El salario es mi patrimonio
Y ¿dónde quedan los Tratados y la garantía para los depósitos de
menos de 100.000 euros en toda la Unión? Esto es el principio del fin
de la UE, a nos ser que Merkel imite a su paisano el del Vaticano.
Comprendo su alarma (y santa indignación) por el impuesto a los depósitos. Ahora bien, ¿crímenes contra la humanidad?
Estoy en contra de gravar los depósitos, sobre todo de pequeños
ahorradores e incluso aunque sean chipriotas. Dicho esto, a menudo me
pregunto por qué le tenemos tanto respeto al dinero. O en otras
palabras: ¿cuál es la diferencia entre imponer un impuesto al dinero que
tienes ahorrado y subirte el IRPF? ¿Qué es más criminal: un corralito o
cinco millones de parados?
Incluso
este periódico habla de “confiscación”, como si el dinero fuera una
propiedad sagrada y el salario, en cambio, no fuera más que algo que un
empresario o el Estado te dan graciosamente y por tanto te pueden
reducir, gravar o confiscar cuando les dé gana.
¿Es que nuestro salario no nos pertenece tanto como nuestros ahorros?
¿No hay, al llevarse las manos a la cabeza por lo de Chipre, un respeto
reverencial hacia la propiedad y una visión clasista del salario, como
si en realidad le perteneciera a la empresa y no al trabajador?
¿Nos escandaliza un impuesto de más o menos un 10% sobre los depósitos, pero nos quedamos tan campantes con un IRPF del 21%?
Sobre nuestros salarios, al parecer, tenemos una mentalidad de siervos:
todavía tendremos que dar las gracias por que nos paguen. Como si en
realidad no remuneraran nuestro trabajo, sino que fueran fruto de la
filantropía empresarial: una simple propina que nos dan si quieren y
porque sólo piensan sin parar en nuestro bienestar.
O
quizá para que podamos gastarlo en la cantina y el economato de la
fábrica, que (mira qué casualidad) también es propiedad del mismo
empresario.
El sueldo es de la empresa y en cambio un
dinero en el banco, eso sí es propiedad privada, un patrimonio
intocable. Y la propiedad es sagrada, ¿verdad?
Bueno,
basta recordar que aún nos sometemos a llamar paga “extraordinaria” a
una parte de nuestro sueldo bruto anual, como si fuera un aguinaldo. A
los funcionarios no les quitan el simpático aguinaldo de Navidad: les
reducen el sueldo.
¿De verdad somos tan sumisos?
Repito, creo que no debemos aceptar, ni siquiera en Chipre, impuestos
añadidos sobre los depósitos de menor cuantía. Pero siempre que nos
neguemos con la misma indignación a aceptar subidas del IRPF y el IVA,
reducciones salariales, pérdida de poder adquisitivo y recortes de
plantilla, entre otros "crímenes contra la humanidad".
Nuestro salario es igual de sagrado que los ahorros de cualquiera: es
propiedad nuestra, no de la empresa, es nuestro patrimonio. El único que
tenemos.
¿Por qué íbamos a tratar mejor a los propietarios de dinero que a los asalariados, que sólo son propietarios de su sueldo?
Estoy en contra de ambas cosas, repito, en primer lugar, porque son innecesarias.
Al fin y al cabo sirven sólo para “inyectar” dinero a los bancos. No
deberíamos poner un duro más en los bancos, que encima han frenado la
concesión de créditos.
¿Que se hunden? Pues benditos sean.
¿Que se hunde la economía? Eso no es verdad. Se hunde esta economía
capitalista, de lo cual ya va siendo hora. Y bendita sea también.
La crisis no es crisis, es la forma de crecimiento económico que atravesamos ahora.
El beneficio empresarial, en comparación con los salarios, apenas ha
notado la crisis. Por primera vez en la historia, según el INE, las
rentas empresariales han superado a las salariales. Los beneficios de
las empresas (que es lo que en su mayor parte compone la renta del
capital) ya son mayores en la Contabilidad Nacional que los salarios de
los trabajadores. Y cómo no, si en el último año la remuneración de los
asalariados sólo ha crecido en conjunto un 1,1%, mientras que las rentas
empresariales han crecido un 6,6%.
Que no lloren,
que no nos lo creemos. Puede que tengan menos beneficios, pero no
pérdidas. Según explican Marta Tur y Vicenç Navarro, entre 2007 y 2010,
por ejemplo, sólo tres empresas del IBEX-35 tuvieron pérdidas (que
recuperaron al año siguiente). En el mismo periodo, los parados pasaron
de 1.800.000 a más de cuatro millones.
La crisis,
por tanto, forma parte del sistema económico, beneficia a las empresas
(y no digamos a los bancos) a costa de los trabajadores y tiene la
ventaja adicional de ser una herramienta didáctica: nos pone en nuestro
sitio, con empleos precarios y mal pagados, con sometimiento a los
jefes, con miedo, de rodillas, donde nos quieren ver y no, como ellos
dicen, “por encima de nuestras posibilidades”.
En resumen: ni un céntimo de euro a los bancos y ni un impuesto sobre los salarios.
Si tan necesario es para el euro o para esa eucaristía europea,
entonces impuestos a las empresas, que no han hecho el mismo sacrificio
que los asalariados.
Con todo, el verdadero problema es el capitalismo: la explotación de la mayoría por unos pocos.
El problema de nuestra economía no es que las empresas no puedan
invertir, con su habitual filantropía, para crear empleo y riqueza para
todos.
El problema es que los salarios son muy bajos,
y cada vez más. Y además, en España, tenemos los salarios más
desiguales o la mayor “dispersión salarial”, es decir, donde más
diferencia hay entre los sueldos altos y los medios o bajos.
El problema es la desigualdad y la explotación.
El que piense que la solución es ayudar a los bancos y a las empresas, que levante la mano.
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