¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, junio 16, 2011

No sólo los indignados pisan las líneas rojas

No pienso unirme al coro de vírgenes ofendidas por los recientes excesos de los indignados que, evidentemente, perjudican el espíritu de la revuelta urbana y no representan su sentir mayoritario. Ni todos los políticos son corruptos ni todos los indignados comparten las algaradas de ayer en Barcelona. Más bien pocos las aplauden.

El movimiento, legítimo, justo, espontáneo, pacífico, democrático, aunque todavía sin articular, a falta de liderazgo y referentes, engancha con esa ciudadanía que ve a la clase política como su tercera gran preocupación, después del paro y la crisis económica. Es gente de orden cargada de razón frente al narcisismo de sus representantes políticos. El exceso de unos pocos no nos autoriza a ponernos estupendos y denunciar un inexistente riesgo contra la democracia.

O cosas peores. La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha llegado a decir que los proyectos totalitarios empiezan con este tipo de algaradas (salvo error u omisión, el único totalitarismo que se consolidó en España comenzó con un golpe de Estado fallido). A este tipo de excesos, siquiera verbales, es a los que no me apunto. Sencillamente, porque no es razonable creer que se van a resentir las cuadernas del sistema porque un puñado de muchachos abucheen a los representantes democráticos en plena calle, cuando no todos lo merecen, o llamen corruptos a los políticos, cuando hay bastantes que no lo son.

Se habla de dos mil o tres mil las personas, jóvenes en su mayoría, que ayer perturbaron el funcionamiento del Parlament. Bueno, no es para tanto. Hace cuatro meses, unas 30.000 personas rodearon pacíficamente el Parlamento de Wisconsin, acamparon a las puertas del mismo y lo acabaron asaltando, en protesta contra un plan de recortes y medidas antisociales del Gobierno del Estado cuya votación lograron aplazar. Y a nadie se le ocurrió decir que estaba en peligro la Democracia americana, ni la del Estado en cuestión.

Aunque las rayas rojas de la democracia se pisan a diario, Mas sólo ha puesto el grito en el cielo solo cuando se ha sentido directamente concernido

¿Qué habría dicho el presidente de la Generalitat si hubiera ocurrido algo parecido en Barcelona? Aunque lo de ayer es una broma en comparación con lo ocurrido en la ciudad de Madison (Wisconsin), el president se ha puesto sentencioso. Dice que los indignados se han comportado con indignidad. Muy fina tiene la piel Artur Mas, al que no le habíamos oído decir ni media palabra contra los concejales de la antigua Batasuna, cuya vigente condición de clase política convencional no les impidió abuchear, acosar, insultar y amenazar al joven concejal del PP, Carlos García, cuando mencionó el nombre de Miguel Angel Blanco, vilmente asesinado por ETA en 1997.

Lo que le hicieron a Carlos García en Elorrio sí que es indigno y sí que desborda ampliamente la raya roja de la democracia y de la condición humana. No digo que Mas lo apruebe. Lo que digo es que, aunque las rayas rojas de la democracia se pisan a diario, él sólo ha puesto el grito en el cielo solo cuando se ha sentido directamente concernido, como uno de los políticos catalanes que ayer recibieron la desapacible visita de los alborotadores en el Parlament (Ciutadella) y la Generalitat (plaza Sant Jaume). Fue entonces cuando el presidente de la Generalitat descubrió que estos dos o tres mil personas con aversión a la clase política instalada “han traspasado las líneas rojas”, con expresa amenaza de utilizar la fuerza -legal, se supone- contra ellos.

Por similares situaciones han pasado en los últimos días el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; el ex presidente de la Comunidad Valenciana, Joan Lerma; el líder de Izquierda Unida, Cayo Lara; la ex consejera de Gobernación de Cataluña, Montserrat Tura, y otros, con mucha más capacidad de encaje. No sólo por comparación con Artur Mas, sino con todos los políticos que, con unos u otros matices, sacan los pies del tiesto nota. Sosiéguense y tomen nota, que esto no va a parar aquí. ¿O creen que van a resolverlo con cargas policiales en nombre del mantenimiento del orden público? Supongo que a estas alturas ya habrán descubierto que no es precisamente una cuestión de orden público.

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