¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

martes, marzo 05, 2013

Continuidad, abdicación o República


Pese a que los grandes medios y grandes partidos siguen cerrando filas en torno a la figura de Juan Carlos de Borbón, la idea de una abdicación en favor de su hijo Felipe ha ganado fuerza en el debate público. Para los defensores de un sistema republicano, sin embargo, ninguna de las soluciones resulta viable.

Monarqui_a2
Juan Carlos de Borbón y Sofía junto al heredero, Felipe. (Dani POZO/AFP) 
 
El CIS no pregunta a los ciudadanos sobre la imagen de la Casa Real desde octubre de 2011, cuando suspendió por primera vez.
El pasado 29 de enero, tres días antes de cumplir los 75 años, la reina Beatriz de Holanda comunicó, por medio de un comunicado audiovisual, que decidía abdicar y dejar el trono de su país a su hijo Guillermo, de 45 años, ya que, según aseguró, es el «momento de una nueva generación». Dos semanas más tarde, el 11 de febrero, Benedicto XVI renunciaba al Papado de Roma –la primera vez en seis siglos que sucede algo así– alegando «falta de fuerzas» a sus 85 años.
Tribuneros y tertulianos de todo tipo alabaron en el Estado español la loable decisión de quien renuncia a su cargo al considerar que ya no puede ejercerlo. Pero en casa del herrero, cuchara de palo. Los mismos que ensalzaban la decisión de Beatriz y de Ratzinger quisieron descartar rápidamente cualquier paralelismo con el caso de Juan Carlos de Borbón, en un momento en el que los escándalos que rodean a la Casa Real y la debilitada salud del monarca parecían hacer viable una abdicación en favor de Felipe de Borbón.
Uno de los primeros que se lanzó a la piscina fue el primer secretario del PSC, Pere Navarro, que la semana pasada pidió la abdicación. Era la primera vez que alguien, desde alguno de los dos partidos que ha dominado el Estado español en los últimos 35 años, cuestionaba públicamente la figura del rey. Pese a que Navarro no criticó en ningún momento al monarca ni a la institución, las reacciones no tardaron en llegar y algunas de las más beligerantes provinieron de sus socios del otrora republicano PSOE. Entre ellas destaca la de Alfonso Guerra, que declaró: «No me siento representado en nada por Navarro».
Para los defensores de un sistema republicano, sin embargo, la abdicación supone poco más que una estrategia para, en el fondo, salvar y perpetuar a la monarquía. Pero sólo Izquierda Unida o formaciones que no responden a una lógica estatal, como Amaiur y ERC en el Congreso de los diputados, se han cuestionado el fondo de la cuestión: la utilidad de un sistema monárquico en pleno siglo XXI.
A la par, aunque con menos ruido que los idólatras monárquicos, se empiezan a oír voces que apuestan por un sistema republicano, no tanto por una cuestión sentimental, que también, sino por pura práctica y eficiencia, ya que se esfuerzan por demostrar el lastre que supone tener en la jefatura del Estado a un cargo hereditario. Uno de ellos es el economista Vicenç Navarro, que en un artículo escribía que «hay una relación clara entre la enorme crisis económica, financiera y política del país y el dominio del establishment conservador sobre los aparatos del Estado, liderado por el monarca».
¿Y de todo esto que opina la sociedad? Más allá de manifestaciones, siempre se suele decir que, en una democracia, los ciudadanos ejercen su poder votando en las elecciones, sin embargo, la monarquía nunca ha pasado por las urnas. Otro de los instrumentos, más dudoso, para conocer la opinión de la sociedad son las encuestas, pero he aquí la sorpresa: el Centro de Investigaciones Sociológicas no pregunta sobre la imagen que los ciudadanos tienen de la Casa Real desde que, en octubre de 2011, la monarquía suspendió por primera vez en la evaluación de los encuestados.





¡Qué bien esconde España su pobreza!

Emilio Silva |
 
  Fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica

Programas de televisión, intelectuales, políticos, representantes de movimientos sociales… desgranan en los últimos tiempos las causas y consecuencias de la crisis. Es un ejercicio necesario para generar identidad, para distribuir información, para reafirmar valores, pero tiene una parte de rueda de hamster en la que no se deja de recorrer ese camino por la incapacidad de imaginar, articular y construir otro. El verdadero reto que tiene la sociedad es cómo quitarle a la economía especulativa el poder político y entregárselo al pueblo (véase el título de este blog).
En la novela Misericordia (1897), de Benito Pérez Galdós, la criada de una familia burguesa empobrecida, Benina, pide dinero a la puerta de una iglesia para que su “señora” no pase penurias y pueda fingir que su derrumbe económico no es tal. Por su parte, doña Francisca, su ama, hace todo lo posible por seguir aparentando una buena posición social y mantener su tren de vida porque su orgullo le arrastra a una espiral de empobrecimiento y ella parece temer más que a la pobreza al ¡qué dirán!
En los últimos meses he tenido noticia de varios periodistas extranjeros que viajaban a nuestro país para cubrir reportajes acerca de la miseria. Su idea, antes de llegar, era que encontrarían en el centro de ciudades como Madrid o Barcelona miles de familias viviendo en la calle, desahuciadas, sin coberturas sociales. Pero la realidad es que la pobreza se esconde, se calla, se sufre en silencio, con vergüenza, se susurra, calla.
La realidad, que tiene que ver con una estructura cultural, es que la pobreza se esconde. Y en esos momentos eso parece pesar más que la posibilidad o la necesidad de plantearle un conflicto al poder.
¿Cómo es posible un silencio tan ordenado de millones de jóvenes que van a vivir muchos años ajenos al mercado laboral? ¿Dónde está el rugido de las miles de familias que tienen a todos sus miembros en paro y sin cobrar un subsidio mínimo?
Parte del problema para cambiar el modelo de sociedad que nos ha traído hasta aquí y que ha dejado de prometer bienestar es lograr que quienes padecen esa situación social consideren que su principal conflicto son las causas de esa pobreza. Parte del problema tiene que ver con el significado que tiene para los individuos la palabra ciudadano o ciudadana. Parte del problema está en que esa ciudadanía sea consciente de que tiene derechos y rompa con el molde cultural que coopera con los causantes de la crisis.
Esa realidad ha nacido bien programada, con cantantes de éxito que viven musicalmente ajenos a la realidad social, con futbolistas que visitan plantas infantiles de hospitales, con telemaratones que venden el ejercicio de derechos como algo arbitrario, casual, un golpe de suerte propiciado por un famoso que contesta a la llamada telefónica de alguien que quiere echar una mano. Tiene que ver con un cambio cultural en los años ochenta y noventa en el que Mario Conde se convirtió en un modelo a seguir; quiero un hijo que estudie económicas y tenga éxito en los negocios; también con la pérdida de valor social de la cultura, de la literatura, con la falta de referentes intelectuales, con el gasto en canapés que tuvo el Ministerio de Cultura en esas “´felices” décadas; con el uso político del referente en el pasado reciente de la movida madrileña, que disfrazó a una sociedad que continuaba teniendo la estructura social del franquismo de algo moderno y con el pelo de colores; con los esfuerzos dedicados a la conquista del poder político que no fueron a la transformación social; con la llegada de las televisiones privadas que iban a mejorar la calidad, con la impunidad sellada en la Ley de Amnistía de 1977 y convertida en un hábito para los poderosos….
Así se esconde la pobreza, la injusticia, sustituida en los telediarios por miles de reportajes de sucesos, de crímenes, de violencia que agita el miedo.
Por eso es necesario que la pobreza y las demás consecuencias de la crisis, cambien su significado para quienes padecen este derrumbe de la opulencia, quienes pueden vivir una década sin conocer el mercado laboral, quienes no van a tener para sus hijos un profesor de apoyo para mejorar sus expectativas de movilidad social y de progreso personal. Será muy difícil orientar el mercado hacia el bienestar colectivo si esos sectores sociales no toman conciencia de que es la política la que debe tumbar esta ley del más fuerte, la política en sentido amplio.
Mientras eso no ocurra, mientras el dolor social de la crisis no grite bien alto, será difícil construir una sociedad del bienestar y seguiremos gobernados por la misericordia.

.

No hay comentarios.: