
Por Laura Lacaze – Desde Porto Alegre
El nombramiento de Joaquim Levy en el Ministerio de
Economía resulta llamativo y ha despertado más de una polémica al
interior del Partido de los Trabajadores (PT). Si bien es cierto que
Levy ya formó parte de la gestión del PT, durante la presidencia de
Lula, lo hizo desde un lugar sensiblemente diferente como secretario del
Tesoro.
Simbólicamente el cambio es fuerte. El Ministro
saliente, Guido Mantega, es un cuadro del PT (asesor económico de Lula
desde el año 1993), formado como Doctor en sociología del desarrollo por
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de San Pablo, con
especialización realizada en la universidad inglesa Sussex. El entrante
se doctoró en Economía en la Universidad de Chicago en 1992, cuna del
neoliberalismo. Ese mismo año ingresó al FMI, institución en la que
ocupó diversos cargos hasta el año 1999 cuando tuvo un paso fugaz por el
Banco Central Europeo.
Luego de pasar toda la década de los 90s ejerciendo
en instituciones financieras internacionales, que se consolidaron
durante esos años como puntas de lanza para la imposición de políticas
del más rancio neoliberalismo en nuestro continente, fue nombrado en el
equipo económico de los últimos años de Fernando Henrique Cardoso (como
Secretario Adjunto de Política Económica primero y como Economista Jefe
del Ministerio de Planificación y Presupuesto después).
Al asumir Lula, este funcionario permaneció durante
algunos años como subordinado al entonces Ministro Palocci el cual
renunció en 2006 en medio de denuncias de corrupción. En este entonces,
Levy retornó a las instituciones financieras internacionales, como
funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para pasar
luego a ser Secretario de Hacienda del Estado de Río de Janeiro de
Sérgio Cabral del PMDB, partido del vice presidente Tremer. Culminado
este derrotero, desde el 2013 Levy presidió la banca de inversión del
Banco Bradesco y se constituyó en asesor de Aécio Neves (PSDB),
candidato que perdió en segunda vuelta con la actual presidenta en
octubre último.
No se trata de meros simbolismos
Los últimos escritos del nuevo Ministro, no resultan
demasiado sorprendentes teniendo en cuenta su historia profesional. El
diagnóstico que hace de la actualidad brasilera se fundamenta en la
visión de que se trata de una economía con bajo crecimiento y de una
inflación por sobre los niveles “deseables” (6,5%) y sus principales
propuestas están vinculadas a dar señales a los mercados de manera de
atraer flujos de inversiones (nada nuevo bajo el sol).
La moderación del gasto corriente (expresión que
suele emplearse como eufemismo de recorte), constituye uno de los
elementos clave en su programa. Así, Levy advirtió que el Gasto Público,
cuyo crecimiento viene siendo impulsado por las partidas de la
Seguridad Social y de los Programas Sociales, tiene una dinámica que
puede derivar en una asfixia tributara por lo que resulta necesario
intervenir sobre el mismo a fin de evitarla y aumentar la tasa de
crecimiento sustentable de la economía.
Es decir, un discurso coincidente con el que los
representantes del sector financiero están enarbolando por todos los
medios a su disposición, principalmente a través de los de comunicación.
En este sentido, leer las conclusiones y propuestas de Levy recuerdan
fuertemente las palabras de la periodista de la Cadena Record, en la
primera entrevista dada por la Presidenta Dilma Rousseff el día
posterior a su reelección, quien le “preguntó” (en tono de afirmación)
si el mensaje para el “brasileño común” no debería ser que el 2015
sería un año en el que el consumo bajaría y que las tasas de interés
aumentarían, al tiempo que le “preguntaba” (en tono de reclamo) cuáles
serían las medidas destinadas a enviar un mensaje de tranquilidad al
mercado financiero. En ese momento, la periodista llego incluso a
sugerir como nuevo Ministro de Economía al actual Presidente del Grupo
Bradesco (del cual dependía Levy).
Lo cierto es que la interna económica al interior del
Gobierno del PT es fuerte y de larga data. Buena parte de a década
pasada, la evolución de la economía brasileña estuvo signada por el
incremento de los precios de los commodities por lo que experimentó, al
igual que muchos otros países de la región, un fuerte crecimiento de
los ingresos por exportaciones. Adicionalmente, y en especial a partir
del estallido de la crisis internacional en 2008 Brasil se constituyó en
receptor de una parte de los capitales ociosos que huyeron de los
países centrales en ingresaron a ese país beneficiándose de elevadas
tasas de rendimiento dólares. Tan sólo en el bienio 2008-2009 a Brasil
ingresaron casi USD 114.000 millones de inversiones de corto plazo,
monto similar al registrado durante los seis años que siguieron a la
implantación del Plan Real.
Esto derivó en un proceso de progresiva apreciación
del Real, cuya perduración en el tiempo terminó por afectar el
desempeño de la industria en ese país, en particular el de las
producciones con mano de obra intensivas que cayeron bajo la presión
competitiva asiática, presionando sobre la evolución de la actividad
económica y, en conjunto con otros factores, sobre el saldo comercial.
Así, el menor crecimiento de las exportaciones, en conjunto con menores
ingresos de capitales y un sostenido incremento de las importaciones
llevó a que en 2013 Brasil registrara un déficit de Balanza de Pagos de
casi USD 6.000 Millones, el primer resultado negativo luego de 12 años
ininterrumpidos de superávit.
La discusión actual tiene que ver con ese proceso.
Mientras que los últimos dos años del primer mandato de Dilma se
ensayaron diversas propuestas vinculadas al apoyo de esas actividades
industriales orientadas a revertir la situación anteriormente
mencionada, que supusieron, obviamente, transferencias de recursos por
parte del Estado, el discurso que encarna Levy sostiene que la coyuntura
actual requiere orientar la política económica a la atracción de
capitales extranjeros.
Así, Joaquim Levy apodado “manos de tijera” parece
tener a la reducción del gasto público como principal propuesta de
política económica, lo que explica por qué los rumores sobre su
nombramiento, durante las últimas dos semanas, generaron toda clase de
apoyo por parte de los “mercados”, desde subas del Bovespa, hasta
editoriales elogiosas en los diversos medios de comunicación brasileños.
Lógicamente, no puede pensarse que su nombramiento implique que vaya a
llevar adelante un programa de estas características sin resistencia al
interior del PT, pero lo cierto es que se trata de un dato al menos
preocupante para el devenir de Brasil y de la región en general.
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