Los caminos del ascenso social
Clases populares y kirchnerismo
Por Sebastián Etchemendy*
En la última década, el total
de asalariados aumentó, al tiempo que se redujo la informalidad laboral y
se fortaleció el poder de negociación de los grandes sindicatos. Así,
muchos trabajadores lograron acercarse a la clase media.

esde su irrupción en 2003, en medio de la implosión neoliberal, la
relación entre el kirchnerismo y las clases populares ha ido mutando.
Hay ciertamente una gran distancia entre la expansión masiva del Plan
Jefas y Jefes de Hogar—que, en rigor, había comenzado en el gobierno de
Duhalde— para paliar la crisis social; aquella consigna que se consolidó
a mediados de los años 2000, “ni palos ni planes,” que implicaba
apuntalar una transición ordenada al mundo del trabajo y que hacía de la
“no represión” una bandera, y el presente, en donde se ha extendido la
institucionalidad laboral a través de paritarias con fuerte incidencia
de los convenios colectivos por actividad, el Consejo del Salario y la
Paritaria Nacional Docente, entre otras, que engloban a una porción
mayoritaria de la clase trabajadora. En el contexto de una década de
crecimiento económico, a muchos segmentos de la clase trabajadora les ha
ido mejor e incluso se acercaron a (o insertaron en) la clase media,
mientras otros no perdieron pero mejoraron menos en términos relativos.
En este sentido la dimensión organizativa fue crucial, ya que se trata
aquí de política y no sólo de “tendencias estructurales en el mercado de
trabajo”. En efecto, volvieron los sindicatos, el Estado re-reguló
sectores vulnerables como el del servicio doméstico y los peones
agrarios, y los movimientos sociales consiguieron organizar a los
trabajadores informales.
Este artículo propone resumir los aspectos
más significativos de la evolución estructural de las clases populares
bajo el kirchnerismo y a la vez analizar el rol que tuvo la dimensión
organizativa en la trayectoria de los diferentes subgrupos. El punto
central que me interesa remarcar es la siguiente paradoja: bajo el
kirchnerismo las clases populares se homogeneizaron en un sentido (dada
la mayor cohesión social generada por el empleo y la asalarización) pero
se heterogeneizaron o fragmentaron en otro, fruto de las diversas
trayectorias económicas sectoriales propias de una economía más abierta
que la del siglo XX y de los diferentes recursos organizativos de los
subgrupos de trabajadores. El dilema de las nuevas heterogeneidades que
el modelo inclusivo ha generado se agudiza en el escenario económico
actual.
La evolución en el mercado de trabajoEl
saldo que la crisis del modelo económico liberal, tal como se aplicó en
Argentina, dejó en el mercado de trabajo es trágicamente conocido: el
desempleo, que llegó a más del 20% entre 2002 y 2003, y la informalidad
laboral, que tocó un pico del 49% de los asalariados en 2003, son los
aspectos más notables. Casi el 7% de la Población Económicamente Activa
(PEA), es decir, más de un millón de personas, recibía en 2003 un
subsidio o plan laboral. Las grandes tendencias estructurales en la
actualidad –luego del cambio de rumbo económico y laboral de 2003– son
también evidentes: el desempleo bajó a un rango de entre el 7 y el 8%,
la informalidad laboral se redujo 16 puntos hasta estabilizarse en
alrededor del 33% desde 2011 y los receptores de planes de empleo
pasaron a constituir en 2011 sólo el 1% de la PEA (
1).
Detrás
de esta restauración social general se esconden algunos datos que
reflejan mejor este nuevo tiempo. El más general es el intenso proceso
de asalarización que tuvo lugar en la sociedad argentina (
2).
El total de asalariados (o sea los obreros o empleados) aumentó desde
2003 un 40%, alcanzando en 2011 casi 12 millones de personas, o sea un
75,5% de la PEA, el porcentaje más alto de la historia argentina.
Quienes engrosaron esa masa asalariada fueron nuevos trabajadores,
desempleados, receptores de planes sociales, cuentapropistas y
profesionales autónomos, la mayoría de los cuales consiguieron un empleo
formal.
Una primera conclusión que podría destacarse, entonces, es
que el neoliberalismo no socavó definitivamente el trabajo asalariado en
favor de las ocupaciones individuales o por cuenta propia en Argentina,
como sugerían algunas visiones posindustriales, sino que el ciclo
posliberal produjo una gran masa asalariada que, como se verá más
adelante, se encuentra organizativamente fragmentada. Dentro del
colectivo de asalariados que creció, el segmento que más se amplió entre
2003 y 2011 fue el número de obreros calificados de la industria y
servicios asociados (que aumentó 64%), seguido de los empleados
administrativos (62,5%) y los profesionales asalariados (45,7%).
Significativamente, estos sectores que más se expandieron orbitan en lo
que podría llamarse clase media. Por su parte, el número de obreros no
calificados en la industria disminuyó, mientras que otros segmentos,
como los servicios no calificados y los trabajadores de la salud y los
docentes, aumentaron en menor proporción. Sin embargo, su suerte, como
la de otros grupos de trabajadores, estuvo fuertemente influida por la
dimensión organizativa.
Los sectores más favorecidosEsta
dimensión organizativa y regulatoria es la que inyecta una mayor
heterogeneidad en el universo asalariado reconstruido por el
kirchnerismo, que por supuesto incluye, pero no se agota en, la
dimensión del trabajo formal e informal. Pueden distinguirse tres etapas
en el fortalecimiento organizativo de las clases populares en la
experiencia kirchnerista. En el marco de una política económica
expansiva y de apoyo del gobierno vía reformas institucionales
(derogación de la ley Banelco, sanción de la nueva ley de negociación
colectiva, puesta en marcha del engranaje de paritarias), los primeros
sindicatos en resurgir, tanto en el plano de la movilización como de
mayores avances en la negociación colectiva, fueron aquellos que de un
modo u otro se fortalecieron en la década neoliberal. Son casos
paradigmáticos el transporte de camiones, que en los años 90 fue sumando
servicios desregulados o privatizados como la basura, el correo o el
clearing bancario; petroleros privados de fuerte expansión por el boom
de inversión privada en el sector, autos, aceiteros o subtes. Estas
actividades, que se suelen favorecer en los contextos de apertura
económica e integración comercial, y que se encuentran en general
ligadas al transporte o la industria exportadora o de alta rentabilidad,
resultaron la vanguardia en conseguir mejores sueldos y revertir
tendencias negativas para los sindicatos como la tercerización o ciertas
condiciones de flexibilización laboral en sus sectores.
En una
segunda etapa, y al calor del modelo económico y de la negociación
colectiva que se fueron consolidando, los grandes sindicatos como, por
ejemplo, los industriales de la UOM, los servicios de Comercio, Sanidad,
Luz y Fuerza o Bancarios, comenzaron a recuperar terreno perdido. El de
Comercio es un caso paradigmático, que de un rezago inicial pasó –en
gran medida fruto de una mayor presión desde las bases– a conseguir un
aumento del 38% en 2011, siendo el sindicato grande que más se desvió
hacia arriba de la pauta de aumento salarial general de ese año.
En
una tercera etapa, se vieron favorecidos una serie de colectivos que
fueron más golpeados por el neoliberalismo y/o son más vulnerables en el
mercado de trabajo. Se trata de docentes, trabajadores agrarios y del
servicio doméstico. Dada su debilidad organizativa, estos grupos exigían
un mayor apoyo regulatorio del Estado y el Ministerio de Trabajo. Así,
la Paritaria Nacional Docente instrumentada en 2008 recentralizó la
negociación salarial en el sector y estableció un salario mínimo para el
cargo docente testigo válido para todo el país, y una compensación para
que las provincias más pobres pudieran pagarlo. El Estatuto del Peón
Rural equiparó los derechos de los trabajadores agrarios al resto de los
trabajadores y, a través de la creación del Registro Nacional de
Trabajadores y Empleadores Agrarios (RENATEA), dependiente del
Ministerio de Trabajo, reemplazó la colusión entre la Mesa de Enlace y
el sindicato en el control del fraude laboral y el gobierno de las
relaciones laborales en el sector. La Ley de Trabajadores en Casas
Particulares hizo lo propio con el servicio doméstico, ya que reguló un
nuevo marco de derechos para las trabajadoras y sentó las bases
institucionales para la discusión salarial tripartita en el sector. En
ambos casos –el de los trabajadores agrarios y el de servicio
doméstico–, los nuevos marcos normativos se complementaron con medidas
como los nuevos servicios de inspección laboral del RENATEA y los
mecanismos de presunción de trabajo doméstico aplicados por la AFIP a
los sectores de altos ingresos para combatir el alto porcentaje de
trabajo en negro en estas actividades.
Finalmente, los trabajadores
informales de empresas recuperadas o cooperativas de trabajo por los
movimientos sociales, especialmente aquellos más afines al gobierno,
constituyen otro sector vulnerable potenciado organizativamente estos
años. A diferencia de otras experiencias análogas como el MAS en
Bolivia, Correa, o el chavismo, el kirchnerismo combinó en su coalición
sujetos organizativos tanto del lado formal (los sindicatos
tradicionales) como informal (los movimientos sociales afines). El rol
de los movimientos sociales en Unidos y Organizados como dispositivo más
fiel a Cristina Fernández subraya que la importancia política de este
aspecto de la organización territorial de los sectores informales no
debe soslayarse.
El despertar de los trabajadoresEn
suma, en el marco de la restauración social general pos 2003, los
distintos componentes de la clase trabajadora fueron despertando del
letargo de manera despareja e impar, de acuerdo con su propia posición
sectorial, sus recursos organizativos y la ayuda regulatoria del Estado.
En esta evolución dispar puede distinguirse a los sectores mejor
posicionados: en primer lugar, los profesionales asalariados y los
obreros calificados de la industria y servicios asociados cubiertos
todos por convenios colectivos, como vimos dos de los subgrupos que más
aumentaron su volumen en la última década. Puede pensarse, por ejemplo,
en un trabajador petrolero, del gas, aceitero o automotriz con salarios
de entre 10.000 y 25.000 pesos. En segundo lugar, pueden distinguirse
los trabajadores menos calificados pero registrados y cubiertos por
convenios colectivos que fueron actualizando salarios y condiciones de
trabajo.
Es importante señalar, por otro lado, aquellos sectores
que, aun en el marco general de mejoras desde 2003, tuvieron menos
herramientas para defenderse en un proceso marcado por la asalarización y
la sindicalización. Por arriba, y en la frontera con la clase media,
los profesionales jerárquicos no cubiertos por convenios colectivos y
ciertos profesionales autónomos. Es un lugar común en el ámbito de las
relaciones laborales empresarias en estos años constatar cómo los
empleados profesionales jerárquicos, que tradicionalmente negociaban
salarios individualmente, vieron mermar sus ingresos en relación a los
sindicatos y sus constantes actualizaciones de los básicos de convenio.
El lanzamiento de Sindicato de los Trabajadores de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (CePETeL), como sindicato jerárquico de
telefónicos y trabajadores informáticos, o la voluntad de muchos
empleados superiores en el sector automotriz de enrolarse en la
Asociación de Supervisores Metalmecánicos de la República Argentina
(ASIMRA) es una muestra elocuente de este fenómeno.
Finalmente, por
abajo, quienes resultan más rezagados son los trabajadores no
registrados, casi siempre menos calificados, que no entran en la
negociación colectiva o no están organizados por movimientos sociales.
Esa disparidad entre estos tres colectivos –profesionales autónomos o
jerárquicos sin convenio, trabajadores cubiertos por convenios, en
especial los mejor calificados, y los no registrados– se acrecentó con
el cambio de contexto económico pos 2010.
Los dilemas de la inclusión
La
paradoja es que bajo el kirchnerismo la clase trabajadora se restauró a
nivel global, pero, a su vez, y como consecuencia de tendencias
estructurales (desempeños dispares en una economía posliberal más
abierta que en el siglo XX) y organizativas (los diferentes recursos
políticos recién descriptos), esa misma clase restaurada se fragmentó.
Comparado con la situación en los albores del 2000, las clases populares
se homogenizaron en un sentido –el de una mayor cohesión social dada
por la baja del desempleo, del trabajo en negro y el fenomenal proceso
de asalarización–, pero se fragmentaron en otro, a partir de la
diferente trayectoria económica y organizativa de sus diferentes
componentes. El cambio de contexto económico pos 2010, marcado por el
fin de los superávits gemelos (fiscal y comercial) holgados, cierta
apreciación cambiaria y una mayor inflación, acrecientan esa tendencia a
la fragmentación.
Por un lado, quien mejor puede defenderse en un
contexto inflacionario es el grupo “victorioso” que se señalaba más
arriba: los trabajadores bajo convenio, en especial los más calificados y
profesionales asalariados según el sindicato que tengan. Por arriba y,
especialmente, por abajo se sufre más. Los profesionales sin convenio y
los autónomos tienen en muchos casos menos herramientas para pelearle a
la inflación.
Por abajo, los trabajadores no registrados,
estabilizados en alrededor del 33% de los asalariados, tienen menos
defensas en la puja distributiva. Otros grupos, como los trabajadores
docentes y estatales y municipales, y los del servicio doméstico, tienen
menos capacidad en la pelea salarial que los del sector privado bajo
convenio. A su vez, el gobierno tiene menos aire fiscal que hace algunos
años para mantener el nivel adquisitivo de las políticas sociales que
llegan a los más desprotegidos en el sector informal, como la Asignación
Universal por Hijo, el Plan Argentina Trabaja, los seguros de desempleo
contributivo y no contributivo, y la movilidad jubilatoria, que alcanza
a los trabajadores informales incluidos en la moratoria. Aunque el
gobierno ha cuidado este flanco—la movilidad jubilatoria se mantuvo, por
ejemplo, siempre por encima de la inflación—los riesgos de la
fragmentación social por arriba y especialmente por abajo del núcleo
duro de sindicalizados existen.
Estos dilemas tienen obviamente
repercusiones políticas. Pensemos en los asalariados jerárquicos fuera
de convenio, en los profesionales independientes o en los
microempresarios (que aumentaron, según la Encuesta Permanente de
Hogares, EPH, un 45% entre 2003 y 2011) que participaron en los
cacerolazos antigubernamentales de 2012 y 2013, todos ellos beneficiados
de algún modo por el modelo, pero heridos también por su menor
capacidad para defenderse dentro de ese modelo que los trabajadores
sindicalizados. O en los riesgos electorales que una erosión en el poder
adquisitivo de los sectores con menor capacidad de negociación salarial
–como los docentes, municipales o los trabajadores no registrados o
cuentapropistas– podría acarrear para el oficialismo (que ciertamente no
basa su coalición en la clase media profesional o microempresaria). En
este sentido, la moderación de la inflación, preservando el empleo y la
cohesión social que tanto costó conseguir, se vislumbra como importante
no sólo para mejorar el horizonte macroeconómico, sino para prevenir la
nueva heterogeneidad en la clase trabajadora que nace del modelo
económico inclusivo establecido en 2003.
1.
Los datos con los que aquí se trabaja fueron extraídos de: Héctor
Palomino y Pablo Dalle, “El impacto de los cambios ocupacionales en la
estructura social de la Argentina”, Revista de Trabajo, N° 10, Buenos
Aires, diciembre de 2012. No se incluye a la Asignación Universal por
Hijo (AUH) como “plan de empleo” ya que su lógica tiene que ver más con
una política social de carácter permanente dirigida a los niños y
adolescentes de familias vulnerables, que con algunas de las variantes
de subsidio al desempleo.
2. Se seguirá aquí el trabajo de Palomino y Dalle recién citado.
Espero que en vez de darme palos y empiecen con estúpidas acusaciones,que hagan criticas serias.De momento sigo apoyando a Cristina ,y me parece que el papa también...
Lean lo que sigue
Francisco pidió "rehabilitar la política, una de las formas más altas de la caridad"
Al
encabezar un encuentro con la dirigencia del Brasil, Francisco pidió
"rehabilitar la política, una de las formas más altas de la caridad" y
afirmó que un Estado laico "favorece la convivencia entre las
religiones".
.
En su discurso realizado en el Teatro Municipal de Rio, el Sumo
Pontífice afirmó que el presente "no es una coyuntura, sino un desafío
para recoger sabiduría y saber proyectar".
Asimismo, destacó que el futuro "exige una visión humanista de la
economía y una política que logre más y mejor participación de las
personas, evite el elitismo y erradique la pobreza".
Francisco afirmó que sus palabras son expresión de su preocupación "como
pastor de la Iglesia y del amor que tiene por el pueblo brasileño" y
subrayó que la tarea de construir "una sociedad más justa no es una
utopía, sino que es el resultado de un esfuerzo concertado de todos por
el bien común".
"La dirigencia sabe elegir la más justa de las opciones después de
haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés
por el bien común; esta es la única forma de ir al centro de los males
de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y
libres", agregó.
En línea con anteriores expresiones por él realizadas, se refirió a la
protesta social cuando dijo que "el cristianismo revitaliza siempre el
pensamiento y la vida ante la frustración y el desencanto que invaden el
corazón y se propagan en las calles" y sostuvo que entre "la
indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción
posible, el diálogo".
En ese sentido, hizo señalamientos sobre la "contribución de las grandes
tradiciones" a la cultura popular y subrayó que "la convivencia
pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la
laicidad del Estado".
"La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve
beneficiada por la laicidad del Estado, que sin asumir como propia
ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor
religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas".
También dedicó un párrafo a pedir una "vinculación moral con una
responsabilidad social y profundamente solidaria" en una sociedad donde
se impone "la racionalidad científica y técnica".
"El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la
única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del
encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo que aportar",
concluyó.
Del encuentro participaron diversos sectores de la sociedad civil
brasileña, como líderes políticos, intelectuales, diplomáticos, artistas
y funcionarios que participan activamente en la vida de la ciudad y del
país.
Acompañado por el arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Oraní Tempesta,
el Papa fue recibido por la presidente del Teatro y por el Secretario de
Cultura del Gobierno.
Al inicio del acto, habló Walmyr Junior, un joven de 28 años, que contó
su historia conmovedora, ya que es huérfano, vive en una de las favelas
de Río y, tras poder superar una adicción a las drogas, logró obtener
una Licenciatura en Historia.
"Tengo la esperanza de ver la unión entre la gente y así construir la
civilización del amor", dijo el joven quien, tras su mensaje, se fundió
en un abrazo con el Papa y le mostró una foto de su familia para que la
bendiga.
El encuentro celebrado en el imponente marco del Teatro Municipal,
también fue lugar de momentos de profunda significación: al término de
los discursos ingresó un nutrido grupo de niñas que integran la escuela
municipal de danzas, a las que Francisco saludó besándolas en la frente.
Luego, en otro momento de emociones en alza, abrazó profundamente a una joven con síndrome de Down y la bendijo.
También se hizo presente una delegación de pueblos originarios
amazónicos con sus vestimentas tradicionales: cuando el primero de ellos
se quiso arrodillar ante el Papa, Francisco lo tomó de las manos y lo
incorporó.
Luego, el cacique obsequió al Sumo Pontífice su sombrero hecho de
plumas, que el Papa se colocó inmediatamente sobre el solideo.
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