¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, mayo 31, 2018

NINGUNEO A LOS CATALANES,IGNORO A LOS VASCOS Y SE BURLO DE SANCHEZ

Moción de tortura para Rajoy

Moción de censura

El portavoz del PNV, Aitor Esteban, mira al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez A. DI LOLLI

Una vez acabada la sesión plenaria, en los pasillos y en el patio del Congreso había pocas dudas de la posibilidad, más que real, de que Rajoy acabe la semana como presidente del Gobierno y empiece la siguiente como líder de la oposición. Los parlamentarios socialistas cruzaban opiniones acerca de cuándo se celebrará la toma de posesión de Pedro Sánchez y cuándo anunciará su Gobierno. Pedro presidente. Quizá el sábado lo primero. Y el lunes, lo segundo. Los colaboradores de Rajoy, los ministros y los diputados del PP apenas podían disimular su decaimiento y estupor. Pedro presidente. Como diría Mariano Rajoy: "¿Qué es lo que está pasando?". Ni en sus peores pesadillas. A mediodía, cuando el presidente abandonó el Congreso y el EBB aún no se había manifestado, Gobierno y PP daban por perdida la última batalla de Rajoy, el gran resistente, el hombre que triunfó sobre Aznar, sobre Zapatero, sobre los mercados, pero que acabó derrotado en una moción de censura por Pedro Sánchez. Nada menos. El líder socialista hizo un buen papel en la tribuna. Con discursos y réplicas medidas, efectivas y que agradaron incluso a los diputados del PSOE que no son precisamente amigos suyosA primera hora de la mañana del jueves, día del Corpus, los servicios del Congreso de los Diputados tenían listo, limpio e inmaculado el despacho de líder de la oposición. La dependencia ha permanecido vacía desde que Pedro Sánchez dimitió como diputado. Pero la institución, que es más sabia por su antigüedad y permanencia que los periodistas o los diputados, contempla todas las eventualidades e intuyó que la próxima semana a lo mejor el líder de la oposición es Mariano Rajoy. Así que los servicios de la Cámara acudieron raudos a apañarle el despacho de la primera planta. El mismo que Rajoy ocupó hasta el otoño de 2011, cuando se convocaron las elecciones generales que ganó por mayoría absoluta. La Cámara aún no sabía oficialmente lo que decidiría el Euskadi Buru Batzar y ya le preparó a Rajoy su antiguo despacho.
Llegó Mariano Rajoy al Congreso minutos después de las 9 de la mañana. A cuerpo gentil. Se bajó del coche como si nada. Como siempre. Un día más en el Congreso, la casa donde ha vivido varias décadas. Diputado. Jefe de la oposición. Presidente del Gobierno hace seis años. Le recibió el portavoz Rafael Hernando. Como siempre. Cruzó el pasillo rodeado de sus colaboradores. Como todos los miércoles. Se sentó en su escaño azul como si no se debatiera una moción para echarle de La Moncloa. Subió a la tribuna como si la sentencia de la Gürtel no existiera. ¿Cómo la llamó?. "Historia vieja. Arqueología de pleitos de corrupción". Se dirigió a la Cámara como si su objetivo del día fuera desarmar con su legendaria ironía a José Luis Ábalos o a Pedro Sánchez. Habló como si fuera una de esas jornadas gloriosas que han puesto en pie su leyenda de brillante parlamentario. Actuó como lo haría para hacer méritos el aspirante a candidato en las próximas elecciones generales. Después de toda una vida dedicada a la política, Rajoy aparentó el impulso y el entusiasmo del político que quiere hacer méritos delante de los suyos. Lo intentó. Con todas sus armas. Con todas sus fuerzas. Con su impetuoso torrente de palabras resplandecientes del idioma español. Una Epifanía oratoria el día del Corpus Christie. La bancada del PP le recibió con sentimientos contrapuestos. Por un lado, tristes. Los mensajes llegados de La Moncloa no eran optimistas sobre la decisión del PNV. Por otro, un resorte de orgullo herido se activó en los escaños populares. Aplausos, risas, ironías, ruido ambiental. El jefe está en una forma inmejorable. Toma del frasco, Ábalos. Prepárate, Pedro. Los aplausos del PP ya son toda una categoría política.
Arropado por los suyos, Rajoy bordó su última faena en sus primeras intervenciones como presidente acosado. Hasta que Pedro Sánchez mentó la bicha. Su dimisión. La dimisión del presidente. Un rumor que se extendió por Madrid en las últimas horas antes del pleno. "Dimita usted, ahora mismo, aquí y ahora, váyase voluntariamente y esta moción de censura dejará de tener sentido". Entonces fue cuando se descompuso el discurso flamenco y osado de Mariano Rajoy. Obvió su dimisión en su primera réplica. No quiso considerar semejante afrenta. No podía considerar su dimisión porque había empezado la mañana en la tribuna como si fuera a seguir siendo presidente toda la vida. ¿Dimisión por qué? A él solo le echan las urnas. Dimitir sería asumir que es culpable. Que es el responsable político de la trama Gürtel. Dimitir sería destruir de un plumazo los últimos nueve años de su vida política. Los españoles ya conocían el caso Gürtel y le dieron la confianza en las urnas. Tres veces en tres elecciones. Así es cómo cavila la cabeza del presidente. A decir de los suyos, así seguirá cavilando cuando acabe la "moción de tortura", como calificó la sesión uno de sus colaboradores.

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