
«Desde el 2 de mayo de 1942 estamos regidos por una hora que no es la que nos corresponde», señala este guardián de los buenos usos horarios, que asegura que lo del ahorro energético con el adelanto veraniego es «una mentira que no se aguanta por ningún lado».
Dos guerras fueron capaces de modificar las rutinas familiares. Y 70 años después, con todo lo que se ha avanzado, con el advenimiento de una nueva era tecnológica, no se ha logrado ir a mejor. Más bien todo lo contrario. «En este país todavía se valora la cantidad de horas que se pasa en el lugar de trabajo. De lo que se trata es de producir, y eso no es cuestión de tiempo, sino de motivación. Optimizando la jornada laboral se conseguiría un importante ahorro energético en las empresas, al margen de tener un capital humano mucho más feliz. Por no hablar de esas dos horas para comer... ¡Eso sí que es una auténtica locura!».
Buqueras ha pasado una década de frustraciones, no se le caen los anillos al admitirlo. El único ministro que abrazó la racionalización de horarios fue Jordi Sevilla, ministro socialista de Administraciones Públicas entre el 2004 y el 2007 que intentó que su personal volviera a casa a una hora decente. Y en el ámbito privado, Iberdrola, que en el 2008 planteó a sus empleados trabajar de 7.30 a 15.00 horas. También el Ayuntamiento de Madrid, que desde el 2010 baja la persiana de sus oficinas a las cinco de la tarde. Se ha avanzado poco más, a pesar de que este experto advierte «una mayor sensibilización, sobre todo por parte de las mujeres».
Los 'niños llavero'
Más horas en el trabajo equivale a menos tiempo para los hijos, a los que se carga con actividades extraescolares de todo tipo, desde la flauta hasta la esgrima. Niños llavero, se les llama, por llevar consigo un juego de llaves a edades impropias porque cuando salen del cole -quizás la única institución con el mismo horario que hace 100 años- no hay nadie en casa.
¿Está España bajo las ruedas que Herman Hesse usó como metáfora de un sistema que se aleja de las prioridades reales de una sociedad? El fútbol y sus horarios no son más que la continuidad de un país que va muy tarde, que duerme lo justo, que se levanta hastiado, que produce poco. Que haría bien en no esperar otra guerra para reflexionar.

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