¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

lunes, diciembre 19, 2011

ARGENTINA HACE 10 AÑOS


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En 2001 el país vivió la peor crisis política y social de la democracia

Se cumplen diez años del derrumbe del proyecto neoliberal en Argentina

Publicado el 19 de Diciembre de 2011

El 19 y 20 de diciembre serán recordados como un punto de inflexión en la historia reciente. La violenta represión a los ciudadanos y la renuncia del presidente De la Rúa no permitían imaginar el país que se reconstruiría después.

Pocas veces resulta tan oportuno recordar el pasado, para comprender y valorar el presente, como ante la década que transcurrió desde diciembre de 2001 a este diciembre de 2011.

En psicología existe un término, “resiliencia”, que designa la capacidad de los sujetos para sobreponerse a hechos traumáticos y dolorosos en extremo, esos de los que parece no haber salida. En los diez años que pasaron de aquel ingreso del país a la crisis más profunda desde el retorno de la democracia, puede decirse que la Argentina en su conjunto fue puesta a prueba, con el desafío de tener que salir a flote cargando una mochila de plomo.

La nación que en 2001 crujía en sus aspectos más estructurales, también lo hacía en los más cotidianos, marcando a fuego y, en algunos casos, a sangre, la vida de la mayoría de los más de 36 millones de habitantes que por entonces tenía el territorio.

Hace diez años, la deuda externa había llegado a los 180 mil millones de dólares. La presión de los organismos internacionales de crédito asfixiaba a una sociedad donde faltaba el empleo y sobraba miseria. A lo largo y ancho del país, la pobreza afectó al 38,3% de la población y la indigencia, al 13,6%, con una desocupación cercana al 20%. Tres verdaderos records históricos a la inversa, para una nación que estaba raspando el fondo de su olla. En 2002, la onda expansiva continuaría hasta alcanzar las cifras más crudas. La pobreza, por caso, trepó a un 57,5 por ciento.

En la Argentina de 2001, lo único que parecía abundar eran los presidentes: pasaron cinco en poco más de diez días, desde la renuncia de Fernando de la Rúa, en medio de los saqueos de hambre y de las balas asesinas de la represión, hasta la llegada de Eduardo Duhalde como presidente interino.

Tan sólo en el Gran Buenos Aires, el índice de pobreza era del 35,4% y castigaba a 4,29 millones de personas, en tanto que otro millón y medio –un 12,2%– eran indigentes.

Como siempre, en las provincias del Noreste y Noroeste, el escenario era aún peor: en Formosa, el 59,8% de los habitantes se encontraba por debajo de la línea de pobreza; en Corrientes, el 57,8%; en San Salvador de Jujuy y el departamento de Palpalá, el 56,6%; y en la zona de Gran Resistencia, en el Chaco, el 58%.

El 17,7% de los argentinos acumulaba necesidades básicas insatisfechas y cerca de la mitad no disponía de una obra social o plan de salud privado. Todo esto, por supuesto, era resultado de otra de las claves para entender el desmembramiento que supuso 2001: a fuerza de gobiernos que habían prescindido de la producción genuina y del mercado interno, la tasa de desempleo alcanzaba el 18,3% y la de subempleo promediaba los 16 puntos. Esto significa que casi el 35% de la población económicamente activa tenía serias dificultades para sobrevivir. En paralelo, de los afortunados que todavía podían contar con un salario a fin de mes, el 41,1% lo hacía en la clandestinidad, por fuera del sistema de seguridad social. Vale recordar que apenas un puñado de dirigentes sindicales no avaló el plan de flexibilización laboral, cierre de fábricas y reducción de personal que llevó a la ruina del empleo. Esta situación tendría su cenit al año siguiente, cuando la desocupación marcó un 21,5% y el subempleo, el 18,6%.

Durante los dos días de mayor violencia, los fatídicos 19 y 20 de diciembre, muchas de las personas que engrosaban esta estadística de la miseria tuvieron un rostro. Salieron a la calle para expresar su repudio frente a un Estado que primero los había despojado y ahora los corría con palos, caballos y balas. Algunos nunca volvieron. Porque la otra cifra maldita de aquel año son los 36 muertos que dejó la represión. Aclarar estos crímenes es una deuda que la democracia arrastra desde aquellas jornadas. La justicia sólo llegó para seis de las personas asesinadas mientras De la Rúa huía de la Casa Rosada en un helicóptero y, de hecho, las responsabilidades políticas también continúan impunes.

Esa Argentina había sido resultado de un largo y sistemático proceso de demolición económica, política y social, así como esta Argentina de 2011 es resultado de otro modelo, surgido, justamente, como un efecto de aquel “no va más” que se expresó en los piquetes, las cacerolas, las asambleas y el rabioso “que se vayan todos”.

La figura recurrente del ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, creador del “corralito” y funcionario de casi todos los gobiernos que fueron cimentando la crisis terminal de 2001, permite reconstruir un derrotero que comenzó con la última dictadura militar, que doblegó al alfonsinismo y tuvo su concreción febril con la gestión de Carlos Menem, para luego volver en forma de comedia trágica con la experiencia de la Alianza.

La lenta y compleja reconstrucción de lo mucho que se perdió, iniciada en 2003 y todavía inconclusa, hoy puede verse en las estadísticas de la economía, de las condiciones de vida, de la educación, la ciencia y la salud. Así como sucedía con las variables famélicas de 2001, detrás de los números consolidados de 2011 hay personas de carne y hueso.

Por último, si bien no se trata de un índice que haya quedado registrado por las series históricas del Indec, sin duda que una de las variables que hace diez años también había tocado fondo fue la política. Justamente, su recuperación es otra de las realidades efectivas desde la que se puede sopesar una década en la cual la Argentina volvió a nacer. <

La frase

De la Rúa. ”El PJ había rechazado mi llamado a un gobierno de unidad y la UCR me hizo saber que veía mi renuncia como una solución. Renuncié porque la realidad me superaba

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