Descomplicar la dieta
Sobre la inflación de mensajes dietéticos y los problemas de su puesta en práctica
Fuente: IntraMed / Fundación Esteve
Comer es mucho más que nutrirse o
alimentarse. Es un acto biológico, pero a la vez genuinamente social y
cultural, determinado por la tradición y modelado desde la infancia. No
es exagerado afirmar que es más fácil cambiar de religión que de hábitos
alimentarios, como decía el experto en nutrición Francisco Grande
Covián. Pero dicho esto, es fácil constatar cómo en los países
occidentales estos hábitos se han ido distanciando de la tradición para
bien y para mal. El aumento de la oferta alimentaria, sobre todo de
productos procesados, y la todavía mayor inflación de mensajes sobre
cómo alimentarse han convertido el sencillo acto de comer comida en un
galimatías de calorías y nutrientes, de ciencia y pseudociencia, en el
que la sensatez y la credibilidad no están necesariamente alineadas.
El ejemplo del tabaquismo ilustra lo complicado de esta empresa. Los riesgos de fumar llevan difundiéndose más de 60 años en EE UU, pero en este tiempo la población fumadora se ha reducido apenas del 40% a 20%. El problema sanitario de comer mal es comparable al del tabaquismo, pues se estima que 8 de cada 10 enfermedades crónicas están relacionadas con la mala alimentación. Pero sintetizar en un mensaje claro y práctico cómo comer de forma sana es mucho más complicado, entre otras cosas porque no hay una única dieta saludable. Son tantas las posibles combinaciones de alimentos y tantos los mensajes dietéticos que las posibilidades de equivocarse son mucho mayores que en otro tiempo.
Uno de los que se han atrevido a resumir toda la sabiduría dietética en un solo mensaje ha sido el periodista y experto en nutrición Michael Pollan, que lo ha hecho en solo siete palabras: “Come comida. Con moderación. Sobre todo vegetales”. Las tres partes del mensaje están cargadas de razón y respaldadas por pruebas científicas. Ciertamente es más saludable comer alimentos de verdad, que productos procesados con una larga lista de ingredientes; la moderación en el comer es un antiguo consejo al que no le faltan pruebas científicas, lo mismo que a la noción de que, sin ser necesariamente vegetarianos, las frutas y verduras deben ser un componente principal de la dieta. En su libro Saber comer desglosa en 64 reglas básicas el alcance de este mensaje, pero aquí ya encontramos algunas recomendaciones que chocan con las pruebas científicas, como “toma una copa de vino con la cena” (regla 43) o son ajenas a la ciencia, como “no desayunes cereales que cambien el color de la leche” (regla 36). Otras dan que pensar, como “compra los tentempiés en el mercado” o “evita alimentos que veas anunciados en televisión”. Las reglas de Pollan resaltan el valor de la tradición y en general son sensatas, pero también ilustran la precariedad de la ciencia de la nutrición, lo fácil que es equivocarse y, sobre todo, la urgente necesidad de descomplicar un acto tan natural como es el comer.
Las cifras crecientes de obesidad y sobrepeso muestran de forma elocuente el deterioro de la dieta y el desconcierto informativoComer bien se ha convertido en un trámite muy complicado por la abundancia de instrucciones e información técnica, un trámite más difícil de entender que la declaración de la renta u otras oscuras diligencias administrativos. Comer de forma saludable es un mantra implícito en muchas recomendaciones, pero por más que se repita no acaba de tener un significado claro y práctico para mucha gente. Las cifras crecientes de obesidad y sobrepeso muestran de forma elocuente el deterioro de la dieta y el desconcierto informativo. El problema no es solo la falta de acuerdo sobre qué mensaje difundir para combatir la obesidad y comer bien, sino cómo lograr que se abra paso entre la marabunta de información contradictoria y, sobre todo, que se ponga en práctica.
El ejemplo del tabaquismo ilustra lo complicado de esta empresa. Los riesgos de fumar llevan difundiéndose más de 60 años en EE UU, pero en este tiempo la población fumadora se ha reducido apenas del 40% a 20%. El problema sanitario de comer mal es comparable al del tabaquismo, pues se estima que 8 de cada 10 enfermedades crónicas están relacionadas con la mala alimentación. Pero sintetizar en un mensaje claro y práctico cómo comer de forma sana es mucho más complicado, entre otras cosas porque no hay una única dieta saludable. Son tantas las posibles combinaciones de alimentos y tantos los mensajes dietéticos que las posibilidades de equivocarse son mucho mayores que en otro tiempo.
Uno de los que se han atrevido a resumir toda la sabiduría dietética en un solo mensaje ha sido el periodista y experto en nutrición Michael Pollan, que lo ha hecho en solo siete palabras: “Come comida. Con moderación. Sobre todo vegetales”. Las tres partes del mensaje están cargadas de razón y respaldadas por pruebas científicas. Ciertamente es más saludable comer alimentos de verdad, que productos procesados con una larga lista de ingredientes; la moderación en el comer es un antiguo consejo al que no le faltan pruebas científicas, lo mismo que a la noción de que, sin ser necesariamente vegetarianos, las frutas y verduras deben ser un componente principal de la dieta. En su libro Saber comer desglosa en 64 reglas básicas el alcance de este mensaje, pero aquí ya encontramos algunas recomendaciones que chocan con las pruebas científicas, como “toma una copa de vino con la cena” (regla 43) o son ajenas a la ciencia, como “no desayunes cereales que cambien el color de la leche” (regla 36). Otras dan que pensar, como “compra los tentempiés en el mercado” o “evita alimentos que veas anunciados en televisión”. Las reglas de Pollan resaltan el valor de la tradición y en general son sensatas, pero también ilustran la precariedad de la ciencia de la nutrición, lo fácil que es equivocarse y, sobre todo, la urgente necesidad de descomplicar un acto tan natural como es el comer.
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