Cuando la derecha utiliza a intelectuales de izquierdas para reforzar su discurso
Durante la presentación de su candidatura para liderar el PP, Pablo Casado introdujo en su discurso citas de Unamuno y Antonio Machado. Pero esta no es la primera vez que políticos de derechas recurren a referentes históricos de la izquierda para reforzar sus mensajes. Albert Rivera y Mariano Rajoy han empleado también esta fórmula.
—Ni está el ayer, ni el mañana escrito— decía Antonio Machado.
Pero también lo dice Pablo Casado, que en su discurso de la victoria decidió citar al poeta sevillano y a otras históricas figuras de la esfera intelectual española como Miguel de Unamuno. De él no parafraseó el emblemático "venceréis pero no convenceréis", que el escritor espetó al fascista Millán-Astray.
Las citas se convierten, a menudo, en un arma interesante para elevar y dotar de veracidad el discurso político. Pero a veces sucede que el orador recorta las citas y vacía el contenido político de las mismas. Se producen, entonces, incongruencias ideológicas como le ocurrió a Pablo Casado. Y es que citar al poeta español no está restringido, pero hacerlo sabiendo que murió exiliado del franquismo puede parecer contradictorio, si tenemos en cuenta la opinión que el nuevo líder del PP tiene respecto a las políticas de memoria histórica.
—No puede estar de moda ser de izquierdas, son unos carcas que están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién...
El caso de Pablo Casado no es novedoso. Precisamente todo lo contrario, en tanto que la derecha tiende durante los últimos tiempos a apropiarse de los discursos culturales y sociales de la izquierda para vaciarlos de contenido crítico. Incluso, a veces, se reciclan frases célebres como si fueran estados de WhatsApp, sin tener en cuenta que cuando un político hace referencia a un autor para reforzar el mensaje de su homilía, se subroga ideológicamente a él.
Si Casado se atrevió a mentar a Machado y Unamuno habiendo hecho en varias ocasiones desprecios a las víctimas del franquismo (“Yo no gastaría ni un euro en desenterrar a Franco”), Rajoy no fue menos. El ex presidente del Gobierno recurrió a Lorca para homenajear a los ciudadanos asesinados durante el atentado de las Ramblas de 2017.
“Lorca la definió como «la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisa, hermosa de encuentros y antigua de sangre. La rambla de Barcelona»”, recitaba ante la prensa.
Hay declaraciones que pasan más desapercibidas que otras. La de Rajoy no lo consiguió. Lo que se suponía un homenaje a las víctimas del atentado se convirtió en un nuevo desprecio a las víctimas de la dictadura. En concreto a Lorca, cuyos restos siguen en una de las miles de fosas comunes que se extienden por la geografía española.
De esta forma, Rajoy, que destinó "cero euros" a la ley de Memoria Histórica, recurre a Lorca para borrar el componente ideológico que hay tras su nombre y su historial artístico.
Pero esta no ha sido la única vez que en el PP se ha hecho mención a Federico García Lorca. Andrea Levy también se ha referido al poeta andaluz en varias ocasiones. En una entrevista para la revista Zenda, llegó a asegurar que leer al escritor andaluz le hizo más "revolucionaria y reivindicativa". Tanto, que habló de 'La casa de Bernarda Alba' como la obra que despertó en ella los instintos políticos que hoy defiende.
Rivera, Mandela y Clara Campoamor
Albert Rivera, líder de Ciudadanos, suele recurrir a citas del histórico presidente del Gobierno Adolfo Suárez. De esta manera, se supedita al discurso idílico de la Transición.
Rivera no sólo recurre a figuras cercanas a la línea argumental de Cs. Ocurre, a veces, que en sus mítines y debates se cuelan otros nombres poco cercanos a la derecha o al centro político. No sólo eso, sino que intenta dotar a nombres históricos del pasado de unos componentes ideológicos que no tuvieron para atar el prestigio de un apellido a la formación naranja.
Así trataron de hacerlo Inés Arrimadas y Albert Rivera con la figura de Clara Campoamor. "Clara Campoamor derrotó con su visión liberal y progresista a los que se oponían al voto femenino, desde socialistas a conservadores. Aquí el discurso de una mujer valiente que creía en la libertad y la igualdad y huía del sectarismo", tuiteaba el político catalán.
Fue Isaías Lafuente quién evidenció las contradicciones de sus discursos, explicando a los políticos que el sufragio femenino se consiguió gracias al apoyo mayoritario del Partido Socialista que, salvo algunas excepciones, apoyó la iniciativa de la feminista. "Lo puedes revisar en las actas del Congreso", zanjaba el periodista.
Algo similar ocurrió cuando el presidente de Ciudadanos intentó celebrar el centenario del nacimiento de Nelson Mandela. Nuevamente en un tuit, destacó del político africano su lucha por la "libertad" y su papel para "unir a una nación en torno a los valores civiles" contra el "supremacismo". Con ello, no decía nada extraño e incierto. Lo que realmente causó debate fue que obviase que el ex presidente de Sudáfrica militó en el mismo Partido Comunista que tantas veces ha criminalizado.
Fue en uno de sus primeros debates con Pablo Iglesias, ambos como realidades alternativas al bipartidismo, cuando Rivera dejó claro que la cercanía ideológica de Podemos con el socialismo y el Partido Comunista (integrado en IU) sería un problema insalvable de cara a futuros pactos de Gobierno. El comunismo, unido al desgastado argumento de Venezuela, ha sido una baza útil y constante durante los últimos años de apogeo de la formación naranja. Por ello, resulta paradójico que el partido que se presenta como el antídoto de la izquierda ensalce a individualidades históricas del comunismo.
Marcelino Camacho y la Ley de Amnistía
Inmersos en una paradoja argumentativa, Ciudadanos y PP —junto al PSOE—utilizaron la figura de un mito del activismo sindical español como Marcelino Camacho para justificar su negativa a una modificación de la Ley de Amnistía de 1977 que permita poner fin a la impunidad jurídica de los crímenes de la dictadura.
Durante la votación de la iniciativa —impulsada por asociaciones vinculadas a la recuperación de la memoria histórica— las citas y referencias al histórico fundador de CCOO no cesaron. Tanto es así, que Nacho Prendes (Cs) leyó en el pleno parte del discurso que Camacho dio en 1977 en favor de la norma de amnistía y aseguró a los presentes en la Cámara que se sentía "mucho más cerca" del sindicalista que de "la izquierda de hoy".
La respuesta no tardó en llegar. Fue la diputada de Unidos Podemos Yolanda Díazquién, desde el estrado, le recordó a la derecha que Marcelino Camacho murió pidiendo que se modificara la ley, precisamente porque terminó "convirtiéndose en un escudo para no investigar" los crímenes de la dictadura.
"Nunca pensó [Camacho] que nuestros tribunales vulnerasen el artículo diez de nuestra Constitución, que dice que hay que interpretar las leyes en conformidad con los tratados internacionales a los que está suscrito el país", apostillaba desde la tribuna de oradores.
Cuando Aznar leía a Manuel Azaña
El intento de Rivera de abrirse un espacio en el centro derecha español ya fue efectuado por Aznar en los años noventa, cuando el entonces líder del PP aspiraba a llegar al Gobierno mediante una estrategia de modernización del discurso del partido. Acercarse, al menos en el plano argumentativo, a los partidos liberales que dominaban en algunos países de Europa era una necesidad imperante, dada la cercanía cronológica del régimen franquista.
Para ello, el ex presidente del Gobierno recurrió a la figura de Manuel Azaña, reconociendo en un acto de campaña de 1993 que tenía una "profunda vocación azñista". También acudió en el 94, un año después, a la presentación de un libro dedicado a la figura del presidente de la II República.
El poeta Luis Antonio de Villena, en una entrevista para El Mundo, desvelaba que el líder del PP andaba en una fase de búsqueda de referentes para modernizar la línea ideológica del partido.
"Me lo presentaron unos meses antes de que ganara las elecciones de 1995. Él era un hombre simpático, muy cordial, pero no parecía especialmente culto. Me explicó cuál era su proyecto de crear una derecha moderna, civilizada y culta, y me confesó que estaba buscando referencias de intelectuales de izquierdas pero no marxistas que pudieran ser reivindicados desde esa nueva derecha, porque era consciente de que la tradición intelectual de las derechas españolas era muy pobre. Yo le hablé de Juan Ramón, de Salinas, de Guillén... y él, muy amablemente, escuchaba y tomaba nota", comentaba el escritor.
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