¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

miércoles, septiembre 05, 2012

POBRE RONALDO,LA TRISTEZA NO LE PERMITE MIRARSE AL ESPEJO

¿Qué tendrá la bacana?


Por Ezequiel Fernández Moores 


Diego Maradona golpeó la puerta un día de 1983 pidiendo permiso a César Menotti, que lo dirigía en el Barcelona. Menotti se había pasado la práctica elogiando a viva voz a Bernd Schuster, por su panorama, su visión, sus relevos. "Quería decirle una cosa César: todo lo que tiene Bernardo [por Schuster] yo algún día lo voy a tener. Pero lo que yo tengo él no lo va a tener nunca." Maradona dejó la oficina sin esperar respuesta de Menotti. "Éste -les dijo el DT a sus asistentes- va a ser número uno de verdad." Todos los número uno, efectivamente, hacen funcionar un motor distinto. D10S llaman a Diego sus fans de la Iglesia Maradoniana. "O Rei" le dicen a Pelé. La puja de egos entre D10S y O Rei pasó a rozar el ridículo desde que Pelé se puso más viejo. Ambos, según contó Maradona en julio pasado en el programa TVR , compartían escenario hacía un tiempo en Qatar y los niños sólo le pedían autógrafos a Diego. Su hija Dalma advirtió que Pelé era casi ignorado. "Creen que es mi guardaespaldas", bromeó Maradona a su hija. "A mí -completó Diego, ya más reflexivo- me pasará lo mismo en unos años con Leo." El rival de Lionel Messi es hoy Cristiano Ronaldo. A diferencia de Diego y Pelé, Messi y Ronaldo son contemporáneos. Pero Messi reina en silencio. Y el pobre Ronaldo se está convirtiendo en un pavo real.
Real Madrid no es hoy el mejor lugar para controlar los egos. Su presidente, Florentino Pérez, pasó a ser un "ser superior" desde que así lo describió en 2005 el ex jugador Emilio Butragueño, actual dirigente del club. Y el DT José Mourinho dijo hace unas semanas que ya no debían llamarlo más "The Special One", como lo apodaron en Inglaterra, cuando aclaró que no era "arrogante", sino que era "especial". Ahora, dice Mourinho, único DT campeón en las Ligas de Inglaterra, Italia y España, "deberían llamarme «The Only One»". Cuando David Beckham era una estrella en el Real Madrid "galáctico" del presidente Pérez, el inglés regalaba en sus cumpleaños a sus compañeros de equipo botines autografiados y pasaba videos de sus goles. El Ronaldo brasileño, otro "galáctico", máximo goleador de los Mundiales, se consagró en 2004 artillero de la Liga española y el premio Pichichi le fue entregado por el mexicano Hugo Sánchez, ex jugador de Real Madrid y también gran admirador de sí mismo. "Enhorabuena -«felicitó» Sánchez a Ronaldo-, ojalá puedas ganar cinco Pichichis seguidos igual que yo." Hugo Sánchez, Beckham y Ronaldo tenían cada uno lo suyo. Pero ninguno tenía los aires de Cristiano Ronaldo.
Me cuentan que el portugués pidió el jueves pasado una sala individual en el Foro Grimaldi, de Mónaco, para evitar contactos previos con Messi y con Andrés Iniesta. Pidió también que le avisaran cuando ya todos estaban dentro del salón, para entrar casi último al escenario, acaso convencido de que la UEFA, esta vez, lo premiaría a él como mejor de la temporada europea. Nadie duda de que Messi compite hoy en otra galaxia, y que tal vez por eso, como escribió ayer Santiago Solari en El País, "necesitamos premiar también a los Iniesta, Cristiano, Xavi y Casillas de este mundo". Las muecas de frustración de Ronaldo en Mónaco, mordiéndose los labios mientras Messi felicitaba a Iniesta, fueron el hazmerreír de los últimos días. El estallido, sin embargo, se produjo el domingo pasado. Niño mimado absoluto en el Madrid, con un sueldo de entre 10 y 12 millones de euros al año, sin contar publicidad, Ronaldo declaró que estaba "triste" y sugirió que el club era responsable de su tristeza. "La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa?" Los versos de Rubén Darío inundaron la Web. "¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real." Admiradores argentinos de Messi recordaron la versión de Celedonio Flores: "La bacana está triste, ¿qué tendrá la bacana? Ha perdido la risa su carita de rana".
Los mensajes dieron paso a una indignación masiva, que incluyó a los propios hinchas de Real Madrid. Ronaldo, dicen los críticos, tiene derecho a estar triste. Pero debió ser más cuidadoso en la España de la crisis, con un récord de casi 6 millones de desocupados y otros 18 millones que ganan menos de 1100 euros de ingresos brutos mensuales y que, aun así, tal vez ahorran para verlo en el Bernabéu o en la TV de pago. "¿Se debe la tristeza a que su amigo Marcelo dijo que Messi era el mejor futbolista del mundo y que Iker Casillas debía ganar el premio UEFA?", se preguntan algunas crónicas. ¿O se enojó porque entendió que Real Madrid no lo protege lo suficiente y debió haberse esforzado para asegurarle que el premio UEFA fuera suyo? Ronaldo aclaró ayer, vía Facebook, que su tristeza no tiene que ver con el dinero. El diario Marca, que cuida al Real Madrid como a nadie, escribió que la "tristeza" del portugués "no se cura con dinero". Pero que, claro, "Ronaldo se siente agraviado" con su sueldo y quiere renovar con mejoras el contrato que vence en 2015, pues ya no regirá la llamada "Ley Beckham", que daba enormes ventajas fiscales al jugador extranjero. Un día antes de anunciarle al mundo su "tristeza", Ronaldo habló con el club. Me cuentan que el presidente Pérez, que enviudó hace cuatro meses, quedó azorado al escuchar los reclamos de su Frankenstein.
En lugar de Ronaldo, el que podría haber dado la nota el domingo pasado podría haber sido Iniesta. Tres días después de recibir el premio de mejor futbolista europeo, el sencillo hijo de un albañil de Albacete, el perfecto antihéroe, fue sentado en el banco de suplentes por el nuevo DT Tito Vilanova en el partido que Barcelona ganó 1-0 a Valencia. Pero Iniesta no es Ronaldo. Tampoco Messi es Ronaldo. Los goles, que ambos anotan a granel, permiten ver diferencias. No sólo porque uno (Messi) marca más con su genio y el otro (Ronaldo) con su potencia. También vemos cómo celebra cada uno. Ronaldo, escribió una vez Manuel Vicent, "se engalla, se levanta la camiseta, muestra los músculos e incluso desafía al público exigiéndole la ovación merecida y después de empaparse de ella a punto de reventar de gloria, parece decir al portero abatido: «No lo lamentes, admírame solamente»". Messi, "antes de dejarse abrazar por sus compañeros, levanta los brazos y con el índice de cada mano señala a su abuela Celia, que está en los cielos aplaudiéndole". Si Ronaldo, como escribió otro crítico, "nos arroja a la cara su proeza" y "nos recuerda a nosotros, seres ordinarios, que no somos «ni guapos ni ricos ni grandes jugadores»", Messi, según Vicent, nos despierta "a ese niño del patio del colegio que se divertía con la pelota y se negaba a abandonar el recreo". Para Vicent, Ronaldo produce pasión. Messi, admiración. Messi es un competidor duro y no digiere bien las derrotas. Pero Leo, que tendrá su estatua de cera en el Museo Madame Tussaud, de Londres, sabe que el fútbol sigue siendo un juego de equipo.
"Me envidian porque soy rico, guapo y un gran jugador", respondió una vez Ronaldo. Los aficionados rivales, del país que fuere, lo provocan cantándole Messi. "¿Sabéis lo que hacía Messi el año pasado por esta misma época? Caer en los cuartos de la Copa América", contestó enojado tras otro partido en la última Eurocopa. Messi, que seguramente le tiene alergia, dijo al llegar ayer a Buenos Aires que él no habla ni hablará de Ronaldo. El escritor estadounidense Norman Mailer, que por experiencia propia sabía del tema, escribió mucho sobre los egos. Después de Marilyn Monroe se metió con Pablo Picasso, el genial pintor español que, una vez, tras pedir la cuenta, escuchó al maitre que le decía que la casa invitaba, y que si acaso podía dejarle un dibujo en la servilleta. "Le pedí la cuenta, no el restaurante", respondió Picasso. El ego más grande, decía Mailer, era el de Muhammad Alí, porque una vez que se adueñaba de la escena jamás retrocedía para ceder su lugar. Pero Alí tenía un carisma enorme. Ronaldo, en cambio, puede ahogarse como Narciso, embelesado con su gomina y sus abdominales. Como escribió una vez su compatriota Fernando Pessoa bajo el heterónimo de Álvaro de Campos: "Cuando quise quitarme la máscara/ estaba pegada a la cara".

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