¿HÉROE O VILLANO?

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jueves, diciembre 14, 2017

UNA COSA ES LA ESTUPIDEZ Y OTRA SER UN ESTUPIDO

    It's Playtime

¿Quién se atreve a continuar el diccionario de la estupidez?

La reciente polémica generada por un grupo de personas que pretendían que el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York retirara el cuadro Thérèse soñando, pintado por el artista francés Balthus en 1938, me hizo recordar a Flaubert

En el siglo XIX el escritor Gustave Flaubert ambicionó realizar un monumental diccionario sobre la estupidez.
El gran Flaubert pretendió lo que nadie había podido concretar hasta entonces: aglutinar, desde la ironía, el triunfo de la estupidez, a través de ejemplos. Clasificar, sumar, declarar a toda voz la apoteosis de la estupidez. Sin embargo, la muerte le impidió concluir la idea que fue publicada inconclusa mucho tiempo después. Ahora, en días pasados (sí, del siglo XXI), cuando me entero de que un grupo de personas ha mostrado indignación ante la pintura que muestra a una niña sentada de manera tal que se le ve la ropa interior, me ha venido a la mente una inquietante pregunta: ¿alguien se atrevería a continuar el diccionario de Gustave Flaubert? Sin duda ese posible continuador tendría mucho material en la web que lleva recogidas unas 9.000 firmas para que el Met retire el dichoso cuadro. En la misma se pueden leer mensajes realmente preocupantes (más por el objetivo que por el disparatado contenido que encierran). Y entre todos me llama la atención el siguiente: “Teniendo en cuenta el clima actual en torno al abuso sexual y las acusaciones que van saliendo a la luz cada día, al presentar esta obra a las masas, el Met está haciendo romántica la idea del voyerismo y la cosificación de los niños". No obstante, la estupidez aún no lo ha cubierto todo, pues la respuesta del Met ha sido coherente con la necesaria libertad del arte. Kenneth Weine, portavoz del museo, aseguró que el Met no retirará la obra y declaró al New York Post que "momentos como este ofrecen una oportunidad para la conversación”. Weine considera que la "misión [del Met] es recopilar, estudiar, conservar y mostrar obras de arte que han sido significativas de cualquier época y cultura, con el fin de conectar a la gente con la creatividad, el conocimiento y las ideas".
La sociedad parece más interesada en pedir explicaciones a los artistas que a los políticos. Cuesta, y mucho, tener que explicar (aún) que el arte juega a sus propios códigos, que la imaginación (como dijera Albert Einstein) va más allá del conocimiento, que la ficción no es un entramado de dogmas sino un espacio de posibilidades. Que las normas sociales nunca podrán regular la mirada de los creadores. Que el arte, en lugar de moldear, revela. Trastoca la perspectiva de los fondos y de las formas.
 Volviendo al pretendido Diccionario de la estupidez, en una carta Flaubert escribió que su intención “Sería la glorificación histórica de todo lo que se aprueba. Demostraré en él que las mayorías siempre han tenido la razón y las minorías no. Sacrificaré a los grandes hombres en aras de todos los imbéciles, a los mártires en aras de todos los verdugos. Así, para la literatura establecida, lo que es fácil, que lo mediocre estando al alcance de todos es lo único legítimo y que hay que deshonrar toda forma de originalidad como peligrosa, idiota, etc.” Flaubert, como visionario, apuntaba, con magistral ironía, por dónde se moldeaba la historia. Si observamos los ídolos y los comportamientos lerdos y reactivos de las masas (maquinaria demoledora de las individualidades), las palabras del autor del siglo XIX son un dibujo adelantado del siglo XXI. Quizá, con su odisea inconclusa, el autor de Madame Bovary nos dejó el primer capítulo de un diccionario que habría que ir escribiendo por e

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