Vuelos de la muerte: lo que calla el elogioso editorial de El País sobre los juicios en Argentina
Lo silenciado se convierte en un grito que agujerea todo el
texto y finalmente termina por desautorizarlo. Hay una ausencia de
cualquier referencia, por mínima que fuera esta, a los crímenes
cometidos por la dictadura franquista
Hace pocos días finalizó el juicio contra los marinos asesinos de la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) -el mayor de los celebrados
hasta ahora por un Estado por crímenes de lesa humanidad- condenándose a
cadena perpetua a 29 de ellos por arrojar vivos desde aviones al Río de
la Plata a opositores políticos previamente secuestrados y torturados.
Se ha demostrado que en la ESMA 789 de dichos opositores fueron
desaparecidos en vuelos de la muerte y alrededor de 5.000 por otros
métodos de exterminio. Siendo este el lugar más emblemático de la
represión, no fue el único, ya que durante la dictadura militar que
gobernó la Argentina desde 1976 hasta 1983 fueron asesinados y
desaparecidos 30.000 opositores, en general muy jóvenes, de todas las
clases sociales, de las más diversas profesiones o trabajos y con
diferentes grados de compromiso en la lucha contra dicha dictadura.
Militantes de las organizaciones político militares, Madres de Plaza de
Mayo, sindicalistas, obreros, estudiantes, profesionales, amas de casa,
jubilados, sacerdotes comprometidos con los pobres, monjas francesas,
políticos de izquierda y abogados defensores de los derechos humanos
fueron exterminados sin piedad en campos de concentración que se
extendieron por todo el territorio, apropiados sus hijos y robados sus
bienes. Véase como mayor ejemplo la expropiación forzosa a sus legítimos dueños de la papelera Papel Prensa que fue entregada a medios hoy dominantes.
Muchos miles de
argentinos tuvieron que emprender el camino del exilio para poder salvar
sus vidas y otros encontraron refugio en distintas zonas del interior
del país donde vivieron escondidos durante muchos años. El horror y el
silencio invadieron la vida de la mayoría de los ciudadanos.
Si bien la excusa explícita de la dictadura militar fue derrotar a la
guerrilla, su razón verdadera fue destruir cualquier oposición política
al plan de saqueo neoliberal que, desde los centros de poder, se había
diseñado para la Argentina y -a través del Plan Cóndor- para toda
Latinoamérica.
Es con este plan que se inicia el endeudamiento sistemático del Estado
-la dictadura multiplica por cinco la deuda externa- desembocando este
accionar en el default acaecido muchos años después. Junto a ello se
produjo la estatización de las deudas de particulares afectos al
régimen, con una trasferencia de ingresos masiva a las clases más
poderosas: la firma la puso el tristemente famoso ministro de Economía
Martínez de Hoz, quien se murió sin pagar su crimen.
Este juicio a los responsables de los vuelos de la muerte, que duró 5
años, es parte de la universalmente reconocida política de derechos
humanos que la Argentina lleva adelante desde el retorno de la
democracia en 1983. Comienza con el presidente Alfonsín y el juicio a
las Juntas Militares y se desvirtúa con las leyes de Punto Final
(diciembre de 1986) y de Obediencia Debida (junio de 1987) del final de
su mandato, a las que se suman posteriormente los indultos por decreto
del presidente Menem entre 1989 y 1990. Finalmente el Presidente Néstor
Kirchner reanuda y consolida durante su gobierno una política
institucional de Derechos Humanos, la cual se inicia en el 28
aniversario del golpe de Estado de 1976 con la famosa y simbólica
retirada del cuadro de Videla y Bignone en el Colegio Militar de la mano
del Jefe del Ejército y delante de los propios militares. Tan
consolidada está actualmente dicha política -más de 400 militares están
presos y 500 enjuiciados- que el actual gobierno no ha podido más que
seguir adelante con los juicios a pesar de estar claramente en su
contra, como lo demostró el intento frustrado de la Corte Suprema de
rebajar la condena a los genocidas presos (el 2x1) y que fue rechazada
masivamente por la ciudadanía y los organismos de derechos humanos.
Es sorprendente el reconocimiento que se hace de esta condena en los medios españoles y, sobremanera, en el editorial del diario El País del día 2 de diciembre pasado titulado “Lección de Argentina”,
donde se elogia claramente la actuación de la Argentina en materia de
derechos humanos. Comienza afirmando que "la condena a cadena perpetua
de varios responsables de los tristemente célebres vuelos de la muerte
constituye un importante acto de justicia y a la vez es demostración
práctica del porqué toda democracia —en este caso la argentina— debe
perseguir incansablemente los crímenes contra la humanidad para evitar
que queden impunes". Reconoce, a su vez, la actuación del Presidente
Kirchner que con su empeño logra "que el Congreso argentino otorgase
rango constitucional a la Convención de la Naciones Unidas sobre
imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad y
derogara las polémicas leyes (de Obediencia Debida y Punto final)"
y finaliza afirmando que esta sentencia es un mensaje al mundo ya que
deja claro que no habrá más impunidad para los violadores de los
derechos humanos.
¿Qué sorprende de un editorial tan claro y conforme a cualquier
política de derechos humanos? No es lo que dice sino lo que calla. Lo
silenciado se convierte en un grito que agujerea todo el texto y
finalmente termina por desautorizarlo. Hay una ausencia de cualquier
referencia, por mínima que fuera esta, a los crímenes cometidos por la
dictadura franquista, a la inexistencia de una política de Estado sobre
los derechos humanos, a los fusilados sin juicio y que permanecen por
cientos de miles en las cunetas, a los miles de niños apropiados, al no
juzgamiento de los responsables, a la tibieza de una ley de Memoria
Histórica que no cumple con el reconocimiento de los represaliados y
asesinados y al no levantamiento de las condenas a muerte impuestas por
tribunales de la dictadura. Los que lo escribieron conocen muy bien
todas estas cuestiones y sin embargo se hacen solidarios del intento de
los sucesivos gobiernos de España de silenciar y reprimir, en sentido
freudiano, la memoria y obstaculizar una política de derechos humanos
como la que tanto elogian de Argentina.
Oportunidades para otra política no han faltado y sin embargo hoy es
imposible en España, no solo enjuiciar crímenes de lesa humanidad
ajenos, sino, también y sobre todo, los propios.
Es hora que esta admiración por la Argentina se convierta en una vía
por donde España puede reconocer su pasado y realizar un acto de
justicia aún pendiente. El no hacerlo y mantenerse en un no querer
saber, no querer reconocer, hará imposible la construcción de un país
donde esta admiración, hoy puesta más allá del Atlántico, se vuelque
sobre cada uno de los españoles.
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