¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

martes, enero 31, 2012

CHAU TATO



ZONA LITERARIA

El pájaro peronista

Por Tato Contissa *

Los ornitólogos no pudieron ponerse de acuerdo durante catorce años. Finalmente se separaron. Él, menos consecuente con la vocación, y harto de los dolores de cuello por estar siempre mirando a las alturas, se asoció con un ex director técnico de Boca en una zapatería de damas de una galería de Lanús.
Ella, en cambio, quizá por su espíritu conservador, se lanzó a una experiencia de amoríos en etapas que incluyó a un primo de Pajarito Hernández, al mejor amigo del Cuervo Larroque, al nieto de Chingolo Casalla y a un charlatán que decíase heredero de la fortuna de los Águila Saints.

Lo cierto es que en el verano de 2008 dormitaban sin tensión en ese laberíntico PH de Boedo, afrontando la canícula con el ruidoso auxilio de un viejo acondicionador de aire, cuando lo escucharon por primera vez. Era un zorzal, seguro que era un zorzal, pero lo inesperado y atrevido era el diseño de su canto. Se sabe que en las noches los zorzales quedan cantando en solitario, el resto de los pájaros duermen o semivigilan en silencio. Algunos sostienen que el emblemático plumífero se entrega eufóricamente a su destino canoro y no resigna ni un segundo de su vida a abandonar esa misión. Otros en cambio, aseguran que el pájaro confunde las luces de mercurio de la ciudad con la salida del sol y eso lo lanza estrepitosamente a su insistencia lírica. Finalmente, están los que simplifican todo y resumen diciendo que es un pájaro bastante idiota.

Más lo que importa aquí es el descubrimiento de esa noche. El bichuelo arrancaba con una base ronca, difusa, casi orquestada de ocho notas: charará cha chan cha chan… charará cha chan cha chan, para seguir con una cadena descendente también de ocho notas… charará cha cha cha chan chan chan chan chan… y ahí largaba… cha cha cha chan cha cha chan cha… y empezaba de nuevo. Es la marcha, dijo él. La marchita dijo ella… la marcha peronista, corearon. Casi levitó de la cama.

—Voy a tomar registro magnetofónico —dijo— demostrando lo jovato que se estaba poniendo. Y grabó.

Cuatro días después hurgaban afanosamente en el Google, buscando un interesado en el hallazgo que les permitiera separar sus vidas sin sufrimientos ni privaciones. Al comenzar, no hallaron nada. Uno que buscaba un loro que entonara Hey Jude, otro que quería la Marsellesa… eso. Finalmente, sobre las fiestas del 2009 hallaron un lacónico aviso en la página de clasificados de la revista del Automóvil Club Argentino: “Busco grabaciones de aves que simulen la Marcha Peronista. Zilfrido Rugulis. Glaciólogo. Cerro López. Estafeta. Bariloche. Rio Negro. Argentina.” Nada más.

A la semana de comenzado el año estaban camino al límite con Chile, en las cercanías de Colonia Suiza ubicando un parador pegado al edificio de Gendarmería. Allí encontraron a un gringo de dos metros, de origen Letón y setenta años solo dibujados en su rostro rugoso y para nada en su cuerpo de adolescente, Zilfrido Rugulis. Se presentaron, se sentaron, él sacó la cinta y el Geloso a pilas, activo la tecla y allí estaba, sobrevolando su portentosa melodía sobre los techos de Boedo. El gringote escucho con atención, estiro el ceño y frunció la boca… ensayó una sonrisa… tosió y le pidió al mozo otra grapa de orujo (eran las diez de la mañana).

—La mejor qui e escuyado —balbuceó— la mejor. Y calló mirando desde la desvaída verdura de sus ojos.

—¿Y? —dijo ella.

—Lo lamento— concluyó el vikingo de siglo equivocado— cho toy buscando la versión de Mauré.


* Periodista, comunicador, hombre de radio, murió el 27 de enero de 2012. Tenía 58 años. Textos de homenaje

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