¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, agosto 26, 2010

También es Buenos Aires


Zapatos de cristal para los olvidados

Ismael Serrano


Por ejemplo, Carlos Tévez. Se crió en el humilde y popular barrio Ejército de los Andes, llamado Fuerte Apache. El barrio surge a partir de sucesivos planes de realojamiento para habitantes de villas miseria de Buenos Aires. La vida allí es dura, afilada y Tévez admite que su infancia no fue sencilla. En la calle forjó su carácter, en los partidos de potrero, en cualquier terreno baldío jugando a la pelota, en los días en los que el sueño de ser la estrella del fútbol que hoy es era algo lejano y difuso. Tévez escapó de la marginalidad y si a la Cenicienta la rescató el zapato de cristal, a él el botín con tacos con el que ha recorrido las canchas de medio mundo.

Las hinchadas lo adoran. En Boca, en el Corinthians de Brasil o en los equipos ingleses en los que ha jugado, desplegó su coraje, ganándose la simpatía de toda la grada. En la selección, todos celebran la furia con la que pelea el balón.

Otro ejemplo, Bárbara Franco. Se cría en la Villa 21. Su historia es todo un tango: padre alcohólico, violencia familiar, lucha por la supervivencia. Pero la fortuna la rescató del desastre. Se operó el pecho y luego hizo carrera como modelo, azafata televisiva y colaboradora casual en series varias. Los argentinos suspiran por sus curvas.

No son muchas las cenicientas rescatadas del naufragio que supone vivir en los poblados marginales de la ciudad de Buenos Aires

Si pasas por la Autopista Illia, verás la Villa 31, barrio marginal y orgulloso. Hace poco, los vecinos de la 31 la cortaron exigiendo que el ayuntamiento resolviera la situación de riesgo sanitario en la que viven.

Allí el padre Mugica fundó la parroquia Cristo Obrero, donde está enterrado. Luchó por que se reconociera la dignidad de los excluidos que habitaban la villa, por mejorar su situación. Murió en el 74 por su militancia, asesinado por la triple A argentina. Mugica rezaba: “Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.”

Calles de tierra, edificios construidos por los propios habitantes, chabolas convertidas en viviendas de tres plantas, inseguridad, precariedad, emigrantes venidos de todas partes en busca de oportunidades.

Por lo demás, difícil encontrar más ejemplos. No son muchas las cenicientas rescatadas del naufragio que supone vivir en los poblados marginales que rodean la ciudad de Buenos Aires. No hay suficientes zapatos de vidrio para abrigar los pies descalzos de tantos olvidados.

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