¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

lunes, abril 22, 2013

SOMOS UN BLANCO MUY GOLOSO

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Tú a Boston, yo a Morón
Por Juan José Tellez

La clave de la guerra de guerrillas estriba en que no se puede vencer. Su ejército se dispersa en células, grupúsculos e individuos que emprenden la resistencia incluso por su cuenta y riesgo, sin estar necesariamente ligados con una organización. Así es desde antiguo y en España tuvimos una de sus mejores patentes, tanto durante la llamada Guerra de la Independencia como durante la posguerra civil. Cierto es que, como ocurrió en este último caso, tampoco necesariamente la guerrilla tiene que ganar la guerra.
Las autoridades estadounidenses, a tiro limpio, entienden que el cruel atentado de la maratón de Boston –Lee Harvey Oswald mediante– obedece a un maquiavelico plan de dos hermanos mochileros y procedentes de Chechenia. Las informaciones que han sido divulgadas por el FBI recalcan que al sospechoso I y al sospechoso II les apasionaba esa versión extrema del Islam con la que alguien viene equipando de fantasmagorías o supercherías, explosivos y subfusiles las manos de la desesperación en un tiempo en donde la muerte a mano armada fue lo primero en globalizarse.
Desde los atentados de las Torres Gemelas, los especialistas en el desastre de la guerra –me resisto a llamarlo arte, a pesar de las enseñanzas de Sun Tsu– nos vienen advirtiendo que el campo de batalla contra eso que llaman yihadismo se encuentra situado mayormente en los servicios de inteligencia. Según esos mismos teóricos, ya no se estila tanto el poderío militar propiamente dicho, que sólo concierne a los pulsos habituales de la guerra fría o los que ahora se mantienen con Kim Jong-Un y con su abuelo embalsamado en Corea del Norte. ¿Pudo mover un dedo acaso la superbase de Norfolk en Virginia contra la supuesta voluntad mortífera de un teenager y de un veinteañero?
Tú a Boston, yo a Morón de la Frontera. Esta misma semana, trascendió la sorprendente noticia de que el Gobierno de España había aceptado por un año el desembarco de quinientos marines en la base sevillana que aportó paradójicamente clientes hippies al guitarrista Diego del Gastor. También se llevará a cabo, de golpe y porrazo, un refuerzo en las unidades aeronavales destinadas a dicho enclave, que viene compartiendo la rojigualda con las barras y estrellas desde su construcción a partir de los acuerdos hispano-norteamericanos de 1953. Se trataría de hacer frente a la insurgencia del norte de Africa, esto es, la que presumiblemente presenta Al Qaeda del Magreb Islámico en esa enorme región que va desde Mauritania y Mali hasta las puertas de Libia, antes de adentrarnos en lo que nosotros conocemos como Oriente Próximo.
¿No se estaba construyendo para ello la base de Tan Tan, en Marruecos y muy cerca del antiguo Sáhara Occidental cuya Marcha Verde ahora parece también que fue pactada por España y Marruecos en los estertores del franquismo? Esta semana, las relaciones entre Rabat y Washington conocieron varias maniobras orquestales en la oscuridad de sus ministerios de Defensa. Por un lado, se supo que Marruecos había adquirido la versión avanzada XMC del radar Sea Vue, tecnología norteamericana en estado puro, que detecta blancos marítimos desde el aire y que puede incorporarse a los dos aviones no tripulados Preadator que también los marroquíes compraron al Pentágono y que les servirá para vigilar el Estrecho. Eso sí, nadie sabe qué vigilarán, pero lo vigilarán todo, incluyendo a España y las bases de Rota y de Morón, de utilización conjunta hispano-norteamericanas. La tecnología militar muerte la cola de las políticas de defensa. Para colmo, en estos días, Estados Unidos ha reclamado a la ONU que vigile los abusos contra los derechos humanos que se vienen produciendo en el Sáhara Occidental, controlado por la Gendarmería y por el ejército marroquí. Más allá del respeto a las libertades civiles, de sobra saben la CIA y las agencias militares estadounidenses que cualquier torturado se convierte en perfecto candidato para la auto-inmolación. La reacción inmediata ante semejante silogismo consistió en que Marruecos suspendió unas maniobras conjuntas que tenía previsto realizar con la primera potencia militar del mundo.
En ese escenario pre-bélico que nos dibujaron los últimos días, no se sabe a ciencia cierta cuál es el papel de España, receptora por cierto de ese formidable negocio para la industria estadounidense que es el escudo antimisiles. Con la aceptación de semejante y carísimo despliegue concluyó sumisamente su gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente que había comenzado su mandato ocho años antes con la orgullosa retirada de nuestros soldados de la matanza de Irak. Con independencia de las relaciones que nuestros oficiales de mayor rango mantengan con los del Pentágono y más allá de la comunicación que fluya con mayor o menor brío entre la Casa Blanca y La Moncloa, el resto de los españoles sólo sabe que no sabe nada. Pero intuye mucho. Que con los resfuerzos militares en Morón o en Rota y la notable presencia británica y de la OTAN en Gibraltar, constituimos un blanco fácil, ya sea para coreanos o para muyaidines –solos o en compañía de otros– que quieran reconquistar Al Andalus empezando por la estación de Atocha.
¿Qué puede hacer la población civil frente a todos esos riesgos? Recobrar la fe y rezarle a cualquier Dios ya que nadie conoce los planes de protección civil en caso de un ataque frente a tales fortalezas hasta cierto punto anacrónicas. Y estamos hablando de no menos de tres millones de ciudadanos en el área de riesgo de dicha geografía de la muerte. Lo mismo cualquier día salimos a correr, por Morón o por Boston, y una explosión nos saca de improviso del célebre espejismo de la seguridad.

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