¿HÉROE O VILLANO?

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jueves, julio 18, 2013


Nueve Reinas: Mentiras y máscaras como metafora del neoliberalismo

¿Por qué una década y media después el film protagonizado por Ricardo Darín y Gastón Pauls sigue siendo un clásico latinoamericano?

Buenos Aires – ¿Cuál es el encanto de “Nueve Reinas”, el policial argentino filmado en el emblemático año 2.000 por el director Fabián Belinsky? ¿Por qué una década y media después el film protagonizado por Ricardo Darín y Gastón Pauls sigue siendo un clásico latinoamericano? ¿Qué mensaje traen consigo esos dos truhanes en busca de la riqueza fácil detrás de una improbable colección de estampillas provenientes nada más y nada menos que de la República de Weimar, que llevan el engañoso nombre de “las Nueve Reinas”? 

Hay una enraizada creencia en la crítica cinematográfica mundial que sostiene que en épocas de crisis la creatividad florece en modo exponencial, tanto como estallan los índices de desempleo y las deudas impagas. Una creencia que comenzó a forjarse casi junto con el cine sonoro a la luz de la trágica Gran Depresión que estalló en 1.929, el año en que las pantallas comenzaron a hablar y cambiaron el cine de una vez y para siempre. Y hay una lectura, mucho más sofisticada si se quiere, que emparenta el policial negro y las historias de truhanes y ladronzuelos con la solapada crítica social a una sociedad que ha perdido su rumbo en manos de los especuladores y el capitalismo descontrolado. 

Los ladrones de poca monta se transforman así en una especie de contestatarios del sistema que replican con ingenio y en pequeña escala el robo generalizado al que es sometida la sociedad en su conjunto en medio de la crisis y la descripción del turbio ambiente en el que se mueven se vuelve crítica social pura, mientras que la estructura del relato policial esconde la ansiedad que genera la crisis y la vuelve catársis. Bajo ese ímpetu se realizaron en Hollywood joyas como The Public Enemy (William Wellman, 1.931) o Scarface (Howard Hawks, 1.932) y se escribieron los grandes clásicos del “hard boiled”, como El Halcón Maltés, de Dashiell Hammett, llevada al cine en 1.941 por el maestro John Huston. 

En esta clave es preciso entonces leer las “Nueve Reinas” argentinas. Filmada en el año 2.000, apenas meses antes del estallido del modelo neoliberal que había llevado a su paroxismo el presidente Carlos Menem y que llevó hasta su agonía el conservador Fernando De la Rúa, la película muestra a dos truhanes en acción en busca de una colección de estampillas que supuestamente se encuentran en manos de una viuda ingenua y a la que pretenden arrebatársela para vendérsela nada más y nada menos que a un empresario español, símbolo del ladrón de guante blanco que se enriqueció con las privatizaciones estatales en la década del 90 y al que estos dos pillos criollos quieren arrancarle parte de su exorbitantes ganancias.

Pero las cosas no son como parecen y pronto el espectador comienza a sospechar que hay alguien oculto que también lo está timando a él. Y a medida que el relato policial se vuelve comedia de enredos uno se va preparando para ejercer ese supremo arte de la crítica al neoliberalismo que destroza el sentido común de la época con sus propias armas: desconfía de todo, los seres humanos sólo están en este mundo para traicionarte. O para decirlo con las palabras del fundador de la escuela de Chicago, el aristócrata austríaco Friedrich Hayek: los seres humanos son individualistas acérrimos que sólo buscan satisfacer su interés personal, el altruismo es un defecto sólo de los fanáticos. 

Una década y media después, Nueve Reinas sigue entusiasmando así como siguen fascinando los grandes clásicos del policial norteamericano de la década del 30, porque el sentido común que hizo posible la crisis todavía subyace en una sociedad como la latinoamericana que ha comenzado a dar la batalla contracultural a duras penas, pero que todavía sigue desconfiando profundamente de “el otro” y sigue buscando pequeñas tretas para tratar de reparar con astucia popular el saqueo al que sigue siendo sometida de vez en cuando por “los sospechosos de siempre”. 

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