¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

sábado, febrero 07, 2015

UN PAIS PARA VIVIRLO INTENSAMENTE

 CASO NISMAN

La CIA también se ve salpicada por las sospechas en la muerte del fiscal Nisman

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Las terminales del gobierno creen que utilizó como enlace al 

espía Stiuso, el mejor integrado de todos los de la vieja SIDE

 en la comunidad de servicios de inteligencia

El nuevo embajador de los Estados Unidos, Noah Mamet, dio el jueves una recepción de bienvenida en el Palacio Bosch, de arquitectura afrancesada y situado en Libertador, cerca del circuito de «runners» de los bosques de Palermo. Fue en los jardines del Bosch donde un embajador anterior--icono gay-- anduvo buscando, con ayuda de sus guardaespaldas, una tortuga extraviada que tenía de mascota, lo cual hizo que Maradona se mofara e instalara en el habla coloquial porteña la expresión «se le perdió la tortuga» para definir a un idiota o a alguien fácil de «madrugar». Vale para definir el ambiente posterior a la muerte de Nisman: facciones políticas que intrigan e intoxican para lograr que sea cualquier otra la que pierda la tortuga.
La recepción de Mamet resultó deslucida. Apenas asistió ningún personaje jerárquico de la política. Si a los políticos argentinos no les gusta ser vistos amigando con los norteamericanos, además ahora la atmósfera social no está como para salir fotografiado con una copa en la mano y sobre moqueta palaciega. Otro elemento es que, en las adjudicaciones de sospechas que gravitan sobre la muerte de Nisman, también la CIA tiene su pequeño protagonismo, cómo no, su tortuguita de las muchas que andan perdidas por el jardín.
Las terminales del cristinismo machacan con el recordatorio de que fue la CIA la empeñada en imponer en la investigación de Nisman el hilo de la pista iraní, descartando la siria. Que habría sido la CIA la interesada en destrozar por tanto el acuerdo de impunidad (¿a pesar de los acercamientos diplomáticos entre Obama y Teherán?). Y que además la CIA respetaba y utilizó como enlace al espía Stiuso, el mejor integrado de todos los de la vieja SIDE en la comunidad de servicios de inteligencia.
Resultaría prematuro concluir que el oficialismo intenta fabricar un sospechoso internacional a partir de un país contra el cual siempre hay una predisposición a la hostilidad en la cultura política argentina. Pero precisamente por esto último resulta significativo que la opinión pública no muerda el anzuelo: hay tal afán de higiene interior, de que la muerte de Nisman sirva al menos como purgante moral, que nadie busca elementos exógenos, ni siquiera en un sospechoso habitual al que se considera capaz de todo.

El plan político de Nisman

Ayer compareció ante la cada vez más destartalada fiscal Fein la diputada macrista Laura Alonso, una mujer volcánica, famosa por cómo teatraliza las intervenciones parlamentarias, que mantuvo una conversación con Nisman cuatro días antes del hallazgo del cadáver. Hay además un enorme tráfico de llamadas entre ellos que el oficialismo usa como indicio de que el fiscal estaba coordinado, en un plan de naturaleza política, con los opositores, que fueron informados del regreso repentino que precipitó el desenlace antes que la familia de Nisman.
Alonso respondió a la prensa al salir y tan sólo confirmó algunos de los hechos que sustentan las hipótesis antioficialistas: que el fiscal no tenía un estado de ánimo colindante con el suicidio, sino que «iba a por todo»; que pretendía acusar a Fernández de Kirchner de haber negociado personalmente el acuerdo de encubrimiento, asistida, no tanto por la diplomacia/lumpen de los D’Elia, sino por el canciller Timerman; y que tenía miedo, sobre todo por sus hijas.Declaraciones por tanto muy ajustadas a los hitos argumentales manejados por la oposición y que no llegan tan lejos en el señalamiento de culpables como otras hechas por «Lilita» Carrió.
Después de referirse al supuesto asesinato de Nisman como un «genocidio» (sic), Carrió culpó abiertamente a la inteligencia del ejército y a su jefe, César Milani. En las negociaciones para la creación de un nuevo servicio que suceda a la disuelta SI, la oposición también está acechando a la inteligencia militar, precisamente la señalada a este cronista por una fuente como la que originó la guerra interna después de ser favorecida por la presidenta y de dejar desprotegidos a viejos espías, antaño cómplices fundamentales del kirchnerismo, como Stiuso.
En este sentido, el elegido como nuevo responsable de los servicios del Estado, Óscar Parrilli, sería sólo un liquidador. Un personaje carente de peso político y de experiencia en las tramas subterráneas a quien el oficialismo habría encargado la misión, no de volver a construir los servicios posteriores a la SIDE y el SI, sino de poner en marcha picadoras de papel y de pulsar botones de «Erase» para no dejar rastro de toda la actividad secreta desde 1972 sobre la cual Stiuso podría terminar declarando una vez que el gobierno lo ha eximido de la obligación de secreto.
Mientras Stiuso aparece, los chismógrafos han de contentarse con rumores de avistamientos en Comodoro Py, residencia de sus hijas, donde se le habría apreciado un aspecto mucho más envejecido y encanecido que el de su única foto. Y con humoradas como la del propietario de una empresa fumigadora que aparcó su vehículo delante de la fiscalía para hacer publicidad de su marca: «Matamos por encargo».
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