A lo mejor ‘Operación Palace’ también va de una sociedad tan
desesperada que se cree cualquier cosa que le explique por qué se siente
engañada. A lo mejor va de cómo un showman que hace un
programa informativo quiere volver a recuperar espacio, aire, margen,
porque el periodismo le abraza tan fuerte que le falta el oxígeno y teme
acabar sumido en la misma espiral de vicios y mitos que han hecho que
lo que él hace sea tan llamativo, tan extraordinario.
A lo mejor ‘Operación Palace’ no va del 23F sino de nuestra capacidad
para ser críticos pero a veces también ridículamente irracionales,
crédulos, ingenuos cuando incluso creemos que estamos siendo lo
contrario. De una sociedad televisada que no sabe ver la televisión. De
una sociedad politizada que sin embargo no tiene, ni siquiera entre sus
élites políticas y mediáticas familiarizadas con el asunto, instrumentos
para detectar todas las incoherencias políticas y narrativas del documental.
A lo mejor ‘Operación Palace’ va de que está bien que nos engañen de
vez en cuando – y oiga, que ha sido durante una hora, no 30 años – para
darnos cuenta de lo fácil es que nos engañen. Para que el engaño nos
haga pensar un rato. Sentirnos mal, sí. Sentirnos engañados, sí. Lo
mismo eso no es malo.
A lo mejor esta “historia de Jordi Évole” es un toque de atención: lo
mismo estamos acartonando la historia de la Transición hasta tal punto
que cualquier cosa que no sea el ritual institucional de cada año, en
los términos institucionales pactados, se ve como una agresión. Habrá
quien lo interprete como un feo gesto generacional, una falta de respeto
por quienes estaban allí, pero la realidad es que debió hacerse mucho
antes.
A lo mejor ‘Operación Palace’ no es “frivolizar con un asunto tan
grave”, como se lee hoy por todas partes, sino precisamente todo lo
contrario. A lo mejor esta vez el señalamiento de El Follonero no es
hacia un político o empresario sino hacia nosotros, sus
autocomplacientes espectadores.
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