¿HÉROE O VILLANO?

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domingo, junio 19, 2011

Ricardo Darín: «Estoy indignado, pero desde hace tiempo»


El carismático actor argentino vuelve a la cartelera con la comedia 'Un cuento chino'

-Cuando presentó Un cuento chino en Madrid habló del adocenamiento de la sociedad, de la necesidad de luchar contra el sistema. Se le ve indignado, acorde con el 15-M.

JOSÉ LUIS ROCA

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-¿Eso pareció? Bueno, estoy indignado, pero desde hace mucho tiempo. Hablando del 15-M, le diré que nunca me he hecho socio de ningún club porque puede que esté de acuerdo en un punto, pero no lo estaré en otros. A veces el hombre en masa pierde algo.

-Pero entiende la indignación colectiva.

-Claro. Y en muchos casos la comparto. Creo que el sistema es cada vez más perverso y cada menos investigable. Por ejemplo, los secretos de Estado. Yo no tengo secretos, cualquiera dándole a una tecla puede saber lo que yo pago a Hacienda. ¿Y por qué yo no puedo saber lo que un Estado se gasta en cultura, sanidad o defensa…? Mi amigo Fernando Trueba me decía que le llamaba la atención que tanta gente joven no se hubiera rebelado antes… Lo que sucede es que con las asociaciones nunca todos están de acuerdo al 100% en todo. Estos movimientos deben ser atendidos, escuchados y protegidos. Pero hay que hacerlo con calma y seriedad. Decía Borges que no nos podíamos comer a los caníbales. Si criticamos el canibalismo, no nos comamos a los caníbales.

-Su personaje en Un cuento chino es Roberto, un hombre indignado, y muy amargado, que un día se topa con un ciudadano chino desamparado al que no entiende ni media palabra.

-Comparto con Roberto ciertas obsesiones, pero él es más valiente que yo. Se encarga del chico chino porque sabe que necesita que alguien le eche una mano en este mundo tan duro. No sé si yo tendría tanta paciencia.

-Su personaje hace reír.

-Sí, pero no me considero un actor cómico. Ojalá lo fuera. Los admiro porque pueden hacer cualquier cosa. Eso sí, personalmente sí soy un payaso. Vivo haciendo payasadas y bolucedes todo el tiempo para que mis hijos y sus amigos se rían. Es un trauma que arrastro desde niño.

-Afirma usted que es el tipo con más suerte que conoce. ¿Solo es cuestión de suerte haberse convertido en el actor más dotado de su generación?

-Primero, no soy el actor más dotado de mi generación. Segundo, llegar hasta donde uno está no es cuestión solo de suerte. Uno tiene que participar y entonces comprobar que estás a la altura. Lo que pasa es que cuando yo hablo de suerte hablo de las oportunidades. Mejor dicho, de la falta de oportunidades. La gente no tiene ocasión de demostrar sus dones, su capacidad, su talento. Yo, sin embargo, siempre encontré gente que confió en mí mucho más que yo mismo. Eso es tener suerte. Mi madre es una gran actriz y mi padre también lo era y no lograron estabilidad nunca.

-Usted arrasa en Argentina. Y también en España, donde dice que nació por segunda vez. ¿Hollywood?

-Depende. Me han ofrecido un par de proyectos y tuve que decir que no. No sentía la vocación, el impulso. Tampoco tenía la garantía de que iba a hacer algo de lo que luego no me iba a arrepentir. Y, además, para los actores es fundamental trabajar en el idioma en el que uno piensa. Un argentino hablando inglés nunca va a dejar de ser un argentino hablando inglés. Eso me traba. Además, sinceramente, tampoco siento la necesidad de Hollywood. No tengo esa ambición. Para muchos es la meca, pero para mí no es la meca de nada.

-¿Y dirigir? Lo hizo con La señal, que, por cierto, le acarreó ciertos problemillas de salud…

-Dirigir, que lo he hecho mucho en teatro, es muy difícil. Todo el mundo te pregunta muchas cosas. Y tú eres el único que no sabe nada. Hay que estar muy preparado para tantas y tantas preguntas. Lo haré, sí. Dirigiré una película, pero cuando tenga una historia entre manos y la pueda contar de principio a fin aunque haya mil obstáculos.

-Volvamos a Un cuento chino. Es una comedia, eso está claro. Pero toca temas duros: inmigración, soledad…

-La película es un ejemplo de cómo conseguir dar un mensaje casi sin pretenderlo. Nuestro objetivo fue contar una historia pequeña, un cuento nada pretencioso. Tiene un mensajito de tolerancia, pero no lo subraya. El secreto de sus ojos terminó siendo un fresco de la historia de Argentina de los últimos 25 años, pero no lo pretendía. Era una historia de amor… Aquí ocurre algo parecido. Uno termina respirando una amable atmósfera de reconciliación. El filme es la historia de un hombre bloqueado emocionalmente que termina aprendiendo una lección de un joven chino al que no entiende ni una sola palabra. De todos podemos aprender.

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