¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, agosto 19, 2010

España en crisis.

OPINIÓN

La corrupción adereza la dieta mediterránea

* Ciro Murayama


Las imágenes en la televisión y en los periódicos de las carreteras, puentes y viaductos que quedarán a medio hacer son elocuentes, inquietantes. Algunas muestran columnas soportando autopistas que terminan ahí, a la mitad del cielo. Uno de los severos problemas del ajuste de ZP para salir de la crisis es que pospone la salida de la crisis.

Tan frecuentes como las noticias de la destrucción del empleo y la contracción de la actividad son las que se refieren a la corrupción urbanística, a grado tal que resulta difícil referirse a esos casos ya como “escándalos” por ser tan pan de cada día. Toda la costa mediterránea española, desde Andalucía a Cataluña, pasando por Murcia y la Comunidad Valenciana, es un paisaje de edificaciones erigidas sobre terrenos que, hasta hace poco, no tenían permiso para la construcción. El cambio en el uso del suelo, decidido en los ayuntamientos, fue condición para que el pelotazo inmobiliario tuviese lugar, pero también explica por qué la corrupción se instaló como una práctica común a nivel municipal sin que importara mucho el color político de los alcaldes y regidores partícipes de esas tramas. La existencia de dinero abundante, de crédito barato, que propició la escalada de precios de los inmuebles, también dio lugar al jugoso negocio del cambio en el uso del suelo de amplios terrenos.

No es, por otra parte, algo nuevo en España. Alcaldes que son a la vez constructores no son raros –quizá el caso más emblemático es el de Jesús Gil, en su día alcalde de Marbella, empresario de la construcción y dueño del Atlético de Madrid al mismo tiempo-, ni tampoco el hecho de que este tipo de empresarios tenga vínculos cercanos con las estructuras de poder local, como es el caso de Florentino Pérez –presidente del Real Madrid y dueño de una de las mayores constructoras españolas- y sus vínculos con el PP madrileño o de Augusto Lendoiro, empresario gallego ligado al PP y, también, presidente del Deportivo de la Coruña, o de Josep Lluis Núñez, quien dirigiera al Barça y a su propia empresa constructora con amplios contratos en la Ciudad Condal. La política, la construcción y el fútbol son, en España, cosas que combinan muy bien, a tal grado que se suele hablar de políticos y empresarios “de palco”, esto es, los que cierran negocios y acuerdos en los palcos VIP de la llamada Liga de las Estrellas.

La conclusión, aunque triste, es nítida: si bien puede haber problemas culturales que favorezcan la corrupción, en este caso también existieron factores estructurales, instalados en el tipo de modelo de crecimiento de la economía española alrededor del ladrillo en los últimos, que favorecieron la corrupción e incluso la hicieron necesaria.

No me des la baja médica

Ana es médico y está empleada por una mutua de accidentes de trabajo, por lo que su labor consiste en hacer revisiones médicas a trabajadores de distintos sectores en el norte de España. Con frecuencia, atiende a inmigrantes con la salud destrozada por el trabajo en la minería, dispuestos a seguir bajando cada día a la oscuridad del carbón porque no tienen otra alternativa de subsistencia. Ana también suele atender trabajadores administrativos, con jornadas laborales menos extenuantes, que han llevado una vida productiva dentro de un mercado laboral estable, que les ofrece seguridad y atención médica cuando es necesario. Así, las consultas para solicitar baja por enfermedad han sido una constante en el trabajo de Ana. Pero algo ha cambiado con la crisis: “viene la gente con alguna dolencia –cuenta- y quiere que le recetes algo, pero te piden que por favor no les des la baja médica porque tienen miedo”. Sí, cuatro millones y medio de desempleados haciendo cola para entrar al mercado laboral atemorizan a quienes aún cobran su nómina todos los meses. La crisis no sólo ha destruido empleo, sino que ha hecho que los trabajadores estén dispuestos a renunciar a los derechos asociados al empleo formal, afectando así la calidad de la ocupación. Por lo mismo, “hay mucha gente que no se está cogiendo vacaciones este verano”. Las actitudes en otros tiempos propias de los inmigrantes para aferrarse al puesto de trabajo así fuese de baja calidad, se extienden entre los trabajadores nativos conforme sube la temperatura de la crisis.

Perder 8 millones de votantes

El ajuste económico que anunció José Luis Rodríguez Zapatero no implicó la subida de las tasas en el pago del impuesto sobre la renta de las personas físicas de mayores ingresos, como se habría esperado de un gobernante de izquierda y como sí lo ha hecho, a nivel local y en el tramo de gravamen que le corresponde a las autonomías españolas, el tripartito gobierno catalán. En cambio, ZP anunció el congelamiento de las pensiones para ocho millones de jubilados así como la eliminación de la paga extra, una especie de aguinaldo que recibían los pensionistas una vez al año. El efecto de esta medida sobre el volumen de déficit será menor, pero no así sobre las posibilidades electorales del PSOE, que se distancia de esas franjas de votantes constituidas por las personas mayores y por los empleados públicos.

Es conocida la anécdota de que el viraje de ZP se produjo tras sendas llamadas de la canciller alemana Ángela Merkel y del presidente Obama. En el primer caso, Merkel pidió un esfuerzo para evitar que España cayera en la misma trampa que Grecia, castigada por las calificadoras internacionales y con una calificación de su deuda muy alta. Esa valoración sobre Grecia, desde Berlín, sin embargo, no se hizo cargo de algo que cada vez es más claro: la deuda griega existe porque hubo quien la contrajo y quien la ofreció, y en este segundo papel sobresalen los propios bancos alemanes, lo que indica que hay una fuerte dosis de hipocresía en la discusión de las responsabilidades de la crisis económica –y política- al interior de la UE.

En el caso de la llamada de Obama, un catedrático de economía sugiere que ZP pudo revirar ante la petición de ajuste al gasto de forma elocuente: “como necesito ahorrar un par de decenas de miles de millones de euros, puedo bajar los salarios y congelar las pensiones, lo que me pondría contra las cuerdas y entregaría el gobierno a la derecha en las próximas elecciones, o bien puedo retirar las tropas de Afganistán, que es lo que empezaré a hacer para poder atender a su recomendación Mr. Obama”. Pero ZP no se dio ese margen de maniobra.

“Comprendemos el malestar”

Montse es gemóloga y en Barcelona lleva con otra compañera con su propia empresa, desde hace doce años, dedicada a la venta de piedras preciosas a las joyerías de Cataluña. Por la crisis, ahora también da clases de catalán a inmigrantes. Votante de izquierda, alérgica a la derecha española, se siente profundamente defraudada por ZP, al que le remitió una carta con su descontento. A vuelta de correo, recibió una misiva, firmada por el director del gabinete de la presidencia del gobierno, José Enrique Serrano Martínez quien, “por indicación del Presidente de Gobierno y en relación con su escrito” señala que: “como consecuencia de la difícil situación económica existente a nivel mundial, el Gobierno se ha visto en la obligación de plantear un conjunto de medidas para acelerar la reducción del déficit mediante el recorte de gasto público. Comprendemos el malestar que pueden ocasionar a los ciudadanos más afectados, pero se han adoptado desde el sentido de la responsabilidad, añadiéndose a otros esfuerzos de austeridad ya en marcha”. Tras añadir que “en estos momentos de duros sacrificios es cuanto este Gobierno se siente especialmente más cercano a todos los ciudadanos que están atravesando por dificultades” se despide diciendo que “agradezco el escrito que nos ha remitido donde nos traslada sus comentarios que hemos leído con interés y le envío un cordial saludo”. En fin, un gobierno amable, pero ya poco creíble incluso para quien le dio su voto.

Vender el coche para comprar la gasolina

La segunda quincena de junio, el Ministro de Fomento del gobierno de España, José Blanco “Pepiño”, a quien se llegó a situar en los corrillos de entendidos como sucesor de ZP, anunció una inmediata suspensión de importantes obras públicas en marcha.

Las imágenes en la televisión y en los periódicos de las carreteras, puentes y viaductos que quedarán a medio hacer son elocuentes, inquietantes. Algunas muestran columnas soportando autopistas que terminan ahí, a la mitad del cielo. Imagine el lector que el segundo piso de periférico en la ciudad de México se interrumpiera abruptamente frente a los Torres de Mixcoac; ese es el tipo de desaguisados que quedarán en España por la urgencia de recortar el gasto. Lo anterior tiene el problema no sólo de no culminar lo proyectado, sino de desperdiciar literalmente lo que se había alcanzado: la construcción de infraestructuras es muy relevante para la actividad económica porque tiene gran poder de arrastre hacia atrás –para hacer caminos, puertos y aeropuertos se demandan insumos de múltiples ramas de la economía, que se ven beneficiadas- y hacia delante –una vez que se termina la infraestructura ésta da lugar a más actividad económica-. Pues bien (o habría que decir pues mal), se cercena de tajo el efecto multiplicador hacia otras ramas y el efecto hacia delante se elimina, quedando como resultado un gasto ineficiente en lo que pudo ser inversión productiva.

Uno de los severos problemas del ajuste de ZP para salir de la crisis es que pospone la salida de la crisis. En pos de equilibrar las finanzas públicas dilata el periodo en que los ingresos públicos se recuperen a causa del dinamismo económico. Como dice un refrán español: “vendió el coche para comprar la gasolina”.

Los últimos felices

Una pareja española de jubilados aún fuertes, en sus primeros sesenta, ella ex empleada de Telefónica, él profesor universitario, sin deudas, con vivienda propia y sin hijos que mantener, puede tener un ingreso mensual de más de dos mil quinientos euros, así como cobertura de la salud en una seguridad pública de buena calidad. Si la salud les acompaña, cosa no infrecuente en un país con una esperanza de vida que roza los 81 años, tienen una magnífica base material para ser felices. Quienes nacieron treinta años después, si bien lo hicieron en los primeros años de la democracia y no padecieron el franquismo, no van a tener ese tipo de retiro tras una vida laboral fecunda. Para empezar, porque la edad del retiro se retrasará hasta los 70 años y, para continuar, porque la inestabilidad en el empleo hace que los periodos de cotización disminuyan o sufran cortes continuos, por lo que habrá que trabajar hasta más tarde para tener derecho a una pensión. Un cartón de El Roto en El País, con lúcido y ácido sentido del humor lo resumió bien: “A jubilarse hasta los 70, pero desde los 40 sin trabajo”.

Ciro Murayama - Economista, es profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es editor de la revista “Nexos” y en la actualidad escribe semanalmente en “La Crónica”.

ciromurayama@yahoo.com

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