A PROPÓSITO DE LA CONVOCATORIA DE LA PLATAFORMA EN PIE
Razonamientos a favor del 25S
El autor, profesor de Ciencias Políticas en la UCM, explica su apoyo a la convocatoria frente el Congreso del 25 de septiembre.
ARIEL JEREZ
- Manifestación del 19 de julio en Madrid. Foto: Álvaro Minguito
Continúa la ceremonia de la confusión en la izquierda ante la convocatoria 25-S para “ocupar” el Congreso, como si para nada hubiesen valido las precisiones, aclaraciones y rectificaciones de las convocantes.. A estas alturas de agosto toca pues contrarrestar críticas y rumores que alimentan la sospecha sobre las redes sociales que desde principio del verano vienen convocando esta iniciativa con las ineludibles intromisiones especulativas de la derecha mediática. Urge hacerlo, primero, porque queda poco tiempo y sea cual sea el resultado, la izquierda tiene más que ganar que perder en esta entrada a un otoño que se necesita caliente. Segundo, porque conviene recordar que han sido las redes sociales -más o menos anónimas, aglutinadoras de colectivos de base y ciudadanos independientes- las únicas que han buscado dar respuesta activadora coherente a lo largo de la última década. Con esta perspectiva sobre la coyuntura, ordeno algunos razonamientos más de fondo que creo que sirven para apoyar esta propuesta:



“SUS CONVOCANTES NO LO PRESENTAN COMO NINGÚN TIPO DE DESAFÍO TOTAL NI DEFINITIVO, SINO QUE LO INSCRIBEN EN UNA DINÁMICA POLÍTICA DONDE SE PLANTEA NECESARIO “SUBIR LA APUESTA” DE LOS DE ABAJO”
Nuestro bipartidismo servil del blanqueo y el capital golondrina trasnacional ya ha violentado los consensos que posibilitaron la Transición: el propio ordenamiento constitucional y el pacto social inclusivo que permitió venderla como modélica. Los restos legislativos e institucionales del naufragio iniciado con la crisis de 2007 no nos servirán para navegar en democracia y libertad, con derechos humanos básicos. Se ha abierto una nueva coyuntura donde las únicas balsa-salvavidas serán las iniciativas de desobediencia civil que pueda poner en marcha la sociedad española, a pesar que las características de nuestra cerrada esfera pública limiten tanto el poder justificarla a públicos más amplios.


Los movimientos populares con voluntad transformadora no se fraguan ni por consenso ni por buen comportamiento, sino por aglutinación progresivas de subjetividades que se van haciendo cada vez más combativas y siendo cada vez más consciente de su fuerza se puedan plantear nuevos objetivos. Sería un paso más de una pata del ciempiés que se activa en la larga marcha que tiene que recorrer, con posibilidad de dejar su marca histórica en el aprendizaje político. Nuestro pasado traumático sin duda pesa en la valoración del conflicto político necesario para construir poder subalterno.
Cabe hacerse la pregunta: Si el 25S tiene éxito, es decir si consigue desestabilizar al Gobierno, ¿qué pasaría después? En el peor de los escenarios, el Gobierno interino que pueda dar el sistema de sucesión en la presidencia del gobierno (¿Soraya Saénz?, ¿Jesús Posada?) mantendría o colocaría un equipo tecnocrático no muy diferente del actual, pero con muy difícil sostén en el medio y largo plazo. En una situación de creciente descontento social y de mayor fiscalización de los derechos humanos a nivel europeo, ni los propios actores hegemónicos quieren asumir el coste de una salida represiva y golpista. En un plazo no muy prolongado el Gobierno interino estaría forzado a convocar elecciones, sin duda excepcionales, y con muchas probabilidades de configurarse como constituyentes.
Pero lejos de lo que deja correr la rumorología, esta situación difícilmente beneficiaría a los Rosa Diez y Mario Conde como para darles una mayoría gobernante. A no ser que se alíen en el reparto de prebendas al bipartidismo que en ese momento estará todavía más decrépito. En ese caso, tocaría esperar y seguir organizándose.
De todas formas, lo que pueda suceder en el corto o medio plazo dependerá de que el espacio critico progresista se decida a construir una alternativa electoral que permita a la ciudadanía pensar y sentir en otra dirección. Sin duda reconociendo el fin de la fiesta de las burbujas, pero sin miedo a intentar ser feliz en otras circunstancias con un modelo más justo y sostenible. Y luchando por una Europa que retome el camino de un estado de bienestar, necesariamente de nuevo cuño, que logre recomponerlo como el referente mundial que fue durante décadas en la construcción de un nuevo orden mundial que ya habíamos reclamado en los 70.
Agitar en estas circunstancias el fantasma del golpe de estado como están haciendo en los espacios socialdemócratas, además de absurdo y vergonzante, es sobre todo irresponsable. Con lo llovido en las últimas décadas tras la caída del muro berlinés, ya es pecado (posiblemente mortal) el no ser conscientes de que cualquier escenario que permita reconstruir aparato productivo, derechos y alternativas a la crisis multidimensional y planetaria que afrontaremos inevitablemente en las próximas décadas, depende de “los de abajo”. De reorganizar y regenerar el tejido social, civil, político e ideológico para tener poder popular “en la calle” (transitorio) y “en la ciudad” (permanente) para confrontar el liberalismo corporativo depredador realmente existente, en España y en el mundo. Para ello siempre hará falta imaginación política, como la demostrada en esta ocasión por la Plataforma En Pie.
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