¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, marzo 27, 2014

SOBRE LA PRENSA Y LOS PERIOSISTAS DE MIERDA,DOS ENFOQUES IGUALES EN PAISES DIFERENTES

Sobre el periodismo

Lanata amarrado al mástil

Uniendo mentiras con datos inventados, Jorge Lanata, el periodista que antes se peleaba con Jose Luis Manzano o Ernestina Herrera de Noble, ahora elige agarrársela con los trabajadores de la Agencia Nacional de Noticias.


    A esta altura de los acontecimientos, cualquier desprevenido sabe que ante un mismo hecho, por ejemplo la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, los diarios La Nación y Página/12 tendrán opiniones y abordajes diferentes. ¿Cuál miente? Ninguno. Se trata sólo de líneas editoriales distintas. ¿En cuál trabajan periodistas militantes y en cuál periodistas profesionales? En ninguno. O en los dos, porque hacer ese planteo es absolutamente falaz. Ni La Nación, ni Página 12 se presentan como medios neutrales y objetivos. Tampoco lo hace la Agencia Nacional de Noticias.

    Sin embargo, Lanata sí: nos quiere convencer a los argentinos de que él pregona una verdad objetiva, aún cuando un profuso archivo lo muestra exponiendo en el pasado posturas antagónicas a las que hoy ofrece como verdades. ¿Cúando mentía? ¿Antes o ahora? ¿Qué cambió en el medio? Nada, sólo el que figura como patrón en el recibo de sueldo.

    En Télam, la gran mayoría de los trabajadores vive día a día en un clima de pleno respeto a las condiciones laborales que establece el convenio y de libre despliegue de una intensa vida sindical. Muchas de las aseveraciones vertidas por Lanata, desde la mentira acerca de que sólo viajan los gerentes hasta la afirmación de que la nueva sede periodística “no tiene nada que ver con una redacción”, no necesitan ser desmentidas. Lo que en cambio sí se vuelve imperativo es echar luz sobre las falsedades para enriquecer el debate sobre la necesidad de profesionalizar nuestra actividad, el periodismo.

    Imágenes del nuevo edificio de la Redacción de Télam.

    En este sentido, sería bueno intercambiar opiniones sobre cómo la línea editorial es la perspectiva de un medio de comunicación, su mirada de la realidad y el punto de partida desde el cual se organiza su servicio periodístico; debatir sobre si el público en general lo sabe, o lo intuye; reflexionar sobre la discusión ideológica que subyace detrás de toda información o “noticia”, sobre todo cuando proviene de alguien que advierte la efectivización de trabajadores como algo negativo, señala que una empresa del Estado es “demasiado grande”, y dice que un militante no se hace preguntas porque "es un creyente".

    Pero esas cuestiones, dignas de una discusión seria, están escondidas detrás de mentiras que tuercen la discusión hacia un lugar más básico y primigenio, y que tiene que ver con un pilar indiscutible de nuestra tarea que -Lanata asegura- distingue a militantes de periodistas: la capacidad de dudar y preguntar.  Quien sugiere “falta de profesionalismo” en la Agencia de Noticias Télam debería empezar ejerciendo una de las prácticas básicas que demanda la profesión: chequear la información. Consultar e interrogar a quienes supone protagonistas de alguna noticia para obtener su versión, le permitiría, al menos, abandonar por un rato la batalla contra los datos, verdadera batalla cultural emprendida hace años por los medios monopólicos.

    Así, se hubieran evitado, entre otras cosas, la afirmación acerca de que "los viajes con los que se solía ‘premiar’ a redactores, ahora se destinan a la militancia". En primer lugar, es necesario aclarar que en la designación de las coberturas en el exterior la Agencia Télam no utiliza el criterio de “premiar a un redactor", que el periodista de Clarín considera correcto. Quizás quienes están acostumbrados a gestionar empresas con ese criterio paternalista y prebendario no puedan comprenderlo, pero la norma en Télam es elegir a quien asegure la mejor tarea posible para brindar información a sus abonados y al público en general. De haber consultado con la fuente, en este caso la Agencia Télam, se hubiera encontrado con que en 2013 se realizaron 58 viajes al exterior y que de esas 58 coberturas, el Gerente del Área de Periodismo, Fabián Rodríguez, participó de una sola. Por su parte, el Gerente de Audiovisuales realizó un solo viaje invitado por la República Popular China para recorrer las instalaciones de la Agencia Xinhua. Por último, del total de coberturas en el exterior sólo en otras dos oportunidades viajaron periodistas nombrados por la actual gestión, porque a ninguno de los responsables de la conducción de Télam se le ocurriría preguntar por el signo ideológico de un periodista antes de asignarle una nota. Los datos, al menos a nosotros, no nos dejan mentir.
    "Quienes están acostumbrados a gestionar empresas con ese criterio paternalista y prebendario no puedan comprenderlo, pero la norma en Télam es elegir a quien asegure la mejor tarea posible."

    También un llamado requiriendo información podría haber alcanzado para conocer que el periodista Diego Galiano, que trabaja en Télam desde antes de mi llegada a la Agencia en febrero de 2012, fue designado por esta gestión a cargo del portal de noticias el 12 de octubre de 2012 (ver al final de la nota PDF de dicha resolución). Si Lanata (o quien sea) quisiera conocer en serio cómo funciona esta agencia de noticias podría saber que no fue "corrido" a ningún lado, sino que cumplirá funciones en la Mesa de Edición del servicio periodístico, un cargo que en la estructura de Télam significa mayor responsabilidad editorial, toda vez que el portal de noticias no hace sino replicar para otro formato lo que publica el servicio.

    Es de público conocimiento en el ambiente de los trabajadores de prensa que los periodistas castigados por desobedecer la línea editorial del Grupo Clarín son enviados a la Mesa de cierre, donde no pueden influir demasiado. Tal vez Lanata piensa que en todos lados es igual y eso lo haya confundido. Pero no. Esa práctica no se lleva a cabo en Télam, entre otras razones, por una estructural que es que por tratarse de una agencia no hay horario de cierre y todos los turnos de la Mesa de Edición tienen la misma relevancia en términos periodísticos. Esta práctica se traslada también hacia las secciones del servicio periodístico, donde mantuvimos a los Jefes que habían sido nombrados por gestiones anteriores, algo inédito en la historia de Télam.

    Por otro lado, aunque según la nota de Clarín las 70 mil visitas diarias del portal web de la Agencia parecen ser el fruto de un designio divino, lo cierto es que el crecimiento en las visitas a la web de Télam se debe al trabajo de todos los compañeros que se esforzaron para relanzar el sitio con resultados que están a la vista y son de público conocimiento. Y si el uso de Google como método de la llamada “investigación periodística” es una novedad bienvenida en el periodismo de la época, el uso de algunas otras herramientas 2.0 le hubiese permitido a Lanata precisar mejor el número de visitas diarias que recibe el portal de la Agencia Nacional de Noticias, que está muy por encima del doble de lo que allí se afirma.

    Además, cabe resaltar otro dato que se choca de frente con la supuesta “desprofesionalización” que La Cámpora emprendió en la agencia estatal: el Gerente del Servicio Periodístico actual fue designado por ésta gestión. Su nombre es Luciano Peralta, lleva varios años en la agencia, trabajó antes en innumerables medios -entre ellos, Clarín- y tiene una pertenencia ideológica y partidaria distinta de la que gestiona actualmente el gobierno nacional y por ende, la Agencia.

    A favor de Lanata hay que mencionar que no todos los datos de la columna son falsos: en efecto, los jefes cobran más que algunos empleados. Esta consecuencia natural del capitalismo que escandaliza a Lanata se repite generalmente a lo largo y ancho de la sociedad. Incluso en algunos lugares, por poner un ejemplo, digamos, el Grupo Clarín, esa grieta es tan amplia que hace que un redactor ingrese cobrando una cifra cercana a los 6 mil pesos, sin garantías de estabilidad laboral en una empresa conocida por obstaculizar y atacar fuertemente cualquier tipo de actividad sindical, mientras que cualquier gerente, periodista estrella o jerarca dispuesto a exponer la línea editorial de la empresa gana siempre una cifra mensual por encima de los 100 mil pesos.
    "En efecto, los jefes cobran más que algunos empleados. Esta consecuencia natural del capitalismo que escandaliza a Lanata se repite, generalmente, a lo largo y a lo ancho de la sociedad."

    En el caso de la Agencia Télam, el sueldo del Gerente de Periodismo se ubica en el lugar número 97 de la escala de sueldos que se pagan mensualmente; es decir, hay casi cien personas, muchísimas de ellas periodistas, que ganan más que el Gerente de Periodismo. Este dato y otros, como que el Gerente General se ubica casi en el lugar 50 de los sueldos que se pagan, o como que los sueldos promedio de los gerentes están muy por debajo de los 30 mil pesos que describe Lanata; podría haberse chequeado previamente si de lo que se trataba era de dar una discusión sobre la necesidad de profesionalizar esta actividad. Aparentemente, claro, ese no era el objetivo.

    Como decíamos: hay algunas discusiones que son ideológicas. Algunos creemos que es un derecho de los trabajadores la garantía de su estabilidad laboral y por eso esta gestión, en consonancia con los lineamientos que impulsaron Néstor y Cristina Kirchner desde el año 2003, implementó un plan de efectivización de todos sus trabajadores. Se puede estar en contra de esa decisión: Lanata y el Grupo Clarín lo están, y han demostrado con palabras y con hechos cuál es su concepción de un trabajador y cuáles creen que son sus derechos. Lo que no se puede es acomodar la realidad a sus hipótesis.
    "Algunos creemos que es un derecho de los trabajadores la garantía de su estabilidad laboral."

    El plan de efectivizaciones que aprobó esta Agencia no fue consecuencia de la necesidad de efectivizar a nadie en particular, sino del compromiso que asumimos frente a 144 compañeros que estaban bajo el formato de contratos de tipo "temporario".

    Las compañeras a las que la nota menciona, haciendo gala de una enorme mala intención y cobardía contra cinco jóvenes mujeres que realizan tareas administrativas en el menor escalafón de la empresa, fueron efectivizadas en junio de 2013 debido a necesidades operativas de esa área que exigían una mayor carga horaria de la que permitía la forma de contratación en la que estaban enmarcadas. Unos meses antes se habían efectivizado 50 trabajadores del área audiovisual que llevaban varios años contratados en la agencia, antes de que un militante de La Cámpora estuviese encabezando la gestión. A partir de diciembre del año pasado, como bien dice -ahora sí- la columna de Lanata, se estableció un plan de efectivización con el único criterio de la antigüedad en la empresa: es decir, se efectivizan en tandas mensuales una cantidad de determinada de compañeros por mes y esas tandas no tiene criterios sindicales ni políticos, sino que se organizan de acuerdo a la fecha de ingreso a la Agencia.  (N. del A: la variación de ingresos respecto del plantel de trabajadores que había antes de la llegada de la actual gestión fue del 2,48%; con lo cual también es mentira que "La Campora" haya impulsado el ingreso masivo de militantes de dicha agrupación a la Agencia).
    "Se puede estar en contra de esa decisión: Lanata y el Grupo Clarín lo están."


    Un dato de color a veces explica muchas cosas sobre una situación, así como las pequeñas historias cuentan hechos más grandes: entre esos periodistas que esta gestión está efectivizando, se encuentran ex trabajadores del Diario Crítica, fundado por Jorge Lanata y el vaciador de Aerolíneas Argentinas, Antonio Mata. Algunos de ellos, que habían quedado en la calle tras el cierre del diario que el propio Lanata había abandonado a su suerte, fueron contratados por esta Agencia en el marco de un acuerdo con el Ministerio de Trabajo y hoy están siendo efectivizados.

    Por último, y si realmente le preocupan los criterios con los que el personal ingresa a esta Agencia, es necesario recordar que junto al plan de efectivización, fue esta gestión la que aprobó el Reglamento de Designación y Promoción del personal de Télam, para establecer criterios claros y transparentes tanto para ingresar como para ocupar un lugar vacante o lograr una promoción. La normativa establece que para entrar a Télam de forma permanente habrá que someterse a un concurso en el que participan, como jurado, trabajadores históricos y representantes políticos de la gestión.

    Hace algunos años, en el programa de Alfredo Leuco en Canal 26, Jorge Lanata decía: "Es tan fácil para la gente que está del otro lado darse cuenta. ¿Sabés qué? El día que ustedes vean que nos bajamos los lienzos, cambien".  Esa situación, sabemos, efectivamente sucedió: hoy su enemigo no es más Ernestina Herrera de Noble, ni Papel Prensa, ni el Grupo Vila, sino cinco jóvenes que consiguieron un trabajo estable.

    Aquel gesto de decir en público que si alguna vez se traicionaba lo dejáramos de escuchar, fue simbólicamente muy importante. El presente periodístico de Lanata nos hace acordar a Ulises quien, temiendo no poder resistir la tentación de los cantos de sirenas que podían llevarlo a la perdición, decidió atarse al mástil y pedirle a sus marineros que, mientras más gritara para que lo desatasen, más fuerte le ataran las correas. Como si hubiera podido adivinar el futuro, ante el peligro de caer en la tentación de vender su dignidad, Lanata nos avisó. La responsabilidad de quienes hemos tenido la voluntad de no ceder ante esos intereses es la de hacer oídos sordos a los pedidos de que lo desaten.

    Nosotros decidimos aclarar las mentiras con datos. Y hacerle caso al Lanata, que nos pidió que no lo escuchemos.
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    Periodistas inmundos, non gratos (I)

    27 mar 2014
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    Víctor Sampedro Blanco
    Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la URJC
    No debiera pasar marzo sin desmentir que el 10º “aniversario” del 11M superamos la teoría de la conspiración. A la décima fue la vencida. Ya les vale. Los conspiranoicos hablan de “normalización”, pero la anomalía continúa. Conservan el estatus de periodistas quienes urdieron la infotoxicación más aberrante que hayamos conocido. Bendecidos con los infundios de Rouco en el funeral del pasado 11 de marzo, siguen sosteniéndola. Menuda filfa serían este blog y el dichoso 4º Poder en Red, si no cantasen las verdades del barquero a quienes hunden el periodismo en la inmundicia.
    Sé el recelo que puede despertar el repudio de unos pseudoperiodistas, que dan forma de noticia a la mentira (del griego, pseudo: mentira). Aclaro que los responsables de Público nada han tenido que ver con esta iniciativa. De ningún modo debe asumirse que la hayan promovido ni que la suscriban. Propongo declarar periodistas non gratos a quienes nos vendieron tales patrañas que debemos denunciarles como traficantes de información tóxica. Tan infecta que, como argumentaré en una segunda entrega, ha degradado el debate público hasta hacerlo impropio de una democracia. Los periodistas inmundos se denigran a sí mismos, a la profesión que dicen ejercer y a la sociedad a la que se dirigen.
    Sus falacias sobre el atentado más letal perpetrado en Europa merecen la condena. No es un ataque, sino legítima (auto)defensa de los auténticos periodistas. Excepto por los que señalaré, declaro mi respeto hacia los trabajadores de las empresas aquí citadas. Sus condiciones laborales resultan lo bastante penosas como para encima imputarles los desmanes de sus superiores. Se han hecho multimillonarios precarizándoles y engañando al público. Pobres también quienes aún les creen. Son peones de un guerracivilismo de baja intensidad, que solo reconoce las víctimas de su bando. El derecho a la información presupone que el ejercicio del periodismo sea compatible con un modelo de vida y de negocio dignos. Ambas cosas son bien difíciles. Pero lo serán aún más si los ciudadanos y los periodistas con coraje no mostramos la dignidad con la que los afectados del 11M han resistido una década de mentiras e insultos.
    El verdadero 4º Poder lo formamos todos y todas. Con la tecnología digital intentamos controlar gobiernos, parlamentos y juzgados. Pero solo tenemos impacto si nos aliamos con periodistas que se reconocen a nuestro servicio. Consideran la información como un bien común, mancomunado: generado mano a mano, con el público que somos su sostén e interlocutores. Por eso estamos obligados a defender al periodismo y señalar a quienes lo envilecen. Cuando los profesionales pervierten la libertad de expresión, nos la amputan a todos. Exijámosles que rindan cuentas y se retracten. Y, si no, retirémosles lo único con lo que cuentan: la gracia, el permiso de ejercer como representantes y valedores de nuestros derechos. No somos mercancía en manos de periodistas mercenarios, a sueldo de políticos y banqueros.
    Un muy alto cargo de un grupo multimedia español me confesaba hace dos años que el mayor error había sido admitir como colegas a “demasiados indeseables”. Pues bien, se acabó el colegueo. Porque es competencia nuestra defender la libertad de expresión del único modo posible: ejerciéndola sin miedo ni bozal. Identificando a quienes la malean, máxime si (al contrario que nosotros) cobran por ello y cuentan con protección legal. Por tanto, denuncio a Pedro J. Ramírez; a su sucesor en la dirección de El Mundo, Casimiro García-Abadillo, y a sus conmilitones, Fernando Múgica y Federico Jiménez Losantos, como periodistas inmundos. Han transgredido la deontología y las prácticas profesionales más básicas. No lo han reconocido. E incluso se vanaglorian de ello. Merecen que les declaremos periodistas non gratos. Claro que hay más. Y, si así lo piensan, quienes nos leen deberían tomarse el trabajo de denunciarles. Nosotros ya lo hicimos hace una década, en un libro colectivo que barría la inmundicia venidera. Siguen ignorándolo, por la cuenta que les trae. Esto no es un auto de fe, como los que ellos acostumbran a oficiar. Han ejercido de inquisidores, exentos de mostrar las pruebas. Se han ahorcado con su propia lengua.
    Pedro J., en declaraciones a Salvados afirmó: “No descarto de plano la participación de ETA en el 11-M, pero la veo improbable…  No sabemos lo que pasó”. A una semana del aniversario, el susodicho consideraba improbable (¿sin pruebas?) lo que durante diez años afirmó como cierto (sin pruebas). El pseudoperiodista siembra dudas, en lugar de despejarlas, que es lo que le corresponde a un informador. Éste habla con hechos contrastados e incontestables. Si no, calla. Pero esta conducta requiere humildad y más trabajo que alimentar suspicacias y lanzar insidias. Exige una mínima sensibilidad por la memoria de las 192 víctimas y 1.800 familias heridas. Rasgo imposible en quienes no han mostrado ni un atisbo de atención a la estabilidad psíquica y emocional de los afectados. Fruslerías, al fin y al cabo, para quien se considera inmortal y se instaló en el Olimpo de la Prensa Mundial hace años.
    García-Abadillo, ya como sucesor del Pedro J, afirmó el 9 de marzo: “Dimos crédito a algunas informaciones faltas de rigor, que sólo tenían como fin confundirnos y llevarnos a un callejón sin salida [...] Las víctimas merecen que seamos menos arrogantes, reconocer que todos cometimos errores.” ¿También erró Pilar Manjón? ¿Por eso la convirtieron en pieza a abatir? El supuesto profesional imputa a “todos”, a un nosotros implícito que bien pudiera incluirnos, haber cometido errores. Cree que esto le exime de no habernos sacado de ellos. Y aprovecha para presentarse como víctima de “informaciones faltas de rigor”. Las mismas que él fabricó en dos libros - 11-M La vergüenza y Titadyn, este último de 2010 – plagados de pruebas falsas.
    Las “investigaciones” de G. Abadillo sólo entorpecieron el juicio del 11-M, alentando que Jamal Zougam, condenado como autor material, se querellase por falso testimonio contra dos testigos protegidas. El actual director de El Mundo acusó a dos inmigrantes rumanas de mentir para conseguir la nacionalidad española. Los tribunales les avalaron. La misma suerte corrieron el jefe de los Tedax, J.J. Sánchez Manzano, y el comisario de Vallecas que encontró la prueba clave: se les abrieron sendas investigaciones que quedaron en nada. Manzano denunció la trama periodística del Titadyn en su libro Las bombas del 11-M. La policía nunca dudó de que el explosivo no correspondía con el usado por ETA. A falta de pruebas que avalasen la conspiración, minaron con insidias la credibilidad de las admitidas en el juicio. Corrompieron el protocolo más básico del periodismo de investigación: aportar pruebas irrefutables sobre nuevos imputados, entregándolas en el juzgado y publicándolas en el periódico. Sometiéndolas al tribunal de los jueces y al de los ciudadanos. Pero el periodismo inmundo menosprecia el Estado de Derecho y carece de sentido cívico.
    A falta de evidencias, buenas fueron las declaraciones de otro de los principales condenados, convirtiéndole, para más inri, en bien pagado. Uno de los testigos privilegiados por El Mundo,  E. J. Trashorras, declaró antes del último 11M: “No, ETA no tuvo nada que ver. Lo que dije fueron tonterías. No tenía ningún fundamento para decir eso. Lo dije sin tener ningún argumento, más allá de querer confundir”. Estando en prisión, ya le había confesado a su padre que “mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española”. Y acto seguido les concedió una entrevista en la que sostenía: “Soy una víctima de un golpe de Estado que se ha tratado de encubrir detrás de las responsabilidades de un grupo de musulmanes…”  El depositario y propagandista de esos infundios fue Fernando Múgica. Mantiene orgulloso en su entrada de la Wikipedia la referencia a la serie Los agujeros negros del 11M. Y su CV oculto lo componen obras de idéntico rigor. Colaboró con J.J. Benítez (“mi mejor amigo, periodista honesto”) en dos libros, Ovnis: SOS a la Humanidad (1979) y Existió otra humanidad (2003). Fraudes arqueológicos, montados a partir de piedras falsas, que mostraban a hombres y dinosaurios como contemporáneos, visitados por indios en naves espaciales. Las fotos de estas estafas fueron firmadas por Múgica.
    Al “reportero” que agujereaba la realidad le acompañó F. J. Losantos en el terreno de la opinión. Al día siguiente de la falsa contrición de G.Abadillo, sostenía que “habrá más 11-M y más versiones oficiales y serán todas verdaderas”. Concluía con sarcasmo: “perdón por tanto error”. Pedro J. suscribió y superó su infamia desde Twitter: “Sólo 3 palabras que añadir a la estupenda columna de Federico: Eppur si muove. Perdón por los aciertos”. Los errores se habían convertido en aciertos. Reinciden y alardean, se cuelgan galones. Y claro que se siguen moviendo, manipulando los hilos de la antigua conspiración… Y de la próxima. Prepotentes, se saben impunes e inmunes en la ciénaga en la que chapotean. Me refiero al “fondo de reptiles” (subvenciones ocultas) del que se alimentan. Seguro que ya han recuperado los 15 millones en publicidad institucional que El Mundo perdió tras publicar las cuentas del PP. Pedro J. abandonó el barco que capitaneaba porque venía perdiendo 400 millones de euros al año. De Múgica no he buscado información, ojalá haya migrado a Raticulín. Y a Losantos no le falta de nada entre el diario y la radio digitales, que erigió durante el aznarato, y otros pesebres que frecuenta.
    Campan a sus anchas, anchos ellos con sus falacias. Instalados en “lo improbable”, el error colectivo, la fabricación de pruebas falsas, el pago de falsos testimonios, las presiones a testigos y a jueces. Todo ello ha acabado resultando muy familiar en otros acontecimientos más recientes. Van de víctimas, sin reconocer ni respetar a quienes lo son. Sacan enormes réditos, entronizando a las que apadrinan e insultando a las ajenas. Se declaran valedores de la profesión y la han prostituido. En el mundo anglosajón, se conoce a estos mercenarios como presstitutes. Allí han entendido que –aunque esta sea una labor de golfos, descreídos y libertinos– hay cosas que no se pueden hacer solo por dinero. Sobre todo, una noticia. Sin un poquito de amor y ciertos límites, se considera una violación, aunque sea pagada.
    El repudio de los periodistas inmundos no tendrá lugar en las redacciones que comandan, pues allí pagan salarios y deciden ascensos. No les denunciarán otros medios de forma tan tajante como aquí, por pensar que tirarían piedras contra su propio tejado. Y porque los pseudoperiodistas se aprovechan de la falta de coraje para mirar debajo de la alfombra antes de arrojar la primera. Quien desmiente necesita haber dicho o exigido la verdad. Casi nadie lo hizo en la profesión. En caso contrario, el 13 de marzo de 2004 la ciudadanía no habría denunciado la mentira que propagaba el Gobierno y avalaban el resto de partidos con su silencio. Las 72 horas previas a la votación pasarán a la historia como el colapso de un sistema político-informativo. Lo imperdonable es que se hayan ocupado de rematarlo en los últimos diez años.
    Todos los medios convencionales convocaron el día 12 una manifestación de repulsa al atentado, diseñada como un acto electoral del Gobierno. No participaron en su organización los responsables de las fuerzas de seguridad. ¿Alguien se ha preguntado qué hubiera ocurrido si los terroristas que se inmolaron en Leganés hubieran querido rematar la carnicería de los trenes, atentando en las calles repletas de gente? No, porque la pancarta de la cabecera rezaba: “Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del terrorismo”. Entonces vivíamos la entronización de las buenas víctimas (las de ETA), el fundamentalismo del Régimen de la Transición y la beligerancia antiterrorista (contra ETA). No es de extrañar que los medios digitales, que no estaban activos en 2004, fuesen los más críticos con los conspiranoicos en el último 11M.
    También callaron las Asociaciones de la Prensa. Demostrando que son el último ejemplo de sindicatos verticales: representan juntos a los empresarios y a sus trabajadores. Es decir, representan a los primeros. Los colegios y sindicatos profesionales mostraron idéntica pasividad. Quizás por falta de musculatura, propia del rigor mortis, al que parece abocado el sector. Los responsables de las Facultades de Periodismo que expidieron los títulos de los inmundos periodistas tampoco abrieron la boca. No movieron un solo dedo acusador que pudiese depreciar (aún más) el valor de sus titulaciones.
    Podría sugerir a quien nos lee que inundase con una declaración de repudio a los susodichos los correos electrónicos de las organizaciones antes mencionadas. Pero lo dejo en sus manos, que para algo las tienen. Mi llamada se limita a quienes estudian Ciencias de la Comunicación y/o Información. No quedan otros actores directamente implicados. Al menos ellos debieran dejar claro que no consideran a los cuatro citados un ejemplo profesional ni compañeros de viaje. Seguir su trayectoria o permitir que les identifiquen con ellos les llevará al desastre. Consideran, como señalaba uno de sus pensadores de cabecera, G. Albiac, que el periodismo se vincula a “una toma de poder [que] sólo puede funcionar y consumarse en la noche y en las sombras, entre bruma y tinieblas.” El oscurantismo es su sello. Y los ciudadanos ya no demandamos sino que ejercemos mecanismos de participación y transparencia que acabarán siendo incorporados por la profesión. La luz es el mejor desinfectante y los taquígrafos del presente, los mejores periodistas.
    Si al alumnado aún le faltan argumentos para declarar personas non gratas en sus campus a los periodistas, esperen al próximo lunes e intentaré dárselos. Será una forma de rematar este marzo infame. ¿O quieren más como este? ¿Hasta cuándo?

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