¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

sábado, agosto 13, 2011

y fidel sigue vivito y coleando

Fidel cumple 85 años superando todas las conspiraciones en su contra

Imagen de una fiesta por el cumpleaños de Fidel en Nicaragua.| Ap

Imagen de una fiesta por el cumpleaños de Fidel en Nicaragua.| Ap

En la noche del 31 de julio del 2006, cuando el mundo se enteró de que Fidel Castro se había enfermado gravemente y renunciado al poder, miles de exiliados e inmigrantes cubanos salieron a las calles de Miami, celebrando la noticia.

No se sabe muy bien la razón de esa reacción espontánea. Después de todo Fidel seguía vivo, había dejado a su hermano Raúl en el poder y, en ese momento, el sistema político no cambió un ápice.

Después de todo, el viejo revolucionario renunciaba al poder voluntariamente, la forma más inesperada y poco revolucionaria. A todos, exiliados y seguidores, su decisión los atrapó desprevenidos.

Esa noche en Miami, cuando se preguntaba a los manifestantes si celebraban una enfermedad o la continuidad de un sistema que odian, y al que culpabilizan de todos sus males, muchos cayeron en la realidad y no sabían que contestar.

Otros decían que "algo es algo", en la gran jornada hacia "la liberación de la patria", porque sí de algo la mayoría parece convencida en Miami es de aquello de que, "muerto el perro, se acaba la rabia".

Vinieron días entretenidos. Al día siguiente, asimilada la noticia, la comunidad cubanoamericana del sur de Florida se sumió en la mayor de las especulaciones sobre el futuro. A ello contribuyó con entusiasmo todo un ejército de políticos, comentaristas, activistas, santeros, espiritistas y alguna que otra gitana desnortada, todos ellos con su versión personal de los acontecimientos.

Aunque con matices muy personales, los argumentos se dividieron básicamente en dos. Para unos, Fidel estaba condenado a morir en los próximos días –semanas, quizá-, y para otros, había fallecido hace tiempo y el Gobierno lo estaba ocultado.

Sin embargo, dos cosas eran 'ciertas': no había la más mínima posibilidad de recuperación por parte del enfermo y 'la libertad de Cuba' se encontraba al doblar de la esquina.

Además, de repente, en Miami todo el mundo tenia un familiar en La Habana que conocía alguien, que estaba en contacto con un portero, que era novio de una enfermera, que tenia una prima, que atendía directamente a Fidel.

¿Y?: "El tipo está que ni abre los ojos", especulaban.

Citaban, incluso, a nunca identificados, supuestos guardaespaldas de Fidel.

Fueron días en que las líneas telefónicas de las emisoras de radio locales colapsaron con las llamadas de oyentes queriendo aportar su granito de arena a la muerte del 'tirano', divulgando informaciones exclusivas, datos que nadie tenia ni se imaginaba, versiones "de la verdad" y denuncias "de la quinta columna castrista que nos quiere manipular".

Nunca, como en esos días, los exiliados tuvieron tantas 'fuentes confidenciales' en la isla. Cada uno manejaba su CIA particular, sin grandes complejos. Excepto uno, clave. Cuando se les preguntaba por las fuentes, la respuesta era invariable: "Eso no se puede comentar, mi amigo. Se pueden comprometer".

Fueron momentos en que, también como nunca antes, las iglesias de la Pequeña Habana tuvieron tantos feligreses y los santeros barajaron tantos caracoles o sacrificaron tantas gallinas a los santos.

El cierre del grifo informativo

Pero lo cierto, como se demostró posteriormente, es que nadie sabia rigurosamente nada de lo que estaba pasando. El poco conocimiento que tenían de la situación de Fidel provenía... del propio Fidel.

Tras salir del quirófano, el líder cubano emitió un comunicado con algunos detalles de la operación intestinal a que se vio sometido, decretó que su enfermedad era "un secreto de "Estado" y cerró el grifo informativo.

A su vez, la Casa Blanca también se movía en la oscuridad. El mismo 31 de julio por la mañana, George W. Bush fue a desayunar a un restaurante de la Pequeña Habana con empresarios del exilio cubano y un par de locutores de radio.

Fue una conversación entre amigos, llena de promesas, algunas sin intenciones de cumplir, y se discutieron planes de como 'acabar con Castro'. Pero, en esa mesa del restaurante Versailles, nadie tenia la más remota idea de lo que estaba pasando en la capital cubana.

Meses después, un par de asesores del ex mandatario, admitieron abiertamente que si supieran que Fidel Castro se debatía en esos momentos entre la vida y la muerte, George W. Bush jamás hubiera ido a desayunar con sus amigos cubanos.

Cuando se enteraron tardíamente, la Casa Blanca asumió una postura de cautela. Después de todo, no era conveniente que las calles de Miami se desbordaran.

Con el pasar de los días, en los cuales algunas organizaciones exiliadas – como Comandos F4 – atribuyeron, delirantemente, la enfermedad del líder cubano "a la actuación de nuestras células clandestinas dentro de Cuba", los ánimos populares se fueron calmando y las noticias desde La Habana, disminuyendo.

El entusiasmo, los activistas, los políticos, las pitonisas y los 'opinadores', desaparecieron como por arte de magia. Y nadie asumió, ante la opinión pública, la responsabilidad por las especulaciones.

"Fueron días divertidos, realmente. Visto a la distancia, se dijo cada disparate en esa época", comentó un profesor de la Universidad Internacional de Florida, que suele observar los acontecimientos en Miami con cierto humor, pero a la distancia y que quiere el anonimato.

Del entusiasmo a la incertidumbre

En los meses siguientes, el entusiasmo fue sustituido por la incertidumbre y la depresión. Lentamente, y sin grandes aspavientos, comenzó una larga, trágica, silenciosa y penosa carrera hacia la muerte.

De repente, centenares de exiliados, ya mayores, se despertaron hacia la realidad de que se estaban muriendo y cabía la posibilidad de que jamás volvieran a la isla que los vio nacer. Peor aún, se dieron cuenta de que no iban a ver morir a su mayor enemigo. Su única 'satisfacción aceptable', ante la postergación del regreso.

Y comenzaron otras especulaciones. Siguieron llamando, nerviosamente, a las emisoras de radio 'informando' que los medios de la isla estaban transmitiendo música fúnebre y, por ello, un desenlace de la suerte del dictador era inminente, sino real.

Nada más lejos de la verdad, se probó después. La verdad es que nunca en la radio cubana, toda oficial, se tocó tanta música salsa, como en esos días.

Desde entonces, un académico exiliado suele decir a sus amigos que los cubanos tienen el dedo indicador derecho más corto que el común de los mortales, porque no se cansan de batirlo sobre una mesa, asegurando que Fidel está en sus últimos momentos.

"Mucha gente ha fallecido en estos últimos cinco años con la insatisfacción de no verlo morir. Incluso se han registrado crisis de fe. La gente cree que Fidel Castro es un bandido, que los exiliados tienen razón, que son los cubanos buenos, y no entienden que sí muchos se mueren por menos que eso, es porque Dios no debe estar prestando atención. Para mí, es un drama más de este exilio", afirmó el profesor universitario.

Sigue vivo

Cinco años después, Fidel Castro cumple este fin de semana 85 años. Vivo. Y los exiliados han vuelto a la rutina, con la realidad de que él les ha sobrevivido.

A cada rato, en la Calle Ocho – algo así como la Broadway del exilio – hay una que otra manifestación de protesta contra el régimen. Todos los días al atardecer algunos exiliados vuelven al Versailles a conspirar contra Fidel, porque –después de todo– el hombre sigue vivo y hay que acabar con la rabia.

Es difícil determinar cuando 'la rabia' se acabará. Fidel viene de una familia de longevos y su hermano mayor, Ramón, todavía está vivo.

Ellos, los más antiguos exiliados –hombres y mujeres de la generación de Fidel, y muchos sus ex compañeros de batalla– prefieren no especular este fin de semana sobre el futuro. La realidad es dura. El hombre no se murió y "la vida sigue igual".

Algunos parecen resignados. En el fondo lo admiran clandestinamente porque ha sobrevivido a seis Papas y diez presidentes estadounidenses. Ningún líder político mundial ha logrado eso, admiten solapadamente con orgullo. Tenia que ser un cubano. Cuestión de raza.

No hay comentarios.: