¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

martes, junio 12, 2012

COMO SALIR DE LA CRISIS EUROPEA

 
¿Y si prueban con Keynes?

Por Esteban Rafele

La irresolución de la crisis europea expone la debilidad de las políticas económicas instrumentadas por las autoridades monetarias. El agotamiento de la vía del ajuste abre un debate más profundo: ¿llegó la hora de impulsar el crecimiento mediante la expansión del gasto público o la emisión?

La naturaleza de los zombies es que siguen caminando y tropezándose sin importar cuántas veces los hayas matado. Lo mismo ocurre con la política de ahorro y ajustes. Por lo menos desde hace dos años es claro que no lleva a ninguna parte y sin embargo se sigue predicando y presentando como un modelo de éxito”. Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía, se convirtió en el más acérrimo crítico de la realidad europea. Es, por decirlo así, la cara global del keynesianismo siglo XXI. Y, en una entrevista con Der Spiegel, habló de zombies para graficar el estado de situación. Al mirar a Europa, es muy fácil caer en analogías con películas de catástrofe -Titanic- o de terror, como una de muertos vivos que se balancean sin rumbo.

Europa eligió el camino del ajuste. Capitaneada por Alemania, privilegia las reducciones agresivas de los enormes déficits fiscales de los países que componen la Eurozona a cualquier medida que impulse el crecimiento mediante la expansión del gasto público o la emisión monetaria. El pensamiento dominante de la ortodoxia económica en el Banco Central Europeo (BCE) y dentro de los Estados intenta convencer a la ciudadanía de que los ajustes traerán dolores de cabeza en el corto plazo, pero asegurarán un crecimiento “sustentable” en unos años. Pero los relojes político, económico y social parecen sincronizados en cuenta regresiva.

La bandera keynesiana, con Krugman a la cabeza, reclama otro tipo de políticas para sacar a Europa de la crisis, que es global y arrastra, en mayor o menor medida, a todos los continentes. América Latina ya está percibiendo los efectos de la caída de demanda mundial. Las exportaciones argentinas y brasileñas se resienten, al ritmo en que China desacelera su marcha. Krugman fue uno de los primeros en vociferar que Europa quitó los estímulos fiscales a la economía muy rápido. En setiembre de 2008, cuando la quiebra del Banco de Inversión Lehman Brothers marcó el inicio de la crisis global, los Estados reaccionaron rápidamente, y en forma más o menos coordinada, para inyectar miles de millones de dólares y de euros, y evitar el colapso del sistema. Estados Unidos y Europa -en menor medida- salvaron bancos y fomentaron el gasto de los consumidores, a costa de déficits crecientes.

El respiro llegó más rápido de lo esperado y el mundo volvió a crecer con fuerza en 2010. Por eso, Europa cedió ante los temores inflacionarios de Alemania y comenzó a reducir los estímulos. Los Estados se comprometieron a estabilizar sus cuentas fiscales de forma agresiva. Aquellos países en problemas, como Grecia, España, Portugal o Italia, firmaron pactos de estabilidad -a cambio de financiamiento para pagar sus cuantiosas deudas públicas- que contemplaron fuertes ajustes y contrajeron sus economías. Y la rueda dejó de girar.

Cuesta abajo

La economía de la Eurozona cayó un 4,3 por ciento en 2009, en lo peor de la crisis global. Las medidas del BCE -que inyectó liquidez y bajó la tasa de interés de referencia a niveles del 1 por ciento- dinamizaron un poco la actividad, que creció el 2 por ciento al año siguiente. Luego, vino el de-sarme de estímulos y la expansión fue del 1,5 por ciento el año pasado. Las estadísticas oficiales esperan un crecimiento del cero por ciento para este año. En reversa, el de-sempleo, que alcanzaba al 8,1 por ciento de la población europea en 2009, llegó al 10,2 por ciento a comienzos de este año.

“Una política más expansiva del BCE sería la solución de manual”, afirma Ricardo Rotsztein, profesor de Finanzas Públicas en la Facultad de Economía de la UBA y referente del blog Finanzas Públicas. Y agrega: “Lo que está en discusión es si los alemanes lo van a tolerar. Alemania ha sido el gran ganador de la política que se mantuvo con el euro hasta el momento”. Alemania siguió creciendo (un 3 por ciento en 2011) y generando puestos de trabajo: la tasa de desocupación cayó hasta el 5,6 por ciento este año, desde el 7,5 por ciento de 2009. Pero los países que tienen en vilo a todo el mundo fueron los que más sufrieron la contracción.

El Producto Bruto Interno (PBI) de Grecia se contrajo casi el 14 por ciento en los últimos tres años y se reduciría otro 4,7 por ciento en 2012, a la vez que el desempleo se elevó desde el 8,8 al 21,7 por ciento. Embarcada en privatizaciones y disminución del gasto público, el déficit se redujo desde el 15,7 por ciento del PBI en 2009 al 9 por ciento el año pasado, pero la deuda pasó a representar el 165 por ciento del PBI, mientras que en 2009 rozaba el 130 por ciento. El desempleo español trepó del 15,1 al 24,1 por ciento en el mismo lapso, y su déficit se achicó desde el 11 al 8,5 por ciento del Producto, en tanto que la economía entró en recesión en los últimos meses y cerraría 2012 con una contracción del 1,8 por ciento. La de- socupación también subió con fuerza en Portugal, donde alcanza al 15,3 por ciento de la población. Era del 9,3 por ciento en 2009, cuando su déficit llegaba al 11,4 por ciento del PBI. Portugal hizo los deberes y bajó su rojo fiscal hasta el 4,2 por ciento del Producto, aunque la deuda externa pasó a representar el 107 por ciento de su economía.

La asunción del socialista François Hollande a la presidencia de Francia parece redibujar, en parte el mapa político, al romper la alianza entre su antecesor, Nicolas Sarkozy, y la mandataria alemana Angela Merkel, los dos máximos impulsores del pacto de estabilidad fiscal. Hollande ganó las elecciones prometiendo una renegociación de las metas fiscales y propuso a sus pares europeos un pacto de crecimiento. El francés pretende fijar pautas que prioricen el crecimiento y la generación de puestos de trabajo; Merkel replicó que los recortes presupuestarios “no son negociables”. Tímidamente, presidentes de otros países comienzan a apoyar al galo.

Sorprendió, entre ellos, el español Mariano Rajoy. Aquejado por la recesión, el conservador es un firme partidario de las “reformas estructurales” y defiende la tesis del esfuerzo inmediato para el “crecimiento sustentable” posterior. Pero fue el primer presidente en recibir a Hollande y dar apoyo a sus planes de cambio. En Grecia ocurre todo lo contrario. El plan de Asistencia Financiera (similar al Blindaje del Fondo Monetario Internacional -FMI- a la Argentina, en 2001) del Fondo y el BCE condiciona el envío de dinero para pagar deuda externa (con una quita de la que está en manos de bancos del orden del 50 por ciento incluida) a ajustes fiscales, aumento de impuestos y un plan de privatizaciones que se lleva puestos a un gobierno tras otro y devolvió al debate la idea de salir del euro para volver a su moneda, el dracma.

La directora gerenta del FMI, Christine Lagarde, atizó las llamas en Atenas, al defender el ajuste griego y responsabilizar a la población por las penurias: “En lo que respecta a los griegos, también pienso en gente que en todo momento busca no pagar impuestos”, declaró en una entrevista reciente con el diario británico The Guardian. Lagarde reafirmó que el FMI no flexibilizará el plan de austeridad griego a cambio del plan de rescate. “Deben hacerse cargo”, exigió.

Emitir, gastar o resistir

Una salida keynesiana de la crisis tendría tres canales. El fiscal, o el aumento del gasto público de los Estados; el monetario -la emisión de dinero-, y el cambiario -Estados Unidos salió del patrón oro luego de la crisis de 1930. Con el euro fuera de discusión, la expansión del gasto y la monetaria vuelven al debate. Europa está embarrada en la llamada “trampa de liquidez”, explican los economistas. Las tasas de interés de referencia bajaron a niveles cercanos a cero y eso no disparó el crédito. Para Javier Alvaredo, director de la consultora ACM, eso obedece a que Europa no permitió a las entidades limpiarse de activos tóxicos, como ocurrió en Estados Unidos.

Rotsztein explica: “Bajar la tasa de interés tiene un límite. Hay que inyectar más dinero en el sistema financiero o, directamente, financiar el gasto público, lo que es más tradicionalmente keynesiano. Si las tasas están a nivel tan bajo, la demanda no va a reaccionar y existe el riesgo de generar una burbuja financiera”. En su opinión, más allá de los déficits fiscales, Europa debe “generar un programa expansivo del gasto público, que el BCE financie los déficits”.

Para Leandro Cohan, economista jefe de la consultora Elypsis y escritor del blog Economista Serial Crónico, los déficits públicos en niveles altos condicionan la expansión del gasto. En una entrevista con Debate, el economista Carlos Leyba agrega que el Estado en Europa representa cerca del 50 por ciento del PBI, justamente por el éxito del Estado de Bienestar luego de la Posguerra (ver aparte).

Así, una mayor flexibilidad del BCE podría -al menos- atenuar la crisis. El BCE se rige por ortodoxos y rígidos principios de metas de inflación para su política monetaria. La emisión de dinero es resistida por Alemania, que carga sobre sus hombros la hiperinflación de la década de 1920 -una de las causas del ascenso del nazismo- y se niega a hacerse cargo de los problemas del resto de la comunidad.

“La clave pasa por recuperar la demanda”, opina Diego Coatz, economista de la Unión Industrial Argentina (UIA) e integrante de la agrupación heterodoxa Sidbaires. “La deflación es tan mala como la inflación y el Estado debe tener una política expansiva para salir de la recesión, que se profundiza con los planes de ajuste del Banco Central Europeo”, asevera.

La expansión monetaria “fue la puerta de salida en Estados Unidos”, agrega Cohan. Y cierra: “La Reserva Federal (Fed) tuvo una política más activa, con sucesivas inyecciones de liquidez, las tres quantitative easing (QE). Así busca directamente a los privados, escapa a las políticas tradicionales de tasa de interés”.

Keynes anticrisis

Ante un escenario de desempleo creciente y deflación similar al europeo, Keynes propuso impulsar la demanda y aumentar el gasto público.

1) Actuar sobre la demanda. Las prescripciones ortodoxas se centran en la oferta, en generar incentivos (fiscales, psicológicos, etcétera) para que las empresas inviertan. Keynes, por el contrario, propuso incentivar el consumo mediante la reducción de impuestos (para que las familias tengan más dinero que gastar) u otro tipo de fomento al gasto privado.

2) Aumentar el gasto público. El Estado tiene un rol clave para salir de la crisis. El incremento en el presupuesto de la administración pública impulsará la actividad, al dirigirse a obras de infraestructura u otras alternativas que generen empleos. El keynesianismo propone una política fiscal expansiva.

3) Emisión monetaria. Para gastar más hay que tener más dinero, y una de las formas de lograrlo es con una política monetaria expansiva. Los bancos centrales con lineamientos ortodoxos emiten o contraen la oferta monetaria de acuerdo a la inflación. El keynesianismo propone, en tiempos de crisis, priorizar el crecimiento.

4) Endeudamiento. Es otra forma de conseguir el dinero necesario para impulsar el gasto y la demanda.

5) Bajar las tasas de interés. Es la forma clásica de desincentivar el ahorro y favorecer las inversiones del sector privado.

6) El tipo de cambio. Es la otra cara de la política monetaria expansiva: a más oferta de dinero, se deprecia su valor. Keynes propuso abandonar el patrón oro para salir de la crisis de 1930. Así lo hizo Estados Unidos, por ejemplo. Sus exportaciones ganaron así competitividad. Si la moneda nacional es más barata que la de los competidores, las exportaciones serán más competitivas. Esto no significa necesariamente que los países de la Zona Euro deban abandonar la moneda común. Es tarea del Banco Central Europeo hacer más competitiva a la divisa.

Argentina, Brasil y la región

Sin estar atada a la moneda única y con inmejorables términos de intercambio de su lado por la valorización de los commodities que exporta, América Latina respondió con más rapidez a la crisis, en 2009. La pregunta es si tendrá la misma capacidad de acción en estos momentos, en los que Brasil desacelera su marcha con fuerza por el contexto internacional y arrastra a la Argentina.

Víctima de una sequía histórica y de los efectos de la gripe A, la Argentina empezó a salir de la recesión en 2009, cuando Brasil impulsó a sus consumidores con ventajas impositivas y crédito para comprar automóviles. Eso puso en marcha la principal exportación industrial del país y atenuó los efectos de la mala cosecha y la pobre actividad interna.

Brasil y la Argentina impulsaron a sus respectivas demandas entonces, como lo venían haciendo desde el fin de la convertibilidad. El Gobierno de Cristina Fernández instauró la Asignación Universal por Hijo (AUH) y créditos blandos a empresas con los fondos que captó la Anses al derogar el sistema de jubilación privada.

“La Argentina llevó adelante una política keynesiana fuertemente impulsada por la demanda”, explica Coatz. Y amplía: “El límite es que es necesario generar divisas para afrontar erogaciones cuando la economía crece muy fuerte. Hay que importar energía y bienes de capital, pagar deuda externa, remitir utilidades. La Argentina apostó a crecer muy fuerte más allá de las restricciones estructurales que faltan resolver”. En cambio, “Brasil fue más conservador desde lo fiscal, con un esquema de metas de inflación (en la política monetaria) que rápidamente se sintió en su actividad”.

La crisis volvió a pegar en este 2012. El Banco Central de Brasil subió la tasa de interés de su economía para contener precios, a costa de resignar crecimiento. La Argentina siguió creciendo y el gasto público se expandió más que los ingresos. Cerca del círculo del viceministro de Economía, Axel Kicillof, afirman que la política de desarme y redirección de subsidios -la “sintonía fina” anunciada a fines de 2011- se detuvo para no enfriar más la demanda. Ahora, Brasil intenta volver a impulsar la actividad, con beneficios fiscales a la adquisición de bienes durables, como automóviles, por ejemplo. Eso podría volver a impulsar la fabricación de automóviles en el país, que en abril cayó casi un 24 por ciento interanual, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos  (Indec).

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