¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

miércoles, marzo 02, 2011

EL MEJOR PINTOR DE AMERICA,Carlos Alonso



El artista Carlos Alonso festejó su cumpleaños con una muestra
Entre promesas y sueños cumplidos, el “pintor necesario” volvió a Tunuyán, su pueblo natal, el día que cumplió 82 años. Hubo arte, color y abrazo con amigos.

Por Graciela Distéfano*

Cuando llegamos, calurosa tarde de verano mendocino, la sala bautizada “Carlos Alonso” del Centro Congresos y Exposiciones de Tunuyán, ya estaba colmada de las autoridades del pueblo: el intendente Ginart y el director de Cultura, y artistas y el Gabinete de Cultura, con el secretario profesor Ricardo Scollo a la cabeza, venidas de la capital de la provincia. Un grupo humano donde la mayoría se conoce y otros encuentran la posibilidad del reencuentro. Abrazos, música y algarabía. Todo es fiesta. Nos enteramos: el día anterior Carlos Alonso, “el pintor necesario”, cumplió 82 años. En vez de soplar velas, colgó una muestra.

Una emoción visible transmite el rostro curtido del hombrón que se apoya en un bastón y que entra escudado por su núcleo familiar: su esposa Teresa y sus hijos Mercedes y Pablo. Debe estar acostumbrado a los homenajes, a la admiración, a los cumplidos y a las distinciones, ¿cómo no? Pero esta es distinta, es la del pago chico, la mejor querencia (y te resuenan los Ábalos y sus nostalgias) que homenajea a un hijo dilecto. “Ciudadano ilustre”, la distinción que refleja la condición de pertenencia e identidad a una comunidad y que es también una especie de afectuoso recordatorio: naciste acá, no te olvides, no nos olvides. También porque la notoriedad, la gloria, la fama conquistada es una adherencia pero se difumina en el país: Carlos Alonso, artista argentino, dicen las crónicas internacionales. Y los comprovincianos sentimos que avanzamos un paso gigante y que por otro lado su identidad lugareña se diluye. Tal vez sólo (¿?) te dio la vida, te vio nacer, y cosechaste sinsabores que querrás olvidar. He aquí la potencia simbólica de este acto: genera una particular memoria en el contexto de origen. Y nos recuerda como en todas las narrativas míticas el circuito del héroe: la partida, el viaje, las pruebas (¡vaya si las hubo!) y el regreso, con la promesa de venir a pintar la aldea.

Humano demasiado humano: la sorpresa del paisaje. Tal vez esto sea una cuestión personal, creí que estaba preparada para la conmoción que siempre significa Carlos Alonso. Pero no, una vez más me atacó la sorpresa. No sé por qué razón, no esperaba encontrarme ¡con paisajes! , perdón: paisajes, un autorretrato y una vista de su mesa de trabajo, de su taller. Avaro de su tiempo y renuente a las entrevistas, rodeado de su escudería fue la curadora del espacio, la profesora Victoria Barbero, quien con generosidad compartió su experiencia. Desde el título evidencia el orgullo lugareño: “Carlos Alonso, en su tierra natal, Tunuyán”, nada más obvio, de eso se trataba.

Diez grandes lienzos, cuadrados de 1,50 x 1,50 m, pintados al acrílico, dicen “este soy yo”, un acercamiento a la cotidianeidad, estableció el puente comunicativo necesario: “El valle” (1 y 2); “Molinos” (1 y 2); “Pimientos al sol”; “Cañadón”; “El murallón”; “Paisaje”; “ Mesa de trabajo” y “Autorretrato”. Literalidad y figuración: fue lo elegido por el pintor para conquistar un nuevo público, el de los afectos. “Yo siento la necesidad de producir constantemente aperturas para que más gente tenga mayor acceso a la pintura. Pero es simplemente una inquietud personal, porque comprendo que falta bastante tiempo real para que la gente tenga ganas, alegría y cierto conocimiento para ir a ver un cuadro y no se le ocurra que está frente a un jeroglífico.” Esta declaración recogida por Diana Wechsler en un viejo artículo, tiene una sorprendente vigencia.

Y esas largas pinceladas, en las que una y otra vez se deleitó la curadora, retrataban sin más el prodigio del poder de síntesis, de la capacidad expresiva del artista evaluado por los más renombrados críticos. Desde aquel “artista honesto” que describiera Marta Traba en los ’60 hasta la actualidad, los elogios han recorrido los más diversos medios, se han multiplicado subrayando la significación social de su intensa humanidad. Y aquí, en la aparente simplicidad del paisaje, se vuelve a plantear el documento humano: la naturaleza transformada, el rastro, la huella del trabajo del hombre plasmada en una iglesia o un caserío, en una plantación o en un viejo molino.

“Después de haber expuesto en los más grandes museos del país y el mundo, es la primera vez que expone en Tunuyán. Se lo debía a sí mismo: exponer en su pueblo”, comenta Regina (Pupi) Agüero, la directora de prensa de la Secretaría de Cultura, pero más que eso su entrañable amiga. “Vino con el cuero crudo. Dispuesto a valorar lo que su pueblo le iba a ofrecer.”

Sueños cumplidos. Victoria Barbero relata esta experiencia única, de un sueño largamente perseguido: lograr la muestra del maestro, participar en su montaje. “Estuvo al pie del cañón, simpático y alegre, disfrutó del lugar: sus recuerdos de la naturaleza, los perfumes, las plantas. Caminamos por donde había estado su casa, en Pellegrini y San Martín, a metros de la ruta que sube al manzano.”

Victoria nos cuenta que este proyecto es de larga data, desde el 2004 el expediente recorrió el largo camino de la burocracia y sus crónicos impedimentos. Por fin, después de postergaciones, suspensiones y contratiempos imaginables e inimaginables, se concreta en 2010 la imposición del nombre a la sala del Centro de Congreso y Exposiciones local. Y el artista prometió festejar su cumpleaños en Tunuyán, ¿el cielo con las manos? Un empecinamiento que dio sus frutos: que el pueblo que lo vio nacer conociera al fin al emblemático artista.

La curadora se convirtió en nuestro informante clave. En una entrevista que realizara años antes en su taller y en sus recientes caminatas por el pueblo, el pintor le entrega sus recuerdos y vivencias. Cuenta que vivió en Tunuyán hasta los 8 años. Su padre era tenedor de libros y viajaba mucho, por esta razón se trasladaron a la casa de los abuelos, en la plantación de papas de La Carrera. Para quien no conozca el Valle de Uco, hemos de contarle que este lugar es reputado como una especie de edén, con un microclima muy especial.

Luego llegó el traslado a la capital provincial y estudió en los Hermanos Maristas (¡quién diría!). Según cuenta, se la pasaba dibujando, “era un desastre”, rememora. Su padre, un hombre muy proactivo, lo empuja a desarrollar esta irrefrenable vocación y escribe una carta a la Academia de Bellas Artes (antiguo nombre de la ahora Facultad de Artes) para que tomen una prueba de aptitud y acepten al jovencísimo aspirante. Supera esta primera prueba y antes de los 17 años –o sea, antes de terminar el secundario– es incorporado como alumno.

Lo conmueve la temprana muerte del padre y como hermano mayor tuvo que ayudar a la familia. Consigue trabajo como empleado de un comercio, de una gran tienda de Mendoza. Obviamente, no era su lugar. Por eso su temprana decisión de exponer y vender. Empezó vendiendo obras y dibujos que le encargaban los vecinos. Estas evocaciones “lo hacen más cercano”, confiesa Barbero. Confirmó la vuelta en abril a pintar, ahora se lleva bocetos. “Ha renacido al volver a Tunuyán.”

Antes, volvió sólo una vez, para un homenaje a Tejada Gómez, el poeta que fuera un gran amigo. Era de su generación y él es parte de esa historia: Cúneo, Fernando de Lorenzo, Mercedes Sosa, aquella constelación de artistas que constituyeron una renovación y un compromiso que marcaron una época dorada. “Por eso le resulta tan triste volver –dice Pupi Agüero–, porque todos aquellos amigos ya han muerto. La última gran pérdida: Carlos De la Mota (fallecido hace una semana) y con quien compartiera la última exposición en el Museo Nacional.”

“Nunca se acordó nada mal. Habla maravillas de la escuela de Bellas Artes y describe a los escritores”, dice Barbero, ante mi pregunta sobre el tema de su alejamiento muy remarcado por diversos biógrafos. “Él se fue a Tucumán detrás de los militantes comunistas, era parte de su filosofía de vida”, interpretó la curadora. Evidentemente, aquel polo emergente del pensamiento de izquierda que era Tucumán y la derechización de Mendoza de la Academia en los ’50, fueron parte un éxodo memorable de distintos lugares del país. Spilimbergo era el faro, el maestro, el modelo de artista militante que incitaba a construir el contacto con el pueblo a través de la praxis artística: “Se constituirán equipos capaces de realizar pinturas murales a fin de establecer el contacto con el pueblo por medio de obras de calidad artística. Se decorarán, por ejemplo, los muros de hospitales, los de salas de conferencias, bibliotecas populares, escuelas, campos de deportes, etc. Todo edificio que el pueblo frecuente” (citado por la historiadora Diana Wechsler).

Y esta es mi conclusión, muy personal, repasando sus biografías a través de distinguidos historiadores y críticos y de la vivencia personal de sus exposiciones en Mendoza: “El pintor caminante” en el Museo Fader; “Hay que comer”, en el Espacio Contemporáneo de Arte: que volver a Tunuyán a festejar sus ochenta y dos años de vida, en su primera exposición entre los suyos, con paisajes y la promesa de volver a pintar el pago natal es el corolario de una actitud de coherencia vital, por lo tanto ideológica, política. Es un ejercicio de libertad, una muestra más de su inquebrantable ética con este registro de su inserción social, donde una vez más la historia está presente en este ahondamiento en un renacer.

Un paradigma vigente. Algo que explicar: el texto entrecomillado pertenece a el libro Dos décadas vulnerables de las artes latinoamericanas: 50-70, de Marta Traba, quien creía en la crítica como la forma de demoler estadios retardatarios. Publicado en México en 1973, la audaz y prolífica escritora no se guarda su opinión corriendo los riesgos que esto siempre le implicó.

“Nacido en Argentina en el 29 es, hasta el 60, un pintor oscuro, alumno de pintores oscuros. Entre el 61 y el 62 realiza numerosos dibujos a tinta, collage y carbón, algunos de los cuales presenta en la muestra de Arte de América y España. En 1963 expone en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, y su producción es de sorprendente riqueza. Aunque la composición es demasiado confusa y a veces falsamente dinámica, el ojo crítico, el deformador valiente, el inventor capaz de transposiciones interminables ya está presente en tales obras. En la Argentina, esta obra que iba excavando la realidad en un viaje vertical hacia adentro, en el cual tropieza con zonas frecuentemente agresivas y desagradables sufre la muerte civil de los No-Di Tella.”

Los “pintores oscuros” a los que aludía la implacable Marta Traba habían sido los profesores de la Academia Nacional de Bellas Artes de la UNCuyo. En dibujo: Sergio Sergi; en pintura, Francisco Bernareggi y Ramón Gómez Cornet, y en escultura, Lorenzo Domínguez. Con esta aclaración varios lectores sentirán el aguijón de contradictorios sentimientos: por un lado la valoración de nuestro homenajeado y por otro el ninguneo que de los provincianos hacía la crítica, aunque en su discurso resaltara la “resistencia” de las provincias, que actuaban como áreas cerradas y las opusiera al internacionalismo de “los Di Tella” de Romero Brest.

Por eso, me tomo la libertad de rescatar otro párrafo del mismo libro, en que Carlos Alonso corporiza para la crítica el artista ético, al margen de los intereses del “proyecto artístico invasor”, el artista de la resistencia:

“Si las obras de quienes calificamos, en las áreas cerradas de resistentes, se presentan como una réplica a la incitación exterior, la de Alonso puede ser considerada como la respuesta a una provocación: cuando el arte argentino pierde todo sentido, Alonso se zambulle en los abismos de la condición humana, se vuelve temporal, histórico, crítico, ético”.

En esta pequeña muestra en este su rincón natal, remoto e ignorado desde los grandes centros en aquel pasado, el artista vuelve a mostrar esa ética cotidiana que se revela como su paradigma de vida.

*Directora del Espacio de Arte Contemporáneo de Mendoza, además de periodista, docente y especialista en arte latinoamericano

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