¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

miércoles, febrero 16, 2011

SER ARGENTINO

Haide Giri: El ADN de los argentinos: El contaminado y el verdadero

Colón – colonizados, asocié de inmediato, acaso como un juego de palabras producto de repiqueteos culturales que quedan formando parte del concepto de nación, de patria.

Y repentinamente vino a mi memoria algo que leí en relación a Martín Lutero; me di cuenta de mi absoluta ignorancia sobre sus creencias cristianas y prédica del evangelio de Cristo. Mencionaré solamente aquello que me conmocionó y que fue en ocasión de haber sido citado a Roma para rendir cuenta de sus libros y escritos. Martín comprobó azorado, que la Iglesia de Roma no inculcaba con ahínco la práctica del evangelio y sí la práctica de la limosna para ganar indulgencias a cambio, tanto para librar a las almas muertas del purgatorio, como para comprar el perdón de los pecados pasados y aún el derecho de pecar durante los días futuros, doctrina que soltó todos los lazos de la moralidad.

Martín Lutero cuestionó severamente que se sugestionara con mentiras dando indulgencias en cambio, con autorización del mismo Papa. Se afirmaba que cada vez que se oía sonar el dinero al caer en la caja de recaudación, se libraba un alma del purgatorio. Resulta obvio decir que se dividió la iglesia de manera irreconciliable. No abundaré en ese tema, lo señalo a modo de ejemplo del cual partir para extrapolarlo a tantas y tantas patrañas inculcadas, infundidas, sugestionadas, grabadas e introducidas como verdades incuestionables sobre las culturas populares y que terminan en grandes cismas antagónicos.

Hubo una Argentina prehispánica, de existencia real y comprobable, de diversidad étnica de habitantes, con tierras, bosques, agua, desiertos, montañas, hielos, animales, flores y aves, con identidades que no necesitaban ser reconocidas, de hecho, las tenían. ¿Quiénes fueron aquellos con ínfulas de apropiadores? ¿Antecesores de los mismos apropiadores de hoy?

Pese a esa verdad irrefutable, durante siglos, los “expedicionarios” europeos, los nacidos en estas tierras desde la bárbara conquista y los emigrantes posteriores, trataban a esta parte del planeta como El Nuevo Mundo, negando toda preexistencia cultural, de identidad y de propiedad sobre estos vastos territorios, que pasaron a ser patrimonio de la Corona de España (en nuestro caso) en nombre de la cruz y la espada.

Así se fue montando la trampa de la trama de la historia conveniente a los imperios, ocultando, deshumanizando a otros humanos y tratando de herejes a quienes desde la diversidad de sus idiomas y creencias, vivían sus vidas en libertades arrebatadas por la avaricia y el deseo de expansión y conquista. No merecían un trato respetuoso, eran indios, negros, bárbaros, ignorantes, a los que había que someter en pro de la “civilización”.

Así se formó mayoritariamente el ADN nacional de la oligarquía. Con mentiras, con indulgencias -como le señalara Lutero a la Iglesia en Roma- y con el reparto entre amigos, de estas tierras robadas a sus legítimos dueños. Así nace el ADN nacional de la cultura del despojo, de la diferencia racial y de parásitos del privilegio que aún subsisten. Así nace el ADN contaminado de los que responden a una genética jalonada de sangre ajena y que hasta no hace mucho, nos habían arrebatado las palabras patria, bandera, soberanía y tantas otras. Así también, entre fuegos cruzados y grandes gestas llevadas adelante por los patriotas conocidos y los ignorados, fue naciendo lentamente una clase media cuya única opción de poder ha sido siempre ascender de clase, tener cosas, ignorando a ese otro que traía una matriz despojada hasta de su propia historia, y que fue siempre la “chusma”, el negro, el mulato, el pobre.

Siempre me pregunté por qué los grandes patriotas de la historia, tuvieron que exiliarse y morir en el exilio, o envenenados en alta mar, o fusilados. Y por qué los responsables de esto, lamentablemente también llamados patriotas, entremezclados todos en libros de historia que avergüenzan, sin mencionar los nombres de las plazas, calles, avenidas y monumentos, que ya debiéramos estar exigiendo se libren de llamarse como esos traidores vende patria. Esa es la contaminación del ADN argentino, avalada por pensadores, filósofos, historiadores, iglesias, periodistas, políticos, científicos, autores o cómplices de una historia oficial siempre amparada bajo la toga de una justicia que el día que deje de ser corrupta, acabará con la corrupción por lo menos en estas latitudes. Esa es la contaminación del ADN de los hijos apropiados por Ernestina, esa es la parte de la Argentina foránea, de la Argentina cipaya y traidora, la que trabajó y trabaja para el FMI, para la CIA y los que quieren seguir colonizándonos, por eso estarán orgullosos del apellido Colón. Yo preferiría llamarlo colon (así, sin acento y en minúscula), que es una tripa por la que se corporiza la materia fecal y es el lugar adecuado para ellos.

Somos millones los que nos hemos apropiado de nosotros mismos, de la identidad argentina, y veo con emoción y orgullo cómo también lo vienen haciendo nuestros hermanos de Latinoamérica. Nuestro ADN es nacional, es reconocible y nuestros datos figuran en el Banco Genético de la Historia recuperada, la que es integral y comenzó con los primeros habitantes de este suelo. Sabemos quiénes somos, pero fundamentalmente, quiénes no somos. No somos los que desprecian al otro por su condición social, no somos los que manejan el poder económico y someten personas a la esclavitud, no somos los que pensamos que la empleada doméstica no puede comer en el mismo restaurante que nosotros, o que los hijos de un recolector de basura no puede ir al mismo colegio que nuestros hijos. No somos los que hablamos de amor al prójimo y lo humillamos todo el tiempo.

Nuestro ADN nació aquí, y haber pretendido usurpar nuestra identidad, nuestro linaje, hoy nos permite saber que contaminaron ignominiosamente nuestra genética más profunda, aquella que nos enraíza a la tierra.

Escribo esto con un profundo amor por nuestros ancestros históricos, con respeto y admiración para los que siempre supieron esto pero fueron invisibilizados de una u otra manera. ¡Hurra por los pueblos originarios, por los miles de hermanos y hermanas anónimos en las páginas de la “historia oficial” pero con sus vidas en las nuestras!

Escribo esto para honrar a los trabajadores, trabajadoras, niños, niñas y adolescentes que en el medio de miles de hectáreas de tierras pertenecientes a una sola familia, son obligados a vivir en condiciones indignas, infrahumanas, en toda la Argentina.

Escribo esto para que denunciemos a los que en diversas producciones, industrias textiles, hornos de ladrillos y en el trabajo que fuere, hacen vivir a familias enteras hacinadas y en servidumbre. Escribo esto, porque esas personas, son parte sustancial de nuestro ADN verdadero. Escribo esto para que les rindamos el mejor homenaje del que seamos capaces, es decir, ¡implacables con quienes los oprimen!

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