¿HÉROE O VILLANO?

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martes, julio 20, 2010

ESPAÑA,HIJA DE LA "NUESTRA"


Por Luis Soto


El nuevo campeón mundial y la historia de “la nuestra” a “la vuestra”





















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Transcurrieron infinidad de amaneceres desde la noche del 2 de febrero de 1536 en que Pedro de Mendoza, sofocado por 41grados de fiebre, hizo efectiva la fundación de Santa María de los Buenos Ayres. El reino de España se erigía en manoseado lugar común: la Madre Patria, pues la ciudad estaba destinada a ser “cabeza de Goliat” del virreinato y lo sería de la nación. Exactamente 173.162 días pasaron hasta el 7 de julio de 2010. La selección española de fútbol enfrentaba a la alemana en una semifinal del Campeonato del Mundo. Eliminado el equipo argentino, el cronista se prendía al encuentro. Luego del traspié ante Suiza había vuelto a apreciar el estilo de juego que ha erradicado los ventarrones de “La Furia”, característicos de España hasta su victoria en la Eurocopa 2008. Ahora el juego se basa en combinaciones de pases que llegan a ras del suelo al pie del compañero, depurada, elegante técnica para conservar la pelota, variedad de toques, de pronto una pared, una corrida, el centro hacia atrás. Con Iniesta y Xavi, con sus miradas y su aire de curitas de sotana arremangada.
“La nuestra”. Una invitación a gozar de las jugadas a la par de los goles. Bebió un sorbo de jerez el cronista y en ese momento surgió el hallazgo: España se ha convertido -futbolísticamente y sin sentido peyorativo- en Hija Patria. Por el contrario, significa un ascenso. Y conduce a una reflexión: ¿en qué medida ha obrado en esta metamorfosis la actuación en el Camp Nou o el Bernabeu de decenas de calificados especialistas argentinos?
El ingreso de Alfredo Di Stéfano al Real Madrid (1953-1964) marcó una trasformación del fútbol español. Hasta esos años los ídolos de la afición eran el “Divino” Zamora, legendario guardameta, y Telmo Zarra, un extraordinario goleador vasco de furibundos shots con ambas piernas y bestiales cabezazos. Di Stéfano creció hasta alcanzar estatura de crack. Quienes admiraron su capacidad de lograr un quite en posición de zaguero y, tras un pique fantasmal, aparecer en el área rival para rematar la maniobra, no dudan en situarlo entre los cinco mayores futbolistas de todos los tiempos. Maradona, Pelé, Cruyff, la “amenaza” de Messi, son nombres ante los que no empalidece el de Di Stéfano, considerado maestro y genuino prócer del deporte hispano.
Entre las derrotas de nuestra selección de 1958 y las de 1974 sobrevendría un período de estancamiento del fútbol argentino. Déficit registrado sólo en certámenes de selecciones internacionales, ya que Estudiantes de la Plata, Independiente y Racing obtuvieron resonantes triunfos en los más importantes torneos interclubes. Los lauros mundiales de 1978 y 1986 facilitaron el acceso de la selección blanquiceleste a la elite europea. Y llovieron las contrataciones.
Arribaron Brindisi, Maradona, Ortega. Las tácticas férreamente defensivas llevaban a los DT de la época a reclamar el riguroso cumplimiento de funciones de destrucción del juego adversario a la par de las creativas y de ataque. Dualidad que asqueaba al entonces rebelde jugador argentino. Maradona padeció obsesión y rebeldía, no rindió pleno en Barcelona. Liberado de esas ataduras su genio deslumbró en Nápoles
Favorecido por su posición en la cancha -un número cinco sui generis de los “merengues”- Fernando Redondo brindó auténticas lecciones en materia del trato de la pelota. Quite, pisada, amague, caño necesario, pase de distracción o de gol, siempre de cabeza alta y con porte y garbo de elegido. Después asomaron los pibes de José Pekerman: Aimar, Cambiasso, Sorín, Ibagaza, Agüero. La embajada mostró un ejemplar inédito: Juan Román Riquelme. Otra víctima en Cataluña de la severidad de un coach. El “Nápoles” de Riquelme fue el Villarreal, modesta entidad de provincia a la que su talento -rodeado por transpiradores de camisetas y algún diestro partenaire- elevó a un cuarto puesto en la Champion League. ¿Cuál hubiera sido el rendimiento de estos jugadores en un equipo dirigido por Josep Guardiola, y qué decir si los juntaban a Iniesta, Xavi y Messi? Por la cercanía en el tiempo de sus carreras quizás hayan sido Redondo y Riquelme los referentes que sustentaron este cambio. Uno y otro fueron vistos y son citados por esta camada de excelentes jugadores españoles.
En el orden histórico y cultural la influencia ejercida por España sobre nuestro país ha sido poderosa y a menudo negativa. Sectores indigenistas mantienen su lucha para que el llamado Día de la Raza no se reduzca a un canto a la conquista. Hubo muertes en masa, explotación, desprecio y persecución de las culturas nativas. Nos han dado mucho: desde el obispo Lué a Joan Manuel Serrat, pasando por Margarita Xirgu y amables almaceneros de notable parecido físico a Vicente del Bosque.
Por nuestra parte, dimos angélicos Quijotes, generosidad filial entre 1936 y 1950, espléndidos escritores (para muchos críticos insospechables, Borges ocupa la cumbre de la literatura castellana) y mediocampistas de toque y ponga. No ha sido España una madre ideal. Lo que hemos gastado en honorarios a los Pichón-Rivière y Pavlovsky, empeñados en ordenar esa relación… Pero es nuestra vieja. Y este desdoblamiento en Hija Patria nos reconforta y da revancha
Un asturiano que veía España-Holanda en un barsucho de Avenida de Mayo sintetizó el fenómeno: “Eso que llamáis ‘la nuestra’, pues ha dejado de ser sólo vuestra”.

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