Los abogados que demandaron a
las grandes tabacaleras de Estados Unidos y ganaron, ahora están
enfocados en la industria de alimentos. La editora del programa Newsnight de la BBC, Susan Watts, entrevista a uno de ellos para preguntarle por qué escogieron esta pelea en particular.
A Don Barrett le gustan los contrincantes
poderosos y ricos. Se trata del abogado que batalló durante una década
para lograr que las grandes empresas tabacaleras admitieran que sabían
que los cigarrillos eran adictivos y que, como consecuencia, debían
pagar los gastos médicos de las víctimas, un caso que a la postre fue
llevado al cine con la película "The Insider" (El informante).
Él y sus colegas eventualmente
lograron un acuerdo que le costó a la industria de los cigarrillos la
astronómica suma de más de US$200.000 millones. La demanda hizo que
Barrett se convirtiera en un hombre muy rico. Sin embargo, asegura que
no es por la búsqueda de dinero que ahora está apuntando su artillería a
la comida rápida.
"Tengo 68 años. Francamente, no necesito el
dinero, el ejercicio del derecho ha sido bueno conmigo", explica. "Este
es mi trabajo, pero en este caso tenemos la oportunidad de ayudar
realmente a las personas. No estamos diciendo que la industria de la
alimentación sea igual a la del tabaco, que mata a 500.000
estadounidenses al año, pero sí hay una epidemia de obesidad que está
afectando la salud de los habitantes de este país".
Barrett forma parte del grupo de abogados que ha
presentado demandas contra los representantes más importantes de la
industria alimenticia en EE.UU.
Estas no son las primeras demandas que atacan a
las compañías que procesan alimentos. Durante casi una década, abogados
estadounidenses han realizado diversas solicitudes para persuadir a las
cadenas de comida rápida a producir alimentos más sanos y nutritivos.
Sin embargo, estas demandas recientes están siendo vistas como las más
agresivas a pesar de su simplicidad.

Don
Barrett insiste que más allá de ganar mucho dinero -como en el juicio a
las tabacaleras- su motivación es "ayudar a la gente".
El caso de Barrett contra los grandes
procesadores de alimentos, conocidos en inglés como los "Big Food" es
que las compañías están tergiversando la presentación de sus productos,
promocionándolos como "naturales" o "saludables", cuando de hecho
-asegura- no son tal cosa.
Su misión es hacer que se ajusten a las leyes
vigentes. Según él, los reguladores han sido demasiado débiles para
hacerlas cumplir. Afirma que la Administración Federal de Alimentos y
Drogas (FDA, por su sigla en inglés), que supervisa la seguridad
alimentaria en EE.UU., ha estado simplemente escribiendo cartas de
advertencia, lo que, él piensa, no es suficiente.
Orgullo sureño
Tomando el sitial de honor en la pared de la
oficina de Barrett en Lexington, Misisipi, hay una réplica de la bandera
que llevó el décimo primer regimiento de infantería de Misisipi en los
tiempos de la Guerra Civil. Barrett dice que, como la mayoría de los
sureños, él tiene una debilidad por sus antepasados, que "lucharon tan
valientemente contra abrumadores números y recursos, para defender lo
que creían era correcto".
Por lo que él está luchando, dice, es por la libertad de las personas para tomar una decisión.
"Nadie está tratando de decirle al pueblo
estadounidense lo que tiene que comer o lo que puede comer, los
estadounidenses pueden tomar esas decisiones por sí mismos. Todo es
cuestión de libre elección. Para tener la libre elección tienes que
tener la información exacta. Eso significa que Big Food, las empresas de
alimentos, tienen que empezar por decir la verdad sobre lo que hay en
su producto. La ley así lo requiere".

Dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o tienen sobrepeso.
Ve similitudes con las demandas que presentaron a
las tabacaleras. "Un paralelo es que los estadounidenses asumen que si
un producto está a la venta legalmente, entonces estas personas están
diciendo la verdad acerca de este producto. Si es de venta legal, tiene
que estar bien, de otro modo el gobierno tendría que haber hecho algo al
respecto. Y eso es lo que pensaban acerca de los cigarrillos".
Una de las cosas que lo molesta son los
estratosféricos niveles de obesidad entre los jóvenes estadounidenses. A
pesar de que la tendencia al alza se está desacelerando, alrededor de
dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o
tienen sobrepeso, de acuerdo con los Centros para el Control de
Enfermedades de EE.UU. (CDC, por su sigla en inglés).
Azúcares ocultos en los alimentos procesados,
dice, son parte del problema, y las etiquetas erróneas son clave. Cita
un ejemplo: el yogurt de la empresa de alimentos Chobani Inc, que
contiene "jugo de caña evaporado" como ingrediente.
"Si usted es la madre de un niño diabético o la
madre de un niño que es obeso, las etiquetas importan. Usted busca
azúcar en las etiquetas, y no hay nada allí. Lo que tienen es "jugo de
caña evaporado". Eso suena algo vago, y de alguna manera sano y natural.
"Jugo de caña evaporado si usted vive en el sur
de Luisiana o en Cuba se entiende lo que es, eso es azúcar... Las leyes
han estado allí por siempre. Y son muy claras. No se puede llamar a un
producto por un eufemismo".
La compañía dijo a
Newsnight: "En
Chobani hemos construido nuestro negocio siendo auténticos y
transparentes y apoyamos completamente a nuestros productos y siempre
estamos escuchando a nuestros clientes para mejorarlos".
Barrett cita otro ejemplo, los alimentos cuyas
etiquetas indican que se deberían mantener refrigerados una vez
abiertos, dando así la impresión de que no contienen preservativos y que
son más frescos de lo que realmente son.

El yogurt Chobani tiene una etiqueta que dice que contiene "jugo de caña evaporada", o sea, azúcar.
Si Barrett tiene éxito en sus casos, la industria podría enfrentar costos sustanciales.
Afirma que si los tribunales consideran que los
alimentos mal etiquetados son de venta ilegal, estos productos se
convierten en ilegales y no tienen ningún valor. Si un producto se vende
sin representar su valor, el monto por el cual fue vendido es la medida
de los daños, dice.
Sus demandas son acciones colectivas, donde la
acción legal viene definida por cada persona que compró uno de los
productos mal etiquetados en los últimos cuatro años.
"Si cuesta un dólar y 25 centavos, entonces el
cliente tiene derecho a que le devuelvan su dólar y 25 centavos",
explica. "Y hay un estatuto de cuatro años de prescripción, por lo que
los daños en cada uno de estos casos se define por cuánto han vendido
esta basura con errores de marca durante los últimos cuatro años".
Barrett señala que alrededor del 25% de los
productos están mal etiquetados en EE.UU. Por tanto, la magnitud de los
daños en estos casos fácilmente podría igualar los miles de millones de
indemnizaciones que tuvieron que pagar las grandes tabacaleras.
"Podrían ser, y serán, miles de millones de
dólares en algunos casos", dice. "Una de las empresas de papas fritas
que estamos demandando vende US$13.000 en productos al año".
Casos previos se han centrado en los reclamos
por falsa publicidad en lugar de etiquetado incorrecto, lo que requirió a
los demandantes a contratar expertos para demostrar que las etiquetas
eran "engañosas" para un consumidor corriente y que tal engaño causó
daños reales.
Estos casos han sido costosos y engorrosos.
Muchos de estos han tendido a resolverse por indemnizaciones que
terminaron en cantidades pequeñas.
Las demandas por lesiones personales son aún más difíciles de probar, de acuerdo con Barrett.

Don Barrett está demandando a mercados que comprenden los siguientes productos:
- Jugos de frutas.
- Papas fritas.
- Refrescos.
- Chocolates.
- Tomates enlatados.
- Frutas enlatadas.
- Comida para bebés.
- Té.
Vincular el cigarrillo con una enfermedad
específica ha resultado bastante difícil. Sólo una vez las empresas
tabacaleras trabajaron para llegar a acuerdos en casos presentados por
algunos estados del país para recuperar costos médicos.
Golpear al bolsillo
Vincular cualquier asunto alimenticio a una
condición médica posterior, tal como la diabetes, sería
significativamente más difícil.
Entonces, ¿cuál es la probabilidad de que esta ola actual de demandas pueda tener éxito?
Barrett dice que en el pasado los abogados han
pasado por alto las cruciales regulaciones de la FDA para las etiquetas:
"Las falsas etiquetas en sí mismas son la única prueba que necesitamos y
probar los daños es simple: se trata de las ventas del producto ilegal
dentro del período de tiempo del estatuto de limitaciones: cuatro años".
Y como aquellos casos que pasan a la etapa de
descubrimiento, éstos podrían evolucionar -al igual que ocurrió en las
demandas de tabaco cuando los documentos calientes comenzaron a
aparecer- quizás mostrando que las compañías de alimentos sabían más que
el público general acerca el impacto de sus productos y de la
publicidad en la salud de la gente.
Además, están comenzando a aparecer conexiones
científicamente comprobadas que vinculan a los alimentos con la
adicción, y que sugiere que ingerir alimentos altamente agradables al
paladar, que contienen azúcar, grasa y sal, en realidad podrían cambiar
nuestros cerebros -de forma que necesitamos más y más de estos alimentos
para sentirnos satisfechos.
Si estos estudios científicos llegan a ser
sólidos, entonces el paralelismo con los casos del tabaco podría también
fortalecerse.
Por el momento Barrett dice que su enfoque es
suficiente para cambiar las prácticas de la industria: "Hay una cosa que
el mundo corporativo del país le presta atención, y es un fuerte golpe
en el bolsillo. Todo es cuestión de ganancia. Y sólo cuando afectes sus
ganancias es que afectarás su comportamiento. Y tenemos la intención de
hacer eso".