¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

viernes, abril 29, 2016

ESTAÑO,COBRE,GAS,PETROLEO,CARNE,SOJA...Y AHORA EL LITIO

Bolivia posee fábricas para la industrialización del litio Foto: ABI
Es indispensable para el funcionamiento de las baterías de teléfonos celulares, laptops, relojes, he­rra­mientas, incluso carros eléctricos e híbridos. Su “redescubrimiento” ha fomentado una fiebre de nue­vo tipo en el mundo debido a la alta de­manda por parte de las em­presas tecnológicas a lo largo del planeta. Se trata del litio, el metal más liviano, cuyas principales re­ser­vas se en­­cuentran en América La­tina (85 %).
El denominado “oro blanco del siglo XXI” es extraído de dos tipos de fuentes principales: minerales co­mo el espodumeno, que requiere previamente un trabajo de minería (trituración, molienda, lixiviación); y de las costras de sal de los salares donde yace la salmuera, cuya ex­trac­ción implica menores costos de producción.
Un artículo de Sptunik rememora que “el litio como recurso estratégico empezó a usarse en la fabricación de la bomba de hidrógeno o termonuclear, pero luego empezó a ser utilizado en la industria automotriz para el desarrollo de baterías eléctricas”.
En los años 90 se usó para las baterías ion-litio en la industria electrónica (telefonía celular, reproductores de audio, computadoras), y más adelante, en el desarrollo de los futuros vehículos eléctricos, agrega.
La publicación especializada británica The Economist estimó que el precio de importación del litio hacia China (principal mercado de las ma­terias primas latinoamericanas) se duplicó a finales del 2015 al punto de alcanzar los 13 000 dólares la to­nelada. A su vez, el grupo inversionista Goldman Sachs lo describió como “la nueva gasolina”. Un informe de la consultora Allied Market Research, citado por RT, prevé que el mercado de baterías de litio ge­nere ingresos por un total de 46 000 mi­llones de dólares hacia el año 2022.
La atención se enfocó en el metal luego del anuncio hecho por el em­presario Elon Musk quien dijo que necesitaría “absorber toda la producción de litio del mundo” en su deseo de fabricar 500 000 autos eléc­tricos Tesla al año.

EL “ABC” DEL LITIO
Esta euforia por el metal es apreciada como la luz al final del túnel del desalentador panorama económi­co regional debido, en gran medida, a la guerra de precios del petróleo en el mercado mundial.
El llamado “Triángulo del litio” comprende los tres países sudamericanos que concentran la producción regional: Argentina, Bolivia y Chile (conocido también como el “ABC” del litio). Es por esa razón que esta zo­na geográfica fue descrita por la revista estadounidense Forbes como la “Arabia Saudita del litio”.
Bolivia alberga en el Salar de Uyu­ni el mayor yacimiento del mi­neral. El mismo es un lago de agua de mar que se secó a lo largo de millones de años.
Está ubicado en el departamento de Potosí, al Sur de la nación a 3 680 metros sobre el nivel del mar y tiene una superficie de al­rededor de 10 000 kilómetros cuadrados. Di­cha planicie está conformada por aproximadamente 11 ca­pas de sal, cu­yo espesor varía entre los dos y diez metros. El salar se ex­tiende co­mo una enorme plataforma plana y blanca que asemeja un espejo.
Chile, por su parte, es dueño de la segunda reserva del mundo en el sa­lar de Atacama y es, junto con Aus­tra­lia, el principal productor in­ter­na­cio­nal, según investigaciones del Ser­vi­cio Geológico de los Esta­dos Uni­dos.
Argentina posee un litio más pu­ro en sus yacimientos del noroeste del país. El depósito principal en fun­cionamiento es el salar del Hom­bre Muerto ubicado en la provincia de Catamarca. En esta nación el me­­tal estuvo privatizado hasta el 2012 cuando bajo la presidencia de Cristina Fernández se declaró como un “re­curso natural estratégico”.
Uno de los desafíos que enfrentan estos países es que al no contar con la tecnología adecuada para pro­­cesar el litio hacen alianzas con empresas extranjeras y muchas ve­ces deben velar por los intereses na­cionales.
El pasado de saqueo de recursos naturales a la que fue sometida Amé­rica Latina frena muchas veces la se­­ducción del oro blanco.

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