Derechos de autor de la imagenAFPImage captionEl EZLN no confìa en López Obrador.
El festejo por la victoria de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial no terminaba, cuando desde el sureste del país llegó un frío mensaje.
A diferencia de otras organizaciones de izquierda, el Ejército Zapatista de Liberación (EZLN) anunció que mantendría su distancia con el próximo presidente.
"No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña 'por el bien de todos, primero los huesos", decía en referencia al eslogan de campaña de AMLO, como se conoce en México al político.
"Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo. Ergo…".
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionAndrés Manuel López Obrador pretende dialogar con el EZLN.
El duro mensaje, firmado por el Subcomandante Galeano –antes Marcos- sorprendió a muchos en el país.
López Obrador consiguió el respaldo de muchos grupos que fueron sus adversarios en otras contiendas presidenciales.
Además, tanto durante la campaña, y después como candidato ganador, su equipo también ha intentado establecer contacto con el Comité Clandestino Indígena-Comandancia General (CCICG-EZLN), el grupo que encabeza a los zapatistas.
Y el presidente electo les envió además una clara señal de reconciliación, asegurando que promovería la inclusión en la Constitución de los "Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas".
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionLa controversia de los zapatistas con AMLO es de vieja data.
Los Acuerdos de San Andrés fueron negociados y firmados en 1996 por el EZLN y el gobierno federal, con el propósito de establecer autonomía a los pueblos indígenas del país, pero nunca se cumplieron.
Y, según confirman en su equipo cercano, ahora López Obrador pretende retomarlos como una especie de mensaje para dialogar con el EZLN.
Hasta ahora, sin embargo, las señales no han convencido a los zapatistas, que mantienen una larga controversia con AMLO, precisamente por causa de esos acuerdos.
La "traición"
El origen del desencuentro se ubica en 2001, cuando después de un recorrido por todo el país la dirigencia del EZLN –con Marcos al frente- solicitó en la tribuna de la Cámara de Diputados el cumplimiento de lo acordado en San Andrés.
Fue al final de la llamada Marcha de los 1111, el número de zapatistas que salieron de Chiapas, en el sureste del país.
Pero lo que aprobó el Congreso fue una Ley Indígena muy diferente a lo que se había acordado. Y el EZLN rompió definitivamente el diálogo con el gobierno federal.
Derechos de autor de la imagenRAMÓN CAVALLO/AFPImage captionEn 2001 la Comandancia del EZLN habló en la tribuna del Congreso.
López Obrador era entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, como se llamaba entonces la capital del país, y uno de los más influyentes líderes en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Y la organización política, que había apoyado la propuesta zapatista, votó en favor de la contrarreforma, como se llamó a la iniciativa del Ejecutivo.
El EZLN dijo que fue traicionado, y desde ese momento se retiró de la vida pública. Durante varios años el acceso a sus comunidades estuvo cerrado.
La desconfianza fue particularmente severa con AMLO.
"Hombre extraordinariamente hábil y pragmático, López Obrador ha concebido la jefatura del Gobierno del Distrito Federal como trampolín para la silla presidencial", lo criticó Marcos en 2003.
Y tres años más tarde, cuando el político contendió por primera vez como candidato presidencial, los zapatistas pidieron que no se votara por el candidato de la izquierda.
Derechos de autor de la imagenREUTERSImage captionLópez Obrador perdió dos elecciones antes de finalmente imponerse en los comicios de este año.
López Obrador perdió la contienda. Años después reconoció que el boicot del EZLN influyó en el resultado.
"Al decir que yo era fascista, lo cual es una exageración, sí influyó en la votación", dijo.
"Amarga experiencia"
En la siguiente elección presidencial, en 2012, López Obrador pretendió acercarse a los zapatistas.
"Les extiendo mi mano franca en señal de respeto y reconciliación", dijo en Chiapas. Pero la respuesta del subcomandante Marcos fue durísima.
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionMarcos siempre ha desconfiado de López Obrador.
"Uno de los tres bribones que habrán de disputarse el trono sobre los escombros de México ha venido a nuestras tierras a demandarnos silencio", escribió en referencia a los tres candidatos presidenciales de entonces.
López Obrador "no acaba de madurar y reconocer sus errores y tropiezos", agregó Marcos.
López Obrador perdió esa elección frente al actual presidente Enrique Peña Nieto.
Seis años después, en su tercer intento, el escenario es distinto: AMLO obtuvo el respaldo de 30 millones de electores, el 53% de la votación total.
Cuando asuma el gobierno, el 1 de diciembre, será el presidente más votado de la historia.
Pero eso no parece importar a los zapatistas.
A mediados de julio el equipo de López Obrador pretendió contactar a la dirigencia del EZLN, pero la respuesta de nuevo fue negativa.
Y esta vez añadieron otro elemento para su desconfianza: en el gabinete que empieza a formar el virtual presidente electo se encuentra Esteban Moctezuma Barragán, propuesto como secretario de Educación.
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionAlgunos de los integrantes del gabinete de López Obrador no les gustan al EZLN.
Como secretario de Gobernación con el entonces presidente Ernesto Zedillo en 1995, estableció contacto con el CCICG-EZLN para reanudar el diálogo suspendido un año antes.
Pero cuando se había concretado un encuentro con el funcionario, la Procuraduría General de la República informó la supuesta identidad del subcomandante Marcos: Sebastián Guillén Vicente.
Inmediatamente después empezó una operación militar en la zona zapatista para capturar al líder insurgente y el resto de la Comandancia.
Marcos dijo que Esteban Moctezuma sólo pretendió ganar tiempo para desarticular al movimiento. La historia se recuerda ahora y es una de las razones para rechazar el contacto con AMLO.
"El EZLN ya tiene la amarga experiencia de aceptar el contacto con un señor que después sería declarado presidente electo", dijo el subcomandante Moisés en un comunicado.
"Quien operó esa traición, el señor Esteban Moctezuma Barragán, es ahora uno de los propuestos para formar parte del gobierno".
"Hechos y acciones"
¿Cómo puede vencer AMLO el recelo zapatista?
"La confianza se gana con hechos y acciones" le dice a BBC Mundo Adelfo Regino, propuesto por López Obrador como próximo coordinador de Asuntos Indígenas.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionLa inclusión de los Acuerdos de San Andrés en la Constitución podría ser clave para la recuperación de la confianza.
"Tenemos que avanzar con acciones y resultados concretos para nuestros pueblos y comunidades", agrega.
Y, en la estrategia, un paso fundamental es que el Congreso apruebe integrar los Acuerdos de San Andrés en la Constitución.
El documento establece, por ejemplo, el derecho de los pueblos a elegir a sus autoridades con base en sus usos y costumbres.
También permite un sistema de impartición de justicia de acuerdo con su cultura cuyas sanciones y juicios serán respetados por el Poder Judicial.
Ese es un sistema de gobierno que ya existe en varios municipios y que tiene antecedentes en varios países como Bolivia, explica Regino.
"Queremos que los casos de autonomía de facto puedan tener un reconocimiento jurídico", insiste el posible miembro del futuro gabinete de AMLO.
Y aunque el reconocimiento constitucional de lo acordado hace años con el EZLN podría ayudar a tender puentes entre el futuro gobierno y ese movimiento, para Regino en el fondo también se trata de un acto de elemental justicia.
"Lo que demandan los pueblos no es algo fuera de alcance o que ponga en riesgo la unidad nacional o la integridad del Estado mexicano", valora.
"Los pueblos indígenas hemos dicho claramente que somos indígenas pero también somos mexicanos", concluye.
Los materiales publicados con las confesiones de Corinna Zu Wittgentein solamente han podido sorprender a los extremadamente ingenuos o a los extremadamente cínicos. El llamado Rey emérito no es peor que la oligarquía económica, política y mediática que constituida como un doble Estado de cañerías insalubres, tramas de todo tipo, uso mafioso de las instituciones y apropiación del erario público, mudó de piel política para seguir haciendo lo que hizo durante la dictadura: robar, corromper y pervertir los grandes principios políticos, éticos y del Derecho.Ya va siendo hora de asumir que el pícaro designado por el dictador Francisco Franco como sucesor a título de Rey fue, y lo es su sucesor dinástico, la clave del arco que sustentaba y sustenta el edificio corrupto de la segunda Restauración borbónica.
Desde hace mucho tiempo vengo afirmando que el sistema político de nuestro país puede ser definido como una no dictadura en la medida en que hay elecciones, instituciones surgidas de las mismas y un ejercicio de libertades, eso sí, cada vez más intervenido política, judicial y mediáticamente. Pero la Democracia como sinónimo de transparencia, participación más allá de lo electoral, ética pública, control cívico, igualdad jurídica e imperio de la Ley, todavía no se ha implantado en España. Para realizar esta afirmación me atengo a la memoria histórica basada en lo ocurrido entre 1977 y nuestros días. Que Juan Carlos I borboneó, se entregó a actividades lucrativas irregulares y opacas o jugó frívolamente en operaciones políticas sinuosas de alto riesgo, fue posible porque los gobiernos de turno se lo permitieron, los medios de comunicación ocultaron y/o velaron muchos hechos, y los poderes económicos mostraron su adhesión a uno de los suyos que lucía corona. Sin olvidar tampoco los silencios judiciales. Cuando las oligarquías de toda índole entendieron que ya no les servía, forzaron su abdicación en junio de 2014. A cambio lo aforaron y no permitieron la rendición de cuentas. Corinna ha aireado las facturas y los albaranes olvidados pero sabidos por todos. Que cuide su salud.
La Transición está en el origen de esta degradación, en absoluto desconocida u oculta. Y es que hoy, en 2018, la cuestión sigue siendo la misma que en 1975 cuando murió el dictador, la ruptura democrática con el régimen de excepción ética, moral y de funcionamiento público, sigue siendo una necesaria asignatura a aprobar. La ciudadanía tiene la palabra. Julio Anguita. Colectivo Prometeo
Porque los DD. HH. están por encima de lazos sanguíneos, étnicos, religiosos, etc. Fundado el 8 de febrero de 2013.
Quiénes somos
Tali Feld Gleiser, nacida en Santiago de Chile; él, casi (Mendoza es casi parte de Chile). O para que Julio Rudman no se enoje, él, argentino, ella casi (Santiago de Chile es casi parte de Argentina).
Tali, radar pendiente de todo, comunicadora social, traductora, amante de los idiomas, apasionada por la radio.
Julio, escritor irónico, periodista de Radio Nacional Mendoza; para neutralizar la acidez come dulce de leche. Apasionado trabajador de la radio.
Curiosos; latinoamericanos; judíos; lectores contumaces, rebeldes frente a la injusticia.
Este blog es un homenaje a Manuel Gleizer, el abuelo de Julio y Marcos Gleiser, mi bisabuelo. Hermanos nacidos en Ataki, actual Moldova, que nos dieron la posibilidad de, además de tener tantas cosas en común, pertenecer a la misma familia.
Tali Feld Gleiser, nascida em Santiago do Chile; ele, quase (Mendoza faz quase parte do Chile). Ou para que Julio Rudman não fique zangado, ele, argentino, ela quase (Santiago do Chile quase faz parte da Argentina).
Tali, radar pendente de tudo, comunicadora social, tradutora, amante dos idiomas, apaixonada pela rádio.
Julio, escritor irônico, jornalista da Rádio Nacional Mendoza; para neutralizar a acidez come doce de leite. Apaixonado trabalhador da rádio.
Curiosos; latino-americanos; judeus; leitores contumazes, rebeldes frente à injustiça.
Este blog é uma homenagem a Manuel Gleizer, o avô de Julio e Marcos Gleiser, meu bisavô. Irmão nascidos em Ataki, atual Moldávia, que nos deram a possibilidade de, além de ter tantas coisas em comum, pertencer à mesma família.
Qué debe aprender la izquierda del conflicto del taxi
Lo que el desarrollo de este conflicto debería enseñarnos es algo precisamente acerca de las formas en que la izquierda tiene que extender su modelo de país
Hace unos días, Rafa Mayoral, diputado de nuestro grupo parlamentario y miembro de la dirección de Podemos, fue recibido con aplausos en la multitudinaria asamblea que los taxistas habían convocado en Barcelona para decidir los siguientes pasos en el marco de la huelga. Una huelga que ha sido secundada ya en muchas otras ciudades de España. Mayoral, además, fue invitado a intervenir en la asamblea y sus palabras fueron suscritas íntegramente por los presentes. El diputado, de hecho, había sido vitoreado previamente en la asamblea nada más se supo que iba a acudir a la Ciudad Condal como muestra de apoyo y solidaridad. Todo ello refleja, a mi juicio, que detrás de estos fenómenos hay una experiencia compartida y un trabajo bien hecho y reconocido en defensa no solo de los taxistas, sino de los propios servicios públicos.
Para entender bien las causas inmediatas de esta disputa, debemos retrotraernos un mes, cuando el Ayuntamiento de Barcelona aprobó un reglamento, con la abstención de PP y Ciudadanos, que limitaba las licencias de vehículos de alquiler con conductor (VTC). Aquel hecho ocasionó que el Gobierno y la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) recurrieran ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), el cual ha acabado dándoles la razón. En consecuencia, en estos momentos, las empresas que comercian con VTC van ganando la batalla.
Este nuevo nicho mercantil no es sino un espacio especulativo muy característico del capitalismo financiarizado
Estas grandes empresas, como Cabify o Uber, se han expandido enormemente en los últimos años como consecuencia de haber sabido aprovechar las licencias VTC, que ya existían previamente, por ejemplo para el uso de limusinas, como un negocio con el que competir con el sector del taxi. Como ya se ha denunciado, en realidad este nuevo nicho mercantil no es sino un espacio especulativo muy característico del capitalismo financiarizado. En primer lugar, estas grandes empresas utilizan una cuidada arquitectura financiera, que incluye el uso de paraísos fiscales, para eludir el pago de impuestos en España. En segundo lugar, aunque se disfraza con el eufemístico nombre de 'economía colaborativa', el negocio consiste en crear una red de conductores que han de poner su propio coche y asumir personalmente todos los riesgos laborales, y a los que conectan con los clientes que vayan solicitándolo a través de una aplicación móvil. En tercer lugar, todo lo anterior se recubre de una estética 'cool' y moderna que traslada un mensaje ideológico de libertad y flexibilidad para el cliente y para el trabajador. En suma, un negocio que precariza las relaciones laborales de un sector, el del transporte público, al mismo tiempo que funciona como palanca desamortizadora del Estado social en tanto que supone una notable merma de ingresos públicos. Hace tres años, el periodista Esteban Hernández ya avisaba de las amenazas de este modelo.
No obstante, para muchos observadores y analistas, resulta cuando menos paradójico que este colectivo, tradicionalmente considerado como conservador, se haya mostrado tan receptivo con las propuestas de nuestro grupo parlamentario. En realidad, es bastante fácil de explicar: los intereses materiales de este colectivo coinciden con los intereses políticos que aspiran a construir un modelo de país en el que los servicios públicos sean el eje principal. Igualmente, las amenazas provienen del mismo espacio: de los partidarios de la liberalización a ultranza de todas las relaciones laborales y sociales, sean estas referidas al sector de la sanidad, educación o transporte público. En cierta medida, este conflicto no es sino una nueva expresión de los efectos que tiene la globalización neoliberal sobre las finanzas públicas, el Estado social y las relaciones laborales. No es un caso aislado, sino que la llamada 'economía colaborativa' es la punta de lanza de un modelo de relaciones laborales precarizadas que aspira a convertirse en norma; en un nuevo orden social.
Hay quien, al analizar estos fenómenos, prefiere fijar su atención en su dimensión cultural. Como hemos dicho, estos nuevos negocios se dotan de una narrativa ideológica que nos interpela sobre la libertad, las nuevas tecnologías y la flexibilidad. Se nos dice que un conductor puede elegir de manera autónoma su tiempo y forma de trabajo. También se nos dice que, desde el punto de vista del cliente, este puede usar su propio móvil para pedir el transporte, tener las comodidades de un servicio personalizado y, sobre todo, disfrutar de menores precios. Pero en todo esto no hay nada históricamente nuevo. De hecho, ni siquiera se trata de un signo de la posmodernidad sino de una extensión de todos los viejos parámetros de la modernidad. Gilles Lipovetsky lo llama “hipermodernidad”. Al final hay algo que es impepinable: la clase trabajadora necesita trabajar para poder sobrevivir y bajo el capitalismo es libre para elegir las formas en que hacerlo, pero dentro de esa necesidad. De la misma manera, hay algo importante que añadir: la clase trabajadora, con su precariedad y salarios bajos, tiende a adquirir los bienes y servicios que son más baratos. Y ello no los convierte en pequeña burguesía. Sin duda hay quien usa un VTC porque es 'cool', pero son más los que lo usan porque puede ser más barato. El problema, de nuevo, es estructural, del propio sistema capitalista. El hecho de que pueda ser más barato, algo que no siempre sucede, tiene que ver con el 'dumping', es decir, con el hecho de que estas empresas están en la fase de destrucción de la competencia —el taxi— y por eso aguantan precios más bajos que, tras la desaparición de la competencia, volverán a subir para aumentar los márgenes de beneficio.
Qué emocionante es ver a la gente trabajadora de nuestro país defender sus derechos laborales y los servicios públicos frente a buitres que solo quieren saquear nuestros derechos y precarizar las condiciones de vida. Gracias por vuestro ejemplo. #LicenciaUrbanaSí#TaxiEnLucha
Sin embargo, lo que el desarrollo de este conflicto debería enseñarnos es algo precisamente acerca de las formas en que la izquierda tiene que extender su modelo de país. La actividad práctica del diputado Mayoral y de todas las compañeras de IU, Podemos y otras formaciones que han estado al pie del cañón durante años revela a todas luces cómo de los conflictos sociales particulares puede desplegarse un completo modelo de país. Convertir un problema laboral en toda una aspiración de país no es otra cosa que construir hegemonía. Los taxistas de Málaga y otras ciudades pararon en solidaridad con los taxistas de Barcelona, mientras que sus discursos en todo este tiempo ya abordan con claridad y contundencia conceptos como servicio público, relaciones laborales dignas y modelo de país. Eso no sucedía hace tres años. El proceso de acompañamiento y solidaridad de clase de nuestro grupo parlamentario ha sido parejo al uso de las instituciones como altavoz de estas demandas y con la capacidad efectiva de brindar apoyo en todo momento. Lo mismo está sucediendo con los bomberos de Málaga, las limpiadoras de piso, las trabajadoras de Coca-Cola y los trabajadores de Amazon, por citar solo algunos ejemplos.
No es casualidad que el Ayuntamiento de Barcelona haya sido el primero en apoyar en una gran ciudad las demandas del colectivo
En realidad, no es casualidad que el Ayuntamiento de Barcelona, con Ada Colau a la cabeza, haya sido el primero en apoyar en una gran ciudad las demandas del colectivo taxista. Como tampoco es casualidad que sea el grupo parlamentario de Unidos Podemos el que sea mejor recibido en las asambleas de trabajadores. No son hechos puntuales, sino hitos concretos dentro de procesos de mayor profundidad. Pero obsérvese un aspecto relevante. Las organizaciones que mejor están expresando este sentir de clase son las que también hacen primarias, difunden públicamente sus noticias y reflexiones en Twitter y Facebook e incluso usan Telegram como métodos de coordinación interna. Somos las organizaciones que hemos sido consideradas como 'nueva política' y a las que muchas veces se nos ha acusado de no estar conectadas con la clase obrera. Sin embargo, la verdad es que pocos conflictos reales parecen obedecer a esas artificiales distinciones entre lo 'virtual' y lo 'real', lo 'material' y lo 'inmaterial' o, sencillamente, entre 'clase' y 'cultura'. Hace una semana, la asamblea de trabajadores en huelga de Amazon aplaudió con orgullo el momento en que se les avisó de que eran 'trending topic' en Twitter. Las caricaturas se resquebrajan y rompen cuando se las enfrenta con la realidad.
En la derecha liberal global, hace tiempo que se reflexiona sobre por qué crece tanto la extrema derecha o el populismo. Algunos analistas, como Jim Goad o Mark Lilla, creen que es el resultado de que la izquierda ha girado sus discursos y prácticas concretas hacia las políticas de la identidad, lo que habría generado una reacción cultural en la clase trabajadora tradicional que la empujaría hacia nuevas formas de fascismo. Así es como entienden el surgir de una 'alt-right' global. En España se ha importado esa discusión e incluso el marco conceptual, y se considera que la izquierda está cometiendo los mismos errores. Realmente toda Europea está inmersa en este debate. A veces parece que algunos postulan la creación de una suerte de 'alt-left' que abandone las políticas de identidad —caso por ejemplo de un sector de Die Linke en Alemania, que promueve el lema 'Primero la comida, después la ética'— y otras veces parece que simplemente se postula una vuelta a discursos esencialmente obreristas —sin ninguna conexión con la realidad concreta de las luchas obreras; una especie de vuelta a una estética obrerista sin materialidad obrera—. De una forma u otra, se introduce como mínimo una sospecha sobre las políticas de identidad y sobre 'hombres de paja' como nueva política, posmodernismo, clase media, etc. Con ello, en nuestro país emerge así una notable paradoja: las redes sociales virtuales se llenan de comentarios exigiéndole a la 'nueva política' un discurso más obrerista mientras esta 'nueva política' está ocupada en las asambleas de trabajadores. Tampoco es nuevo. En el año 2012, la asociación de periodistas parlamentarios me concedió el premio al diputado 2.0, creado ese año, lo que me granjeó muchas críticas en sectores 'ortodoxos' que olvidaron que algunos estuvimos ese año en casi todos los conflictos sociales, a veces incluso como organizadores, incluyendo una huelga general, un rodea el congreso y un centenar de asambleas de trabajadores.
Taxis estacionados en Atocha. (EFE)
Hay otra forma de entender todo esto. Hace unos días, una entrevista a Nancy Fraser permitía ver cómo ella, quien es lo que podríamos llamar una feminista marxista, acusaba al “neoliberalismo progresista” de Obama, Blair y —añado yo— Zapatero de haber promovido políticas neoliberales que les han alejado de la clase trabajadora. Ella sugería que ese 'progresismo' atendía solo las demandas liberales del feminismo, el ecologismo, etc., mientras desatendía las políticas económicas que necesitaban las clases populares. De esa forma, dice Fraser, una parte de la clase trabajadora que impugna el sistema reacciona frente al 'pack' de 'neoliberalismo progresista'. Me parece que Fraser está en lo cierto. El problema de Zapatero no fue que apoyó el matrimonio homosexual sino que hizo una política económica de derechas. No cabe duda de que siempre ha existido un feminismo y ecologismo liberales, perfectamente compatibles con la explotación capitalista, y precisamente por eso el marxismo y ecologismo marxista han combatido la falsa dicotomía entre lo 'material' y lo 'inmaterial' o entre la 'clase' y la 'cultura'. Lo que el marxismo interseccional ha dicho siempre no es que las políticas de identidad no importen o sean una trampa, sino que son tan necesarias como la clase. De hecho, Fraser elogia el proyecto de Bernie Sanders porque es capaz de aunar demandas de reconocimiento con demandas de redistribución. Lo sorprendente es que nosotros, de nuevo, volvamos a caer en la falacia de pensar que existe algo así como un 'coste de oportunidad' que hace que cuando nos dedicamos a una cosa dejamos de dedicarnos a la otra. Como si no pudiéramos estar en un piquete y en Twitter a la vez o ser un gay de clase obrera. Un retroceso que implica el riesgo de alimentar posturas reaccionarias: si aceptamos que existe disyuntiva, estamos obligados a elegir.
Cómo unificar a la clase trabajadora
Piénsese que Marx ya atendió este problema desde muy pronto. Para él, la praxis era la noción clave para abordar su temprana tarea de combatir al mismo tiempo el idealismo de Hegel (que consideraba al sujeto sin realidad material) y el materialismo de Feuerbach (que consideraba el pensamiento como mero reflejo de la realidad material). Para Marx, la praxis es la acción consciente de los seres humanos para intervenir en sus condiciones de existencia, es decir, para transformar las relaciones sociales de producción. Esto significa que no existe separación entre lo material y lo inmaterial, sino unidad. No se puede desligar el hecho de ser gay con el hecho de ser de clase trabajadora, ambas cosas son expresión de sus condiciones de existencia.
La clase obrera no solo aspirará a cambiar las relaciones de producción en un sentido técnico sino a cambiar las relaciones sociales de producción
Desde esta perspectiva, la clase obrera revolucionaria no solo aspirará a cambiar las relaciones de producción en un sentido técnico sino que aspirará a cambiar las relaciones sociales de producción, es decir, tanto su lugar en las relaciones sociales —su lugar como explotada, oprimida, racializada, etc.— como la realidad material en la que todo ello se inserta —que incluye también al propio planeta—. Y, además, se asume que mediante la praxis cambia también el ser humano. Es decir, las prácticas —y tanto una huelga como la comunicación son dos ejemplos— cambian la forma de ver el mundo del ser humano. Por esa razón, no es inocente hablar de precariado o clase media en vez de clase trabajadora, pues la forma de comunicarnos cambia nuestra forma de ver el mundo. Y de la misma forma, por eso las huelgas también cambian a sus participantes, incluso aunque no tengan éxito. Así, en este esquema, no hay dicotomía entre políticas de identidad y políticas de clase, ni unas oscurecen las otras. Hay una relación de unidad porque ambas refieren a las condiciones sociales de existencia de la clase trabajadora. En suma, se postula una salida positiva en la que no hay chivos expiatorios.
Y, se dirá, ¿qué demonios significa todo esto en realidad? Pues significa que el problema de la izquierda no tiene nada que ver con las políticas de identidad sino con la ausencia de intervención directa sobre la vida real de la clase trabajadora. Son dos planos distintos. Dicho de otra forma, el problema es que la izquierda no ha conseguido organizar a la clase trabajadora, o que la clase trabajadora no ha conseguido autoorganizarse en grado suficiente, porque durante años se ha abandonado la intervención en los espacios de socialización de la clase trabajadora. Barrios, asociaciones de vecinos, cooperativas de consumo y producción, ateneos, bares, bibliotecas, periódicos, televisión, internet, centros de ocio… Son ejemplos de espacios en donde la izquierda debería promover una praxis que revele tanto la necesidad del socialismo (teoría) como la necesidad de organizarse colectivamente (práctica). En estos casos, no hay ninguna oposición necesaria entre las políticas de identidad y las de clase, como se puede observar, citando alguna referencia cultural, en la película 'Pride'; obra que narra el encuentro, brusco primero y virtuoso después, entre el colectivo homosexual y el colectivo minero en los años ochenta en el Reino Unido. Pero obsérvese que tampoco hay ninguna oposición necesaria entre un espacio de socialización como un bar y otro como internet, pues ambos son reales y en ambos se encuentra la clase trabajadora. Por eso aplaudieron los trabajadores en huelga de Amazon o por eso los de Coca-Cola piden retuits a sus iniciativas. Simplemente son espacios de socialización distintos, como sucede entre una biblioteca y un cine, y requieren una intervención distinta. Casi siempre el instinto de clase es más eficaz que la teorización de clase.
Acampada de taxistas en Barcelona. (EFE)
Todo esto puede ser parte de la enseñanza en la gestión del conflicto del taxi. Lo que el diputado Mayoral y nuestro grupo parlamentario han hecho, como también el Ayuntamiento de Barcelona, es precisamente intervenir en la realidad concreta de la clase trabajadora realmente existente. No se ha idealizado a la clase trabajadora a partir de nostálgicos y mitificados relatos del pasado (aspecto este que precisamente el propio Mark Lilla define como el eje del pensamiento reaccionario) para después acusar a todo lo cronológicamente nuevo como obstáculo, trampa o peligro, sino que se trabaja con la clase obrera que realmente existe para articular todas sus demandas en un proyecto de país (que por definición va más allá del conflicto capital-trabajo). Y en ninguna parte se ha alimentado la sospecha sobre las políticas de diversidad o identidad porque se entienden igualmente necesarias y emancipadoras. Me parece, de lejos, la mejor estrategia para la izquierda.
Yo deseo —y trabajo para ello— que ganemos esta batalla frente al neoliberalismo más salvaje, el de las 'economías colaborativas'. En este sentido, el colectivo del taxi es un reflejo del conjunto de la clase trabajadora, un nodo más, con sus singularidades, que se inserta en una red de conflictos sociales, laborales y no laborales, que pueden convertirse en vectores de transformación social para nuestro país. En todos ellos debe estar la izquierda, interviniendo, articulando y construyendo nuevas realidades. Podemos lo llama patria, en Izquierda Unida lo llamamos república federal; pero en ambos casos es un modelo de país, una concepción del mundo y un orden social distinto enfrentado con el capitalismo neoliberal que solo puede construirse desde la praxis. De cómo sumamos fuerzas para conseguirlo va este debate. Al resultado final de cómo una 'concepción del mundo' se convierte en mayoritaria Gramsci lo llamó hegemonía, y no por casualidad él definió ese proceso hasta la hegemonía como 'filosofía de la praxis'.
*Alberto Garzón Espinosa es coordinador federal de Izquierda Unida y diputado en el Congreso de los Diputados.