Polémico diccionario de los 70: de la homofobia montonera a un Rodolfo Walsh desquiciado
Lo
escribió el periodista Gustavo Noriega. Equipara a los grupos de
izquierda con la Dictadura en la condena a la homosexualidad y pone en
duda la ética periodística del autor de Operación Masacre.
¿Las organizaciones guerrilleras eran homofóbicas y allí se encuentran puntos en común con la Dictadura? ¿Rodolfo Walsh tenía más convicciones como militante que como periodista? ¿La inflexibilidad con la cifra de 30.000 desaparecidos impide certificar
el número real? Con disparadores como estos, bien polémicos, el
periodista Gustavo Noriega hace un repaso sobre "la época más violenta
del país", en un provocador "Diccionario crítico de los años 70".
De la A a la Z, Noriega va presentando conceptos, personalidades e instituciones como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, Desaparecidos, Montoneros o Rodolfo Walsh.
La tapa del nuevo libro del periodista Gustavo Noriega sobre la década del 70.
El libro lo edita Margen Izquierdo y lo distribuye Planeta. ¿Cómo lo define su autor?
“Cada entrada intenta mirar los hechos desde una perspectiva nueva,
despojada de miedo y de preconceptos. El intento es encarar la década
interminable de manera más libre y proponer un diálogo sin miedos. No es imposible”.
Noriega es licenciado en Ciencias Biológicas y se desempeñó varios años como técnico en el INDEC. En 1991 fundó la revista El Amante, que dirigió hasta 2013. Escribió los libros Los Rubios (2007), Indec, historia íntima de una estafa (2010), y en coautoría, Progresismo, el octavo pasajero con Guillermo Raffo (2013) y 40.doc con Marcelo Panozzo (2016). Hizo radio con Bobby Flores, Magdalena Ruiz Guiñazú, y desde hace diez años es columnista de Luis Majul en Radio La Red.
Clarín adelanta parte de dos de los capítulos más polémicos.
Gustavo Noriega, periodista y autor del "Diccionario crítico de los 70".
HOMOFOBIA
La década del 70 y sus disputas políticas no fueron un buen momento para los homosexuales. Fueron discriminados por la derecha conservadora y especialmente perseguidos por la Dictadura pero los militantes de izquierda, a tono con lo que sucedía en Cuba y en la Unión Soviética, también los miraban con desconfianza y veían en ellos síntomas de individualismo pequeñoburgués.
Osvaldo Bazán, en su Historia de la homosexualidad en la Argentina, cuenta del rechazo que en distintas organizaciones de izquierda provocaban los homosexuales que buscaban organizarse e integrar su lucha en la que daban los militantes de izquierda por la liberación.
Se constituyó un Frente de Liberación Homosexual (FLH), que se hizo presente con sus carteles en la asunción de Héctor Cámpora y en la llegada a Ezeiza del general Perón. Según Bazán: «En ninguna de las dos oportunidades los jóvenes del FLH lograron integrarse verdaderamente con las columnas. Hasta hablaban en broma sobre el “vacío de poder”, ya que a izquierda y derecha, adelante y atrás de los carteles del FLH, se abría un espacio de unos cuantos metros».
La derecha peronista, en su órgano El Caudillo, publicó una nota en febrero de 1975 que se titulaba «Acabar con los homosexuales», donde se proponía que se los internara en campos de reeducación y trabajo, cosa que, paradójicamente, estaba sucediendo en la Cuba socialista. Los militantes de la JP, lejos de diferenciarse de esa tendencia homofóbica, cantaban en las calles: «No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y Montoneros».
...En la entrada FUSILAMIENTOS INTERNOS se cuenta la historia de Osvaldo Leti, militante montonero al que se sancionó y se intentó «reeducar» por mantener una relación larga y estable con otro hombre. Leti posteriormente fue fusilado por los propios Montoneros porque se supone que delató bajo tortura.
Fernando
Vaca Narvaja y Roberto Cirilo Perdía, en un plenario montonero en los
70.ROBERTO PERDIA, FERNANDO VACA NARVAJA, 6-5-1990. FOTO DYN buenos
aires roberto cirilo perdia fernando vaca narvaja exmontonero montoneros
miembro de la guerrilla indultados foto de archivo del año 1990
La
llegada de la Dictadura no hizo más que envolver a todo el país en un
tono represivo, no solo en términos políticos sino también en su clima
moral, fuertemente marcado por la influencia de la Iglesia Católica.
Los homosexuales vieron cerrados varios de los bares en los que se
daban cita y la idea de mostrarse abiertamente en público se presentó
más remota que nunca, replegando las actividades amorosas a ámbitos
totalmente privados.
Consecuentemente, y como era de esperar, la represión fue especialmente cruel con los homosexuales. Significativamente, no hay en el Nunca más —a diferencia, por ejemplo, de la especificidad del maltrato a los judíos por su condición— información sobre las torturas particulares infligidas a los secuestrados gay, presumiblemente por la influencia de la Iglesia en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
WALSH, RODOLFO
Una de las transformaciones más asombrosas de los últimos años fue la del escritor y militante montonero Rodolfo Walsh en santo patrono del periodismo y estricto defensor de la libertad de prensa: él habría sido el primer sorprendido. Dueño de una inteligencia muy por encima del promedio de sus compañeros de militancia, Walsh eligió el camino revolucionario por sobre su carrera de escritor y periodista. Al hacerlo, sacrificó las nociones de verdad e independencia poniendo toda su brillantez al servicio de la militancia política. Abandonó la literatura y puso su talento como periodista a disposición de publicaciones con fines políticos, como el periódico de la CGT de los Argentinos o Noticias, el diario de los Montoneros.
Más aún, su gran capacidad lógica y su pasión por mapas, claves y sistemas de codificación, herencia quizás de sus gustos literarios, lo convirtieron en una pieza clave de la Inteligencia montonera.
Nunca terminó de convertirse en un cuadro: mantuvo cierto aire de orgullosa independencia que le permitió en los días del desastre no solo desafiar a la Junta Militar sino también cuestionar a la conducción de la guerrilla que integraba. Ese fue, seguramente, la fuente del malentendido que consagra hoy a Walsh como un demócrata y un firme defensor de la libertad de prensa.
Cuando en 1957 escribió la novela testimonial que lo consagraría, Operación masacre, sus sentimientos políticos oscilaban entre un vago antiperonismo y la preocupación por los sectores populares.
Ya había abandonado el coqueteo con la Alianza Libertadora Nacionalista aunque mantenía contactos con publicaciones nacionalistas.
Escribió sobre los fusilamientos de los basurales de José León Suárez con las técnicas austeras del policial. Con el tiempo, renegaría de la falta de contexto político e historicidad de ese relato y en las sucesivas ediciones iría modificando el prólogo hasta llegar a la reivindicación del asesinato de Aramburu. Una parábola significativa: escribir la novela que denuncia unos fusilamientos para terminar justificando otro en el prólogo. Walsh no era el humanista imaginado en el tercer milenio sino un revolucionario que distinguía la bondad de las ejecuciones según quién fuera la víctima.
Participó en la polémica por el encarcelamiento del escritor Heberto Padilla respaldando al Estado represivo y en contra de la libertad de expresión de un escritor. Dio por buena una «autocrítica» hecha por Padilla en la que, al más puro estilo del estalinismo, el escritor cubano abjuró de cada una de sus opiniones previas.
Una imagen histórica de Rodolfo Walsh, autor de Operación Masacre.
En
1968 se hizo cargo, a instancias del dirigente sindical clasista
Raymundo Ongaro, del periódico de la CGT de los Argentinos.Su tránsito
revolucionario hacia el peronismo lo hizo pasar por las FAP y el
Peronismo de Base hasta terminar en la década del 70 en Montoneros.
Su tarea visible como periodista durante el breve tercer período peronista es conocida: participó del diario Noticias, órgano no oficial de Montoneros, encargado de las secciones Policiales e Información General. Como había sucedido con el semanario de la CGT de los Argentinos, puso talento y creatividad allí donde la norma era el adocenamiento militante.
Es recordada la inspirada bajada del día en que murió el general Perón. Sin una sola foto y bajo un título supercatástrofe únicamente con la palabra «Dolor», se lee de su pluma: «El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos treinta años, murió ayer a las 13:15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional».
Sus tareas como responsable de gran parte de la Inteligencia utilizada por Montoneros para sus acciones armadas son, en cambio, menos conocidas: quizás el secreto mejor guardado de la militancia revolucionaria peronista. Las biografías escritas sobre Walsh, incluso una restringida especialmente a sus años montoneros, son especialmente silenciosas al respecto: el escritor nunca aparece relacionado con un hecho de sangre. Algunos datos, como su planificación del atentado en la Superintendencia de Policía, se reconocen en off y se desmienten públicamente. En el libro Born, de María O’Donnell, se cuenta la participación de Walsh en el diseño del secuestro (que costó la vida a dos personas: el chofer y un empresario de la empresa) y también que se trataba de uno de los responsables de procesar la información recogida en los interrogatorios al empresario.
...El relato de la muerte de su hija es realizado por el propio Walsh, en una «Carta a los amigos» que presenta un material francamente discutible. Walsh celebra la elección de su hija por las armas y se hace eco de un conscripto que le relata el operativo en el cual un grupo de 150 militares rodea una casa donde la hija del escritor resiste junto a otros guerrilleros:
"De pronto —dice el soldado— hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila.No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. —Ustedes no nos matan —dijo—, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros".
La imagen es cinematográfica, alternativamente shockeante y conmovedora y, casi con seguridad, falsa. Walsh estetiza la muerte de su hija de una manera muy poco pudorosa, convirtiéndola en una escena épica, que pretende mostrar con giros literarios la superioridad moral de un bando respecto del otro. El contraste con la sequedad de los fusilamientos en Operación masacre, cuando la literatura no estaba dominada por la ideología, es notable. Si el relato es verdadero se trata de un acto de impudicia de un padre. Si es un recurso literario entonces estamos ante el desquicio de una mente brillante, tomada por la literatura, incapaz de elaborar el duelo de pérdidas cada vez más cercanas.
Noriega es licenciado en Ciencias Biológicas y se desempeñó varios años como técnico en el INDEC. En 1991 fundó la revista El Amante, que dirigió hasta 2013. Escribió los libros Los Rubios (2007), Indec, historia íntima de una estafa (2010), y en coautoría, Progresismo, el octavo pasajero con Guillermo Raffo (2013) y 40.doc con Marcelo Panozzo (2016). Hizo radio con Bobby Flores, Magdalena Ruiz Guiñazú, y desde hace diez años es columnista de Luis Majul en Radio La Red.
Clarín adelanta parte de dos de los capítulos más polémicos.
HOMOFOBIA
La década del 70 y sus disputas políticas no fueron un buen momento para los homosexuales. Fueron discriminados por la derecha conservadora y especialmente perseguidos por la Dictadura pero los militantes de izquierda, a tono con lo que sucedía en Cuba y en la Unión Soviética, también los miraban con desconfianza y veían en ellos síntomas de individualismo pequeñoburgués.
Osvaldo Bazán, en su Historia de la homosexualidad en la Argentina, cuenta del rechazo que en distintas organizaciones de izquierda provocaban los homosexuales que buscaban organizarse e integrar su lucha en la que daban los militantes de izquierda por la liberación.
Se constituyó un Frente de Liberación Homosexual (FLH), que se hizo presente con sus carteles en la asunción de Héctor Cámpora y en la llegada a Ezeiza del general Perón. Según Bazán: «En ninguna de las dos oportunidades los jóvenes del FLH lograron integrarse verdaderamente con las columnas. Hasta hablaban en broma sobre el “vacío de poder”, ya que a izquierda y derecha, adelante y atrás de los carteles del FLH, se abría un espacio de unos cuantos metros».
La derecha peronista, en su órgano El Caudillo, publicó una nota en febrero de 1975 que se titulaba «Acabar con los homosexuales», donde se proponía que se los internara en campos de reeducación y trabajo, cosa que, paradójicamente, estaba sucediendo en la Cuba socialista. Los militantes de la JP, lejos de diferenciarse de esa tendencia homofóbica, cantaban en las calles: «No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y Montoneros».
La
década del 70 no fue un buen momento para los homosexuales. Fueron
perseguidos por la Dictadura, pero los militantes de izquierda también
los miraban con desconfianza
En las organizaciones marxistas
la situación no era mejor. El PRT, brazo político del ERP, distribuía
entre sus militantes un documento titulado «Moral y proletarización», donde se condenaba en general a la sexualidad libre, aunque se la presumía normalmente heterosexual......En la entrada FUSILAMIENTOS INTERNOS se cuenta la historia de Osvaldo Leti, militante montonero al que se sancionó y se intentó «reeducar» por mantener una relación larga y estable con otro hombre. Leti posteriormente fue fusilado por los propios Montoneros porque se supone que delató bajo tortura.
Consecuentemente, y como era de esperar, la represión fue especialmente cruel con los homosexuales. Significativamente, no hay en el Nunca más —a diferencia, por ejemplo, de la especificidad del maltrato a los judíos por su condición— información sobre las torturas particulares infligidas a los secuestrados gay, presumiblemente por la influencia de la Iglesia en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
WALSH, RODOLFO
Una de las transformaciones más asombrosas de los últimos años fue la del escritor y militante montonero Rodolfo Walsh en santo patrono del periodismo y estricto defensor de la libertad de prensa: él habría sido el primer sorprendido. Dueño de una inteligencia muy por encima del promedio de sus compañeros de militancia, Walsh eligió el camino revolucionario por sobre su carrera de escritor y periodista. Al hacerlo, sacrificó las nociones de verdad e independencia poniendo toda su brillantez al servicio de la militancia política. Abandonó la literatura y puso su talento como periodista a disposición de publicaciones con fines políticos, como el periódico de la CGT de los Argentinos o Noticias, el diario de los Montoneros.
Más aún, su gran capacidad lógica y su pasión por mapas, claves y sistemas de codificación, herencia quizás de sus gustos literarios, lo convirtieron en una pieza clave de la Inteligencia montonera.
Nunca terminó de convertirse en un cuadro: mantuvo cierto aire de orgullosa independencia que le permitió en los días del desastre no solo desafiar a la Junta Militar sino también cuestionar a la conducción de la guerrilla que integraba. Ese fue, seguramente, la fuente del malentendido que consagra hoy a Walsh como un demócrata y un firme defensor de la libertad de prensa.
Cuando en 1957 escribió la novela testimonial que lo consagraría, Operación masacre, sus sentimientos políticos oscilaban entre un vago antiperonismo y la preocupación por los sectores populares.
Ya había abandonado el coqueteo con la Alianza Libertadora Nacionalista aunque mantenía contactos con publicaciones nacionalistas.
Escribió sobre los fusilamientos de los basurales de José León Suárez con las técnicas austeras del policial. Con el tiempo, renegaría de la falta de contexto político e historicidad de ese relato y en las sucesivas ediciones iría modificando el prólogo hasta llegar a la reivindicación del asesinato de Aramburu. Una parábola significativa: escribir la novela que denuncia unos fusilamientos para terminar justificando otro en el prólogo. Walsh no era el humanista imaginado en el tercer milenio sino un revolucionario que distinguía la bondad de las ejecuciones según quién fuera la víctima.
"Walsh eligió el camino revolucionario
por sobre su carrera de escritor y periodista. Al hacerlo, sacrificó
las nociones de verdad e independencia"
El primer paso en la dirección revolucionaria fue su viaje a Cuba en 1960,
donde junto a los periodistas argentinos Jorge Ricardo Masetti y
Rogelio García Lupo formó Prensa Latina, la agencia de noticias del
régimen. La consolidación del Partido Comunista cubano (en ese momento
llamado Partido Socialista Popular) al frente de la revolución acentuó
el dogmatismo y el sectarismo en la Isla y lo dejó afuera de la agencia.
Sin embargo, nunca dejó de adherir a la revolución cubana ni de apoyarla en los momentos de mayor represión.Participó en la polémica por el encarcelamiento del escritor Heberto Padilla respaldando al Estado represivo y en contra de la libertad de expresión de un escritor. Dio por buena una «autocrítica» hecha por Padilla en la que, al más puro estilo del estalinismo, el escritor cubano abjuró de cada una de sus opiniones previas.
Su tarea visible como periodista durante el breve tercer período peronista es conocida: participó del diario Noticias, órgano no oficial de Montoneros, encargado de las secciones Policiales e Información General. Como había sucedido con el semanario de la CGT de los Argentinos, puso talento y creatividad allí donde la norma era el adocenamiento militante.
Es recordada la inspirada bajada del día en que murió el general Perón. Sin una sola foto y bajo un título supercatástrofe únicamente con la palabra «Dolor», se lee de su pluma: «El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos treinta años, murió ayer a las 13:15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional».
Sus tareas como responsable de gran parte de la Inteligencia utilizada por Montoneros para sus acciones armadas son, en cambio, menos conocidas: quizás el secreto mejor guardado de la militancia revolucionaria peronista. Las biografías escritas sobre Walsh, incluso una restringida especialmente a sus años montoneros, son especialmente silenciosas al respecto: el escritor nunca aparece relacionado con un hecho de sangre. Algunos datos, como su planificación del atentado en la Superintendencia de Policía, se reconocen en off y se desmienten públicamente. En el libro Born, de María O’Donnell, se cuenta la participación de Walsh en el diseño del secuestro (que costó la vida a dos personas: el chofer y un empresario de la empresa) y también que se trataba de uno de los responsables de procesar la información recogida en los interrogatorios al empresario.
"Las
tareas de Walsh como responsable de gran parte de la Inteligencia
utilizada por Montoneros para sus acciones armadas son menos conocidas"
La
pasteurización de la figura combatiente de Walsh producida en los
últimos años refuerza la tendencia y muy pocos datos sobre la actividad
en acciones armadas son revelados......El relato de la muerte de su hija es realizado por el propio Walsh, en una «Carta a los amigos» que presenta un material francamente discutible. Walsh celebra la elección de su hija por las armas y se hace eco de un conscripto que le relata el operativo en el cual un grupo de 150 militares rodea una casa donde la hija del escritor resiste junto a otros guerrilleros:
"De pronto —dice el soldado— hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila.No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. —Ustedes no nos matan —dijo—, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros".
La imagen es cinematográfica, alternativamente shockeante y conmovedora y, casi con seguridad, falsa. Walsh estetiza la muerte de su hija de una manera muy poco pudorosa, convirtiéndola en una escena épica, que pretende mostrar con giros literarios la superioridad moral de un bando respecto del otro. El contraste con la sequedad de los fusilamientos en Operación masacre, cuando la literatura no estaba dominada por la ideología, es notable. Si el relato es verdadero se trata de un acto de impudicia de un padre. Si es un recurso literario entonces estamos ante el desquicio de una mente brillante, tomada por la literatura, incapaz de elaborar el duelo de pérdidas cada vez más cercanas.
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