¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

sábado, octubre 31, 2009

SER CHORRO DA PRESTIGIO....y votos

Cuanto más corrupto, más te votan

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Les pueden ver esposados entrando en los juzgados, puede ser vox populi que las arcas del ayuntamiento y las suyas son lo mismo o les pueden pillar en una orgía con un montón de prostitutas… Da igual: los votos no se resienten. El aparentemente escaso impacto electoral que tienen escándalos de lo más diverso hace que muchos electores se pregunten, en una sociedad donde las investigaciones judiciales se suceden a un ritmo mucho mayor que las sanciones políticas y penales por esas mismas conductas, si ser corrupto no hace que se ganen votos.

Según Arantxa Capdevila, profesora de Comunicación Política en la Universidad Rovira i Virgili, la incidencia electoral de los múltiples escándalos en que se ven inmersos los políticos contemporáneos, que es más negativa para los afectados de lo que suele pensar la opinión pública, depende de dos factores. Por una parte, “hay que valorar tanto las normas que se transgreden como la consideración que tienen esas normas en la sociedad en la que se produce el escándalo. Hay países que no tienen demasiado en cuenta los asuntos relacionados con el sexo, como Italia, y otras, como EEUU, donde los toman muy en consideración”. En otro sentido, también debe valorarse el contexto político concreto. En España, “donde votamos listas cerradas, que haya casos determinados de corrupción no afecta demasiado, ya que se votan partidos y no personas”.

Sin embargo, el problema de la valoración electoral de las conductas de nuestros cargos públicos se extiende más allá de los casos de corrupción, apuntando algunas novedades en el terreno de la comunicación política. Hay una serie de dirigentes, desde Berlusconi hasta Sarkozy (pasando por Fabra), que han tomado como puntos fuertes de su comunicación aspectos que en teoría les resultaban negativos. Así, Bush utilizó sus supuestas debilidades, en tanto persona con peor formación intelectual que sus contrincantes o con un historial juvenil negativo, para ganar las elecciones. Y las salidas de tono de Berlusconi parecen granjearle simpatías entre sus electores, quizás porque genera fenómenos de identificación: “él mismo decía que la mitad de los italianos le envidiaban”. ¿Es ese el asunto? ¿En el fondo queremos ser como Berlusconi y por eso le votamos?

Pere-Oriol Costa, catedrático de Comunicación Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, no cree que estas personalidades desatadas acaben siendo una buena apuesta electoral. Otra cuestión es que los políticos hayan aprendido a sacar partido hasta de sus deficiencias. “Jacques Séguéla inició una técnica en la campaña de Miterrand contra Giscard que consistía en buscar el reverso de las cualidades negativas de tu candidato y de las positivas de tu adversario. Y eso lo volvimos a ver, entre otros muchos ejemplos, en las campañas estadounidenses. Así, la etapa alcohólica de Bush se convierte en un elemento político atractivo al presentarle como un hombre reformado que ha sabido sobreponerse a la adversidad; al mismo tiempo, el Al Gore experimentado con una carrera sólida como senador es dibujado como un ineficiente burócrata de Washington”. Este tipo de juegos discursivos, frecuente en las campañas actuales, parece que lo será aún más en el futuro.

Sin embargo, más allá de estrategias comunicativas, los asuntos que explicarían la ratificación electoral de un cargo público tocado por el escándalo estarían relacionados fundamentalmente con cuestiones de poder cotidiano. Así, como señala Pere-Oriol Costa, “suele coincidir que el dirigente corrupto posee un gran control de los medios de comunicación. Tanto Valencia como Italia son casos ejemplares, con Berlusconi dominando las televisiones y con Camps manejando férreamente los medios públicos”. Los medios, subraya Capdevila, “no fabrican los escándalos, pero juegan un papel fundamental a la hora de difundirlos. Aunque no tanto como les atribuyen quienes se dejan llevar por teorías conspirativas, como esas que afirman que ahora salen los escándalos del PP porque el PSOE controla los medios”.

El otro asunto relevante, y en muchos casos decisivo, para explicar la permanencia en el poder de los afectados por escándalos tiene que ver con la falta de una oposición política que sea visualizada como alternativa real. Según Pere-Oriol Costa, Italia y Valencia son también casos paradigmáticos en este sentido. “La alternativa a Berlusconi vive en un permanente clima de división mientras que, en el caso valenciano, el PSOE no parece contar para los votantes como opción de gobierno”. Si a esta dificultad para encontrar unas siglas que encarnen el cambio le sumamos, como afirma Jordi Rodríguez Virgili, Subdirector del Master de Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra, que “cuando hablamos de corrupción en el terreno municipal, encontramos también mucho clientelismo”, la dificultad para que los corruptos pierdan toda clase de comicios quedaría explicada. Y ello a pesar que de, en este contexto, es fácil encontrar enganches comunicativos sólidos. Como asegura Rodríguez Virgili, “si la oposición tiene un mensaje regeracionista claro, si apuesta por la limpieza y la honradez y sus líderes son creíbles, entonces tiene muy sencillo ganar las elecciones”.

Sin embargo, lo que suelen producir estos escándalos es una profunda desafección de los electores, elemento que suele cristalizar en un aumento de la abstención que suele venir bien a quien están en el poder. Incluso esa sensación de que todos son iguales puede repercutir positivamente en los dirigentes corruptos si trasladan a la gente el mensaje de que “aunque se lleven su 3% ellos funcionan. Si logran que los electores crean que todos roban pero que, al menos, ellos son eficaces y hacen algo por la gente, están manejando un mensaje que les será muy útil”.

Y es que, como asegura el consultor político Antoni Rodríguez- Rubí, “si bien los electores no se identifican con las conductas ilícitas o poco ejemplares, tampoco están dispuestos a que su decisión política (su voto) sea cuestionado permanentemente por la oposición, por los medios… o por la justicia”. En ese sentido, se da “algo de resistencia emocional y de pereza ideológica o intelectual a cambiar de posición. Admitir que ha sido un error haber confiado en alguien del que, finalmente, te defrauda tiene un coste personal (y en la vida cotidiana de las personas) bastante importante. Los electores necesitan su tiempo, su proceso. Cambiar de voto es un coste emocional importante”.

Para la mayoría de los expertos, sin embargo, lo importante no reside en el hecho en sí, sino en cómo maneje la situación. El castigo electoral dependerá, entonces, mucho más del modo en que se reaccione ante las acusaciones que del hecho de que éstas sean o no probadas. Como sintetiza Gutiérrez-Rubí, “en comunicación, la clave está en la gestión de la percepción, del tempo político y de los símbolos y lenguajes metafóricos. A veces, una buena estrategia de comunicación puede mejorar determinadas percepciones que son, en definitiva, las protagonistas de nuestras decisiones. «Comprender» todo lo que sucede reclama mucho tiempo, esfuerzo y conocimiento. «Intuir» la verdad, la sinceridad, la transparencia es una información de carácter emocional que se puede obtener con un gesto o una mirada. Y las primeras palabras, declaraciones, y reacciones son determinantes en la primera impresión (que se instala con mucha facilidad y consistencia) en los procesos de creación de opinión pública”.

Coincide Rodríguez Virgili en señalar la importancia crucial de la reacción, en tanto “la ciudadanía entiende que el ser humano es falible y que las organizaciones están compuestas por muchas personas que pueden equivocarse”. Por lo tanto, disculpará hechos aislados siempre y cuando se conteste con prontitud y acierto a las acusaciones. En este orden, una buena respuesta puede incluso reforzar a la organización y, por el contrario, una mala política será nefasta. Y eso lo ve ejemplificado Virgili en asuntos recientes: “El tomate central del caso Gürtel está en Madrid y sin embargo allí se reaccionó a tiempo; en Valencia, sin embargo, la reacción no fue la adecuada y es donde el asunto está teniendo mayor repercusión política”.



Cuanto más corrupto se es,se sacan más votos y se es más popular,eso parece indicar la reacción de la gente en casi todos los países del mundo.
La honestidad no vale ni trae votos.

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