Buenos Aires inicia su mes más tanguero
Dos festivales convocan a miles de personas durante agosto y muestran las dos caras del ritmo porteño
Dicen que el tango nació huérfano. Que a un alemán que viajaba a América a bordo de un barco se le apagó la vida y su bandoneón quedó a la deriva. También dicen que el resto del pasaje se hizo cargo del fuelle y cantó con él sus miserias y esperanzas. Y que esa mezcla de nostalgia y aventura dio origen al ritmo más porteño y a la identidad de Buenos Aires. En la Usina, la estrella fue otro bandoneón, un Doble A que perteneció al gran Aníbal Troilo, leyenda argentina del instrumento, y que en la apertura de Tango BA fue ejecutado por Osvaldo Piro ante un aforo completo. El festival oficial se extenderá hasta el 23 de agosto y contará con más de 200 actividades y cientos de conciertos totalmente gratuitos en las 34 sedes de la Ciudad. También habrá un mundial de baile que comienza el lunes y terminará el 22 y 23 de agosto con una lujosa coronación en el estadio Luna Park. Unas 600.000 personas disfrutaron de la programación 2016 con más de 200 artistas y parejas de distintos países que vinieron a competir al Mundial.
El Club Atlético Fernández Fierro es sinónimo de tango independiente en Buenos Aires. Abrió a mediados de 2004 en el lugar donde funcionara un antiguo taller mecánico del Abasto. Apenas unos meses después, la discoteca Cromañón ardió por una bengala y causó 194 muertes. Esa misma noche cambiarían por completo normas y culturas de la noche porteña y golpeó con dureza al CAFF. El galpón fue clausurado cuando las agencias de seguridad tuvieron que ajustar las tuercas y permaneció cerrado durante todo 2005, pero siguió existiendo.
El festival FACAFF reúne a 40 agrupaciones que se presentan en nueve días. En el primero de ellos, participó Ignacio Montoya Carlotto, nieto recuperado de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. “Estos espacios como el CAFF son tan importantes como fundamentales”, indicó a EL PAÍS, “tienen que ver con movidas artísticas que están bastante por fuera de lo comercial. Esto hace que se puedan mostrar en las mejores condiciones posibles y en un buen lugar. Con el CAFF, ha vuelto a tener lugar eso del espacio por el espacio en sí. Tienen que ver con una necesidad artística que se transformó en una acción”. Casi como ocurrió con aquel bandoneón que perdió a su dueño en alta mar, y se hizo canción.
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