¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

lunes, marzo 14, 2016

LA MENOSCRACIA ESPAÑOLA

IGNACIO SACALUGA. REALIZADOR

"En España no habría sido posible hacer este documental"

El director de 'Febrero' relata, junto a Fernando Ávila, la realidad del pozo de Vargas El lugar fue utilizado como fosa común por la dictadura de Videla
PILAR VERA.
zoom
Un momento de la grabación en el interior del pozo de Vargas, en la provincia de Tucumán.

Ya Plinio el Joven, que hace tiempo dejó de ser momia crujiente, conocía las reglas de la narrativa fantasmal. Un aparecido, se nos cuenta desde entonces, no es más que una historia por terminar. Los fantasmas no están "ni vivos ni muertos": son un asunto, diríamos, inacabado; están llamados a repetirse en bucle hasta que su conflicto se resuelva. Ni vivos ni muertos, decía el dictador Videla, inconscientemente lúcido. Varios de estos fantasmas, varios de estos infinitos, protagonizan el actual proyecto de Ignacio Sacaluga: La noche del mundo, un documental, realizado junto a Fernando Ávila, que relata a los desaparecidos del pozo de Vargas. El proyecto -que cuenta con la colaboración desinteresada de Abel Hernández y Alberto Iglesias para su banda sonora- ha podido llevarse a cabo gracias a la producción de Sergio Calvo, Jesús Pozo, la Universidad Europea de Madrid y la Fundación Inquietarte. 

-No puedo pensar en un salto más grande que pasar del Carnaval de Cádiz a los desaparecidos de la dictadura argentina. 

-Es un salto importante, sí, pero ambos tienen un pequeño común denominador, y es que siempre me han preocupando los temas sociales. Aunque mi primer largo fue Febrero, sobre el Carnaval gaditano, realmente toda la historia se estructuraba sobre la necesidad de una ciudad por sacar la cabeza, algo que se transmite de muchas maneras y de forma muy creativa. No ahondaba demasiado en ella porque era más prioritario transmitir al público ajeno el potencial que tenían autores, grupos y estructuras, que son muy pequeñitos comparados con otras industrias culturales pero con un potencial brutal. Lo social une sin embargo ambos proyectos. Y el próximo documental que haga seguro que tendrá también esta temática. 

-¿Cómo surgió el proyecto? 

-Pues lo primero que nos llegó fue la historia de Carolina Meloni. Su situación personal, con la historia de su tío desaparecido, que nos cuenta a Fernando (Ávila) y a mí. Vimos que se daban los mimbres necesarios para contarse en formato audiovisual. Luego nos pusimos en contacto con otras familias, en un primer mapa de la trama con seis desaparecidos. Seis familias a las que un día, de una manera o de otra les desapareció un ser querido para aparecer unos cuarenta años más tarde. Cuando a Videla le preguntaban por los desaparecidos, decía que no estaban "ni vivos ni muertos", y que era un problema algo preocupante, sí, pero que estarían en el exterior. 

-Además del dolor, el insulto a la inteligencia. 

-Era una situación dantesca. El problema que nos comentaban es que el duelo se vive durante años aunque tengas la certeza de que esa persona ha muerto. Alicia Noli contaba que se llevaron a su pareja cuando su hijo tenía un mes. Tuvieron que pasar diez años, cuando la llamaron del anatómico forense, para que se diera cuenta de que tenía que seguir viviendo. 

-También firma el guión. Imagino que lo más difícil en este caso, con unas entrevistas llenas de crudeza, es la labor de selección. 

-La primera versión del guión la hago con las entrevistas transcritas completamente, cuando dudan, cuando tartamudean... Y esa versión, sobre la que se trabajará, se pasa al timeline (del montaje se encargaba también Fernando Ávila). Al final, tenía 150 páginas de minutado, y no fue sino releyendo, subrayando el orden de preferencia que empecé a pensar "Dios mío, lo que tengo aquí". Cuando entrevistas te pones el automático y no es hasta después, cuando editas, que te das cuenta realmente de la barbaridad que te han dicho. Creo que ese revivir el momento es lo que hemos conseguido en la película. 

-¿Cuáles dirías que han sido los momentos más duros de los que viviste durante la producción? 

-Yo destacaría dos momentos. Uno fue, por supuesto, la bajada al pozo de Vargas: vas en ascensor, enfundado en un traje especial, a treinta metros de profundidad. Cuando al fin se encienden las luces y ves lo que hay allí, te falta el aire. Esa fue una. Y otra, la entrevista a Víctor Reyes, que acababa de nacer cuando secuestraron a su padre, sindicalista. Al principio, teníamos la sensación de que la historia de Víctor iba a ser difícil, no sabíamos cómo iba a funcionar él como perfil. Pero, psicológicamente, se había transformado de tal manera tras la aparición de su padre que fue capaz de transmitirlo en la película. Su respuesta a la última pregunta, qué le había dejado la historia de su padre, fue que sentía que siempre había estado con él de una manera "celestial", y que su nombre ahora no pesaba, que era un nombre "limpio". Supimos que esa era la escena final. 

-El pozo Vargas resultó ser una auténtica fosa común a la que se arrojaron más de 70 cadáveres. ¿Por qué se escogió este lugar? 

-La provincia de Tucumán es interior: no consta que hubiera vuelos de la muerte en la zona, se piensa que la mayoría de los cuerpos que se arrojaron venían sin vida. La mayoría. En general, eran torturados en arsenales del Ejército y habían sido ya enterrados y quemados, aunque se cree que llegó alguno con vida, porque se han encontrado proyectiles dentro del pozo. El pozo de Vargas se encuentra en una finca limonera de alguien que podía tener alguna relación con los militares y que permitió aquello, que miró para otro lado. Los militares rompieron el brocal y echaron en él todo tipo de material de derribo, plantando césped encima como en el resto de la finca. Hace unos diez años, un grupo comenzó a reivindicar que había oído disparos y visto entrar a camiones militares, y comenzaron a hacer catas en la tierra. 

-Es significativo que la justicia argentina nos esté dando una lección de memoria histórica. 

-Sabemos que España es el segundo país del mundo con más desaparecidos después de Camboya. Un país, para pasar página, tiene que pagar la deuda con los errores del pasado, y el Estado ha de poner todos los medios que pueda para subsanarlos. Aunque hoy en día no seamos responsables de lo que pasó, el Estado tiene que dar respuesta a esas personas que vieron un día desaparecer a su padre, o a su abuelo, y que saben que está en una zanja. Hay que reconocer errores del pasado y dar respuestas convincentes desde el presente. Esa fue la primera pregunta que nos hicieron en la universidad de Buenos Aires. En España habría sido imposible hacer este documental: las instituciones no se mojarían. 

-¿Cómo cambian las vidas de los familiares cuando se conocen estas muertes? 


-Cuando alguien muere en circunstancias injustas, y nadie te da una explicación, y nadie intenta siquiera impartir un poco de justicia, el familiar entra en bucle: no puede terminar de entender ni de asimilar el proceso de desapego a partir de esa extirpación. Te han quitado algo de forma injusta, y el reconocimiento social de esto pasa por una sentencia condenatoria hacia algo o alguien. Uno de los testimonios de la película dice: "Cada uno sangra por donde puede", porque a todos les costaba poner un punto final sin tenerlo. Tras la desaparición, cada uno de los familiares intentó seguir adelante como pudo con su vida, a través de la lucha o a través del olvido. Pero el punto de mayor peso fue el factor psicológico del final de proceso.

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