¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

viernes, mayo 23, 2014

La desafección y el desencanto marcan la campaña europea

Luis Alberto Rivas.
Luis Alberto Rivas, para RIA Nóvosti
A sus 63 años, la Unión Europea ha dejado de suscitar atractivo entre sus ciudadanos. Las elecciones al Parlamento Europeo han puesto en evidencia la crisis de desafección que el proyecto suscita y el desencanto, cuando no el rechazo, de los ciudadanos del Viejo Continente.
La campaña electoral europea ha puesto en evidencia, una vez más, que son las formaciones anti-Unión Europea las que más se han ocupado de movilizar al público votante. El holandés Geert Wilders, la francesa Marine Le Pen, el británico Nigel Farage, o el italiano Beppe Grillo han sido los protagonistas y las estrellas del debate.
Así pues, los catalogados como populistas, extremistas o, incluso, bufones han sabido capitalizar su rechazo a las instituciones comunitarias en una contienda en la que sus rivales pro-establishment no han conseguido cautivar a los eventuales votantes.
Algunos de los miembros de la UE viven su peor crisis económica en décadas, con la mitad de sus jóvenes en paro, como en España; con sus pensiones y salarios recortados brutalmente, como en Portugal y Grecia, tras haber sido “rescatados” por Bruselas; con el recuerdo de un poderío industrial que se desvanece, como en Francia… Acusando de sus propios males a Alemania, por su supuesto rigor e insensibilidad…

“Austericidas” contra “derrochadores”
Las familias ideológicas en la UE se enzarzan por las soluciones posibles a la crisis: por un lado, los partidarios del rigor, acusados de “austericidas”; por otro, los fanáticos del gasto público, acusados de empeñar el futuro de sus nietos. Los votantes a veces se pierden en la distinción entre las dos recetas. La mejor ilustración es la participación en la campaña de los socialistas españoles del Primer Ministro francés, el socialista de origen español, Manuel Valls.
© REUTERS Charles Platiau
El jefe de Gobierno francés acaba de aplicar un plan en su país para ahorrar 50.000 millones de euros al Estado, congelando pensiones, salarios de los funcionarios y gastos sanitarios y sociales, entre otras medias. Es decir, según los estándares ideológicos de la soacialdemocracia, una política de austeridad. Sus colegas socialistas españoles combaten en su país medidas similares, aplicadas por el gobierno conservador de Mariano Rajoy. La campaña para las elecciones europeas del PSOE tenía como principal argumento la lucha contra la temida austeridad. Pero Valls estaba en Barcelona porque más que el debate de las ideas, lo que importa es el juego de la propaganda política, la foto oportunista y el trabajo de los llamados gurús de la comunicación. Y si el votante se pierde, allá él.
Los ataques de los antieuropeos, los más escuchados por los ciudadanos, llaman al abandono del euro, al repliegue nacional, al cierre de fronteras a los extranjeros, a la salida del club de los 28. Pero si jugar con el valor de la moneda única y el bolsillo es la mejor arma, los eurófobos se aprovechan también de las grandes contradicciones de la institución comunitaria.

Ninguna defensa y poca política exterior
La UE carece de una política de defensa digna de llamarse así. Los presupuestos de defensa son recortados en cada país miembro, la solidaridad inter-armas es una quimera y lograr el envío de algunos soldados aliados a conflictos lejanos es una pesadilla. Francia puede atestiguar al respecto.
Su operación en Mali, para defender sus intereses, pero también para luchar contra el yihadismo que amenaza Europa desde el Sur ha sufrido la renuencia de sus vecinos europeos al envío de tropas. Al final, la participación europea, no francesa, es simbólica.
La política exterior de la UE existe, pero para muchos, sería mejor que no se supiera. Las diferencias de intereses en la política internacional y comercial de los 28 miembros de la UE imposibilitan una acción exterior firme y consecuente, salvo excepciones. Carente de objetivos claros y consensuados, la diplomacia de la Unión se transforma, en la mayoría de los casos, en una política dictada por consideraciones morales que es interpretada muchas veces como un intento de dar lecciones de comportamiento en un escenario internacional cada vez más multiforme.

Inmigrantes no deseados
Los miembros de la Unión Europea están fracasando también ante un problema que no supieron prever con antelación. Miles de inmigrantes de África y Asia intentan cada día entrar ilegalmente en territorio europeo en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. A pesar de la saliva gastada en lamentos, los gobiernos de la UE son incapaces de emprender soluciones concretas, aparte de regar con dinero a los regímenes autoritarios de los que proceden los aspirantes al edén europeo, para teóricamente ayudarles a frenar la salida de sus conciudadanos.
Pero no es solo la inmigración africana y asiática la que preocupa. La ampliación a ciertos países, como Rumanía y Bulgaria ha disparado la alarma entre los que creen que la libre circulación de personas debe tener un límite. El expresidente francés y seguro candidato a las elecciones del 2017, Nicolas Sarkozy, salió de su anonimato escribiendo un largo artículo previo a las elecciones europeas en el que se manifestaba por la reforma del tratado de Schengen, que posibilita los viajes en el interior de la UE sin visados. Inmigrantes extra europeos o inmigrantes europeos no deseados, como los ciudadanos de etnia gitana, han desaparecido de las campañas políticas de cada país, centradas en cuestiones de política interna y no en asuntos continentales.

Un Parlamento como refugio
Con la sensibilidad a flor de piel en cuestiones de derroche y ejemplaridad, muchos europeos no pueden sino constatar su desánimo cuando se percatan de que muchos escaños del Parlamento europeo son cubiertos con candidatos que en su país han perdido su sillón legislativo o incluso su trabajo. Europa es vista como el exilio dorado (sueldos y facilidades extraordinarias) de los políticos que los partidos no consiguen colocar en su país.
Para colmo de la incongruencia, nadie entiende las razones por las que todavía coexisten dos sedes parlamentarias, Bruselas y Estrasburgo. El enorme gasto que cada semana supone el traslado de personas y material de una ciudad a otra es una estupidez solo justificada por el poder de Francia dentro de las instituciones, para salvar a la cámara bis de Estrasburgo.

Comunicación “poco sexy”
Se podría pensar que la UE tiene un déficit de comunicación que le hace vulnerable al desencanto, pero la Unión gasta al año cientos de millones de euros en dar a conocer su trabajo. A pesar de la cantidad de dinero empleado, todavía no se ha conseguido el objetivo de “hacer sexy” la información sobre la Unión Europea.
Cuando se pregunta a un ciudadano comunitario por un ejemplo concreto de éxito de la UE, hay uno que viene a la boca sin gran reflexión: el programa Erasmus de intercambio de estudiantes universitarios. Curiosamente, esa interesante iniciativa se hizo popular gracias a una obra cinematográfica francesa, y no por los storytellers de Bruselas.
La juventud europea ve a la UE como un espacio positivo y es esa juventud la que entiende que la reforma de las instituciones es necesaria.
Españoles y portugueses siempre estarán agradecidos de haber integrado un club que les protegía de volver a las dictaduras que habían sufrido.
Españoles, portugueses, polacos o ganaderos y agricultores franceses estarán siempre agradecidos de haber recibido miles de millones de euros de los fondos comunitarios.
Pero la UE no puede seguir siendo simplemente un surtidor de euros para construir autopistas, vías férreas o alimentar al ganado. Si el objetivo no es un futuro federal, la desilusión y el rechazo a la idea comunitaria seguirá creciendo y no será ya simplemente un argumento de campaña electoral de las formaciones soberanistas.
*Luis Rivas, periodista. Ex corresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.

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