¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

sábado, julio 04, 2015

DAME CAÑA NEGRO,QUE ME GUSTA

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¿Violencia o alimento del ego?

El grito del patriarcado

  • Expertos en antropología, comunicación, psiquiatría y género destripan el piropo

Unos soldados piropean a dos mujeres que pasean por la Gran Vía...
Unos soldados piropean a dos mujeres que pasean por la Gran Vía madrileña en la década de los 50 CATALÁ ROCA

     
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¿"Una forma más de violencia contra las mujeres" o un "alimento para el ego que le deja a una como nueva"? Son comillas de mujer. Las dos. Hablan de palabras y miradas disfrazadas de elogio y armadas de sexo no consentido que toman cada día el asfalto del mundo en un viaje históricamente unidireccional, un trayecto siempre de hombre a mujer. Hablan de la "dominación masculina del espacio público" y de "la demostración de un sistema patriarcal y heterosexual" o hablan de la "galante expresión de la admiración masculina por la mujer" y de "una cierta construcción de la autoestima". ¿De qué hablan esas comillas en conflicto? Hablan del piropo.
Piropolisonjarequiebro, define la RAE. Lisonja es una "alabanza afectada para ganar la voluntad de alguien" y requiebro "alabar los atractivos de una mujer", "persona que tiene relación amorosa con otra".
Pero nada sabe el diccionario de lo que esconde esa palabra soltada sin permiso y de sus efectos. A finales de 2014, Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, dijo en ELMUNDO que el piropo es una "invasión de la intimidad de las mujeres". Aquel día volvieron las dos Españas; una para defenderla y otra para machacarla.
Expertas y expertos en igualdad, antropología, psiquiatría y comunicación nos han prestado sus tesis a favor y en contra de un fenómeno ancestral, hijo del patriarcado y con poca pinta de caducidad, algo tan viejo como el futuro. Nos han prestado sus comillas.
"El piropo es una demostración, una performance de cómo tiene que ser un hombre". Es Maribel Blázquez, profesora de Antropología de la Universidad Complutense, que sólo concibe el piropo dentro de un sistema heterosexual y patriarcal. "Heterosexual, porque un hombre no lanza un piropo a otro hombre; es una demostración de que le gustan las mujeres. Si un gay te dijera que te follaría, tú, como hombre heterosexual, lo entenderías como agresión. Y patriarcal, porque se da en un sistema que deja por debajo a la mujer. Quien tiene derecho a expresarse en público es el hombre. Es una forma de apropiarse el espacio público".
La periodista Sandra Jiménez, en Madrid, durante la realización del reportaje. FOTOGRAFÍA: ALBERTO DI LOLLI

Pero algo está pasando. "Si el piropo genera conflicto es porque el sistema está cambiando. Las mujeres ocupan el espacio público y viven el piropo como una incomodidad y una falta de respeto".
Como todas las mujeres, esta doctora en Antropología y profesora en el Máster de Estudios Interdisciplinares de Género ha oído piropos... "Me he sentido acosada, atropellada. He sentido el privilegio masculino de creer que tiene derecho a decir lo que piensa sin tener que negociar con otra persona el espacio y el permiso. Me he sentido coaccionada".
Para ella, el piropo es una interrupción del intento de la mujer de vivir libremente. "La cosifica. La valía de una mujer no tiene que ver con el culo o el escote que tenga".
El psiquiatra José Cabrera no piensa igual. "Si digo que el piropo le viene bien a la mujer soy machista. Yo pienso que la mujer no lo necesita, pero para muchas, el piropo puede ser un elemento de autoafirmación, de autoestima, de construcción. Un 'existo'. En la consulta veo muchas mujeres que me dicen: 'Doctor, ya no se fijan en mí'".
Este forense sostiene que si el piropo es un "elemento positivo sin violación de la intimidad o subterfugio sexual", no es "para nada algo que tenga que ver con la violencia de género psicológica". "Depende de cada mujer, pero decir que cualquier piropo es violencia psíquica es precipitado. La de Ángeles Carmona fue una frase sesgada que encierra agresividad de la mujer hacia el hombre".
¿Y usted, doctor, ha piropeado a alguien? "Jamás. Por timidez. Se me van los ojos, como a todos los hombres, pero uno tiene su corteza cerebral". ¿Y ha sido piropeado alguna vez? "Sí, dos. Cuando era joven. Era delgado y tenía las orejas grandes, así que no lo entiendo. Un grupo de chicas en la facultad me gritó ¡guapo, guapo!". ¿Y qué sintió? "Horror. Casi corro".
Salir corriendo. Un estudio de las psicólogas de la Universidad de Nueva Jersey Kimberly Fairchild y Laurie Rudman establece que un 99% de las mujeres ha vivido "alguna vez en la vida" un acoso callejero y que el piropeo provoca "depresión, ansiedad, temor y autocosificación".
Tal es la exposición a este halago de esquina que varios países están estrenando leyes y observatorios anti-acoso callejero: Perú, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia, Nicaragua...
A ese piropo le contestan en España algunas acciones combativas, nuevas, colectivas. El cazador cazado es un proyecto de la sevillana Alicia Murillo en el que las mujeres graban con un móvil la agresión y después la suben a la red. Ya hay decenas de vídeos. Murillo ha categorizado cuatro reacciones en los hombres: "Echar la culpa al otro; avergonzarse si va con otro varón porque afecta a la territorialidad masculina, no como falta de respeto a la mujer; ponerse gallito o huir". Mujeres de Lavapiés (Madrid) han montado una campaña "contra el acoso callejero-machista-baboso". Se fotografían con carteles anti-acoso ("La diferencia entre la pizza y tu opinión es que la pizza sí la pedí") y lanzan un hashtag que lo dice todo:Nomellamonena.
Las acciones de Sevilla y de Madrid las ha documentado la investigadora en comunicación, género y violencias Belén Zurbano. "Cuando un hombre piropea a una mujer lo hace desde la seguridad de que puede hacerlo, incluso, de que 'hace bien', porque es lo que una mujer desea recibir, el 'reconocimiento' sexual y la 'admiración' de un hombre. Sin embargo, su desigualdad en el espacio público, el tipo de comentarios o que nadie le haya preguntado si quiere ser piropeada evidencian que más que un halago es poder".
Para esta profesora de Periodismo de la Universidad de Sevilla, "el piropo es androcentrismo, heteronormatividad e hipersexualización del cuerpo femenino. Es una manifestación más de la violencia contra la mujer".
"Sí, el piropo es un micromachismo que está en la base de la pirámide de la violencia, esa en cuya cima se acaba matando". Estas comillas no son de mujer. Son de hombre. De hombre contra el piropo. Bernat Escudero, vicepresidente de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE): "El piropo es una invasión del espacio personal de la mujer en un espacio público. Es androcéntrico. Es un machismo indirecto, escondido, buenista, suave, que parece que no daña... Es aquel que bajo el mensaje del amor romántico permite la invasión".
FOTOGRAFÍA: JAVIER BARBANCHO

Pero hay mujeres a las que les gusta... "Claro, es que hay mujeres machistas. El machismo no es genético, es una cultura", afirma Escudero. ¿Y qué siente un hombre cuando oye a otro piropear? "Yo,incomodidad, rabia e impotencia. Veo falta de respeto. A los hombres no nos piropean; nos preguntan la hora, pero no nos invaden".
Mujeres invadidas.Excepto algunas. O eso abandera la escritora Carmen Posadas, que habla del piropo como "una lisonja que alimenta el ego y le deja a una como nueva, una galantería que te alegra el día, un halago agradable, nada que ver con la falta de respeto, la bastez o el insulto".
La Premio Planeta de 1998 es crítica con lo que bautiza "la muerte del piropo en España". "Ya puede pasar ante un grupo de hombres Kate Moss en cuerpo glorioso que a ninguno de esos machos se les moverá un pelo. Aquí ya no se oye una linda palabra, ni siquiera una palabrota, como nos lanzaban los obreros desde los andamios".
Para Posadas, el responsable es "el afán de ser políticamente correctos, el miedo a ser tachado de machista". "Prohibir el piropo es un chiste comparado con lo que hay que hacer contra la violencia de género y las conductas machistas. En Cuba siguen regalando lisonjas y yo me llevé unas cuantas la última vez que estuve allí. Menos mal, ya pensaba que me había vuelto demasiado vieja para cosechar un ¡guapa! callejero".

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