¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

miércoles, febrero 28, 2018

EUROPEOS NEGREROS QUE PRIMERO EXTERMINARON INDIOS

Entrevista a Martín Rodrigo y Alharilla sobre Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX) (y II)
“Una parte importante de las élites europeas actuales hunde las raíces de su historia familiar en la trata esclavista en América”

El Viejo Topo


Martín Rodrigo y Alharilla es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra y académico correspondiente extranjero de la Academia de la Historia de Cuba. Entre sus numerosas publicaciones, cabe destacar: Los Goytisolo, una próspera familia de indianos, Madrid, Marcial Pons, 2016. 
***
Nos habíamos quedado aquí. Abres tu presentación con una explicación sobre los antecedentes negreros del que fuera presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas i Gavarró, uno de los líderes del actual secesionismo catalán. Te cito: "Aquel timón [el que llevó Mas a su despacho presidencial] podría haber sido, por ejemplo, en del falucho Pepito, un velero mercante de construcción catalana que tras zarpar de Barcelona bajo el mando de Joan Mas [Roig, de segundo apellido, el tatarabuelo de Mas] y en apenas cinco meses (entre julio y diciembre de 1844) había conseguido llevar a 825 esclavos desde las costas de África hasta las de Brasil". No fue el único de los antepasados de Mas con ese "glorioso hacer". Citas por ejemplo, a Gaspar Roig Llenas y Pere Mas Roig. ¿No es un poco fuerte, si tu conjetura es correcta, que uno se lleve a su despacho presidencial un objeto con una simbología tan potente… y tan inhumana? ¿Cómo puede leerse esa acción? 
Me temo que "conjetura" no es la palabra adecuada: es un hecho cierto que varios antepasados (marinos) de Artur Mas se dedicaron a la trata negrera. No obstante, la rueda de timón que adornó el despacho del President de la Generalitat no correspondió al de un buque negrero sino al de un velero comandado por otro antepasado, Artur Mas Reig, integrante de una generación posterior que navegó cuando ya la trata había desaparecido completamente. A mí, particularmente, me parece irrelevante ese hecho al que ciertamente aludimos Lizbeth y yo en la introducción de nuestro libro Negreros y esclavos.
Lo que me parece más significativo es que dicho ejemplo revela que una parte importante de las élites europeas actuales (lo que quiere decir también las élites catalanas y españolas) hunde las raíces de su historia familiar en el mundo de la trata esclavista y de la esclavitud en América. Y el caso de Artur Mas no es único: podríamos hablar, como hacemos, en el libro, de las hermanas Ana y Loyola de Palacio, de su primo Herman Tertsch, de la mujer de Valéry Giscard d’Estaing, del propio David Cameron… 
Sí, reparé también en esos nombres y familias insignes. 
Es una nómina que puede ir creciendo conforme mejoremos nuestro conocimiento del fenómeno: sin ir más lejos, sabemos ahora que el abuelo paterno del escritor Ramiro de Maeztu (defensor acérrimo de la idea de "hispanidad") no sólo fue propietario de una plantación de caña en Cuba (el ingenio Don Pelayo) sino que él mismo financió la trata negrera hacia la gran Antilla.
Más allá de los nombres concretos de los descendientes de aquellos negreros, lo que me parece más significativo es señalar que el mundo de la trata y de la explotación de mano de obra esclava actuó como un mecanismo de ascensor social y que algunas familias que se beneficiaron entonces, siguen conformando las élites actuales, a principios del siglo XIX. 
El primer capítulo, de Eloy Martín Corrales, está dedicado a Barcelona.. ¿Hasta cuándo y desde cuándo hubo esclavos en Barcelona? ¿Quiénes eran esos esclavos? 
Eloy Martín Corrales es un colega profesor del Departamento de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra y su aportación al libro gira en torno a la esclavitud en la propia ciudad de Barcelona en los siglos XVI, XVII y XVIII. En su capítulo, el doctor Martín Corrales pone de relieve que, aunque la esclavitud en la ciudad se convirtió en un fenómeno residual durante el siglo XVIII no hay duda de que siguió habiendo esclavos y que los hubo hasta los primeros lustros del siglo XIX. Rescata, por ejemplo, algunos anuncios publicados en el Diario de Barcelona en fechas tan tardías como diciembre de 1819, cuando "Manuela Michán, negra, natural de Montevideo, de edad 24 años cumplidos" anunciaba que "deseaba desea encontrar casa para servir. Esta negra acaba de lograr su total libertad, por un rasgo de humanidad de algunos corazones caritativos de esta ciudad", decía. La virtud de este capítulo es sistematizar todo lo que se sabe al respecto, hasta el momento (incluyendo sus propias investigaciones), a la vez que invita a seguir avanzando en el conocimiento de una realidad que aún conocemos de forma insuficiente. 
¿Cómo un historiador trabaja en estos temas? ¿A qué archivos acude? ¿Qué documentos analiza? 
Quienes nos ocupamos, como es mi caso, con la trata ilegal de esclavos en el mundo atlántico (a partir de 1820) nos encontramos con un problema de fuentes. No obstante, tenemos la suerte de contar con la documentación generada por los británicos quienes levantaron un verdadero complejo de persecución de la trata en el Atlántico (tanto en África como en América). Los informes elaborados en el siglo XIX por los funcionarios británicos se conservan y ofrecen al investigador una fuente de información riquísima para nuestro trabajo. Contamos también la documentación cruzada entre los diplomáticos españoles y británicos, en torno a dicha cuestión (una documentación que se encuentran en Madrid) así como con la documentación conservada en el Archivo General de Indias (que resulta especialmente rica para los últimos años de la trata legal).  
Para quienes estudiamos Cuba resultan fundamentales los archivos cubanos, empezando por su Archivo Nacional (en La Habana) y siguiendo por los archivos provinciales. Cruzar la información de unos y otros archivos nos permite conocer, incluso con bastante detalle, como funcionaba la trata atlántica de esclavos y como se incardinaba la participación catalana y española en dicha actividad. Otro tipo de fuentes (notariales, fiscales, …) nos ayudan a conocer las facetas más públicas de quienes estuvieron implicados en dicha actividad. 
Te ocupas en tu trabajo de cuatro capitanes negreros. ¿Por qué has elegido esos cuatro (José Carbó, Gaspar Roig, Esteban Gatell, Pedro Manegat)? ¿Qué tienen de especial? ¿Qué actividades realizaban en concreto? 
En mi aportación quise centrarme en la figura de los capitanes negreros. Al hacerlo, me inspiré en un magnífico libro de Marcus Rediker titulado El Barco de Esclavos. Una historia humana. En dicha monografía, Rediker narra con detalle cómo era la vida a bordo de los buques negreros británicos del siglo XVIII y se fija particularmente en la figura del capitán negrero. Pensé que podría intentar hacer algo parecido, para el caso catalán y a pequeña escala.  
La nómina de capitanes de buques negreros es mucho más amplia que esos cuatro individuos de los que me ocupo, de manera que si los seleccioné fue porque ofrecen cuatro trayectorias vitales diferentes marcadas (excepto el caso de Manegat) por el éxito económico: los otros tres (Carbó, Roig y Gatell) dejaron de ser capitanes negreros para convertirse en hombres de negocio capaces de invertir sus capitales en actividades diferentes, también en Barcelona. Gatell fue, por ejemplo, fundador del Banco de Barcelona mientras que Carbó dedicó sus caudales a la compra de fincas en la Rambla y a la construcción de edificios en el Ensanche. Gaspar Roig, por su parte, impulsó una empresa de vapores domiciliada en la capital catalana. El retrato coral de dichos personajes ilustra en qué medida la dedicación a la trata actuó como un trampolín de ascenso social y cómo algunos capitales vinculados a dicha actividad ilegal sirvieron para financiar la actividad económica en Barcelona. La vida de Manegat ofrece el contrapunto del capitán negrero que dejó de dedicarse a la trata para trabajar como factor, en la costa africana (no en Europa) y que falleció antes de conseguir regresar a casa. 
Xavier Juncosa, historiador y director de cine, habla en aportación del "esclavista oculto". ¿Por qué oculto? ¿Tenía vergüenza? ¿Mala conciencia tal vez? 
Oculto en el sentido de que los biógrafos de Jaume Torrents Serramalera (y han sido varios) no habían reparado hasta ahora en su dedicación a la trata esclavista. Uno de los elementos más valiosos de la aportación de Xavier Juncosa radica, precisamente, en revelar y explicar como un gran naviero de la Barcelona de mediados del siglo XIX (propietario entonces del palacio que aloja en la actualidad el Ateneu Barcelonés) se dedicó también a la trata africana. 
¿Estás estudiando e investigando más en estas temáticas? ¿Qué objetivos tienes? 
Este libro es uno de los resultados de un proyecto colectivo de investigación del que formamos parte Lizbeth Chaviano y yo mismo, y así también otros autores. Proyecto en el que trabajamos sobre la participación española en el tráfico de esclavos, por un lado, y en torno a los legados de la esclavitud, en España, del otro.  
Tenemos también el objetivo de editar un libro similar sobre Cádiz, en este caso con la participación de Carmen Cozar Navarro, profesora de historia económica en la Universidad de Cádiz (quien está realizando una interesante y documentada biografía de un gran negrero gaditano llamado Pedro Martínez). 
 A título particular me gustaría poder escribir un libro sobre el tema, que fuese el resultado final de dicho proyecto, del cual vamos avanzando trabajos en congresos y conferencias. Cruzo los dedos para poderlo conseguir "más temprano que tarde", siguiendo la formulación de Salvador Allende.  
¿Quieres añadir algo más? 
Invitar simplemente a la lectura de nuestro libro Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (ss. XVI-XIX), editado por Icaria Editorial. Un trabajo que se ha escrito para hacer llegar a un público amplio las investigaciones de ocho historiadores diferentes, quienes han trabajado sobre el fenómeno de la trata negrera de una u otra manera. Un trabajo basado en la suma de ocho capítulos que, leídos de forma coral, permiten hacerse una idea certera de la relación de Barcelona con el mundo de la esclavitud y de la trata atlántica de esclavos. 
Puedo confirmar como lector la veracidad de lo que señalas. 
(*) Nota de edición: 
Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Martín Rodrigo y Alharilla sobre Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX) (I) "El capitalismo global que se construyó a partir del siglo XIX no se habría producido sin la existencia de trabajo esclavo" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238145
FuenteEl Viejo Topo, enero de 2018.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

EL PERIODICO CATALAN CESA EN FORMA FULMINANTE AL DIBUJANTE FERRERES POR ESTA VIÑETA,A PEDIDO DE LA VICEPRESIDENTA

La viñeta de Miquel Ferreres que El Periódico ha decidido no publicar

Más allá de la cotización: el valor social y de negocios de las criptomonedas

La alta volatilidad del bitcoin genera polémica
La alta volatilidad del bitcoin genera polémica Crédito: Shutterstock
Como otros medios de intercambio, el bitcoin y las demás monedas digitales tienen valor por el hecho de ser socialmente aceptados
Si bien el crecimiento del valor en dólares de las principales criptomonedas se ha moderado en lo que va de 2018, 2017 fue un año de incremento exponencial. A modo de ejemplo, la criptomoneda más reconocida -el bitcoin- pasó de cotizar US$1000 en febrero del año pasado a casi US$20.000 a mediados de diciembre último. Esta volatilidad generó un gran debate sobre si estamos ante una burbuja como se dio con otros instrumentos financieros y actividades o si bien las criptomonedas tienen espacio para seguir creciendo aún mucho más.
Recientemente, John McAfee, fundador del antivirus Norton, hizo un jocoso desafío al sostener que el valor del bitcoin alcanzará el millón de dólares en apenas tres años. Por otro lado, hace unos meses, Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, calificó de "estúpidos" a aquellos que compraban bitcoins a los valores actuales.
Hay otros críticos que afirman que las criptomonedas son un fraude, pues son apenas un código en nuestras computadoras y no generan ningún valor "real". Este último tipo de argumentos se puede rebatir con mayor certeza. En primer lugar, cualquier tipo de moneda (sea el oro, criptomonedas o billetes) posee, sobre todo, valor por el hecho de ser socialmente aceptada.
La utilidad de un billete papel es cercana a cero sin reconocimiento. Sea física o virtual, la moneda vale en tanto y en cuanto uno esté dispuesto a aceptarla como forma de acumulación o intercambio. Tal vez la diferencia central sea que las criptomonedas no están sostenidas por ningún gobierno, como los billetes tradicionales, pero que la gente las acepte y tenga deseos de intercambiarlas mantiene su funcionalidad. Incluso algunos gobiernos, como el de Japón o el de Australia, han aceptado legalmente el bitcoin como moneda de cambio.
Otro valor interesante que generan las criptomonedas viene dado por la tecnología innovadora que sostiene su funcionamiento: el blockchain o cadena de bloques. Lo innovador de esta tecnología es que permite registrar todas las operaciones de forma descentralizada a través de computadoras conectadas a Internet que pueden estar dispersas por cualquier lugar del mundo.

Potenciales aplicaciones

Más allá de las características técnicas que posee, esta tecnología tiene un sinnúmero de potenciales implicancias directas sobre nuestras operaciones cotidianas. Por ejemplo, permitiría que ya no se necesite que un servidor privado -o estatal- almacene o resguarde la información, ya que está descentralizada y compartida por usuarios y/o computadoras en todo el mundo.
En el sector financiero esto también tiene implicancias directas, ya que esta tecnología reduce los costos de las transacciones financieras de manera significativa, además del hecho de poder operar sin tener que depender necesariamente de un banco.
En un país con baja institucionalidad, los costos financieros son generalmente más altos, y esto se traduce en precios más caros para sus habitantes. A través de las criptomonedas, cualquier persona con conexión a Internet puede operar internacionalmente con costos mucho más bajos, teniendo accesos similares a los de países desarrollados.

Oportunidades para pymes

Otras criptomonedas, como el ethereum, permiten crear aplicaciones sobre su propia plataforma y generar una gran cantidad de potenciales oportunidades para pequeñas y medianas empresas que quieran tener contacto directo con clientes o proveedores. También los consumidores podrían acceder a nuevos servicios más baratos, arbitrando oferta y demanda automáticamente y salteando altos costos de intermediación impuestos por las empresas.
En resumen, el valor actual o futuro del bitcoin o de cualquier otra criptomoneda es algo que está abierto a discusión con fuertes opiniones cruzadas y que nos mantendrá con incertidumbre en el futuro cercano.
El uso de criptomonedas presenta diversos problemas, como el control de las operaciones informales que pueden financiar acciones ilegales que aún resta resolver.
Sin embargo, es claro que la tecnología implícita de las criptomonedas genera un alto valor social y de negocios que recién está comenzando a plasmarse. Nuevas monedas con diferentes utilidades están saliendo cotidianamente, evidenciando la originalidad y aplicabilidad de este instrumento. Gran parte de ellas probablemente no avancen, pero muchas sí, y su tecnología ya está siendo adoptada por una gran cantidad de industrias (incluyendo la financiera).
El autor es profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet

MUERA LA RATA GORDA Y SUS SOCIATAS DELINCUENTES

El 28 de febrero de 1980, hace ahora treinta y ocho años, tuvo lugar el referéndum en el que Andalucía conquistó su autonomía. El 55,80% del censo votó por el SÍ, mientras que el NO apenas alcanzó el 3,44% del censo. A pesar de que el censo estaba inflado con la presencia de miles de personas fallecidas, la participación fue del 64,2% y la abstención, que fue la opción promovida por la derecha de UCD y AP, fue derrotada. Además, tanto los niveles de participación como de apoyo al SÍ fueron en Andalucía superiores a los que se habían obtenido, un año antes, tanto en Cataluña como en el País Vasco, lo que ponía de relieve que la pluralidad de España no se limitaba ni mucho menos a las llamadas nacionalidades históricas –Galicia, Cataluña y País Vasco.
No obstante, la autonomía hubo de conquistarse en una segunda fase debido a que los resultados del SÍ en Almería se habían quedado por debajo del 50%, que era el umbral establecido por el artículo 151 de la Constitución de 1978. La movilización y presión política –que incluyó encierros en ayuntamientos y huelgas de hambre de dirigentes políticos- permitió que en noviembre de 1980 se modificara la Ley de Referéndum para que el resultado en Almería no fuese obstáculo a la consecución definitiva de la autonomía de Andalucía. De esa forma el Congreso adaptó el marco legal a una realidad social y política que desbordaba entonces las calles de Andalucía y de toda España, como se había puesto de relieve muy especialmente durante la jornada del 4 de diciembre de 1977. Andalucía conquistaba así una autonomía que la izquierda y los movimientos populares identificábamos con la salida del subdesarrollo económico de nuestra tierra.
Estos hechos que ahora conmemoramos no sólo nos sirven para recordar que las normas jurídicas –entre las cuales se encuentra la Constitución de 1978- se pueden y deben modificar para adecuarlas a la cambiante realidad social. También nos permiten reflexionar sobre el sentido político del andalucismo y de nuestra idea de España en unos momentos en los que la izquierda necesita más que nunca salir a la ofensiva para hacer frente a la deriva autoritaria y el brutal retroceso en derechos y libertades que suponen los gobiernos y las políticas neoliberales.
Y es que hoy, como cada año, llenaremos las calles reivindicando nuestra común identidad andaluza y española portando los símbolos andaluces y republicanos, en un gesto que vincula nuestro pasado con nuestro futuro y que desgraciadamente es poco conocido. Por eso queremos aprovechar esta ocasión para incidir en ello, fundamental en nuestra reivindicación de un andalucismo inscrito en la idea de una República Federal española.
Fue justo hace cien años, en enero de 1918, cuando el movimiento andalucista se reunió en Asamblea en Ronda para desplegar un proyecto político con el que combatir a la oligarquía y el caciquismo a través del regionalismo. Aquella Asamblea, conformada sobre todo por sectores sociales pequeñoburgueses y liderada por Blas Infante, considerado actualmente como padre de la patria andaluza, no sólo aprobó la bandera y el escudo andaluz actual sino que también defendió una idea de España basada en el proyecto de Constitución Federal para España de 1883. Dicho proyecto había sido uno de tantos que proponían el modelo federal como base de solución a los problemas territoriales y sociales del país. El más conocido fue el de la Constitución Federal de 1873, que llegó a ser aprobado en el Congreso aunque nunca llegaría a entrar en vigor. Pero con aquella reivindicación el andalucismo recogía, como haría también el movimiento obrero, la tradición republicana federal que en nuestro país había sido la expresión política de los sectores demócratas y populares.
De hecho, prácticamente durante todo el siglo XIX las clases populares, campesinas y urbanas, se educaron políticamente al abrigo del republicanismo federal. Este republicanismo fue plural y heterogéneo, y se convirtió en gran medida en el canal de politización de nuevos actores sociales que, más adelante, acabarían engrosando las filas del movimiento obrero. La República, especialmente tras la Revolución de 1868, no era considerada únicamente una forma de gobierno que permitiría la conquista de la democracia sino también un proyecto político vinculado a la lucha contra las carencias materiales. En todas partes, y sobre todo en Andalucía, las sublevaciones populares estaban protagonizadas por sectores sociales de la incipiente clase trabajadora que aspiraban a acabar con los durísimos impuestos al consumo, el sistema de quintas y otras fórmulas mediante las cuales las oligarquías andaluzas y españolas saqueaban a la gente más humilde. También era el proyecto político que canalizaba las demandas de sufragio universal, la separación entre Iglesia y Estado y el poder municipal, entre otras. La mayoría de aquellos levantamientos populares, como el liderado por el gaditano Fermín Salvochea, se hicieron en nombre de la República Federal y de las clases populares. El propio Salvochea llegaría a ser alcalde de Cádiz durante la I República y acabaría convirtiéndose al anarquismo, representando así simbólicamente la conexión entre las ideas republicanas y socialistas en nuestro país.
Todas aquellas demandas fueron vistas con temor por las élites oligárquicas y sus representantes políticos. Las bases profundamente democráticas del movimiento republicano alarmaron siempre a monarcas, aristócratas y ricos en general. Además, el federalismo republicano español del siglo XIX significaba una idea de España alternativa a la de tales élites, las cuales defendían un ideal de nación tradicionalista, uniformizadora y centralista. No obstante, y frente a lo que dice la propaganda, ni el cantonalismo ni el federalismo ni el andalucismo fueron nunca contrarios a la unidad de la nación española, sino que más bien fueron ejercicios democratizadores que buscaban regenerar España mediante la abolición de los privilegios, la redistribución de la riqueza y el reconocimiento de nuestra pluralidad nacional. Precisamente por eso la reacción de las elites fue siempre tan dura.
El gobierno de Cánovas del Castillo, durante la Restauración, prohibió todos los partidos no monárquicos y persiguió con dureza –y con dureza también incluye el asesinato- todo movimiento republicano y socialista. Eso sí, el socialismo ya había sido perseguido con anterioridad, por todos los partidos monárquicos, como cuando en 1871 fue ilegalizada la Asociación Internacional de Trabajadores. Más tarde, durante la dictadura de Primo Rivera, se radicalizaría la lucha contra el separatismo y el socialismo y, por supuesto, se criminalizaría cualquier defensa de un modelo alternativo de Estado y de nación. Y durante la Guerra Civil, el propio Blas Infante fue fusilado por el ejército franquista en 1936 en las afueras de Sevilla. No podemos olvidar que el franquismo no sólo fue un régimen dictatorial que segó la vida de los disidentes, sino que significó también la aniquilación de las instituciones y culturas democráticas y republicanas, lo que incluía la destrucción de las conquistas sociales, económicas y administrativas de la II República. Desde entonces el franquismo dedicó todas sus energías a imponer su idea de España, aquella que era una, grande, uniforme y que hablaba únicamente en castellano. Y el proceso de reeducación implicó también la relectura de todos los fenómenos republicanos y autonomistas, incluyendo por supuesto al federalismo y el andalucismo.  
Desde el mismo nacimiento del republicanismo español, las oligarquías españolas se han constituido siempre como reacción a los movimientos democratizadores que surgían y se desarrollaban eventualmente en España. Hay por ello un hilo muy claro que vincula a Cánovas, Primo de Rivera, Franco y los actuales dirigentes del PP y Ciudadanos, por supuesto siempre representados por sus majestades borbónicas. Y ha sido esta reacción la que, a lo largo de la historia de España, ha construido la idea de una anti-España que estaría conformada por separatistas, masones, republicanos, socialistas y rojos en general, que tanto ha calado en el imaginario colectivo tras decenas de años de dictadura, militarismo y adoctrinamiento cultural.
Precisamente uno de los problemas que enfrentamos actualmente proviene directamente de este hecho. Aquel mismo proceso mermó con mucho la idea alternativa de España, una alternativa republicana. Tras cuarenta años de dictadura nacional-catolicista en la que las elites se cuidaron mucho de extirpar cualquier alternativa cultural a la de una España centralista, uniformizadora, militarizada y reaccionaria, la izquierda ha sido incapaz de restaurar formalmente el hilo que la conectaba con su propia historia y su propia noción de España. En suma: dejamos de disputar la idea de España a la reacción.
Y eso, en las condiciones actuales, nos está pesando. Y mucho. La izquierda política y social de este país no puede limitar por más tiempo su idea de España a un abstracto reconocimiento del derecho de autodeterminación que, sin nada más, resulta incomprensible para la mayoría de las clases populares de nuestro país. Al contrario, tenemos que recuperar un proyecto de país, disputando la idea de país a la reacción no por la vía de la imitación sino por la vía de la construcción de alternativa. Quiere esto decir que necesitamos un proyecto de país no sólo discursivo, capaz de encuadrar nuestras propuestas políticas, sino que esté también enraizado en las prácticas cotidianas de las clases populares en tanto que opera como horizonte deseado de futuro. Ser republicano es defender la sanidad, la educación y las pensiones públicas; ser republicana es defender las libertades civiles y la democracia participativa; ser republicana es luchar contra el patriarcado y defender un modo de producción y consumo sostenible; ser republicano es entender la pluralidad nacional de nuestro país y defender su articulación en un modelo de Estado compartido desde el que poner en marcha las políticas sociales. Ser republicanos y republicanas es nuestra forma de ser españoles y españolas, es pertenecer a esa España que se construye desde abajo.
En nuestros días, y de forma similar a lo que sucedió en el período de entreguerras en el que emergió el andalucismo, nuestro país atraviesa una grave crisis institucional, económica y política. La derecha política y económica ha puesto en marcha una importante ofensiva contra las libertades y los derechos conquistados por los movimientos democratizadores, especialmente el obrero. Hoy las derechas han acentuado su ataque al Estado Social, recortando en sanidad, pensiones, educación, etc. al tiempo que limitan la libertad de expresión, imponiendo una política del miedo mediante multas y la encarcelación de críticos políticos. Asimismo dedican ingentes recursos a proteger a sus corruptos, que van desde los Urdangarin hasta las grandes empresas oligárquicas que les financian, y blindan las posiciones recentralizadoras –basta ver el diseño institucional constituido por el ministro Montoro y su capacidad de intervención y chantaje sobre todas las administraciones autonómicas y municipales.
Pero estos ataques son también reflejo de su misma debilidad. La propia monarquía corrupta está en caída libre. En Cataluña la monarquía recibe un suspenso del 2,36, siendo más de un 50% los jóvenes entre 25 y 34 años que directamente le dan un 0, y en Andalucía y en el resto de España no lo sabemos porque el CIS lleva ya treinta y cuatro meses sin preguntar por esta institución medieval y el EGOPA –el CIS andaluz- tampoco lo ha hecho. El deterioro parece evidente y peligroso para un régimen que ha volcado todas sus energías en proteger los privilegios de las oligarquías, repitiendo la historia una y otra vez. Y mientras todo eso sucede también hay un pueblo que defiende otra idea de España y de las relaciones económicas, y que continúa mermando las bases materiales y culturales de la reacción. No por casualidad a este régimen político se le sigue atragantando que un espacio político explícitamente republicano tenga cinco millones de votos, que una huelga general feminista se dirija directamente contra el sistema patriarcal y el sistema económico capitalista y que un 28 de febrero el andalucismo salga a la calle junto con las Marchas por la Dignidad.
Por eso decimos hoy, 28 de febrero, que no debemos perder de vista el carácter histórico de las luchas que mantenemos. Nos jugamos el orden social, el país en el que viviremos durante las próximas décadas, y también la idea de España que prevalecerá entonces. Frente al proyecto de la reacción nosotros defendemos una Andalucía libre. Y por eso mismo gritamos:
¡Viva Andalucía! ¡Viva la República Federal!

martes, febrero 27, 2018

Humor

EN ESPAÑA HAN MUERTO TODOS COMO EL....PLACIDAMENTE EN LA CAMA

En Córdoba

A los 90 años murió el represor Luciano Benjamín Menéndez

Recibió 13 condenas a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad.
A los 90 años murió el represor Luciano Benjamín Menéndez
Luciano Benjamín Menéndez. (AP)

POR TODOS MIS AMIGOS,QUE LOS GUSANOS QUE TE COMAN EMPIECEN POR EL CULO

FLASHDOTNET | La importancia de la batalla de la Ghouta Oriental | 2018-...

VAMOS ALETI!!!!!!

Y si el Atlético…

El equipo de Simeone es el único que aguanta a un Barça inaguantable y se ha ganado el derecho a soñar

Saúl y Griezmann, los dos mejores ante el Sevilla, se felicitan tras el quinto gol.
Saúl y Griezmann, los dos mejores ante el Sevilla, se felicitan tras el quinto gol.  GETTY

Agazapado se había mostrado hasta ahora el Atlético, al calorcillo de sus victorias por la mínima, benditos y adormecedores como eran esos 1-0 o 0-1 que la defensa más fiable que puebla el fútbol europeo, e inclúyase en ella a un portero gigantesco, convertía en un tesoro. Así transitaba el Atlético por la Liga, sin una voz más alta que otra, hasta que el domingo al equipo le dio por el despendole allá en el Sánchez Pizjuán, feudo del Sevilla, una plaza de complicada conquista. Independientemente de los errores del Sevilla, que los tuvo hasta el sonrojo, el grupo de Simeone ejecutó un partido fabuloso, en el que a su habitual solidez táctica añadió una clarividencia atacante de la que, pensaba el más común de los mortales, adolecía. Fue Griezmann quien abanderó el desmadre y Diego Costa quien abrió la caja de los truenos, aprovechando un fallo grosero de Banega para inaugurar la goleada.
Y eso que Costa, como es habitual, se las tuvo tiesas no ya con la defensa (o algo así) del Sevilla sino con el árbitro. Es el delantero del Atlético y de la selección algo pendenciero y los jueces no le perdonan una, con o sin razón. Su situación contrasta con la de Luis Suárez, a cuyo lado Diego Costa es Heidi, y que suele irse de rositas incluso cuando, como ocurrió en el partido entre el Barça y el Girona, hace lo imposible para que le saquen una tarjeta. Pero estábamos con el Atlético, no con bulas ajenas. Más allá de la labor de Diego Costa, en el Pizjuán se jugó a lo que quiso Saúl, con Griezmann en el papel de francotirador. El francés ha puesto la directa y lejos quedan los tiempos en los que el Metropolitano la tomaba con él por aquello de que flirteara (y lo de flirtear se queda corto) con otros equipos o, sencillamente, porque se limitara a obedecer a su entrenador en el césped. Hasta hace unos días el (no) juego del Atlético era tan noticioso como el duelo de símbolos que parecía haberse establecido entre Simeone y Fernando Torres. La afición, incapaz de elegir entre papá y mamá, dictó combate nulo. Pero no lo es. Porque esa refriega la gana Simeone. Y no por camorrista, papel que ha adoptado en sus últimas manifestaciones sobre El Niño, sino porque él tiene el poder, todo el poder, y lo va a seguir teniendo. Por no hablar de que su hoja de servicios no tiene parangón en la historia del club.
El caso es que el Atlético es el único que aguanta a un Barça inaguantable y en esa tarea, y como una nueva muestra de que el fútbol hace extraños compañeros de cama, tiene el apoyo incondicional del madridismo, si no en pleno, casi. El próximo fin de semana acude el Atlético al Camp Nou con la idea, y contando con que antes haya superado al Leganés en el partido del miércoles, de frenar a los azulgrana, que acumulan la friolera de 32 partidos seguidos sin perder en la Liga. Y es que el Atlético, tras su fiasco en la Champions, se ha ganado el derecho a soñar. Sobre todo si, una vez recuperado el fútbol, no lo vuelve a abandonar a golpes de 1-0 que, contra el Barça, le serviría de bien poco mientras Messi no se jubile. Y se ha ganado ese derecho el Atlético porque le avala un dato insólito, del que ningún otro puede presumir: es el único equipo de Europa que en los últimos cuatro años ha sido capaz de birlar un título de los importantes a Madrid o Barcelona. Han leído bien: el único.

EL SALVAJE OESTE

El Roto

lunes, febrero 26, 2018

PERON,PERON...QUE GRANDE FUISTE¿O NO?


Populismo latinoamericano, ¿espejo o antídoto del trumpismo?
Está de moda entre los liberales más fanáticos de los Estados Unidos comparar al “trumpismo” con el peronismo argentino, esgrimiendo la analogía como una advertencia sobre el potencial apocalipsis que –temen– está a punto de envolvernos. Recientemente, Larry Summers, miembro del establishment demócrata durante décadas, planteó a través de Twitter: “Me preocupa la argentinización del gobierno de Estados Unidos”. Summers escribió el tuit después de que Trump acusara a los demócratas de traición y de que los medios informaran sobre los deseos infantiles del presidente para un desfile militar. Usó una caracterización estándar del peronismo como un movimiento autoritario, una descripción habitual que seguramente hizo asentir a muchos estadounidenses.
No son sólo los demócratas quienes tratan al peronismo como paradigma de un autoritarismo peligroso. En abril de 2009, Rush Limbaugh intervino ante el inminente rescate gubernamental de General Motors y Chrysler diciendo: “El presidente de los Estados Unidos, Barack Perón, anunciará la adquisición de Chrysler al estilo argentino”. Incluso los académicos más reflexivos han argumentado recientemente que “Perón muestra cómo Trump podría arruinar nuestra democracia sin derrumbarla”.
Sin embargo, al igual que muchos otros clichés históricos, éste es incompleto, si no absolutamente erróneo. Ignora que el núcleo del peronismo fue una visión que es el exacto opuesto del trumpismo. El peronismo lideró un proceso de expansión de la igualdad económica, la organización colectiva y la emancipación política. El trumpismo, por el contrario, se basa en las tendencias hacia la desigualdad, el individualismo y la falta de compromiso político que impregnan la vida norteamericana desde hace décadas.
De hecho, la comparación revela más sobre quienes la repiten que sobre Trump mismo. Aunque conforman el partido más liberal, los demócratas priorizan el resguardo de las instituciones liberales por sobre el avance hacia objetivos políticos, como una mayor igualdad económica. De hecho, equiparan a muchos intentos por alcanzar esos objetivos –como el peronismo– con un autoritarismo peligroso.
El peronismo y los movimientos similares de América Latina indudablemente reformularon a la sociedad y la política, desde las ideas hasta las instituciones. Pero esos proyectos, englobados bajo la categoría de “populismos” representan una amenaza menor para la democracia que la tendencia demócrata a deificar las instituciones políticas y resguardarlas a toda costa, incluso sacrificando principios subyacentes como equidad, justicia e igualdad.
En la década de posguerra, Juan Perón presidió un proceso de masiva redistribución de la riqueza en beneficio de las clases trabajadoras emergentes. En alianza con un movimiento sindical movilizado, su gobierno incrementó la intervención estatal en la economía y proveyó bienes y servicios a los trabajadores, incluyendo la atención gratuita de la salud pública y la educación para todos, así como una amplia gama de servicios sociales administrados por los sindicatos. El peronismo estableció fuertes regulaciones al capital privado y aseguró derechos y las protecciones laborales a los trabajadores sindicalizados.
A fines de la década de 1940, más del 80 por ciento de los trabajadores definían sus ingresos y condiciones de trabajo bajo un sistema de negociación colectiva, y la participación de la mano de obra en el ingreso nacional crecía por encima del 50 por ciento, un hito en la historia argentina. En un momento en que la guerra castigaba la economía mundial, la ingesta calórica diaria de los trabajadores de Argentina era de unas 3 mil calorías, superada solo en los Estados Unidos.
Durante el gobierno de Perón, la Argentina también experimentó un proceso de expansión masiva de los derechos políticos. Las mujeres votaron a nivel nacional por primera vez en 1952, y los activistas sindicales llegaron a ser embajadores, miembros del Congreso y funcionarios del gabinete.
Las transformaciones sociales de Argentina se parecieron en cierto modo a las que tuvieron lugar en los Estados Unidos durante el New Deal. Perón ciertamente pensaba eso: además del famoso llamado a elegir entre Braden o Perón el discurso que cerró su campaña presidencial en 1946 citaba párrafos enteros del segundo discurso inaugural del presidente Franklin Roosevelt. Y así, irónicamente, también lo veían políticos y empresarios estadounidenses, que constantemente invocaban el espectro del peronismo como un argumento a favor de desmantelar el New Deal, y como un oscuro ejemplo de la intervención gubernamental en la economía y la participación sindical en la política.
La idea que impulsó esos cambios en Argentina es la de derechos sociales. El peronismo y otros movimientos populistas en la América Latina de posguerra entendieron que los derechos políticos y el bienestar de los grupos económicamente desfavorecidos habían sido sistemáticamente frustrados por las élites económicas. Por eso, tenían derecho a protecciones y beneficios específicos como una “clase” –por encima y más allá de los derechos individuales como ciudadanos–, para que sus miembros pudieran ejercer el mismo nivel de influencia en la sociedad que otros detentaban individualmente. Dado que ningún trabajador individual podía ejercer tener tanto poder como un gran empresario, los sindicatos permitirían a los trabajadores alcanzar colectivamente el mismo tipo de acceso y de influencia que otros conseguían en virtud de su poder económico.
Es cierto, el peronismo empujó los límites de las instituciones democráticas, apeló a la coerción y la violencia contra sus opositores, y creó un ambiente político tóxico, sofocado con imágenes de Perón y su esposa Eva como redentores de la clase obrera argentina. Al mismo tiempo que el movimiento obrero vivió un periodo de expansión de derechos inédito, Perón indudablemente utilizó al gobierno para controlar a los sindicatos y ejercer una influencia indebida sobre los medios de comunicación. Pero el peronismo pagó un precio alto por estas acciones, asfixiando la dinámica democrática que había ayudado a crear y contribuyendo a su propia ruina.  La violencia de los años 40 y 50 bajo Perón fue mínima en comparación con los feroces ataques contra los trabajadores organizados que la precedieron. Y empalidece frente a los posteriores intentos represivos de borrar todo rastro del peronismo, incluyendo el terrorismo de Estado de la dictadura que ejerció el poder entre 1976 y 1983, terrorismo librado en nombre de “erradicar la agresión marxista y populista”.
¿Qué tiene esto que ver con Trump? Poco, si algo. Durante su primer año en el poder, el trumpismo ha sido consistente en sus esfuerzos por flexibilizar las regulaciones laborales, debilitar a los sindicatos y ensalzar los beneficios de ampliar la libertad de acción del capital. Por encima de todo, lo que hace al trumpismo tan diferente del peronismo es la correlación entre su surgimiento y la disminución del poder sindical y la creciente desigualdad en los Estados Unidos, el exacto reverso de lo que llevó a Perón al poder.
Un ataque prolongado y feroz de parte de empresarios y elites ha dejado al poder sindical de los Estados Unidos en declive desde los años 50. La afiliación y la capacidad de negociación han alcanzado mínimos históricos: el 11,5 por ciento de los trabajadores asalariados están sindicalizados y el 13 por ciento están cubiertos por convenios colectivos.
La falta de representación de los trabajadores, y no su poder creciente, impulsó el éxito de Trump. Su triunfo se basó en la crucial victoria republicana de 2011 en Wisconsin, que redujo los derechos de negociación colectiva para la mayoría de los empleados públicos. Esos avances continuaron debilitando la relación enfermiza entre los demócratas y los sindicatos en los estados del cordón industrial (Rust Belt), donde las políticas económicas de la administración de Obama –como advirtieron Joseph Stiglitz y otros– tuvieron como resultado una recuperación lenta y desigual.
El trumpismo y los matices racistas de su agenda prosperan en ese clima de desigualdad económica y de sordera política a las demandas de igualdad. Junto con los recortes de impuestos para los ricos, la administración de Trump ha avasallado a derechos de trabajadores y sindicatos de manera constante, incluyendo el agresivo desmantelamiento de las agencias reguladoras en el área de relaciones laborales, la reforma de la legislación y de los precedentes favorables a los derechos de trabajadores, y un enfoque general que beneficia a empresarios y emprendedores y desalienta la organización sindical. 
La comparación de Summers entre el trumpismo y el peronismo es profundamente problemática: ignora de qué manera fundamental son dos polos opuestos, y acepta una definición de la democracia y la libertad que prioriza a las instituciones por encima de todo. Esta orientación –con su punto ciego para las demandas populares– es justamente la que ofreció una brecha para el ingreso de las recetas autoritarias de Trump y su ataque al mismo electorado impulsado por el peronismo en Argentina: la clase trabajadora y los pobres. En lugar de temer al populismo latinoamericano, quizás –como ha sugerido la politóloga Thea Riofrancos– los demócratas deberían mirarlo como un instrumento posible para construir un país más equitativo y justo. Sólo abrazando –antes que desechando– los reclamos colectivos de dignidad, y cuestionando el orden vigente, podrá el país enfrentar al trumpismo y a las causas de su ascenso al poder.

POR INTERESES BÉLICOS Y COMERCIALES,COMO LOS CALIBRES DE ARMAS


¿Por qué no existe un enchufe único para todos los países?

La Asociación Española de Normalización nos cuenta si llegará el enchufe univers


Aquellos que viajan a menudo saben que, además del pasaporte y las tarjetas, una de las cosas a meter en una maleta de largo recorrido suele ser un aparatoso adaptador de enchufes. El perfil de Facebook The Earth, que comparte con sus seguidores curiosidades del planeta Tierra, publicó el 20 de febrero una imagen con casi todos los tipos de enchufe que existen en el mundo. ¿Por qué no se universaliza el sistema?
Existe 15 tipos de enchufes diferentes en el planeta, según la Comisión Electrotécnica Internacional (IEC, en sus siglas en inglés). También hay distintas frecuencias y voltajes que a veces pueden dar problemas cuando se quieren usar aparatos eléctricos en el extranjero.
Wikipedia recopila todas estas variantes por países y es bastante lío para todos. España es tipo C y F, pero Brasil es tipo N y México tiene los A y B. La publicación de The Earth acumula cerca de 2.000 reacciones y se ha compartido más de 1.400 veces. La imagen ya aparecía en una publicación de Imgur de 2011.
Que sea un invento propio de un mundo todavía no globalizado es una de las razones por las que varias regiones del mundo concibieron el enchufe de forma distinta.
Pablo Mayor de Bergia, de la Asociación Española de Normalización (UNE) explica a Verne que una de las primeras nociones oficiales que tenemos sobre el enchufe es el creado por Harvey Hubbell. Se llamaba Separable Attachment Plug (Enchufe de accesorio separable) y se patentó en 1904.
"IEC se fundó en 1906 para dar apoyo científico y estimular el desarrollo y comercialización de la maquinaria eléctrica. Durante los primeros años, IEC se centró en estandarizar la nomenclatura y los símbolos de la maquinaria eléctrica, pero no los enchufes", cuenta el experto.
Los ingenieros no pudieron centrarse en universalizar el enchufe hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los países tenían la mayor parte de su infraestructura creada. "Desde principios de siglo hasta 1947 son más de 40 años en los que este tipo de producto se desarrolló sin ningún control de estandarización. Por intereses comerciales, la mayoría de las empresas se concentraron en servir a sus mercados nacionales, lo que ha derivado en la existencia de tantos tipos de enchufe", comenta.
Suele decirse que aquellos modelos de enchufe con tres clavijas son más seguros que los de dos, pero Mayor de Bergia desmiente la idea: "En este tipo de productos, la seguridad es lo primero. Independientemente de la tipología que sea, toda clavija y base debe pasar unos ensayos de acuerdo con la norma correspondiente para cumplir con unos requisitos de seguridad".
El portavoz de UNE confirma que han existido esfuerzos para crear un enchufe universal, pero opina que es poco probable que ocurra en un futuro cercano. "Se han instalado, literalmente, cientos de millones de ellos. ¿Quién podría convencer a un país de invertir ahora para cambiar toda su infraestructura?", dice a través del correo electrónico.
Toma de enchufe con USB incorporado
En tiendas digitales como eBay ya se venden tomas de enchufe en la pared que incluyen un puerto USB. ¿Es la solución? "Es una de las posibilidades existentes y una buena opción para todos los consumidores, ya que la mayoría de aparatos electrónicos que utilizamos funcionan con USB. Pero, de momento, solo es una posibilidad. Hay que solventar dificultades técnicas como, por ejemplo, aunar la potencia que un USB es capaz de suministrar con la tensión de los enchufes", responde Pablo Mayor de Bergia.
Otras alternativas a este lío son los mecanismos de carga inalámbrica o un modelo múltiple que pueda acomodar muchos enchufes diferentes, aunque "todas estas soluciones deben ir acompañadas de un desarrollo normativo que asegure que su utilización es segura por parte del usuario final", apunta el experto.