¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

sábado, abril 26, 2014

DAAAALE NEGRO PIROPEAME QUE ME GUSTA

Piropos

Mauricio y la violencia de todos los días

La cuestión del piropo refiere a la primera lucha, a la lucha de reconocimiento de las cosas reales por las que pasan las mujeres, a un momento de resignificación de los axiomas históricos, al entendimiento sincero, que siempre se ve perjudicado por la premisa que sostiene Macri y que puede expandirse hacia el imaginario colectivo: “No le creo a ninguna mujer”.

Una no quiere volverse repetitiva, pero Mauricio Macri realmente puede conducir a lo peor de cada una de nosotras ¿verdad? Todos estamos al tanto ya de que hace unos días en un programa de radio Macri sentenció sin vergüenza que no le cree a ninguna mujer que diga sentirse incómoda ante los comentarios sexuales de un desconocido sobre, por ejemplo, “su culo”.

Sí, el jefe de gobierno dijo “culo”. Si bien al otro día pidió disculpas, lo hizo de la manera que solo Mauricio Macri  puede hacerlo: trastabillando, desdiciéndose y volviendo a decir, oscureciendo mientras blanquea y aclarando que él hablaba de gestos galantes,  dado que él es tan maravillosamente propenso a las galanterías, y que de hecho solo está pidiendo disculpas porque se lo había pedido su hija, un genio.
Me interesa destacar, sin embargo, no la pavada de que Mauricio Macri piense lo que el 90% de la sociedad piensa sobre los piropos, sino el hecho de que un funcionario haga explícita la frase que tanto me temía fuera verdad: "No le creo a ninguna mujer".

En esto descansa la absoluta certeza de que las mujeres somos una minoría oprimida, que siempre debe estar explicando, argumentando, jurando y perjurando que vivimos en la desigualdad y en la injusticia.  La verdadera dificultad de la mujer es que, antes de lograr justicia, debe convencer a la sociedad de que vive en la injusticia. Incluso,  tenemos que luchar con esta horrible paradoja, en muchos casos, de tener a nuestra propia familia en contra. Una paradoja siniestra, como si tuviéramos que convencer a un judío de no ser nazi .

Las mujeres entonces nos desenvolvemos en un doble esfuerzo, en una doble lucha: la primera, la de pedir que seamos reconocidas en nuestra desigualdad, la de exigir que se visibilice que no vivimos en las mismas condiciones de seguridad y legalidad que los varones, para luego poder de manera digna, sin ser ridiculizada, exigir equidad de derechos como una segunda lucha. 

En los últimos dos años se ha puesto en la agenda la cuestión del “piropo”, lo que ha llevado a muchas personas a ridiculizar a cualquier mujer que siquiera se anime a reclamar “che, me siento medio mal cuando tengo que pasar por en frente de un grupo de tipos porque sé que me van a mirar la vagina, aunque esté caminando adentro de un traje del sapo pepe”.

La politologa Micaela Libson expresó en una serie de tweets una persepctiva sobre el debate de los piropos que me parece fundamental. Libson considera al debate infructuoso y nulo dado lo inasible de aquella creatividad/ritual callejero que la excede. Ella se extiende sobre la experiencia de lo cotidiano comparando a los modernos colegios progres con la vieja escuela pública, donde todos convivían en una diversidad estigmatizante : “el negro de mierda, el gordito puto, la judía amarreta. Todo eso estaba. Pero estaba a flor de piel, en vivo.”

Libson sostiene que la experiencia se mueve en otros códigos y que por tanto  “no existe violencia capaz de ser erradicada a partir de un Estado que prohíbe. Y que prohíbe algo que está ahí, en un límite muy fino, entre lo que gusta, y lo que no gusta.”

La dificultad en el debate sobre los piropos es esa: a algunas mujeres les gusta (y es completamente válido) y a otras mujeres no.  Para mí, el debate sobre el piropo forma parte de la primera lucha. No se trata de la inocente pretension de creer que dejará de suceder, sino sobre la ilusion de que simplemente se entienda que algunas mujeres odiamos el piropo, odiamos el formar parte del cliché de que porque soy mujer disfruto de que me digas que estoy buena y me querés coger.

El debate sobre el piropo para mi es solamente poner sobre el tapete la realidad de que un piropo jode, como jode “negro de mierda, gordito puto, judía amarreta”. Nadie se murió por ser llamado negro de mierda, pero todos sabemos que es horrible escuchar eso.

Ninguna mujer se va a morir porque le digan “que hermoso culo que tenés para rompertelo todo” pero ni el jefe de gobierno ni el 90% de la sociedad entienden que está mal.  Y aquello que todos sabemos que está mal tiene que ver con que es real que muchos se murieron cagados a palos por ser negros, gorditos, putos o judios y a muchas mujeres las violentaron realmente y las mataron por ser mujeres.

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