¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

domingo, enero 17, 2010

El ser argentino visto desde afuera

En la mayoría de los países permanece aún una verdad irreductible, como parte de un acuerdo basado en el derecho internacional: los de afuera son de palo a la hora de escuchar sus críticas. Sin embargo, sobre la Argentina, muchos viajeros autores de bitácoras, cuando abandonan sus propias latitudes afilan la punta al lápiz y esgrimen comentarios y observaciones sobre nuestras costumbres que nos sorprenden. Y lo hacen desde hace mucho.

Uno de los primeros fue Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución, que formó parte de la segunda expedición del buque HMS Beagle, comandado por Robert Fitz Roy entre 1832 y 1835. Hace casi dos siglos nos describió así, sintéticamente: “Los gauchos y hombres de campo son muy superiores a los que residen en las ciudades. El gaucho es invariablemente muy servicial, cortés y hospitalario. Por su parte, la policía y la Justicia son completamente ineficientes”.

Y, 130 años después, otro británico, pero humorista, George Mikes, afirmaba en las páginas de su libro de viaje, Tango , escrito en 1963: “Todos los tangos tratan sobre el amor desdeñado o no correspondido, de la novia infiel, de los amigos traidores que nos robaron la novia, de la madre que no nos ama; de los tíos y de los sobrinos que no nos quieren; de las tías que tampoco nos quieren; del padre que nos quería muy poco y que abandonó a nuestra madre, y a nuestros once hermanos (todos los cuales nos odiaban) cuando teníamos sólo dieciocho meses de edad… Cualquier nación que haga de temas tan sombríos el material de su propia diversión, cualquier pueblo que se zambulla en semejantes océanos de la tragedia doméstica se tornará naturalmente un poco melancólico”. Y… sí.

Saturado de juventud

En tanto, el suizo Aimé F. Tschiffely, recordado por unir a caballo Nueva York con Buenos Aires, escribió un manojo de relatos titulados Por este camino hacia el Sur. Un viaje a través de la Patagonia y Tierra del Fuego . Cuenta en uno de sus relatos: “Pronto entramos en un hotel de mala muerte y entramos en un patio cubierto de parras donde se servía la comida. Justo cuando estábamos a punto de sentarnos, un mozo vino a informarme que no se permitía a ningún cliente permanecer en el establecimiento sin llevar puesto un saco”. Así, por el mozo, el viajero se enteró de lo importante y necesario que era llevar saco en ambientes más urbanos y entendió “que era un milagro que no me hubiera encarado la policía”.

En los años 40, el escritor polaco Witold Gombrowicz, que llegó a la Argentina a comienzos de la Segunda Guerra Mundial y ganó fama a través de su novela Transatlántico , de 1953, afirmaba: “Este país, saturado de juventud, tiene una especie de perennidad aristocrática, propia de los seres que no necesitan avergonzarse y pueden moverse con facilidad. Aquí, únicamente el vulgo es distinguido. Sólo el pueblo es aristócrata. Unicamente la juventud es infalible”.

Cuando en 1937, el filósofo español José Ortega y Gasset presentaba su libro Meditación del pueblo joven , aprovechó la ocasión y refirió: “Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presuponen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres resuelvan de una vez, bravamente, abrirse el pecho a las cosas, ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias; su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.

A fines de los años 70, tras una breve estada en la Argentina, el historiador británico Arnold Toynbee declaró: “El nacionalismo brasileño es irónico y ligero; el de los argentinos es romántico e intenso”. Y allá por 1926, el científico Albert Einstein auguraba para nuestra patria “un gran porvenir económico y cultural”. Expresó a los medios gráficos: “Buenos Aires es una ciudad cómoda, pero aburrida. Gente cariñosa, ojos de gacela, con gracia, pero estereotipados. Lujo, superficialidad”.

De la pampa, poco

Otro hombre de ciencias, el filósofo y antropólogo francés Pierre Teilhard de Chardin manifiesta en su obra Nuevas cartas de viaje haber estado una semana en la Argentina, en noviembre de 1951, en ruta hacia Nueva York. Comenta: “He estado ocho días en Buenos Aires, una inmensa Marsella, construida en damero sobre una llanura tal que he dejado la Argentina sin haber podido ver una sola punta de campo (¡Y ni siquiera aludo a la pampa!). Muy buen tiempo, y atmósfera tensa y ensombrecida por la proximidad de las elecciones y la enfermedad de Santa Evita. Estancia fructífera con todo. La prehistoria de la Argentina: joven, porque se remonta a poco más de 10.000 años; pero joven, además, porque sólo hace dos o tres años que se empieza a comprender algo de ella”.

Los poetas también se sentían atraídos por nuestras latitudes. Por esa misma época, el norteamericano Waldo Franck dijo de nuestro país en su libro América hispana : “La pampa fue desterrada de Palermo. Hasta los árboles y las flores parecen haber sido plantadas aquí por algún jardinero de Versalles y no nacidas de la tierra que enciende sus colores. Las alamedas y glorietas, las pérgolas y los puentes, las casas de recreo y los bancos tienen una gracia nerviosa que quiere avergonzarse de la pampa y es extraña a los ciudadanos de Buenos Aires. Las mansiones también niegan la cordial originalidad de sus dueños. Son modelos del Bois de Boulogne, del Faubourg Saint Germain y de la Castellana; modelos que se organizan en fila como caballeros vestidos de corte para presentarse a la reina que han negado en sus corazones.”

Alejandro Schang Viton

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1222441

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