España, paraíso del maltratador
Nos acercamos al 25-N, el Día Internacional contra la Violencia de Género y España, tristemente, vuelve a destacar como el paraíso del maltratador. La noticia que encabeza la portada de este periódico hoy, la que cuenta cómo un tribunal condena a 10 meses a un maltratador cuando, incluso, su propia defensa solicitaba 2 años (fiscalía y acusación, 8 y 10 años, respectivamente) lo demuestra.
El hecho de que los mismos jueces que la pifiaron con La Manadahayan sido quienes vuelvan a tender una alfombra roja a los maltradores es anecdótico. La conclusión de la sentencia es que, aún teniendo el poder para haberla matado, este miserable aflojó en el último momento las manos de su cuello mientras los hijos gritaban “¡no la mates!” y la dejó vivir, achuchillada… ya saben, para los jueces, “un maltrato ocasional”.
Bien es verdad que los retrata de nuevo como lo que son, queavergüenzan a la judicatura y a cualquier persona de bien, pero no es menos cierto que condenas tan patéticas como éstas se suceden cada día. Nuestro país se ha convertido en una suerte de parque temático para el maltratador, al que el Estado cuida a cuerpo de rey. Esa Justicia que les permite seguir conviviendo con sus víctimas pese a las repetidas denuncias por violencia de género. Esa Justicia que no concede órdenes de alejamiento a pesar de la lista de partes médicos, de la cara reventada a golpes por el animal machista. Esa Justicia que, ya desde el mismo juzgado, recluye a la víctima en una sala mientras el agresor y asesino en potencia va y viene a su antojo…
España, salpicada por minutos de silencio huecos, mecánicos y llenos de pensamientos de la lista de la compra, mientras siguen matando a mujeres. Ese país en el que familiares y allegados de las víctimas miran para otro lado o no pasan del lamento, de comisarías y cuartillos en los que el machismo abre aún más los labios partidos, en el que los medios de comunicación ponen más el énfasis en las víctimas que en los asesinos, en los agresores, en la sociedad heteropatriarcal que los encubre, los engendra, los fomenta…
Basta ya. “Es una guerra”, como dice mi admirada Irantzu Varela, pero no sólo contra los maltratadores, también contra todo ese sistema, ese paraíso del maltratador en que nos hemos convertido y en el que desde muy pequeñas tratamos de enseñar a las mujeres a concienciarse de que son la atracción estrella, en lugar de dejar claro a los hombres que han de respetarlas, que han de ser feministas, que sin feminismo no hay justicia, ni democracia… nada, sólo ruindad.
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