¿HÉROE O VILLANO?

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domingo, marzo 24, 2013

LOS ARGENTINOS SIGUEN MATANDO INDIOS

ANIVERSARIO | Día Nacional de la Memoria

De genocidios y saqueos: La otra memoria argentina

Manifestación de los pueblos originarios.Manifestación de los pueblos originarios.| El Mundo
  • El Estado argentino, desmemoriado ante otro genocidio más largo en el tiempo
El 24 de marzo de 1976, los militares protagonizaron un golpe de Estado que depuso al gobierno de María Estela Martínez de Perón para instaurar el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional, una truculenta dictadura que en siete años mató y torturó a miles de opositores al régimen. En 2002, el Congreso de la Nación argentina creó el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, a fin de recordar a las 30.000 víctimas de aquel genocidio por motivos políticos. Un acto simbólico que se celebra cada año, mientras varias causas judiciales sientan en el banquillo de los acusados a los represores de aquel régimen macabro.
Sin embargo, el Estado argentino permanece desmemoriado respecto de otro genocidio mucho más prolongado en el tiempo: el de los pueblos originarios, que a día de hoy no han recibido reparación alguna por los crímenes cometidos contra ellos por parte del Estado argentino en sus dos siglos de independencia.
A día de hoy, los billetes de cien pesos ostentan la imagen de Julio Argentino Roca, el artífice de la sanguinaria Campaña del Desierto, el avance sobre la región del Chaco y otras campañas militares que, a fines del siglo XIX, arrebataron a los pueblos aborígenes sus tierras y exterminaron a buena parte de su población. Tanto Roca como el resto de militares que culminaron con éxito aquellas batallas mantienen su estatus de héroes de la patria, con calles dedicadas, estatuas ecuestres y solemnes lápidas en el turístico cementerio de Recoleta.
Los billetes de cien pesos llevan la imagen de Julio Argentino Roca, artífice de la sanguinaria Campaña del Desierto
Poco se ha escrito, por ejemplo, de la isla Martín García, ubicada junto al Río de la Plata, que a fines del siglo XIX se convirtió en un inmenso campo de concentración. Por allí pasaron, entre 1872 y 1886, no menos de 3.000 personas. Sólo en 1879 fueron apresados -y bautizados- 825 indígenas. Pero la isla Martín García fue sólo uno de los muchos campos de concentración que surgieron en todo el país: un estudio de la Universidad de Buenos Aires (UBA) cifró aquella barbarie en 30.000 desaparecidos. Los mismos que las estimaciones más citadas calculan para la represión de la dictadura militar.
Así lo documenta el periodista Darío Aranda en su libro 'Argentina originaria. Genocidios, saqueos y resistencias', una de las pocas investigaciones en profundidad sobre lo que la antropóloga Diana Lenton llamó el "pecado original" de la fundación del Estado argentino: expropiación, saqueo, exterminio de muchos y sometimiento de otros.
Los supervivientes eran obligados a trabajar como esclavos en las plantaciones de caña de azúcar y los algodonales; a otros se los enrolaba en el Ejército; los niños y mujeres se repartían entre las familias pudientes de Buenos Aires que así lo requerían, para trabajar en el servicio doméstico. "Fue claramente un mecanismo de control social enmarcado en un proceso mucho mayor: el del genocidio", relata un investigador de la Red de Estudios sobre Genocidio.

El mito del 'crisol de razas'

Un siglo y medio después, los pueblos indígenas siguen fuera de la agenda de los grandes medios de comunicación. "Se oscila entre la negación del tema ("en Argentina no hay indígenas") y mostrarlos como el pasado salvaje" o el "hecho folclórico", argumenta Aranda. El Estado construyó un discurso de negación de la realidad indígena del país a partir del mito del "crisol de razas" que permitió el sometimiento de las poblaciones aborígenes, desde los mapuches a los qom, los wichis o los pilagá.
El avance sobre los pueblos indígenas continúa hoy con los procesos de acaparamiento de tierras
Nunca existió voluntad política de recordar y reparar aquellos crímenes, como sí se hizo con los de la dictadura de los años 70, porque "nunca cayó el régimen que implementó las campañas militares de fines del siglo XIX", como explica el historiador Walter Delrío. Así que el avance sobre los pueblos indígenas continúa hoy, con renovado vigor, al calor del avance de la soja y de los megaproyectos mineros.
De hecho, la FAO alertó en un informe de 2011 que en Argentina, como también en Brasil, se está produciendo un proceso de acaparamiento de tierras, caracterizado por las adquisiciones de tierra a gran escala por parte de multinacionales y terratenientes que extienden sus propiedades a costa de las tierras ancestrales de los pueblos indígenas, que, hoy como ayer, carecen de títulos de propiedad.
Ellos resisten. Llevan 500 años resistiendo. La tierra está en el eje de su lucha. Así lo expresa el líder de la comunidad Qom de Formosa, Félix Díaz: "La tierra nos sostiene. Es la base no sólo de nuestros recursos materiales, sino también culturales y espirituales. Sin la tierra, la comunidad se debilita; el pueblo termina muriendo".

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