El papel higiénico, un bien de lujo en un país en autorrescate permanente
Ir al
baño, acomodarse, desprenderse orgánicamente de que lo sobra es una
acción inmemorial. Pero limpiarse las zonas nobles con un papel suave,
con olores y colores, es un acto más bien moderno. No siempre fue tan
fácil Hace cincuenta años no era algo común en la España
de la postguerra, cuyos conciudadanos sufrieron la crudeza del uso
diario de utensilios más rústicos. Los que trabajaban en labores del
campo bien lo saben.
Los
que vivían en los pueblos y ciudades comenzaron con los ásperos papeles
con los que habían comprado en los mercados la carne o el pescado, el
azúcar y otros alimentos para aquellos días en los que no había
frigoríficos. En las casas acomodadas se tiraba del periódico, que se
cortaba en trocitos. Después, años más tarde, llegó El Elefante para industrializar el hábito hasta la aparición de los rollos de celulosa satinados que todos conocemos.
Me lo recordaba una señora italiana que vivió la II Guerra Mundial
y sus consecuencias para denunciar que este objeto tan común como es el
papel higiénico revelaba la decadencia de España. Y es que
recientemente la alcaldesa de Madrid, Ana Botella,
ordenó que en los polideportivos del municipio -que gestiona como premio
a su exitosa carrera política- no dispusieran de este producto tan
básico en unos lugares por donde pasan cientos de miles de personas
todos los días.
Un cartel colocado en las entradas de los centros ponía que “Desde
el día 23 de octubre de 2012 y hasta nuevo aviso la instalación no
dispone de papel higiénico por falta de suministro. Rogamos disculpen
las molestias”. La gente se cambia de ropa, se pone las
zapatillas, se prepara para la actividad deportiva, pero si antes, para
soltar lastre, quiere ir al excusado, se encuentra en esa difícil
situación que antes solo pasaba en los bares de copas a altas horas de
la madrugada y en los mesones malos de carreteras secundarias. Que no
tienes ese invento tan rudimentario para eliminar los restos
inorgánicos. ¿Con qué me limpio?
Ana Botella ordena no reponer el papel higiénico de los polideportivos de Madrid por falta de suministro


Así
está el país, que no tiene ni para papel higiénico, con unos ministros
que van mendigando el autorrescate a los grandes de la banca, a los
mismos que, con sus pésimos controles de riesgo, han pillado a millones
de avariciosos y a la par que ingenuos ciudadanos. Ahí está la
constitución de la Sareb o banco malo, cuyo capital se ha levantado pasando el cazo a los Botín, Fainé, Oliú y Ron, con la sana excepción de Paco González, que se niega a comulgar con partidos políticos sean del color que sean.
Todos ellos, en un acto patriótico, han vuelto a poner dinerito del
bolsillo de sus accionistas para quedar bien con el regulador. Un dinero
que, por cierto, niegan a las pymes y particulares que van a pedir un
crédito para invertir o generar empleo.
Ya lo hicieron en mayo cuando salieron en auxilio de las autonomías y ayuntamientos con el plan de proveedores (crédito de 8.000 millones). Lo iban a hacer con la financiación del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) a
través de Loterias, suspendido a última hora con otros 3.000 millones
del ala. Y lo tendrán que hacer en breve con las autopistas quebradas
cuyos dueños son los ACS, FCC, Ferrovial y OHL de turno. Un negocio con un agujero de 4.000 millones que pagaremos todos, once again.
Una fórmula hábil para evitar el verdadero rescate de la Unión Europea
al que se resiste Mariano Rajoy. Pero preocupante porque vuelve a poner
al Estado en manos de unos acreedores con mucho poder de influencia,
unos señores que algo habrán tenido que ver en la gestación de la mayor
crisis económica desde los tiempos de la postguerra.
Botín,
Fainé, Oliú, Ron y compañía financian la operación salvación del
Gobierno mientras cierran el grifo a las empresas y ciudadanos


Quizás es una forma de que purguen sus pecados, pero me da que el condolido ciudadano desea más bien ver a alguno de ellos de compañero de Díaz Ferrán en su nuevo piso de 10 metros cuadrados de Soto del Real.
Observan que les han dejado sin ahorros con esas preferentes, acciones,
cuotas participativas y productos similares mientras los expresidentes
de Caja Castilla-La Mancha, CAM, Cajasur, Novagalicia y Bankia
siguen paseando al aire libre tras haberse forrado como Dios manda.
Eso, lo de la cárcel, no ocurrirá, precisamente, porque los poderes
políticos y financieros están contaminados, con relaciones peligrosas
que en otros países se castigan sin remisión. Los favores en España no
son inocuos.
Porque
el españolito está demostrando una paciencia infinitivo. Está dispuesto
a llevar a sus hijos al colegio con mantas porque la administración no
abona la factura de la calefacción. A que los peques carguen con la
tartera y que paguen por calentarla en el microondas. Al REpago
de la sanidad, a costearse la ambulancia, a las subidas del IBI, a ver
sus calles repletas de basura porque el alcalde que gastó ingentes
dinero en perpetuarse en el sillón no cumple con la contrata, que a la
vez no paga las nóminas.
Pero
tener que ir al polideportivo con el rollito de papel higiénico en la
mochila por si aprietan los intestinos es una afrenta personal que
colma el aguante, especialmente cuando se ve al mismo tiempo que la citada alcaldesa posa en una revista femenina para hablar de su fantástico primer año de gobierno.
Un acto de incoherencia con la que está cayendo, de falta de higiene
mental, cuya parte positiva es que con ese papel, bien cortadito, te lo
puedes llevar al centro deportivo por si obliga el organismo.
Sean felices
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