El Partido Social Liberal ungió ayer al capitán en la reserva Jair Messias Bolsonaro como candidato a la presidencia de Brasil. Es difícil decir más del perfil de un aspirante a dirigir un país que la mención de la carrera y el nombre completo del político carioca de 63 años. Simpatizante de la dictadura militar que gobernó Brasil durante más de 20 años y ultracatólico son apenas dos de los atributos que lo han convertido en un fenómeno mucho mayor que su pequeño partido, y que ahora lidera las encuestas despejadas del nombre del expresidente Lula da Silva.
En la convención del PSL en Río de Janeiro, ante unos 2.500 simpatizantes, Bolsonaro fue elegido candidato por aclamación, después de llorar emocionado con la interpretación del himno brasileño y tras escuchar los exabruptos de una audiencia sedienta de las incendiarias frases de su líder. La fiesta no fue completa. Bolsonaro se limitó a decir que no es «salvador de la patria», que a Brasil lo salvarán «entre todos», y se puso en el papel de víctima: «Soy el patito feo de estas elecciones». Quizás el normalmente muy seguro de sí mismo candidato tenga dudas, porque es incapaz de cerrar acuerdos para llevar un vicepresidente en su papeleta que aumente su espectro de apoyos. Ya ha recibido dos negativas de otros partidos (uno de ellos también militar) e incluso dentro de su propio partido recibe evasivas. La última, la de la abogada Janaína Paschoal, famosa por haber iniciado el proceso deimpeachment contra Dilma Rousseff. «No se gana una elección con pensamiento único», dijo Paschoal a los fanáticos de Bolsonaro que le pedían que confirmase su invitación para la vicepresidencia.
Rodeado de polémica
Acusado de racista, misógino, contrario a los homosexuales y nostálgico de la dictadura, el ahora candidato no rehúye polémica alguna. Ayer, en Río, fue pródigo en mensajes religiosos contra la ley que prohíbe el castigo físico a los niños, y prometió «eliminar la mayoría» de las empresas públicas y revocar la ley contra el control de armas. En uno de sus últimos actos públicos, en Goiânia (una de las grandes capitales del interior de Brasil), cogió a una niña en brazos y colocó los dedos de la pequeña en posición de disparar una pistola imaginaria. En una entrevista a O Globo, Bolsonaro reconoció no tener mucha idea de economía, pero en su acto de proclamación aseguró que «Dios no elige a los capaces, sino que capacita a los elegidos».
«En una segunda vuelta Bolsonaro pierde contra cualquier candidato. No es un voto ideológico de la derecha, es como el voto nulo», explicó recientemente Carlos Augusto Montenegro, director del Ibope, el instituto sociológico brasileño. Bolsonaro considera la clase política brasileña el cáncer que corroe el país. En las antípodas del PT y herido por la traición del llamado centrão (bloque conservador que apoyará a Alckmin), lo consideró ayer «la flor y nata de lo peor que hay en Brasil».
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